ENTREVISTA ·
por Andrew P. Berman* |
|
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
La Nueva York de los sesenta: |
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Acepté encantado la invitación hecha por el equipo de la Revista Bifurcaciones, para entrevistar a Suze Rotolo **. Por años había escuchado el nombre de Suze, a través de vecinos de Greeenwich Village, que la conocían y me comentaban: “Tienes que hablar con Suze acerca de eso, ella conoce a todo el mundo, y estaba metida en todo. Fue la novia de Dylan en los inicios de los sesenta, ella es la que sale con el en la portada de su disco 'The Freehweelin'…”
Decidido a generar una situación de encuentro, tan pronto como me enteré del lanzamiento de su libro "A Freewheelin' Time", supe que esta era una excelente oportunidad para Greenwich Village Society for Historic Preservation, mi organización, de invitarla a realizar una presentación de su libro y establecer con ella una relación que debía haberse iniciado largo tiempo atrás. Aun contando con tan maravillosa reputación, Suze excedió todas mis expectativas, siendo una fantástica sorpresa conocerla en persona. Aceptó amablemente nuestra invitación, siendo una fabulosa presentadora – sin grandes pretensiones, con una claridad impresionante y una interesante perspectiva personal de uno de los tiempos y lugares más importantes en la historia reciente de América, incluso podría decirse, de la historia reciente de occidente. Mientras Suze fue parte de The Village y a la escena del downtown en un tiempo diferente al mío (tengo 40 años, y por lo tanto, mi conexión con este lugar se produjo 25 años tarde), fue increíblemente interesante darme cuenta de cuan similares las dinámicas y personajes que ella conoció eran a los años posteriores. Al igual que Suze, yo también crecí en Nueva York considerado (en ese entonces) menos cosmopolita que otros barrios, y por consiguiente, pude relacionarlo inmediatamente a sus historias, migrando de una Nueva York a otra completamente diferente para encontrarse a sí misma y desarrollar todo el propio potencial.
El encuentro con Suze tuvo lugar en el Cornelia Street Café, lugar sugerido por Lorena Perez de la Revista Bifurcaciones, quien nos acompañó en la entrevista, lugar que fue el escenario perfecto para situar la discusión acerca de Greenwich Village ayer y hoy, siendo a la vez un goce y una revelación.
Andrew Berman (AB): Sé que tus padres fueron inmigrantes de primera generación. Cuéntanos un poco cómo era el barrio donde vivías de niña, cómo llegaron a vivir ahí, cómo era.
Susan Rotolo (SR): Mi padre y mi madre eran italianos. Mi padre llegó a vivir a Estados Unidos cuando era muy pequeño. Vivió en Brooklyn por muchos años, luego conoció a mi madre y vivieron juntos en Manhattan o Brooklyn. Cuando mi madre quedo embarazada se trasladaron a Queens, que era un lugar más fácil para criar niños. Al principio vivimos en Sunnyside, aunque yo era muy pequeña y mis recuerdos son vagos. Luego vivimos en Jackson Heights, que antes se llamaba Astoria y recibió ese nombre formalmente en el tiempo en que vivíamos ahí. Estos lugares donde vivíamos eran derechamente barrios residenciales.
Vivir en Queens era en realidad horrible y opresivo. Todos iban a la iglesia o la sinagoga, y nuestros vecinos eran muy diferentes a nosotros. La gente no tenía libros en sus casas. Lo que sí tenían eran TVs y pisos alfombrados. Nosotros, por el contrario, no teníamos TV, pero sí teníamos libros y música. Mi padre estaba interesado en las artes, lo que de cierto modo me puso en contacto con una educación culta. Gracias a eso me interesé en otras formas de vida, que no estaban presentes en ese tipo de barrios.
AB: ¿Cómo llegaste a vivir a Greenwich Village?
