16/11/2012

Próxima estación, Esperanza/

Revolutions in Reverse: Essays on Politics, Violence, Art, and Imagination, de David Graeber

Julieta Gaztañaga

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“Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca

Julio Cortázar, Instrucciones para llorar

Recientemente, David Graeber adquirió renombre fuera y dentro del ámbito académico en función de su compromiso con el movimiento -del cual él diría: allende- Occupy Wall Street. Las ciudades rebeldes –aludiendo al libro de David Harvey (2012), uno de sus interlocutores en esta empresa de justicia social y teórica-, adquieren protagonismo como lugares de experiencia vivida, inspiración y reflexión sobre las variadas dimensiones de la crisis del capitalismo actual. Estas dimensiones se condensan en Revolutions in Reverse, su última obra publicada a poco más de una década de Toward an Anthropological Theory of Value (2001). La continuidad entre ambos trabajos es, empero, profunda: si en uno se interesa por desarrolla una teoría antropológica del valor, alternativa al economicismo; en el que ocupa a esta reseña, busca diseñar alternativas al neoliberalismo acorralándole al límite sus posibilidades. Con todo, en esta clave de lectura de contrastes, el lector familiarizado con la trayectoria de Graeber podría considerar que Revolutions es un libro menor. Por un lado, porque es una colección de ensayos escritos entre 2004 y 2010, cuya cualidad de ensamble heterogéneo parecería acercarle más a la obra del bricoleur que a la del teórico social. Por otro, porque la mayor parte de los temas sobre los que discurre han sido tratados con exhaustividad en otros trabajos (él mismo reconoce que Revolutions es producto de un interregnum confuso donde era difícil encontrar signos de esperanza). Sin embargo, la trama argumental y el tono casi íntimo del libro están a la altura del rigor que Graeber suele desplegar sus observaciones, propias de quien considera que la antropología es necesariamente parte de un proyecto moral. En este sentido, y más en simpatía con la tarea del artista, la obra desafía la relación medios/fines del bricoleur levistraussiano ya que si el repertorio tiene una composición heteróclita, no parece limitado ni definido por su instrumentalidad. Para asir las particularidades de este trabajo, propongo dos lecturas: una de estilo sintagmática, siguiendo el encadenamiento de temáticas y capítulos, y la otra, paradigmática, enfocando el problema de la escala urbana y las dimensiones espaciales de la revolución. Ambas son, por supuesto, complementarias y remiten a la disposición total del libro, incluyendo sus decires y sus silencios.

La creatividad social se nutre de instancias de socialización y Graeber propone concebir a la revolución como un proceso, en lugar de un evento o corte único y definitivo (que respondería a la fantasía de capturar al Estado). El desafío analítico comparte esta naturaleza procesual –parafraseando a Max Gluckman (1964) – ya que involucra decisiones teóricas manteniendo la mente abierta: la imaginación al poder no es un slogan vintage. El libro procede así, abordando una serie de tópicos elocuentes y estratégicamente planteados: revolución, violencia, trabajo, alienación, creatividad, estética, política, comercio global, deuda, imaginación, ideología, mercado y Estado; todos invitan a reflexionar sobre lo que podría denominarse la totalidad-social-en-proceso. El propio autor sugiere una división para las siete partes de la obra. Los tres primeros ensayos apuntan hacia las lecciones del movimiento de justicia global, pensando en revertir la imposibilidad de correr el velo a la violencia que bloquea la imaginación política. Los dos siguientes trazan conexiones probablemente inesperadas entre quienes integran las filas del ejército y del anarquismo, y entre intelectuales y profetas, en vistas de comprender lo que podría sintetizarse como las composiciones de clase en la producción del valor. La conclusión articula y abre, en lugar de cerrar, el problema de la estrategia revolucionaria desde ciertas disquisiciones sobre la relación entre el trabajo y la revolución. Vayamos por partes.

