Resumen
A propósito del cortometraje de Alba Mora Roca, Indígenas Urbanos, que publicamos hace algunos días en nuestro sitio, pedimos a Jorge Aponte Motta, politólogo de la Universidad Nacional de Colombia y experto en estudios amazónicos, que nos diera otra mirada sobre la urbanización de este particular territorio de Sudamérica, que nos ayudase a comprender mejor los impactos de este proceso sobre el bienestar de las comunidades indígenas de la región. Acá les dejamos su columna de opinión, "Leticia: tensiones de una ciudad indígena."
¿Es la Amazonia un gran tapete verde donde los fenómenos urbanos, con todo y sus problemáticas, son accesorios? Alba Mora, en Indígenas Urbanos, muestra cómo la Amazonia es hoy día un crisol de tensiones ligadas profundamente a las relaciones cambiantes de las sociedades amazónicas, las cuales habitan cada día más en espacios densamente urbanizados.
Aunque parece ser una contradicción hablar de indígenas y ciudades en la Amazonia, la realidad es que la mayoría de la población de la región vive en centros urbanos y que ellos son, en buena parte, de origen y mantienen –afortunadamente- costumbres indígenas, lo cual quiere decir que las formas de vivir estas ciudades están atravesadas profundamente por maneras diferentes de entender la vida en comunidad, las relaciones sociales e inclusive lo que podríamos entender como espacio público. Así, las ciudades en principio son indígenas, por lo menos si pensamos desde quienes las viven, aunque no siempre desde el proyecto urbano que las ha generado, el cual en ocasiones ha sido contrapuesto a la las identidades indígenas.
La ciudad, este tipo de formación urbana moderna que conocemos, no es una invención amazónica -aunque es bueno anotar la existencia de formas de urbanismo prehispánico sugeridas por investigaciones arqueológicas recientes (Hackenberger, 2003)-, pero sí lo son las particulares formas de vivirlas. La ciudad llegó a la Amazonia como parte fundamental de las formas de dominación, primero de los imperios, y luego de los Estados sobre los territorios y sus pobladores.
Los puestos de misión y de “reducción de indígenas” implicaron construir pueblos de indios, quienes forzados a vivir en las misiones, cambiaron de forma radical sus formas de producción espacial, generando a través de la ciudad espacios de dominación, así como de control de las almas y los cuerpos de los indígenas. Esto no fue una estrategia sólo implementada en los tiempos de la conquista y la colonia, sino que luego fue reproducida constantemente por los Estados nacionales en sus esfuerzos por definir e integrar sus territorios nacionales. Así, muchas poblaciones surgieron como mecanismo de control y adoctrinamiento forzoso para incluir esas regiones al proyecto nacional.
Leticia es fruto de uno de esos esfuerzos nacionalizadores; la pequeña población que surgió hacia 1867 tras los acuerdos de delimitación y navegación del río Amazonas entre Brasil y Perú en 1851-justo frente al antiguo fuerte portugués de Tabatinga, precisamente el principal punto de discusión entre las coronas imperiales en los tiempos de la Colonia- pasó a ser colombiana hacia 1928, que incluyó una corta confrontación armada entre Perú y Colombia, entre 1932 y 1934. Desde entonces, la urbanización convivió simultáneamente con la colombianización de sus habitantes.
Esto implicó el traslado de población colombiana –los del interior del país- cuyas “virtudes patrióticas” fueran innegables: así llegaron militares, funcionarios públicos, colonos y religiosos que harían de éste un territorio indiscutiblemente colombiano, ubicado a unos pocos kilómetros del límite internacional. Dicha nacionalización significaba también que los pueblos indígenas debían ser informados de su nacionalidad y formados en ella, para lo cual el papel de la iglesia y las fuerzas militares fue fundamental. El rol de instituciones como la escuela, en donde el adoctrinamiento religioso y el proyecto civilizatorio se corporizaban, al igual que en las puestas en escena de esos valores en el espacio público, como ocurría con los desfiles militares, y las fiestas religiosas en plazas, iglesias y calles de la ciudad.
Esta ciudad no fue diseñada por ni para los pueblos indígenas. Ellos fueron –y aún en buena medida lo son- excluidos de la ciudad; el centro urbano se caracteriza por su trama reticular, una plaza central circundada por los poderes civiles, militares y eclesiástico, una vía paralela al puerto que articula el comercio y las demás vías centrales ocupadas por las viviendas de esos habitantes enviados desde el centro. La periferia de Leticia, pobremente dotada, marginalizada en la práctica y el discurso urbano -que incluso funcionó como un amplio espacio limítrofe que debía ser deshabitado y adaptado para labores de la defensa territorial frente a posibles agresiones-, ha sido habitado por los pueblos caboclos (indígenas amazónicos).
