Huellas de una multitud solitaria

Manuel Vásquez

Habitar es dejar huellas

Walter Benjamin

En una sociedad de miradas indiscretas como las nuestras, toda las personas pueden llegar a ser tanto espectadoras como actoras del espectáculo cotidiano. Con las cámaras de vigilancia dispersas en todos los espacios públicos, nuestro habitar deja huellas almacenadas como códigos visuales. Las multitudes, al transitar en la ciudad global anónima, forman una coreografía del diario ir y venir de peatones ensimismados que experimentan la paradoja del espacio público: entre el anonimato y la vigilancia. Los no lugares son aquellos en los que esta paradoja se hace explícita y evidente y es aquí en donde este proyecto fue asumido con la intención de construir paisajes urbanos imaginarios que hablen de nuestra exposición a la vida de la ciudad.

El proyecto Huellas ubica al espectador como testigo de un “espectáculo” construido con rastros visuales, en el que la mecanización del movimiento y del transporte son los protagonistas de lugares en los que la soledad y la similitud se acentúan. Dejar rastros de nuestras actividades diarias es más o menos inevitable, y no sólo debido a la mirada omnipresente de la vigilancia en el espacio público sino también a los registros de las llamadas telefónicas, de las tarjetas de crédito, de las transacciones electrónicas, de los pases para el transporte público, etc.

Experimentamos el espacio público como un escenario en el que somos constantemente el centro de atención y, por tanto, estamos bajo el escrutinio de la mirada. Se esboza una paradoja: entre la sensación de anonimato pero ser siempre identificable, como lo sugiere la cita con la que se inicia este artículo: nadie puede ser realmente anónimo porque las huellas que deja pueden identificarlo. Huellas mira lo teatral en lo cotidiano e invita al espectador a ser testigo de un espectáculo que tiene lugar en espacios comunes. El espectador es también el peatón protagonista de las imágenes; quienes van y vienen del trabajo observan su propia rutina en la ciudad.

 

Ver y ser vistos

Rodrigo Orrantia

 

El titulo de esta serie, Huellas, hace referencia al rastro dejado por el incesante trafico de personas por la ciudad; apariciones fugaces capturadas por cámaras de vigilancia en una compleja coreografía pública presenciada en privado. Para Vázquez el espacio de la ciudad es el gran teatro del mundo, el escenario de la gran metrópolis donde somos a la vez actores y espectadores, mas náufragos que marineros en un vacío de miradas perdidas y transeúntes indiferentes.

Estas imágenes son producto de un proceso paciente y cuidadoso de fijarse en escenas particulares en medio de la multitud. Esa es la evidencia de un aguzado ojo de fotógrafo. Vázquez subvierte una regla tacita del espacio publico: no sostener la mirada. Su intención es inquisidora, intenta develar historias mínimas. A partir de imágenes fotográficas Vázquez imagina y construye espacios que se pierden en la oscuridad, salvando apenas detalles relevantes. A través del manejo de la luz, Vázquez rescata al individuo de perderse en la muchedumbre, y lo señala como protagonista una historia personal.

En las ciudades imaginadas de Vázquez no hay punto de partida ni destino final, sólo trafico. Sus imágenes son construcciones cinematográficas sin mas referente que un imaginario común: el gran protagonista es el vacío. Me recuerdan varias escenas de David Lynch en Lost Highway, o Mullholland Drive. Las elaboradas imágenes de Vázquez tienen una atmósfera particular, dictada -como en el caso de Lynch-, por el contraste de luz y la utopía fotográfica del tiempo detenido, de la quietud imposible.

Pienso en cómo articular las diferentes imágenes que componen esta serie como fotogramas de una película o capítulos de una novela. Cada escena tiene un tono, un grado de complejidad, desde un silencio contemplativo hasta la cacofonía estridente de un concurrido cruce de caminos.  Las imágenes de Vázquez nos invitan a disfrutar del espectáculo singular de ver sin ser vistos, de poder detenernos en detalles y observar fijamente sin sabernos sospechosos.