David Graeber, antropólogo y anarquista, fue exiliado del sistema universitario de Estados Unidos y actualmente se desempeña como docente e investigador de Goldsmiths (Londres, U.K.). Ha publicado varios libros sobre antropología económica, siendo «Debt: the first 5000 years» el de mayor divulgación internacional. Durante 2011 cumplió un rol central en el movimiento Occupy Wall Street, coordinando asambles y siendo artífice de la famosa frase «We are the 99%».

El primer ensayo, The Shock of Victory, aborda un tema claro a la trayectoria del autor como activista y académico: la efectividad histórica de los movimientos basados en la acción directa (cf.: Graber, 2004). Una pregunta que muchos activistas no se han animado a hacerse es ¿qué hacer (y cómo) cuando los objetivos propuestos han sido alcanzados? (i.e. el poner cotos a las políticas de ajustes estructurales, a nuevos acuerdos de intercambio globales, y al crecimiento del poder de instituciones de gobierno como el FMI y la OMC). [1] Ciertamente, no saber lidiar con el triunfo y no estar preparado para la victoria son cuestiones diferentes; Graeber parecería plantear ambas, distinguiendo entre objetivos inmediatos, de mediano plazo y de largo plazo. Asimismo, brinda una explicación sincera de los mismos remitiéndose a su experiencia en los movimientos de democracia directa: los debates estratégicos raramente son conducidos como tales, sino que tienden a presentarse como argumentos acerca de otras cosas. Ejemplifica este punto con las diatribas del movimiento antinuclear de los ‘70 y el anti-globalización de fines de los ‘90. Es de notar cómo aborda la cualidad vivencial e interpretativa del factor tiempo que contribuiría a confundir las victorias de hecho y de derecho basadas en la acción directa: la velocidad del éxito inicial resulta en sorpresa, confunde y deviene en conflictos internos; algo que contrasta el accionar del gobierno, que sabe lidiar con la velocidad y tiene la capacidad de responder ante los problemas domésticos con la alquimia del nacionalismo y las empresas militares internacionales. En este capítulo también están esbozadas la relación entre la capacidad de imaginar y la revolución, los fundamentos morales de la economía (cf.: Graeber, 2010), la soberanía como conjunción de violencia arbitraria y proyecto utópico (cf: Graeber, 2011a) y la insistencia en aprehender del feminismo para revertir esquemas de pensamiento y prácticas de opresión.

El siguiente ensayo versa sobre cómo romper con la dualidad entre ciclos de exaltación y desesperación, en pos de arribar a visiones estratégicas capaces de nutrirse de las victorias logradas. Así, Hope in Common, problematiza la idea de que no haya alternativas a la configuración actual del capitalismo y subraya que el neoliberalismo es un proyecto político, además de económico, diseñado para devastar la imaginación. La desesperanza es una construcción socio-histórica que en los  últimos treinta años tomó la forma de un vasto aparato burocrático que aniquila de raíz a las alternativas, formado por ejércitos, prisiones, policías, empresas de seguridad privada y agencias de inteligencia, que crea un clima de miedo y conformidad y que irónicamente suele oponerse a sus mentadas ecuaciones económicas y morales. Para fundamentarlo, también desarrolla algunos puntos tratados en su penúltimo libro (Graeber, 2011), respecto de la deuda como dinero imaginario cuyo valor solamente puede ser realizado a futuro, y también sobre cómo la democracia se transfigura en una idea de libertad en tanto que derecho a participar de la propia esclavización.

