Ubicada en el Cerro Cárcel, la que fuera la penitenciaría de Valparaíso hasta 1994 hoy cumple otras funciones. Convertida actualmente en el Parque Cultural Ex-Cárcel, es ocupada por ciudadanos y organizaciones sociales bajo la tutela del el gobierno regional. La riqueza estética de este espacio es innegable, tanto por su valor como fuente de memoria e identidad, como por su importancia como agente cultural de la ciudad. Por ende, el punto de entrada a este lugar como objeto son los cambios de sentido que han operado en él, provocados por su transformación de cárcel en otra cosa.
Así, una primera resignificación dice relación con el espacio público, basada en la caída de las barreras de acceso que permitieron el libre desplazamiento de las personas, en la utilización de las explanadas interiores como áreas de esparcimiento para la comunidad y en la potencialidad del lugar de configurarse como propiedad colectiva y anónima. De esta manera, a la vez que es utilizado ahora por los vecinos, hay además una invitación permanente y explícita a inventarlo, que se manifiesta en carteles que llaman a participar y a «hacerse cargo». Así, la ex-cárcel tendría la particularidad de ser manejada y reflexionada por quienes lo habitan, que la piensan y nombran como «espacio público», «espacio para todos».
Una segunda resignificación de la ex-cárcel se relaciona con el patrimonio. A este respecto, desde el año 2000 se realizan en ella actividades culturales «en respuesta al interés de la comunidad por contar con mayores espacios para este tipo de expresiones» [1]. Esto coincide con la postulación de Valparaíso ante la UNESCO para inscribirse como Patrimonio de la Humanidad. Es por ello que, enmarcado en el problema del patrimonio y la puesta en valor de una identidad, la ocupación del recinto ha sido de gran relevancia en la aprehensión de esta reflexión y acción por parte de la ciudadanía. Cabe destacar, sin embargo, que los sectores escogidos por el municipio para tal postulación se restringen el casco histórico de la ciudad, esto es, los cerros Concepción, Alegre y Cordillera y el sector de La Matriz. No se incluye, como señala Pincheira (2000: 9) «la gran área habitacional que cubre los cerros, que conforma la verdadera imagen de Valparaíso en la memoria colectiva». Esto, sin duda, nos habla del modelo cultural propuesto y defendido por parte de quienes manejan el poder político. Esta concepción de cultura se ha manifestado en la puesta en marcha de un gran programa para la ciudad, basado fundamentalmente en espectáculos y orientado al fomento del turismo. Este mismo espíritu, como veremos, es el que lidera la actividad desarrollada en la ex-cárcel.
Pincheira (2000: 5) plantea también que «la conservación de un patrimonio tiene como objetivo el proteger ciertas fronteras mínimas de una cultura, de una identidad; por lo tanto este concepto se extiende desde los elementos tangibles, testimonios materiales de una sociedad determinada, hasta los elementos intangibles, partes de la tradición de un pueblo que estructuran su propia cultura». En el marco de la globalización, esto adquiere gran importancia y determina que los ciudadanos organizados se involucren en la reconstrucción de este espacio, muchas veces trayendo consigo reivindicaciones políticas, como la participación ciudadana y la legitimación de las tradiciones locales. Este lugar se convierte así en punto estratégico de lucha, ya que con su enorme potencialidad simbólica (y económica) convoca a múltiples sectores a intervenir: ciudadanos, organizaciones sociales, gobierno, empresas, etc.
Las propuestas de intervención han sido múltiples, cubriendo un rango que va desde su conversión en escuela municipal, albergue estudiantil, centro de negocios, población residencial, complejo turístico, centro cultural y de eventos, cine, sala de conciertos, sala de exposiciones, etc., hasta su acondicionamiento como monumento histórico, considerando la implementación de un archivo, bibliotecas, visitas guiadas y producción cultural propia. La puesta en práctica de cualquiera de estos proyectos supondría tener en cuenta tanto su importancia histórica y arquitectónica como sus potencialidades como espacio público y fragmento estratégico de la ciudad; de esta manera, la conjugación entre el valor de un patrimonio pasado y un patrimonio presente sintetizarían lo identitario.
