Chicago engaña pero no miente. Esta ahí. Esperando a que uno la descubra, y con ella su historia. Una ciudad que al conocerla de a poco se va convirtiendo en una de las joyas del Medio Oeste norteamericano, el secreto mejor guardado de Estados Unidos.
“La segunda ciudad”: arquitectura alrededor del agua
Chicago despierta hacia el lago Michigan, desde donde sale el sol, y vive alrededor del río Chicago, que la cruza de oeste a este. La historia de la ciudad pasa obligadamente por su cauce, que desemboca en el Mississippi y finalmente en el Golfo de México. De ahí que la ciudad de los vientos haya tenido un desarrollo basado en el intercambio económico con otras ciudades hermanas, y no es extraño que gran parte de las construcciones relacionadas con el comercio y los negocios se encuentren alrededor del río.
Algunos conocen también a Chicago como La segunda ciudad, en referencia a la completa reconstrucción que sufrió luego del Gran Incendio de 1871. De ahí que su construcción sea tan inteligente. Diseñada por medio de cuadrantes, su punto 0 arranca hacia el eje norte-sur por la avenida Adams, y hacia el este-oeste por la avenida State, por lo que resulta muy difícil perderse en sus calles. Todo taxista sabe (o debería saber) llegar al destino requerido con la sola indicación del número y punto cardinal. Así, resulta sencillo recorrer todos los lugares turísticos en poco tiempo: teatros en el Loop, bares y discoteques en Rush & Division, pubs universitarios en Wrigleyville y Lincoln Avenue, la mini ciudad de Frank Lloyd Wright y Ernest Hemingway situada en Oak Park, conciertos al aire libre en Millenium Park y Grant Park, deportes en Soldier Field, United Center y Wrigley Field, y si uno es valiente, clubes de jazz y blues hacia el Oeste de la Ciudad.
Su calendario está cargado de tradiciones, como el desfile en el que Mickey Mouse le da la bienvenida al invierno encendiendo las luces de los árboles de la avenida Michigan en noviembre, el show de fuegos artificiales en Grant Park el 4 de julio o el día de San Patricio, cuando el río es pintado de color verde, inaugurando el rito irlandés de emborracharse desde las once de la mañana.
My kind of town
Chicago es llamada también The Windy City, sobrenombre que es aún objeto de debate. La creencia popular lo relaciona con los fuertes –a veces insoportables- vientos que corren durante el largo invierno y las brisas que refrescan el verano (primavera y otoño casi no existen). Otros, en cambio, aseguran que el mote le fue otorgado por el New York Sun en 1883, en una irónica referencia a la ciudad y a sus políticos mientras ésta y Nueva York se disputaban la Feria Mundial de fines del siglo XIX. Esa rivalidad entre ambas ciudades continúa hasta el día de hoy; aunque sus habitantes lo nieguen, Chicago mira permanentemente –a veces hacia arriba, a veces no tanto- a su hermana mayor del Atlántico. Pero al pasear por sus parques, asistir a sus conciertos, beber en sus bares y visitar sus museos, uno se da cuenta que Chicago no necesita compararse con nadie.