Revisando los fundamentos morales de la economía y el comunismo como forma social vigente, plantea que el verdadero problema es el de cómo democratizarlo de una forma alternativa a cómo lo hace el capitalismo. Así, Revolutions in Reverse –que da título al libro- plantea que sólo cuando el trabajo se convierte en algo estandarizado y aburrido es posible imponer formas autoritarias. En este sentido, acaso el pasaje más controvertido sea su abordaje del problema de la alienación. Para ello, enfoca la relación entre creatividad y deseo (como producción y consumo), y propone que las estructuras de violencia estructural tienden a acotar la imaginación (i.e. el trabajo imaginativo en manos de elites mientras que la clase trabajadora propiamente dicha se ocupa de tareas aburridas y mecánicas). Concluye que si hubiera una esencia humana, esta sería nuestra capacidad de imaginar, que la tenemos. Dado que ésta funciona produciendo imágenes de totalidad, la alienación resulta en la experiencia subjetiva de vivir en estructuras desiguales de imaginación. De aquí surge el miedo, naturalmente, pero también otras cuestiones afines a categorías como ‘el público’, ‘la fuerza de trabajo’ y ‘los consumidores’: éstas se originan en marcos institucionalizados de acción inherentemente burocráticos y alienantes. El punto es que la burocracia, a diferencia de la revolución, no procede de la imaginación; organiza situaciones de poder y ceguera estructural, no crea nada. La revolución, entonces, debería comenzar por la pregunta de qué clase de promesas haríamos sin la mediación de las actuales burocracias económicas y políticas. Este parecería ser el capítulo clave del libro, en la medida en que propone reflexionar de manera comprehensiva acerca de la relación entre realismo, imaginación, alienación, burocracia y revolución, haciendo una suerte de ejercicio de historia conceptual respecto de la afinidad entre los artistas avant-garde y los revolucionarios. Por ejemplo, revisando expresiones del mayo francés, se pregunta por qué la idea de una transformación social radical suele verse como no realista. A ello responde con su fórmula procesual, distinguiendo dos modos de concebir las fuerzas sociales revolucionaras últimas: la destrucción/opresión y la producción/creatividad. Ambas se corresponderían con el pensamiento de derecha y de izquierda. Mientras que en el primero hay una ontología política de la violencia (el poder de destruir es el equivalente social de la energía que mueve al cosmos), en el segundo, una ontología política de la imaginación (la creatividad). Este contraste, quizás algo simplificado, le permite regresar a la relación entre revolución y fuerzas materiales y ciertos nudos problemáticos respecto de la noción de producción que la teoría marxista habría dejado irresueltos (cf.: Graeber, 1997, 2001, 2006 y 2007).

«Ellos os darán empleo» (Grosz, 1922).

Los ensayos siguientes parecerían tener poco en común pero, como sugiere Graeber, representan el mismo ejercicio de romper con clivajes artificiales. Army of Altruists refiere a los militares y es interesante cómo llega a esta conclusión partiendo de la frustración intelectual producto de que la (Gran) Teoría no sea capaz de explicar situaciones tan familiares a las democracias representativas como la de que la clase trabajadora vote de una manera aparentemente opuesta a sus intereses de clase. La respuesta se concentra en el caso estadounidense, delineando un esquema que indica que la Derecha estaría mejor posicionada en términos de sentimientos populistas que la Izquierda debido al modo en que los primeros acusan a los segundos de haber despojado a los ciudadanos comunes del derecho a hacer el bien, reservando para sí (y sus hijos) las oportunidades de una existencia dedicada a perseguir amor, belleza, verdad, decencia y honor. Es de remarcar el ejercicio analítico –de base etnográfica- respecto de la moral ligada al trabajo y la creación de una distinción entre trabajo productivo e improductivo, desnaturalizando la idea de que quienes siguen la carrera militar lo hacen porque no pueden dedicarse a otra cosa, rompiendo con dicotomías del estilo patriotismo/ oportunismo, valores/ trabajo.

