“La pregunta sobre el tipo de ciudad que queremos no puede estar divorciada de la pregunta sobre que tipo de personas queremos ser” –Harvey 2012
El desapego que parte de la sociedad civil tiene hoy respecto a la construcción de sus ciudades, se vincula posiblemente con la sensación de lejanía entre los ciudadanos y los modelos de construcción de ciudad; la idea que la tierra es un bien de mercado con el cual se especula, que los proyectos de ciudad son liderados por las utilidades que generan y que el Estado es mas bien un facilitador de la gentrificación que protector del espacio urbano, son motivos suficientes para establecer una barrera entre lo que el ciudadano espera y la influencia real que puede tener en esta macro estructura.
Los procesos de construcción de ciudad son complejos e involucran un sinnúmero de dinámicas, procesos, anhelos y pareceres. Las decisiones urbanas, sin embargo, son conducidas por una elite económica, tecnócrata y política (Dahl, 1961), que no siempre está interesada en nutrir o representar esta multiplicidad, generando un desequilibrio de poder en las fuerzas que dan forma a las ciudades y entre los actores que participan de este proceso. En contraposición a este desequilibrio, se vislumbra hoy el despertar de una sociedad aparentemente dormida que reclama su legítimo derecho a ser parte activa de la construcción y de la vida de su ciudad.
El derecho a la ciudad al que se refería Lefebvre (1968), de esa ciudad que le pertenece de igual manera al vagabundo como al corredor de la bolsa, es a la vez llanto y exigencia (Dahl, 1961, refiriéndose a Lefebvre, 1968); el llanto, en respuesta al dolor existencial producto de una vida urbana marchita y en crisis, y la exigencia, en tanto debemos hacernos cargo de esta crisis y crear una vida urbana alternativa, menos alienada, más llena de significado y que acoja los anhelos y conflictos de la sociedad, nutriéndose de sus multiplicidades.
La idea de ‘comunidad’ empieza entonces a manifestarse como una especie de nueva clase social [1], más amplia y más diversa que cualquiera de las anteriores, menos estructurada y más libre, que reconoce la diversidad y no le molesta, ya que al reclamar su legítimo derecho a la ciudad, entiende que es ahí el espacio donde todos caben.
Una de las formas en las que se define este reclamo, desde la comunidad, es en la apropiación del espacio público. Ahora bien, como la comunidad es el actor mas débil en la toma de decisiones, el impacto mas inmediato y tangible que puede tener es en el uso mismo del dominio público. Calles, rutas, trazados y edificios se proyectan a largo plazo, y muchas vidas humanas pueden pasar antes que la estructura de la ciudad caduque, pero el uso de estas estructuras es el que le da significado, convirtiéndolo en lugar. La idea de urbanismo táctico emerge aquí como estrategia para re-tomar la ciudad. Su intención es que el uso de espacios urbanos esté definido más por sus usuarios y menos por las macro estructuras, siendo una suerte de democracia urbana donde los usuarios se convierten en actores activos del espacio público, creando una responsabilidad sobre este y por ende una pertenencia.
La apropiación física del espacio, a través de “tácticas” urbanas, logra generar además vínculos entre la comunidad, produciendo redes duraderas y extendiendo la permanencia de estos actos en el tiempo. Los métodos de activación urbana comienzan a surgir masivamente, primero como necesidad o reclamo y luego como actos naturales, activando canales dormidos y empoderando a la comunidad. La continuidad se vuelve clave y a través de ella se renueva la pertenencia y la empatía; cuando algo es mío lo cuido, lo siento.
En los últimos años han nacido numerosas agrupaciones de urbanismo táctico en el mundo, desde ONGs, empresas privadas, experimentos académicos, organizaciones comunitarias y grupos de personas naturales, en clara respuesta a la demanda de espacio publico por parte de la sociedad civil. Proyectos como: cerrar temporalmente una vía de autos y convertirla en una plaza improvisada [2], hacer huertos urbanos en lugares deshabitados [3], realizar limpiezas colectivas [4] o salir a tomar el te masivamente a la calle, son apropiaciones del uso del espacio que si bien son experiencias de corto plazo, tienen efectos en el largo plazo [5], no sólo en términos de uso sino también, e idealmente, en términos legislativos, cuando la influencia ciudadana sobrepasa la “táctica” –el macrourbanismo– y se convierte en política publica.
