En un ahora olvidado libro, titulado Notes on the Synthesis of form (1964), Christopher Alexander concebía el diseño como un asunto de “adecuada concordancia” entre forma y contexto. En esto pensaba frecuentemente cuando comencé a recorrer, en 2002, toda la longitud de la frontera entre Estados Unidos y México por ambos lados, un viaje de casi 6.500 kilómetros. Tuve la buena (o mala) fortuna de embarcarme en este viaje antes de que Estados Unidos comenzara la fortificación de la línea demarcatoria internacional, de modo que fui testigo del cierre de la frontera, experiencia que modificó mi comprensión de ambos países.
Los terrenos fronterizos entre Estados Unidos y México se cuentan entre los lugares más malentendidos del planeta. Las comunidades que se encuentran a lo largo de la línea están lejos de sus respectivas capitales nacionales. Son incondicionalmente independientes, y están compuestas de muchas culturas con lealtades híbridas. Hoy en día, los estados fronterizos son lugares en rápido crecimiento, llenos de contradicciones y de extremos de riqueza y pobreza, sujetos a un cambio político y cultural vibrante. Son también lugares de enormes tensiones asociadas a la migración ilegal y las guerras de las drogas.
La interdependencia mutua ha sido el rasgo característico de las vidas transfronterizas desde tiempos prehistóricos. Después de la conquista española, una serie de “ciudades gemelas” binacionales surgió a lo largo de la línea, creando en definitiva comunidades lo suficientemente diferenciadas como para garantizar el título de una “tercera nación”, dispuesta estrechamente en el espacio entre Estados Unidos y México. He logrado entender esta tercera nación no como una zona de separación, sino como una membrana conectora. Esta manera de comprender al área reemplaza la continuidad y coexistencia, por la soberanía y diferencia, oponiéndose a la noción convencional de que la frontera es el último lugar de resistencia en contra del inmigrante y el terrorista.
En 1848 el Tratado de Guadalupe Hidalgo estableció el límite internacional, el que frecuentemente era señalado a través de simples montones de piedras. Un segundo estudio en 1892 agregó más de 200 monumentos fronterizos. Pero en la década de 1990, y respondiendo a las crecientes oleadas de indocumentados cruzando desde México, se erigieron grandes cercos en ciudades fronterizas como Tijuana y Ciudad Juárez. Después del 11/9, Estados Unidos adoptó unilateralmente un agresivo programa de fortificación de toda la línea. Las nuevas barreras no tienen precedentes históricos y amenazan con sofocar las arterias de comunicación que abastecen el oxígeno de la tercera nación.
En el lado estadounidense, la frontera fue transformada en un archipiélago de agencias policiales dedicadas a la captura y deportación de migrantes indocumentados, apoyadas por corporaciones privadas dedicadas a la manufactura, los centros de detención y la seguridad. En el lado mexicano, la guerra del gobierno federal en contra de los carteles del narcotráfico ha resultado en decenas de miles de muertos y puede haber incluso consolidado el poder de estos carteles.
En algunos lugares, el nuevo Muro tiene una sinuosa belleza mientras serpentea por el desierto, pero difícilmente podría interpretarse como una medida adecuada. Sin embargo, las respuestas de diseño ambiental que ha provocado son, en su diversidad, tremendamente intrigantes. El Muro provee un lienzo para obras de arte, o se vuelve un instrumento musical para ser tocado; “ventanas” recortadas en él reducen los incidentes de lanzamiento de piedras de uno a otro lado. Hay profesionales del diseño directamente involucrados en la construcción de los Puertos de Entrada oficiales, que establecen nuevos portales en el Muro a través de los cuales dejar fuera a México. Mi colega del CED Ron Rael ha diseñado proyectos de agua, energía y descontaminación en toda la longitud del muro. Y las personas inventan maneras sorpresivas de pasar por encima, debajo o a través del Muro.
Al final, el Muro que separa México y Estados Unidos será derribado. Los muros siempre lo son. Este Muro no funcionará porque la tercera nación cuenta con un fuerte tejido conectivo que no puede ser deshecho. La tercera nación es el lugar donde las vidas y valores binacionales son creados orgánicamente, con prontitud y sin artificios. Es un lugar de ser y de llegar a ser entre nuestras dos naciones.
¿Qué debería hacerse con este Muro que tan groseramente interrumpe la tercera nación? El Muro de Berlín fue derribado virtualmente de la noche a la mañana, sus fragmentos vendidos como souvenirs de una calamitosa Guerra Fría. La Gran Muralla China fue transformada en una atracción turística global. Si se lo deja solo, el Muro entre Estados Unidos y México colapsará bajo el asalto combinado de recicladores ávidos, cazadores de souvenirs, y personas ofendidas por su mera existencia. No obstante, debemos preservar secciones del Muro para conmemorar este tenso momento en la historia, cuando Estados Unidos perdió su brújula moral.
Referencias Bibliográficas
Blanco, Jacobo (1901) Memoria de la Sección Mexicana de la Comisión Internacional de Límites entre México y los Estados Unidos que Restableció los Monumentos de El Paso al Pácifico.
Salazar Ilárregui, José (1853) Línea divisoria entre México y los Estados Unidos. Colección Límites México-EEUU, Carpeta No. 4, Lámina No. 54. Mapoteca “Manuel Orozco y Berra”, Servicio de Información Estadistica Agroalimentaria y Pesquera, SARGAPA. Reproducida con los permisos correspondientes. Restauración digital por Tyson Gaskill.
* Michael Dear es parte de la Escuela de Los Ángeles. Docente de la University of California, Berkeley y Honorary Professor en la Bartlett School of Planning at University College of London (Inglaterra). En Diciembre de 2012, publicó con nosotros -en el número 011 de la revista- el artículo La Escuela de Los Ángeles y las metrópolis sudamericanas. Un ensayo (escrito junto a Rodrigo Salcedo)
** Título original: Why walls don’t work. Publicado originalmente en Frameworks, UC Berkeley Environmental Design, primavera 2012 (http://ced.berkeley.edu/frameworks/2012/why-walls-wont-work/). Agradecemos al autor su gentileza en autorizar esta versión. Extendemos también los saludos a Mary Cocoma, editora de Frameworks, por su disposición a colaborar con nosotros. Traducido por Diego Campos.
*** Este artículo hace parte de las investigaciones llevadas a cabo por Michael Dear, contenidas en su última publicación Why Walls Won’t Work: Repairing the US-Mexico Divide (Oxford University Press, 2012)