1. Sobre el estatuto de verdad y los sistemas de evaluación del conocimiento
El sistema actual de evaluación académica, vigente en Chile y en formato similar en países como Brasil, México y Argentina, toma como uno de sus principales indicadores la publicación de artículos en revistas que forman parte del índice ISI. Como veremos, esto tiene como consecuencia la generación de distorsiones en la producción y difusión del conocimiento académico. Lo primoridal a señalar, a modo de introducción, es que se trata de un sistema construido sobre un entendimiento limitado e instrumentalizado del quehacer del investigador, de su ámbito de acción y de la naturaleza de la circulación de las ideas. Consideramos que el mismo rigor y honestidad intelectual que declaramos intrínsecos a nuestra práctica de investigadores, deben ser aplicados a un examen cuidadoso y desapasionado de nuestra situación de investigadores; no sólo porque la reflexividad sea un rasgo constitutivo de todas las disciplinas interesadas en los asuntos humanos, sino además porque lo que está en juego es, en definitiva, la aceptación generalizada de un cierto estatuto de verdad y de un cuerpo de prácticas cuya naturaleza contingente parece ser cada vez menos incuestionable y cada vez más naturalizada.
Así las cosas, para este “sentido común dominante”, el resultado legítimo de cualquier investigación es uno solamente: el “artículo científico” en su acepción más restringida; de manera concomitante, la vitrina más deseable en la que exhibir este producto será cualquiera de los journals incluidos en alguno de los índices de la Thompson Reuters’ Web of Science, mejor conocido para quienes se ganan la vida investigando como “ISI”.
El ISI -abreviatura de Institute for Scientific Information– es producto de los oficios de Eugene Garfield, químico y lingüista estadounidense nacido en 1925, considerado uno de los personajes más influyentes de la bibliometría y la cienciometría. La preocupación original de Garfield por la organización y recuperación de la literatura médica lo llevó a la creación, en 1955, de DocuMation, empresa dedicada a generar bases de datos de referencias. En 1960 DocuMation pasó a ser el Institute for Scientific Information.
Hoy, las bases de datos administradas por ISI -desde 1992 propiedad del conglomerado canadiense de medios de comunicación y finanzas Thompson Reuters- se han transformado en la vara que mide la excelencia y la influencia de los esfuerzos investigativos en ciencias sociales, artes, humanidades y, por cierto, la “ciencia” a secas. La teoría detrás de la práctica es que de esta manera es posible discriminar entre publicaciones de “corriente principal” y publicaciones menores, porque ISI sólo cuenta entre sus bases de datos a un grupo selecto de journals (más de 23 mil al momento de escribir esto), facilitando al mismo tiempo el acceso y recuperación de la información publicada.
Junto con esto, ISI pone a disposición de sus clientes “índices de impacto”, basados en el número de citas que determinado trabajo genera en otros. Esta cuantificación, también producto del ingenio de Garfield, permite identificar las revistas, autores y trabajos más influyentes en cada disciplina, al punto que la inclusión en la lista Thompson Reuters Citation Laurates, otro producto del conglomerado, es considerada literalmente como un equivalente a una pre-nominación al premio Nobel.
En Chile, al igual que en muchos otros países, la agencia gubernamental encargada de asignar fondos para la investigación, CONICYT, se rige por los parámetros establecidos por ISI para la medición de la productividad y el impacto de la investigación científica local. Esta opción, aunque crecientemente ponderada por la inclusión de otras bases de datos y criterios de calificación, ha tenido una serie de consecuencias para el desarrollo de la investigación en nuestro medio, algunas de las cuales revisamos a continuación.
2. Distorsiones producidas por la hegemonía ISI
Al contrario de lo que podría pensarse, no es la producción de conocimiento académico lo que hace necesaria una institucionalidad evaluadora que vele por sus resultados; en otras palabras, un ente que califique, clasifique y reconozca, sino que son las prácticas mismas de la institucionalidad evaluadora las que terminan produciendo el tipo de discurso que se califica como “saber”. ISI y otras iniciativas análogas, como Scielo, Redalyc, Latindex y otros índices se convierten así en los dispositivos con que cuenta la institucionalidad académica para regular y producir prácticas que considera apropiadas; para gestionar procesos de normalidad y mantener el status-quo en la producción del saber.