SR: En ese tiempo yo estaba aún en el colegio. No recuerdo exactamente como escuché de este lugar y las cosas que estaban pasando allí. Recuerdo que fui a Washington Square Park un domingo y me encontré con grupos tocando diferentes tipos de música alrededor de la fuente. Italianos que tocaban sus mandolinas y música Folk mientras los niños jugaban alrededor. La vida sólo seguía su curso. Tienes que pensar que estos eran los años 50’s, el punto más alto del McCartinismo y la Guerra Fría, un período sumamente rígido en que el país estaba enriqueciéndose muchísimo. Todo era tan perfecto y blanco; y en oposición a esto, la afluencia de músicos estaba trayendo cosas nuevas, quebrando esa fachada de formalidad y conformismo que se había instituido. Nosotros éramos una inyección de gente nueva, menos formal, que estaba causando problemas, vagabundeando por esos barrios. Yo fui parte de los primeros vientos de cambio de esa generación y su mentalidad.
AB: ¿Era común que alguien decidiera irse a vivir a Greenwich Village?
SR: No, cambiarse al barrio no era algo común. La gente sabía que si alguien se mudaba a The Village era porque tenía otras ideas e iba allí a luchar por ellas.
AB: En tu libro describes el Greenwich Village de principios de los 60’s como un lugar de gran fermento cultural, intelectual, político, musical y artístico. Cuentas que el barrio contaba con un gran número de lugares y espacios que servían de soporte para ese tipo de iniciativas. ¿Cómo fue que este movimiento empezó a asentarse en este lugar de la ciudad? SR: La música Folk fue importante, porque estaba asociada a ideas políticas radicales. Los cantantes de Folk solían tocar en cafés y en basket houses, llamados así porque pasaban un canasto después de su presentación, para recolectar dinero. En otros clubes esto se empezó a reconocer como un negocio, y de a poco comenzaron a contratarlos de modo más permanente. Así el ambiente fue creciendo de modo lento y progresivo, hasta convertirse en una escena cultural más definida.
AB: Todos estos bares, cafés y restaurantes ¿compartían características comunes, además de la proximidad espacial?
SR: Si, claro, músicos hambrientos venían de todos lados, y lugares como Gerde’s Folk City o Gas Light Café se volvieron muy importantes, porque los contrataban para tocar durante semanas. Cuando yo llegué a vivir ahí, el ‘61, todo estaba ya establecido. Habían muchos lugares a los que se iba, como Figaro’s, que cerró recientemente y Fat Black Pussy Cat, que era ya un club totalmente consolidado. Fuera de eso, seguían existiendo lugares indescriptibles, villagy kind of cafes, donde los músicos se seguían asomando para preguntar, “hey, puedo tocar unas canciones?” y los dejaban.
AB: ¿Por qué crees que los artistas se sentían tan atraídos a este barrio? ¿Era una oportunidad que no podían encontrar en ningún otro lado?
SR. Creo que el carácter de barrio estaba reforzado por su historia de bohemia. Era un lugar con enorme fuerza gravitacional, creo que por dos razones: el espíritu de The Village y el factor económico. Personalmente yo fui atraída por el concepto que encerraba The Village. Yo era fan de Edna St. Vincent Millay -la poeta-, quien vivía allí. Creo que de cierto modo todos compartíamos esta sensación de que era una parte inusual de Manhattan, un lugar especial, lleno de gente interesante. Al mismo tiempo, era un lugar donde las rentas eran bajas y muchos artistas podían conseguir lugares para vivir y trabajar. Esto produjo un movimiento desde Paris, que solía ser el centro para escritores y artistas en los inicios del siglo 20, a Nueva York, al Village. A mi me gusta pensarlo así.
Otro elemento atractivo era la aceptación y tolerancia, socialmente hablando. Parejas inter-raciales y parejas homosexuales podían arrendar lugares con menos problemas que en otras partes de la ciudad. También había parejas conviviendo sin estar casadas, algo que no era muy bien visto en ese tiempo… ah, y bueno, la atracción al barrio también fue causada porque era un área geográficamente pequeña. Entonces tú podías pasar caminando de un lugar hacia el siguiente. Y extrañamente, había pequeños reductosen diferentes barrios. Algunas áreas eran más italianas y algunas más ucranianas. Lower East Side que luego se transformó en East Village. Pero era fácil caminar y moverse de un lado al otro. Las calles eran irregulares y particularmente angostas, no eran parte de la grilla, y los edificios eran bajos. Entonces, era muy fácil reconocer que estabas en The Village. Los tenenments (1) o los brownstones (2) eran muy atractivos para cualquier joven, porque uno podía ir desde la casa de una persona a la de otra, entrar a un café y después seguir dando vueltas por ahí hasta la noche. Eso era muy diferente del resto de Manhattan, donde tenías que hacer una excursión para encontrar algo. Acá tenias tiendas de libros, tiendas de discos, a tu alrededor todo estaba ocurriendo.