Leticia y el fuerte de Tabatinga estuvieron separados; su encuentro ocurrió hace poco más de treinta años. Sin embargo, quienes habitaron ese espacio limítrofe y que fueron llegando a la ciudad como mano de obra, fueron asentándose en esta franja, así como en otras áreas cercanas al centro urbano. De esta forma fueron configurándose dos ciudades: la del trabajo y la de la residencia. Esa ciudad escondida, dual, que no se muestra en las imágenes que rememoran la historia oficial de Leticia, han constituido siempre la mayoría de la población, y son ellos, quienes ladrillo a ladrillo han edificado una ciudad de la cual no hacen parte (Aponte, 2011).
Dichas condiciones que se expresan como parte fundamental de la forma cómo este espacio urbano fue producido, no son meros recuerdos. En la actual Leticia, esas prácticas y dinámicas urbanas se mantienen vigentes. Es precisamente eso sobre lo que Alba Mora llama la atención, mostrando las problemáticas de una familia indígena que habita la periferia urbana de la ciudad. Una periferia bastante particular por ser al mismo tiempo una línea de frontera (Barrio Nuevo), a la cual cientos han migrado, sin encontrar esas mejores condiciones de vida vida que buscaban.
Este último punto resulta determinante para pensar en el nuevo papel que ha adquirido la ciudad de Leticia en las redes de intercambio de los pueblos indígenas, en la relación de los pueblos indígenas con el Estado colombiano, las regiones vecinas e inclusive el conflicto interno colombiano. Aunque es incuestionable que entre los habitantes de Leticia, la mayoría de ellos son de origen indígena, la migración reciente, la multiplicación de la marginalidad urbana y las demandas de esta población, implican enormes retos. Tanto la comprensión de la ciudad, como las dinámicas subyacentes que están presionando esta forma de urbanización densificada y marginal que se incrementa en las ciudades amazónicas como Leticia, obligan a repensar estos territorios.
Esto no significa que deban buscarse fórmulas para mantener a los pueblos indígenas fuera de las ciudades; más bien, implica hacer de las ciudades espacios de construcción de una ciudadanía indígena. Hacer de la ciudad un entorno de interacción y práctica de lo público entendiendo las particularidades indígenas, comprendiendo las razones de la movilidad, así como las necesidades y restricciones de los migrantes, tanto en la ciudad como en las pequeñas comunidades. Para ello, es necesario entender las implicancias de las reformas recientes del Estado: sus mecanismos asistencialistas, el cambio del papel de las misiones religiosas en la educación y en la prestación de servicios sociales a las comunidades indígenas, el impacto de la privatización de dichos servicios y la labor mediadora de Organizaciones No Gubernamentales y diversos agentes privados (Sanchez, 2011).
Alba Mora nos muestra en su documental un ejercicio notable y pionero que introduce y cuestiona parte de dichas tensiones y cuestionamientos. Sugiere un camino de trabajo supremamente pertinente para dar una mirada a la ciudad y a los pueblos indígenas de la Amazonia resaltando su condición urbana, tradicionalmente negada cuando se piensa en estas etnias.
Referencias Bibliográficas
Aponte Motta, Jorge (2011) Leticia y Tabatinga: Transformación de un espacio urbano fronterizo en la Amazonia. Maestría en Estudios Amazónicos. Universidad Nacional de Colombia – Sede Amazonia.
Heckenberger, Michael J. et al. (2003) Amazonia 1492: Pristine Forest or Cultural Parkland?. Science, 301 (5640), 1710-1714.
Sanchez, Luisa. 2011 Créer des différences dans l’inégalité: migrants indigènes et croissement d’axes de différentiation à Bogotá et Leticia (Colombie). En Cultures et inégalités : enquêtes sur les dimensions culturelles des rapports sociaux, eds. Maxime Quijoux, Maxime Cervulle, y Groupe d’études comparées Cultures et inégalités. Paris: L’Harmattan, p. 45-62.
* Jorge Aponte Motta es Politólogo, DEA en Geografía y Máster en Estudios Amazónicos. Actualmente se desempeña como profesor de la Universidad Nacional de Colombia. (jmapontem@unal.edu.co)
** La imagen que ilustra esta columna de opinión fue tomada por Ingmar Torijano Neira (http://www.flickr.com/photos/ingmartorijanoneira/6847040289/)
*** El documental «Indígenas Urbanos» fue publicado en el blog bifurcaciones. URL: http://www.bifurcaciones.cl/2012/12/indigenas-urbanos/