En esa relación causalista, invertida, ocurren al menos las siguientes distorsiones:
1. El índice de impacto ISI valora revistas y artículos por el número de citaciones que genera. Siendo un factor cuantitativo, no hay manera que una lengua con sólo un puñado de revistas pueda lograr un índice aceptable de impacto, lo que genera una clara distorsión en favor del conocimiento en inglés. Aunque algunos puedan justificar esto ponderando la centralidad del «primer mundo», pierde sentido cuando se espacializa el análisis: a fin de cuentas, los académicos, técnicos, planificadores y políticos de cada región leen más que nada material producido en su lengua y en su área; por tanto, aunque el impacto ISI de esos artículos no sea alto, su impacto real sí lo es, tanto en la práctica como en la teoría. Esta distinción es particularmente relevante cuando pasamos de ciencias con pretensiones universales, como la física o la biología, a las Ciencias Sociales, las Artes y las Humanidades, campos del conocimiento anclados en la historia y el territorio.
2. Como consecuencia de lo anterior,en miras de la exclusividad que exigen los journals y de los tiempos que se toman en evaluar, no es inusual que académicos latinoamericanos escojan traducir sus investigaciones y privilegiar la publicación en inglés en desmedro del español. Esto no sólo relega nuestra lengua a un lugar secundario, sino que además previene que trabajos producidos en esta región se den a conocer a un público amplio que no domina el inglés.
3. Al idioma como barrera de acceso se suma el carácter privado y lucrativo de ISI, evidente en su práctica de incluir casi únicamente journals de pago en su índice. En miras de esto es que han nacido índices alternativos como DOAJ, Intitute y PKP, entre otros. Ninguno de ellos, sin embargo -ni su suma-, tiene aún la capacidad suficiente para contrastar la hegemonía del primero.
4. El mayor problema de ISI no el índice en sí mismo, sino que numerosos organismos nacionales e internacionales -especialmente en Latinoamérica- lo tomen como el factor central y a veces el único a la hora de asignar fondos y establecer jerarquías. Al no haber aún gran cantidad de revistas en español indizadas, se produce que artículos que han sido generados en una disciplina terminen siendo reescritos para hacerlos calzar en otra disciplina, sí indizada.
5. Hermanado a lo anterior, ocurre que quienes trabajan en disciplinas o sub-disciplinas con mayor cantidad de revistas ISI tengan más facilidad para sumar “puntaje válido”, moneda de cambio para postular a fondos de investigación y definir carreras académicas. Por poner un ejemplo, en el campo definido como “Arqueología y Antropología”, el concurso FONDECYT (principal instrumento de asignación de fondos públicos para la investigación en Chile) ha financiado durante los últimos 30 años a 228 investigaciones en arqueología (67%) y sólo 113 en antropología (33%), lo que no se condice necesariamente con la importancia de cada campo, con el volumen de las escuelas ni con la trayectoria de sus académicos, sino fundamentalmente con el número de revistas indizadas, tanto a nivel nacional como internacional, en las que éstos pueden cómodamente publicar.
6. La relevancia que ha adquirido primariamente el índice ISI y secundariamente otros como Scielo y Scopus ha generado una desvalorización y un desincentivo a la producción y difusión no-tradicional de conocimiento. El texto escrito -y escrito de cierta manera, siguiendo convenciones anglosajonas importadas de las ciencias «duras»- pasa a ser la única forma apropiada de comunicar conocimiento. Con ello, paisajes sonoros, filmes etnográficos, proyectos cooperativos basados en plataformas web, portafolios fotográficos y otros, son prácticamente expulsados de la vida académica, con el consiguiente empobrecimiento de la misma.
7. En la historia de las ciencias, humanidades y artes, no han sido pocos los casos en que cierto conocimiento tuvo que «esperar» años, décadas e incluso siglos para ser re-descubierto y valorizado. ¿Qué es lo que en verdad está midiendo el “factor de impacto” de un artículo, cuando los cortes de tiempo utilizados son seis meses o dos años?
8. Un proyecto de tanta trascendencia como la catalogación y evaluación de la producción académica debiera ser gestionado por uno o varios organismos públicos. No nos parece adecuado que sea un conglomerado privado, cuyos dueños son dos millonarios canadienses, quien lo administre. En esa línea, es loable el trabajo que se ha intentado hacer con Scielo, pese a que aún persiste en su operar una desvalorización de la edición electrónica autónoma, de los open access journals, de los nuevos lenguajes y de los proyectos de publicación independientes como el que dirigimos.
No estamos en contra de ISI per se, pero sí con que se lo tome como el factor único de evaluación académica, lo que de alguna manera termina reestructurando la investigación en función de sus parámetros. El gran triunfo de ISI, asemejable al de ISO9000/1, es el de hacer pensar que su labor es imprescindible e irreemplazable.