AB: Estamos hablando de una Era donde el país estaba adoptando el uso del automóvil. Pero este era, como dices, un lugar donde se podía caminar de un lado a otro, a escala humana.
SR: Jane Jacobs escribió acerca de eso, tienes razón, es una extraordinaria parte de la ciudad debido a eso.
AB: ¿Y qué fue pasando en el barrio durante el tiempo que viviste ahí? ¿Fue una suerte de turismo cultural?
SR: Creo que a nosotros nos tomó tiempo volvernos concientes de lo que sucedía, porque era un lugar que estaba siempre vivo, lleno de gente. El tipo de turismo que se puede ver ahora en calles como Bleeker St. fue siempre así. Esa fue siempre una calle turística. Pero a medida que los clubes se fueron haciendo más y más populares, el turismo también fue creciendo, y así lugares como Gaslight o la calle MacDougal (perpendicular a Bleeker St.) comenzaron a desviar a las multitudes. La gente empezó a filtrarse a las calles aledañas y ya no estaban sólo por Bleeker St. sino por todos lados. Recién ahí nos volvimos conscientes de que The Village estaba cambiando… y por supuesto que ahí empezamos a hacer lo que todos los artistas snobs hacen, como decir “los turistas están llegando” o reirnos de la gente en la calle (risas).
AB: ¿Qué sucedió con estos lugares que eran una suerte de “cultivadores” de lo musical y cultural? ¿Permanecieron, desaparecieron, se volvieron más exitosos?
SR: Este proceso mantuvo a los clubes muy vivos y a los músicos con muchas posibilidades de tocar, pero también atrajo a una nueva figura: los comediantes. Los stand up comediants llegaron a probar sus rutinas en los bares. Woody Allen, Bill Cosby, todos ellos estaban ahí, lo que lo volvía una mezcla increíble. Stand up comedy, música folk, artistas performativos, y también, como parte del circuito de bares, estaban los viejos músicos de blues, que habían vivido ahí por años, desde los 40’s. El barrio se convirtió entonces en un interesante mix cultural.
Lorena Pérez (LP): En tu libro hablas mucho acerca de la música, sus procesos de desarrollo y movimiento ¿Había algún tipo de preocupaciones comunes entre el movimiento artístico y el movimiento musical en esa época?
SR: El arte estaba definitivamente cambiando. Los artistas de Europa, que habían buscado refugio de la Segunda Guerra en los Estados Unidos, habían traído consigo al surrealismo y al expresionismo abstracto. Yo entonces no conocía ninguna de esas terminologías, pero sí recuerdo que todo era muy distinto a lo que estábamos acostumbrados a ver. En The Village había artistas que pegaban sus cosas en los muros y en los cafés. Había un mix interesante entre referencias e innovación, porque tenías todos esos lugares para cultivar tus intereses.
AB: Es interesante el tema que tocaste. Usualmente miramos hacia atrás y observamos que los teatros rara vez se ubicaron en lugares construidos para ser teatros. Fueron los artistas quienes se apropiaban de los espacios y los convertían en otra cosa. Y por supuesto, una de las tendencias que se inició en los ‘60 fue que artistas se tomaban los espacios de una manera diferente. Eso comenzó antes. Pero los artistas estaban dispuestos a tomarse espacios que no se suponía que fueran para vivir o para armar un estudio de artista, y convertirlos. Y parece ser que fue una suerte de contra-apropiación cultural lo que allí sucedió.
