06/12/2012

¿Seguir cruzando los dedos?: Ñuñoa, Irarrázaval y Sabat

Gonzalo Cáceres Q.

Blog | columnas

¿Cuál es la imagen urbana de Irarrázaval? La que por décadas fuera la única avenida de Ñuñoa, hoy exhibe una continuidad de locales dedicados a la transacción y reparación de automóviles privados que operan como una continuación cosmetizada de Diez de Julio. Pero la sobreabundancia de automotoras no ha devenido en una externalidad positiva para los barrios que la avenida irriga de flujos. Al contrario, si de arquitectura comercial se trata, la que predomina en la Irarrázaval de Sabat, es horizontalmente deficitaria.

Galpones implantados en residencias particulares. La frase refleja bien la unidad construida que predomina hasta la monotonía en el cruce de Irarrázaval con Seminario o con Salvador. Lejos de cualquier intento de rehabilitación de las viviendas precedentes, la estética de automotora combina el cobertizo con el garaje y el kiosco. Lo que puede ser eficiente para-vender-autos, constituye una toxina para los paseantes. ¿Por qué? Porque el espacio de encuentro entre vereda y fachada está mediado por hileras de vehículos inclinados hacia la calzada que le muerden vereda a los peatones. Las primeras víctimas de la fricción son los pavimentos que, cuando tienen una automotora por frente, lucen trizados y hasta ausentes.

El paisaje se vuelve todavía menos generoso cuando cae la noche o el domingo se inicia. La movilidad peatonal en medio de locales inertes ocurre entre las rejas perimetrales de las automotoras y los vehículos que franquean raudamente la avenida. Si la elevación de la cobertura lumínica de la acera pudiera ser un punto destacable, el dato se morigera por un elemento clave: Los focos privados apuntan a la publicidad corporativa, que adosada a los locales se erige en otro contaminante visual. Cierra el cuadro la última moda prevaleciente: disponer los vehículos sobre cubiertas de pasto sintético. Imposible resulta no entender el gesto publicitario en clave cínica. ¿Acaso no son las automotoras las menos interesadas en promover la arborización? ¿Ha visto Ud. a una comercializadora de autos donde se cuide la vegetación adyacente?

Que las comercializadoras de automóviles exhiban un diseño rudimentario constituye un demérito que tiene efectos. En rigor, la descualificación edificada de Irarrázaval se aceleró cuando las incrustaciones postmodernas perforaron una trama que merecía un tratamiento más inteligente. Del conjunto de edificios que ameritan una remodelación sumaria, la lista lo encabeza el bloque vidriado que con su amarillo corporativo se erige en Irarrázaval número 2434. Que ahí se cobijen servicios municipales no deja de ser revelador. Aunque los gustos del alcalde re-re-re electo parece que han cambiado -una muestra de la modificación sería la razonable remodelación del costado norte de la Plaza Ñuñoa-, algunas de sus herencias requieren cirugía urgente.

Mientras la colonización espacial de las automotoras avanza sin disimulos, cabe rescatar buenas formas. Por ejemplo, el retranqueo de algunos edificios ha generado una espacialidad al modo de veredas-oasis cerca de Irarrázaval con Miguel Claro o en las proximidades de Campos de Deportes. Pero también es cierto que la línea de edificación es respetada de manera variable inclusive en las proximidades a la propia Plaza Ñuñoa. El balance urbano, en cualquier caso, es desalentador y la sobria contundencia del nuevo Liceo José Toribio Medina (Irarrázaval con Carmen Covarrubias) no cambia el panorama. Tampoco la dignidad del edificio donde se aloja el viejo California. Son excepciones, lo mismo que una que otra torre de factura algo menos seriada.

La crítica no es sinónimo de fatalismo. La combinación dosificada de planificación urbana, arquitectura y diseño exteriorista puede solventar baches incluso cuando el fachadismo comercial se convirtió en pueril. Aunque Irarrázaval, al occidente de Chile-España, parezca un depósito descualificado de marcas y productos, los sueños citadinos no deben ser empacados. Por ejemplo, y si tan solo aprendemos de algunas experiencias latinoamericanas, pronto nos convenceremos que es posible recuperar la hermosa perspectiva de Irarrázaval hacia la Cordillera del hurto visual al que parece condenarnos la invasión publicitaria con sus gigantografías de escándalo.

Dejar de cruzar los dedos es clave a la hora de volver a pensar un «nuevo rostro para Ñuñoa». Llegó la hora.

 


* Gonzalo Cáceres Q. es Historiador y Planificador Urbano. Actualmente es académico del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales (IEUT), de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

** Las imágenes fueron tomadas por Rodrigo Millan, editor de este medio.