Entretanto, The Sadness of Post-workerism parecería tomar su fuerza de contraponer la iniciativa política del muralismo con la angustia de un muro desnudo. Allí reflexiona sobre la teoría revolucionaria ‘italiana’ de los ’70, a través de reseñar una charla-debate sobre historia del arte brindada por Toni Negri, Franco Berardi, Maurizio Lazzarato y Judith Revel, a la que Graeber asistió como espectador. Sólo al término del evento en el londinense Tate Modern a comienzos del 2007, las cosas dichas y las no dichas comienzan a clarificarse: Graeber destroza la noción de “trabajo inmaterial”, acusándolos de utilizar argumentos posmodernos superficiales para disfrazar una versión anticuada del marxismo, sugiriendo que son profetas dedicados a un ejercicio teológico quizás útil para pensar las modas artísticas, pero no relevante como herramienta para el análisis social. El problema, dice, están en que dejan de lado la idea más poderosa del marxismo, la que plantea que el mundo no consiste de una colección de objetos discretos (que pueden comprarse/venderse, como los capitalistas quisieran) sino de acciones y procesos. Dejar esto de lado habilita, entre otras cosas, la insistencia de los poderosos en que lo que hacen es más abstracto, etéreo, alto y espiritual. Este mecanismo de apuntar a los productos antes que al proceso de producirlos resulta, en su forma extrema, en que la importancia del trabajo productivo de las mujeres se relega al dominio de la naturaleza o, en el mejor de los casos, a la reproducción.

CinEducación es una plataforma audiovisual, colectiva e independiente, que nace en el marco del movimiento estudiantil chileno y que busca incentivar la expresión y debate ciudadano. El sitio web acoge videos, aficionados y profesionales, de entre 1 y 4 minutos de duración, ofreciendo así una mirada caleidoscópica y colectiva sobre lo que ocurre en el país.

La conclusión del libro fue expresamente producida como tal y es el ensayo más reciente, en sentido cronológico y por el material de caso que lo inspira: la confluencia de movilizaciones por justicia medioambiental y justicia social en Europa (incluida la huelga general contra los recortes y la modificación de las jubilaciones que se dio en llamar el “octubre francés” de 2010, focalizando en los trabajadores del petróleo). De esta manera, Against Kamikaze Capitalism regresa a cuestiones de estrategia revolucionaria con las que abrió el libro,  discutiendo, en este caso, el supuesto clivaje entre activistas y sindicatos. La determinación de la policía por separar ambos tipos de protestas, observa Graeber, es comprensible si se toma en cuenta que los trabajadores no siempre hacen huelga por un aumento salarial. Aquí el objetivo es destruir el argumento moral –disfrazado de económico- de la obsesión por el trabajo, y desarticular la fuerza opresiva y persuasiva del neoliberalismo, que entreteje la naturaleza del dinero, el valor, el trabajo, la producción y una maquinaria financiera global destrozando las posibilidades de una vida sustentable. Más que un cierre, es una toma de distancia reflexiva –incluso sobre el propio anarquismo- buscando sentar las bases conceptuales y prácticas para arremeter contra el capitalismo que es capaz de suicidarse con tal de destruir a sus enemigos.

Este punto puede amplificarse a partir del segundo tipo de lectura propuesta por esta reseña. Requiere, en principio, llamar la atención sobre el hecho de que un libro que recupera las revoluciones urbanas de los últimos cincuenta años no se ocupe en discurrir explícitamente sobre las condiciones del capitalismo desde alguna variante de lo que se ha dado en llamar el derecho a la ciudad (Lefebvre, 1968; cf.: Harvey, 2008). Pero tal vez la tensión entre lo explícito y lo implícito sea más sutil de lo que parece, dado que el estilo argumental, la disposición teórica y las convicciones políticas de Graeber son los de quien acomete directamente sobre las porosidades de la ciudad, más que contemplarla o atravesarla. De hecho, los ensayos remiten de una manera u otra a contextos y escenarios de luchas con un foco urbano, así como a temáticas que se han revitalizado en la última década a la luz de movilizaciones masivas en ciudades diferentes del mundo, como respuestas humanas a las crisis políticas, económicas, sociales y culturales del capitalismo en su forma actual. La obra brinda algunas claves analíticas y empíricas para pensar críticamente el espacio urbano, cuestionar sus contradicciones y condicionamientos de escala (empíricos y conceptuales), desafiar sus límites e imaginar posibilidades. ¿Cómo? En la medida en que puede ser leída en una clave doble, es decir, como una herramienta para preguntar (desde las problemáticas y los argumentos que presenta el autor) y como un espacio para preguntarle (interpelando sus observaciones y sus silencios). En definitiva, no se trata de una obra acerca de que lo que acontece en las ciudades sino que permite llamar la atención sobre las condiciones de las dimensiones territoriales de la organización y práctica revolucionarias, incluyendo las respuestas estatales represivas en sus diferentes niveles de localidad.