SR: La apropiación cultural comenzó como algo informal. Empezó con los artistas que entraban a tocar a ciertos lugares. Creo que probablemente así como Joe Cino comenzó. Todos tenían ideas, como pongamos una librería, un teatro, o una cafetería con todo junto. Y luego tus amigos podían leer poesía, montar una presentación o colgar arte. Lo que tiene algo de eterno, ¿no crees? Uno trata de hacer que las cosas funcionen. Hoy en día uno paga una fortuna pero aún existe la idea de “hagamos algo con este lugar”, o de colgar arte en los muros y tocar música. Eso sería lo eterno para los artistas de todo tipo, siempre tratando de encontrar un lugar para hacer de él una especie de lugar comunitario donde puedan poner en práctica su arte.
AB: ¿Cómo era el mundo que giraba alrededor de The Village? ¿Contenía todos los aspectos del mundo que lo rodeaba? ¿Era un refugio, separado del resto del mundo?
SR: Mira, creo que aquellos que vivíamos allí lo veíamos como un refugio, porque si te movías hacia el uptown tenías que vestirte diferente que si ibas hacia el downtown. Es extraño pensar que había mucha formalidad en la forma en la que la gente se vestía. Definitivamente las mujeres no usaban jeans, tenían que vestirse de modo especial para moverse a otro barrio. En ese sentido, The Village era un lugar donde sabíamos que uno podía ser más uno mismo, vestirse del modo que uno quisiera, actuar del modo que uno quisiera. Era diferente del resto de la ciudad.
AB: Un asunto interesante es la historia Américo-italiana de The Village, y el modo en que allí existía una interacción con todos, esa suerte de capas, grupos y culturas que mencionas. Tal vez podrías contarnos un poco acerca de cómo viste ese proceso y cuáles eran las relaciones o interacciones entre los recién llegados y los italianos que vivían allí desde antes.
SR: Una analogía de esa relación puede ser una ciudad universitaria, donde por un lado están los townies (3) y por otro los estudiantes. Así, para los antiguos italianos residentes en el barrio, esta era una invasión increíble de beatniks y bohemios locos. Más tarde de hippies. Y esto era difícil, porque producía conflictos entre los nuevos y los viejos residentes. Había peleas donde los italianos locales golpeaban a los cantantes folk, por ejemplo, y también estaba la mafia, que era dueña de los clubes y pagaba a los policías. Era definitivamente un barrio propiedad de los italianos y los irlandeses, y la llegada de estos artistas locos y hippies no fue gracioso para ellos.
AB: ¿Había en The Village una generación de artistas bohemios que ya estaba en el barrio cuando la nueva generación llegó?
SR: Si, estaban todos estos viejos, a los que nosotros nos referíamos como los “personajes”, porque ellos eran obviamente los personajes de The Village. Había un tipo, Maurice, que había estado en The Village, como él decía, “por siempre”. El todo lo veía y todo lo sabía. Tenía una barba blanca, usaba un impermeable y sombrero, y vendía periódicos que había encontrado. Si le comprabas un café él te hablaba y te hablaba. En cierto sentido, por ser chicos, uno se burlaba de él, pero todos lo escuchaban, porque tenía historias maravillosas. Ahí había una superposición, que era placentera y no antagonista. Los tipos más viejos (las moscas viejas que no se sientan en los pequeños bares) siempre se sentían contentos si podían compartir con alguien su sabiduría. Y los chicos más jóvenes lo hacían. Recuerdo que no había una separación como si nosotros estuviéramos invadiendo su espacio, ellos más bien lo disfrutaban. Ellos tenían sus poesías en arrugados trozos de papel, que sacaban para leerte si así se lo pedías. Era lindo. El modo en el que los músicos de diferentes generaciones aprendían y se escuchaban unos a otros también era bueno, como te contaba.
LP: Acerca de los interiores, ¿recuerdas si los adaptaban para convertirlos en estudios, o para vivir?