3. Ampliando la mirada: propuestas
3.1. Inclusión de nuevos sistemas de evaluación
En algunos Grupos de Trabajo de CONICYT/Chile, como el de Ciencias Sociales, ya se ha comenzado a ampliar el rango e incluir otras indizaciones. Esto va a la par de los procedimientos instalados en la academia brasilera, donde son los mismos pares quienes deciden cuáles son los índices y las revistas relevantes para sus campos de conocimiento. Nos parece imprescindible implementar en todas las áreas sistemas de este tipo, que rompan la hegemonía de un sistema de evaluación único y que incorpore, para cada disciplina, los elementos y materiales que ellas mismas consideran relevantes.
3.2. Inclusión de nuevos registros
Desde su número 10, la sección central de la revista bifurcaciones no incluye sólo “artículos” -entendidos en su concepción tradicional-, sino también otro tipo de productos que, sin ser menos rigurosos, poseen igualmente la capacidad de llamar a reflexión, poner en circulación el conocimiento y generar debate. Con ello hemos intentado poner en valor, por ejemplo, la larga tradición ensayística de Latinoamérica, o los trabajos vanguardistas que hoy escriben conocimiento con lenguaje visual y audiovisual. Creemos que tanto las instituciones públicas como CONICYT, así como las revistas académicas y las universidades, deben embarcarse en un esfuerzo conjunto para determinar pautas de evaluación a este tipo de trabajos y pensar una manera óptima para incluirlos como producciones válidas del mundo del saber.
3.3. Transparencia
En Chile, CONICYT no cuenta con pautas transparentes para la conformación de mesas de trabajo y elección de delegados de cada disciplina. No se realizan convocatorias ni llamados a concursos para elegir a quienes decidirán los criterios de evaluación y asignarán recursos, ni esos nombres son luego comunicados de manera clara y pública. Por lo mismo, no es posible saber bajo qué criterios se termina seleccionando a sus integrantes, si sus nombres se encuentran o no en la vanguardia de la academia ni si son legítimos representantes de los investigadores del campo. Creemos que estos procesos, como el resto, debiera transparentarse, democratizarse y ampliarse.
3.4. Productos en papel/productos electrónicos
Entendiendo que se trata de formatos diferentes, preparados para distinto público, una revista académica podría tener una versión paga en papel y también una versión gratuita digital. Con ello cumpliría el doble objetivo de recolectar recursos -tan necesarios para la continuidad de todo proyecto editorial académico- y de poner a disposición del público su contenido, de manera amplia y gratuita.
3.5. Libre acceso/gratuidad
La labor del investigador no puede ni debe acabarse con la producción de conocimiento, sino con la circulación del mismo. En el caso de las investigaciones financiadas con fondos públicos -que son la gran mayoría-, esa responsabilidad es aún mayor, ya que son los propios ciudadanos, a través de sus Estados, quienes han invertido en tales esfuerzos. A nuestro parecer, no sólo el conocimiento generado debiera ser de libre acceso y gratuito, sino también los resultados de las investigaciones debieran estar disponibles para ser utilizados por futuros estudios. De esta forma no sólo se ahorrarían costos para el Estado y aumentaría la productividad académica de la nación, sino que además se mejoraría la transparencia de los procedimientos de evaluación y asignación de recursos.
Si la institucionalidad editorial ha puesto trabas para esta liberación de contenidos, reteniendo los derechos de reproducción y cobrando por su acceso, las instituciones públicas debieran hacer valer su rol de co-financistas y exigir co-participación de los derechos de publicación. En ese sentido, vemos con buenos ojos el convenio que CONICYT acaba de suscribir para conformar la red LAReferencia y esperamos con ansias ver los frutos de su aplicación.
4. Convocatoria
Hacemos un llamado público, inclusivo y transparente, a que los investigadores de las más diversas disciplinas se adhieran a las propuestas de esta editorial, invitando a las universidades e instituciones de gobierno a que revisen sus procedimientos de evaluación y asignación de recursos. Quienes quieran hacer llegar sus comentarios e incentivar el debate, o quienes simplemente quieran suscribir lo anteriormente dicho con su firma, pueden hacerlo en el área de comentarios dispuesto abajo.
Ricardo Greene, director del proyecto bifurcaciones. E-mail: ricardo@bifurcaciones.cl
Diego Campos, editor de revista bifurcaciones. E-mail: diego@bifurcaciones.cl
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