El problema de la escala, no obstante, pervive: ¿cómo traducir una revolución al proceso revolucionario general. ¿Cómo pasar de lo que acontece localmente a las ‘estructuras’ de poder? Probablemente, combinando el examen de la lógica de producción y la de destrucción, como sugiere Graeber, a través del prisma de la creatividad que desenmascara la desigualdad estable de nuestras formas de habitar e imaginar.  Estas problemáticas tácitas en la obra, requieren repensar la relación espacio/tiempo y el lugar de los ‘eventos’ (en este caso mayormente urbanos) en los procesos revolucionarios; en otras palabras, recuperar ángulos de la materialidad, que es justamente aquello que tiende a aniquilar el pensamiento postmoderno. Si este libro contribuye a explorar el campo conceptual de las dimensiones espaciales de las alternativas al capitalismo es porque anima preguntas al rol del territorio como lugar. ¿En qué medida las desigualdades de la acumulación capitalista no generan revoluciones homogéneas? ¿Cómo sería invertir –o al menos modificar- los términos de la inequidad para pensar ‘revoluciones al revés’? ¿En qué consistiría un cambio de escala conceptual capaz de asir estas transformaciones?

En lugar del Jano bifronte que suele tensionar el debate académico y el activismo político, Revolutions in Reverse desafía las fronteras que separan de manera estanca la política de la economía, porque apunta al valor, a definir por qué vale la pena vivir. No es frecuente encontrar perspectivas críticas tan optimistas. Festejemos. Con todo, quizás no haga justicia a la complejidad del pensamiento del autor. Hablamos de uno de los pocos antropólogos contemporáneos que han asumido el desafío de teorizar etnográficamente y de plantear que el ejercicio de construir herramientas de análisis social desde la antropología es una empresa posible y además necesaria, en la medida en que no tratamos meramente con ‘variaciones’ humanas sino con posibilidades. La imaginación política no ha llegado a su límite sino que es hora de pensar cómo sería un mundo diferente, en qué consistiría una alternativa a la despiadada articulación actual de Estado y Mercado, reexaminar el pasado a la luz del presente y sopesar tanto los fracasos como las victorias. Agregaría  –en una lectura contagiosamente esperanzada- si no llegó la hora de buscar algo más que signos de esperanza en lugares inesperados, y tomar a Latinoamérica en su condición de totalidad histórica, y no como una vidriera (i.e. el sur global) que hay que limpiar con el trapo de la modernidad para aprehender de sus fracasos. Acaso la sensación de descontento que surge del intento de articular explicaciones comparativas o contrastativas respecto de las movilizaciones urbanas tenga que ver con esto. ¿Es posible equiparar experiencias como Argentina en el 2001 con las experiencias europeas e incluso árabes recientes? ¿En qué medida es justo? Las tramas urbanas basadas en esquemas profundamente desiguales –que se replican entre países y hemisferios- no solo condicionan la heterogeneidad local de manifestaciones ciudadanas (y de represiones estatales) sino que se apoyan en condicionantes (límites y posibilidades) diferenciales. ¿En qué medida reunir variables situaciones de efervescencia colectiva urbana no transfigura las coordenadas profundas de la desigualdad? ¿Hasta qué punto la violencia que talla la pobreza estructural y que parece poner en suspenso su envergadura de clase durante ciertas movilizaciones masivas, no estaría acentuando su doloroso condicionamiento cuando se pone en juego la capacidad de ocupar espacios públicos? ¿Es posible soslayar que esos espacios de performances de movilización y protesta son también de espacios de ansiedad, temidos a causa de quienes los habitan (irónicamente, a la intemperie), hacen allí negocios ilegales, u ocupan cotidianamente por razón o fuerza cuando otros –en este caso ‘manifestantes’ – la abandonan? ¿Cómo incluir estos esquemas de percepción junto con la intrincadas y nefastas coordenadas espaciales de la desigualdad que también forman parte de las luchas con un foco urbano? Alguna vez Eduardo Galeano escribió que en la revolución llueve de abajo hacia arriba, pero esta lluvia, que desconoce techos y balcones, ¿alcanza a todos por igual?