SR: Eran el tradicional railroad flat (ese que es una línea de habitaciones una detrás de la otra), lo que permitía que los artistas tuviesen un espacio casi abierto, porque a veces no había ninguna pared entre medio o sólo pequeños tabiques. De todas maneras no era algo para nada establecido. No era que tú tenías un loft “arquitectónico” y ponís ahí tu estudio. Los artistas se iban a áreas donde podían encontrar la mayor cantidad de espacio al menor precio posible. Por eso también después se trasladaron hacia el SoHo, hacia los antiguos edificios industriales de bodegaje. SoHo no le llamaba así entonces, era sólo un área industrial, y muchos de los artistas que conocí estaban ahí. Alguien que escribió acerca de eso es Harry Jackson, un artista cowboy que venía de Wyoming. El tenía este espacio gigante y oscuro en la planta baja de un edificio en Broom Street. Era su lugar para vivir y trabajar.
AB: Mirando la experiencia de algunos barrios similares a The Village en ese período, como Haight-Ashbury en San Francisco. Se ha dicho que en los ‘60 el barrio se volvió un lugar mucho más complicado, que fue invadido por las drogas y todo eso, y que los habitantes que se habían trasladado ahí con una visión utópica ya se habían ido. ¿Hubo alguna dinámica de ese tipo en The Village?
SR: Claro, la evolución de la intoxicación en cierto modo (risas). Creo que en los inicios de los 60’s muchos de nosotros imitábamos a la generación anterior de reventados que bebían. Recuerdo pensar que era sofisticado tomarse un escocés en las rocas. Me hacía sentir pésimo después, pero era tan cool estar así, con un cigarrillo y un wisky en las rocas, que lo hacía. Las drogas eran más amenazantes entonces porque se usaba heroína y hierba (hachís), y a mis inocentes 17 años yo no sabía mucho. Cuando las drogas llegaron, el panorama se puso feo, definitivamente más feo. No importa cómo se vea, el alcohol es definitivamente más social que las drogas. Después con las pastillas se puso más feo aún, progresivamente más feo. Había un montón de locos, un montón de hangers-on [no deseados, estorbos]. De todas maneras era inevitable que eso pasara, al volverse un lugar más comercial. Creo que mirando hacia atrás, en retrospectiva, ese fue el fin de un tiempo donde la gente tenía ambición. La comercialización se salió de control después del boom de la música folk, cuando se descubrió todo ese talento.
AB: ¿Hay algún equivalente, en la Nueva York de hoy, a lo que fue The Village de ese tiempo?
SR: Financieramente no! (risas). Aunque con estos horrores que ocurren ahora uno nunca sabe (4). Mi hijo es músico y artista y trabaja por un par de días a la semana haciendo reparaciones. Él y sus amigos viven en diferentes lugares. Ha sido duro para el, ahora vive en Bushwick. Williamsburg es ya muy costoso, creo. Bushwick tiene diferentes áreas donde él ha vivido, tratando de encontrar los alquileres más convenientes. Creo que ese espíritu nunca muere. Diría que Greenwich Village es más un estado mental más que un lugar físico. Siempre será genial mirarlo y vagar por las calles, y aunque la atmósfera que existía no se pueda recrear, el espíritu de la creatividad dura para siempre. El espíritu humano encuentra su camino.
AB: Claro, es la naturaleza humana.
SR: Cierto.
AB: Creo que llegué al final de mi lista.
LP: Bueno, muchísimas gracias a los dos, espero que haya sido tan entretenido para ustedes como para mí.
AB: No, gracias a ti.
SR: Si, esto fue muy interesante, gracias por la invitación.
|
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
* Activista por los derechos de los arrendatarios y propietarios de zonas históricas, preservación y zonificación. Director Ejecutivo de Greenwich Village Society for Historic Preservation desde 2002 y miembro fundador de West Side Neighborhood Alliance y Save Chelsea’s Historic District. volver * Artista Americana, especializada en Libro de Artista y docente en Parsons School of Design. Publicó el 2008 A Freewheelin’ Time: A Memoir of Greenwich Village in the Sixties, donde relata su vida en esa parte de Nueva York en los sesenta, su cercanía al movimiento hippie, y su relación con el cantante folk Bob Dylan. volver (1) Tipo de vivienda colectiva de clase media-baja, propia de NY en esos años. volver (2) Tipología de edificación de tres pisos y fachada continua. volver (3) Residentes de una ciudad universitaria no afiliada a la Universidad. volver (4) Referencia a la crisis económica que afecta a US a la fecha. volver
|
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
|