Las posibilidades de tácticas y los efectos de estas son variados; no obstante, en esta oportunidad me voy a referir a un caso de urbanismo táctico que nació de forma espontánea, sin diseño ni plan previo, y que es un claro ejemplo del deseo latente de la comunidad por vincularse entre sí y decidir cómo quieren vivir sus vidas en la ciudad. Este ejemplo muestra cómo las redes sociales se transforman en un canal que conduce y facilita la resolución tangible de este anhelo común.
El caso es el de Social Street, una experiencia socio-urbana que nace en el norte de Italia en 2013, fruto de la iniciativa de un residente de Via Fondazza en Bolonia, Federico Bastiani, quien simplemente quería saber quien vivía cerca de su casa, compartir intereses comunes y tal vez aumentar la interacción social en su barrio. Bastiani armó entonces un grupo cerrado en Facebook con el nombre de “amigos de Via Fondazza”, diseñó carteles promocionando el grupo, explicando los objetivos e incluyendo la contraseña, permitiendo a todo el que quisiera convertirse en un administrador del grupo. Luego, pegó los carteles alrededor del barrio y rápidamente los habitantes empezaron a prenderse con la idea, discutiendo problemas locales, compartiendo intereses y necesidades. Por ejemplo, uno de los post iniciales fue: “Escucho todos los días a alguien tocar el piano, ¿quién es? Me gustaría tomar clases”. La respuesta: “¡Soy yo! Te puedo dar clases cuando quieras”. Fue así como relaciones creadas en un grupo virtual se convirtieron en relaciones en la vida de barrio, tanto así que el slogan de Social Street es “desde lo virtual a lo real”.
El éxito de esta red social atrajo la atención de los medios de comunicación local, quienes difundieron esta nueva “formula” animando a otras comunidades a unirse. En menos de un año, se constituyeron mas de 240 Social Streets en Italia y la experiencia comenzó a expandirse alrededor del mundo. Hoy hay Social Streets en Australia, Portugal, Holanda, Brasil, Croacia, Francia, Nueva Zelandia, España, Suiza, Inglaterra y la red sigue expandiéndose.
El primer objetivo de Social Street es poner gente en contacto y promover la socialización; conocerse y construir conexiones humanas reales. ¿Quieres cambiar tu refrigerador? Para qué hacerlo a través de eBay, teniendo que organizar la difusión y pagando comisión y transporte. Tal vez hay un vecino que necesita un refrigerador tal como el tuyo, y los dos pueden transportarlo. ¿Tu hijo siempre juega solo? Tal vez hay mas niños en la misma situación. Conózcanse y ocupen la calle.
El ejemplo de Social Street como experiencia de urbanismo táctico evidencia, por un lado, el poder de las redes sociales como herramienta de construcción de redes comunitarias, y por otro, muestra la intención de la sociedad civil de no esperar a que la autoridad local resuelva sus problemas, si no mas bien buscar y generar canales receptivos a través de los cuales puedan ser parte de la toma de decisiones. Las experiencia de urbanismo táctico se vuelven cada más frecuentes y se perfilan como emblema de la ciudad contemporánea. El alcance que pueden tener es aún inexplorado, tanto como su potencial de influencia como en la construcción de la ciudad. Ahora bien, independiente de que las tácticas de micro urbanismo no solucionen problemas estructurales de las ciudades por sí mismas, sin duda ayudan a crear una sociedad mas democrática y una vida urbana más amable.
Referencias Bibliográficas
Dahl, RA. (1961) Who Governs? New Haven: Yale Univ. Press.
Lefebvre, H. 1996 [1968]. «The right to the city». In H. Lefebvre, Writings on Cities.
Harvey, D (2013) Rebel Cities From the right to the city to the urban revolution. London: Verso.
* Daniela Muñoz es Arquitecto por la Universidad de Chile y MSc en Urban Regeneration por el University College of London. Encargada Plan de gestión de Obras – Barrio Huemul – Programa de Regeneración de barrios – Quiero mi Barrio.
[1] Harvey (2013) habla de esta nueva cultura urbana sin referirse al concepto de comunidad.
[2] Ver OKUPLAZA Ciudad Emergente: http://www.ciudademergente.org/es/proyectos/okuplaza-2/
[4] Ver: http://www.bbc.co.uk/news/uk-england-london-14456857 y http://www.keepbritaintidy.org/home/481
[5] «Experiencias de corto plazo, tienen efectos en el largo plazo”, premisa de CEM – Ciudad Emergente.
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