Los paisajes de Cerro Navia parecen de otra ciudad. De una ciudad del pasado o de un pueblo de la zona central con demasiado pavimento para ser un pueblo de la zona central. Quizá resulte de mal gusto, o sea solo demasiado general hablar de pobreza, pero Cerro Navia es un lugar que sugiere y sostiene pobreza. En realidad llevo varios minutos detenida en esta línea porque sé que debería referirme a las problemáticas sociales vinculadas con el conjunto Las Viñitas, pero no veo reflexión posible: un gobierno construyó unos blocks horrorosos que años más tarde tuvieron que ser desalojados por inhabitables. Mal. Pésimo, en realidad, pero un chileno o un latinoamericano –y probablemente un europeo y un africano– está acostumbrado al derroche de ineptitud y lo cierto es que el caso apenas llama la atención. Recuerda, en todo caso, a esa vez en que construyeron un túnel carretero donde no cabían camiones. Son hechos absolutamente carentes de belleza o bondad, pero no de humor -Neptuno es un planeta y también una estación de metro- y quizá eso vaya muy bien, muy a tono con una cierta identidad latinoamericana, o chilena, o familiar.
El asunto es que no sé qué agregar en esa línea y que quiero hablar de la belleza del paisaje, porque el sector que visitamos era un barrio espacioso y seco que recordaba al litoral central y al fin del mundo y yo siempre he pensado que sería buena idea esperar la muerte (de rodillas) en algún lugar de Mirasol o incluso en algunos rincones de Papudo. Para despejar la idea: los negocios de las esquinas, el viento, la vejez de los autos y algo en el oxígeno de Cerro Navia se vinculan al litoral. Las ruinas de Las Viñitas, la limpidez del cielo, las grietas en el pavimento, los espacios baldíos, la posibilidad de mirar el horizonte hasta no verlo, el cableado eléctrico y la simpleza de los blocks de Santa Elvira se vinculan con el fin del mundo. De las cuadras que recorrimos podríamos sacar, pienso, las postales oficiales de un Santiago post-apocalíptico dividido en dos. Dividido entre Las Viñitas y Santa Elvira, que –es evidente– son nombres vinícolas. El futuro, entonces, se parecerá a esos rincones de Cerro Navia y tendrá dos caras, y ambas beberán su propio vino y eso lo sabemos por adelantado.
Por eso me opongo a que lleguen las inmobiliarias a Cerro Navia y cambien una imagen del pasado y del futuro por una imagen gastada del presente, y conviertan un lugar lleno de soledad, de vacío y de juventud en un lugar cualquiera. Al costado de Santa Elvira, donde nos detuvimos a conversar mirando hacia el poniente, se puede ver el horizonte, y yo juro que no conozco otro lugar en Santiago donde exista, siquiera, el horizonte.
* Pilar Guerrero es egresada de Literatura Creativa en la Universidad Diego Portales. Desde 2010 es editora de la revista literaria Grifo (http://www.revistagrifo.cl/)
** Juliana Carvalho es Cientista Política y Licenciada en Relaciones Internacionales (Pontificia Universidad de Minas Gerais, Belo Horizonte) y Magister en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente (Pontificia Universidad Católica de Chile).
*** Las fotografías fueron tomadas por Juliana Carvalho a mediados de Marzo, cuando ya había comenzado el proceso de demolición del conjunto Las Viñitas de la comuna de Cerro Navia.