Tomando en cuenta estos elementos, así como el enorme valor pasado de la ex-cárcel, tanto tangible e intangible, sería de esperar que la situación actual del recinto fuera muestra de la preocupación de la autoridad por el patrimonio; mas, según se observa, las prioridades están claramente concentradas en lo cultural en desmedro de la memoria. Las antiguas celdas se encuentran hoy normalmente cerradas, salvo para actividades, programas o visitas guiadas; sin embargo, como se observa en las fotografías, la intención parece ser no usar el lugar como tal, sino como galería. Incluso (como se ve en la Figura 3 a la derecha, tomada desde las escaleras interiores) el acceso se encuentra muchas veces restringido. Este espacio ha sido abierto, no obstante, a la intervención artística, con varias celdas y pasillos pintados o utilizados para instalaciones y exposiciones fotográficas.
Este tipo de intervenciones invita al observador a percibir las materialidades bajo los códigos del arte; así, la «artistificación» estaría en este caso en la aproximación del sujeto, en la intención de tratar el lugar, la prisión y sus propios objetos como obras de arte. Esto se traslada incluso a los espacios que no han sido físicamente intervenidos, ejemplo de lo cual son las celdas, muy ricas en imágenes, colores, fotografías y dibujos que los mismos presos produjeron en su momento. Así, sumergidas estas producciones en el sistema de significado del arte, son leídas desde su plasticidad, probablemente negando el sentido original del que se encontraban cargadas.
A partir de esto podemos referirnos a una tercera resignificación de la ex-cárcel, esta vez en tanto parque cultural. Como se ha mencionado, la noción de cultura parece inundar el recinto y constituirse en la premisa para quienes trabajan en el lugar. El sitio se encuentra plagado de obras de artistas, algunos populares, otros de la academia: murales y esculturas (como parte de la configuración natural del lugar, en un intento por estetizarlo todo o quizá de dinamizar el triste espacio de otrora, contenedor del dolor), pinturas en el suelo y miles de colores en cada espacio: volantines, marionetas, dulces chilenos, artesanías y juegos infantiles, todo ello presentado de manera cuidadosamente bella, tendiéndose en general a una estética inocente, sencilla en su producción y muy potente en cuanto al significado alegre y optimista que contiene.
Otras expresiones comunes son el mural y el graffiti. Hay diversos y se encuentran en grandes murallas y paredes de algunas dependencias, contándose desde intervenciones de la Brigada Ramona Parra hasta otros más anónimos y populares.
He dejado aparte otros murales que tienen que ver con el último punto a tratar: las obras de arte y la utilización de la ex-cárcel como argumento creativo. Desde esta perspectiva, lo histórico se supedita a la producción presente: las viejas rejas, alambres de púas y otros signos de la prisión son utilizados para el arte en una eterna cita, nombrando así la cárcel. Podemos encontrar esculturas, pinturas, intervenciones espaciales, poemas que se refieren al tema. Quizá no en sus individualidades, pero sí en conjunto, éstas pueden llegar a la redundancia. Puede ser que en esta reiteración esté también presente la voluntad de encerrar en la experiencia artística todo lo vinculado a la memoria y al dolor, que -como vimos antes- ha sido algo postergado desde el punto de vista histórico y patrimonial.
Así, por ejemplo, en la Figura 6 puede verse un patio lateral del edificio de los reos, donde en lo alto se encuentra una de las estancias de vigilancia de gendarmería, ubicada sobre muros de varios metros de alto. Estos proporcionan, desde fuera, una imagen de la cárcel monumental, y desde dentro, el impedimento de la salida. Podemos ver al centro varias escaleras azules torcidas, deformes. Ellas evidentemente pertenecen a una obra de arte que habla del encierro, de la prisión. El efecto es impactante, por lo brillante del color azul en contraste con la desolación del muro viejo y el pasto seco, y por el contenido ya señalado, ineludible para quien llega a este lugar. Otro ejemplo claro de lo propuesto puede leerse en el poema de la Figura 6.