Arequipa es una de las ciudades de Perú que alberga mayor número de conventos de hombres y mujeres. Por el aspecto de la mayoría de estos monasterios , la tranquilidad constante que los envuelve y el aire religioso que se exhala de ellos, se podría creer que si la paz y la felicidad habitan sobre la tierra, es en estos asilos del Señor, sobretodo si se piensa en las agitaciones de la sociedad. Pero, ¡Ay! No es en los claustros en donde ese deseo de reposo que siente el corazón desengañado de las ilusiones del mundo puede quedar satisfecho. En el recinto de aquellos inmensos monumentos no se encuentran más que agitaciones febriles que la regla cautiva pero no ahoga.
Aún antes de haber entrado en el interior de uno solo de aquellos conventos, cada vez que pasaba delante de sus pórticos siempre abiertos, o a lo largo de sus grandes muros negros, se me oprimía el corazón. Sentía por las desgraciadas víctimas sepultadas vivas entre esos montones de piedras una compasión tan profunda que mis ojos se llenaban de lágrimas. Durante mi estancia en Arequipa iba a menudo a sentarme al mirador de nuestra casa. Desde allí me gustaba pasear la vista desde el volcán hasta el riachuelo que discurre en su parte baja y desde el valle que éste riega hasta los dos magníficos conventos de Santa Catalina y Santa Rosa. Este último, sobre todo, atraía mi atención y cautivaba mi pensamiento. Era en su triste claustro en donde se había desarrollado un drama lleno de interés, cuya heroína era una joven hermosa, tierna y desgraciada. Esta joven era mi parienta.
* Flora Tristán (1803 – 1844), escritora y activista de los derechos sociales y políticos de la mujer. En 1833-34 viaja desde París a Perú a reclamar la herencia del padre que no la reconoció al nacer. Sus impresiones de Arequipa y Lima quedarán plasmadas en Peregrinaciones de una paria (Paris, 1834; traducida al español en 1946).
** Este texto fue extraído del diario de viajes recién reseñado. La versión que aquí se despliega fue tomada desde ‘Mi Vida’, libro publicado por Editorial Cuarto Propio (Santiago de Chile, 2003)
*** La imagen que acompaña este texto pertenece al Montasterio de Santa Catalina de Arequipa. Fue tomada por Rodrigo Millan en febrero de 2005.