David Graeber (2012) Revolutions in Reverse: Essays on Politics, Violence, Art, and Imagination. London /New York /Port Watson: Minor Compositions.


 

Referencias Bibliográficas

Gluckman, Max (ed.) (1964) Closed systems and open minds: the limits of naivety in social anthropology. Edinburgh: Oliver & Boyd.

Graeber, David (1997) Manners, Deference, and Private Property in Early Modern Europe. Comparative Studies in Society and History, 39 (4), 694-728,

_______________ (2001) Toward an Anthropological Theory of Value: The False Coin of Our Own Dreams. New York: Palgrave.

_______________ (2004) Fragments of an Anarchist Anthropology. Chicago: Prickly Paradigm Press

_______________ (2006) Beyond Power/Knowledge an exploration of the relation of power, ignorance and stupidity. Malinowski Memorial Lecture, London, LSE.

_______________ (2007) Possibilities: Essays on Hierarchy, Rebellion and Desire. Oakland: AK Press.

_______________ (2010) Les fondements moraux des relations économiques. Une approche maussienne. Revue du Mauss, 36, 51-70.

_______________ (2011) Debt: The First 5,000 Years. New York, Melville House Publishing

_______________ (2011a) On violence, utopia, and the human condition, or, elements for an archaeology of sovereignty. HAU Journal of Ethnographic Theory 1 (1), 1–62.

Harvey, David (2008) Right to the city. New Left Review, 53, 23-40.

______________  (2012) Rebel Cities: From the Right to the City to the Urban Revolution. New York: Verso Books

Lefebvre, Henri (1968) Le droit à la ville, Paris: Anthropos

* Ficha técnica de la obra reseñada: David Graeber (2012) Revolutions in Reverse: Essays on Politics, Violence, Art, and Imagination. London /New York /Port Watson: Minor Compositions. (ISBN 978-1-57027-243-1)

* Julieta Gaztañaga es Doctora en Antropología Social por la Universidad de Buenos Aires, Magíster en Antropología Social (IDES-IDAES/UNSAM) y Licenciada en Antropología (FFyL-UBA). Actualmente se desempeña como docente de grado y posgrado. Es miembro de la carrera de investigador del CONICET. Dirige el proyecto UBACyT “¿Un nuevo Federalismo? Análisis antropológico de los procesos de integración regional y las tensiones entre lo local y lo global: el caso de la Región Centro” de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UBA. Es miembro del Grupo de Investigación en Antropología Política y Económica regional (GIAPER) (julieta.gaztanaga@conicet.gov.ar)

[1] Este no es el lugar para extenderse acerca de la descripción del caso argentino, pero sí cabe preguntar hasta qué punto es justificado atribuir ciertas ‘victorias’ sobre del FMI a un movimiento global considerando sus “logros en términos globales” (24:2012). En el caso argentino (y probablemente en otros), estas consideraciones requerirían revisar el entramado total que Graeber ubica más allá y pese a las agencias estatales. Me refiero a que comprender las condiciones del proceso en el cual la Argentina ‘defaulteó’ también requeriría, entre otras cosas, integrar la cuestión del peronismo.