15/07/2013

Con la universidad tatuada en la piel/

Concepción y la UdeC

Daniela Rivera

Blog | columnas

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Cuando las Universidades se entrelazan con las ciudades, sus instalaciones pueden convertirse en lugares excepcionales. Hay casos, inclusive, donde la universidad como hecho construido representa lo mejor de la ciudad.  Y hay otros, los menos, cuando la universidad se convierte en parte medular de la identidad ciudadana. Eso ocurre hoy y ha ocurrido por décadas en Concepción. Este hecho cobra más valor en medio de las demandas estudiantiles por una educación de mejor calidad y del descrédito de algunas universidades por la oferta indiscriminada de carreras y sus aranceles usureros. Dentro de este panorama agrio la Universidad de Concepción mantiene un nivel de adhesión y representación popular insólito. Si bien adolece de muchos de los problemas de las universidades chilenas, sus estudiantes, los de ayer y hoy,  suelen aseverar que recibieron una educación de calidad, que cuentan con un titulo avalado por los años de tradición de la institución y que experimentaron una verdadera vida universitaria, donde la academia, la investigación y el intercambio cultural se conjugaban enriqueciendo el aprendizaje. De la misma forma, estudiantes, pero también académicos, fueron actores y espectadores de la puesta en escena de lo que podríamos llamar una ciudad universitaria, que se extendía más allá del campus. A saber: en los espacios de interacción generados por otros centros de estudio superior, en los sectores bohemios de Concepción, en los servicios asociados a la educación, en fin, en todas las actividades, usos y sinergias que la concentración de universitarios puede provocar dentro de una ciudad.

Pero más allá de la trinchera académica, los penquistas comunes y corrientes, los que con o sin medios diariamente ponen en marcha la ciudad y accionan sus espacios, son depositarios igualmente de una identidad, que toma forma en la imagen de la universidad y se cristaliza en su campus y edificios emblemáticos. ¿Por qué y como ha sucedido esto? Aquí algunas sugestiones.

 

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Concepción le debe gran parte de su presente a la relación que por años ha mantenido con su principal Universidad. Círculo virtuoso que ha ido creciendo en el tiempo, y a través del cual ambas han prosperado y consolidado su lugar dentro del Concepción Metropolitano. Esta asociación ha dado lugar a que la identidad penquista sea subsidiaria de la influencia y presencia que la  universidad ejerce en la ciudad, no solo espacial sino también socialmente. Es por esto que la fidelidad de la población hacia la universidad no reside particularmente en su prestigio académico, sino en lo que ella representa como hito y referente emotivo dentro de la ciudad.

La existencia de esta universidad, fundada a comienzos del siglo XX por un grupo de intelectuales progresistas, que cansados de esperar el financiamiento de un Estado lejano y centralista, se embarcaron en un proyecto visionario, ha traído beneficios a la ciudad. Esta última, por su parte, ha hecho lo suyo para potenciar esta relación de reciprocidad. Ha sido el espacio que ha acogido y sustentado a miles de sus estudiantes, ha sido generosa en términos urbanos considerándola como elemento constituyente de la trama urbana penquista y por último se ha aliado a ella en numerosas actividades culturales y sociales que han enriquecido la experiencia ciudadana local. En este último plano, universidad y ciudad han creado una suerte de Industria cultural que ha dado a la región y al país no sólo profesionales competentes, sino también políticos, investigadores, científicos, poetas, artistas plásticos, actores y músicos de alta calidad. La Universidad de Concepción ha sido el gran generador de la oferta cultural de la zona, incluso en tiempos de represión y censura.

En termino urbanos su presencia cobra significado en el momento en que al caminar el campus y la ciudad, es difícil percibir donde termina uno y comienza el otro. Ambos espacios se han imbricado de tal forma que han intercambiado y fortificado papeles, en donde la Ciudad se ha convertido en Ciudad Universitaria gracias la Universidad, y el Campus se ha hecho ciudad gracias a la misma. La aleación forjada ha generado una idea de unidad tal, que no concibe su existencia sin alguna de las partes. Esta suerte de romance ha convertido al campus universitario en el principal parque y paseo de la ciudad, y sus edificios han devenido en los símbolos que identifican Concepción transversalmente.

 

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En lo social, el papel de la Universidad es extenso. Entrega miles de beneficios no sólo a aquellos emparentados por lazos de trabajo y estudio, sino que además cumple una labor de vinculación con la sociedad penquista, que se expresa a través de su trabajo médico en el Hospital Regional (público) y la Clínica Universitaria (privada), su labor cultural a través de la Corporación Cultural, la Orquesta y el Coro Sinfónico, y su trabajo comunicacional a partir del canal de televisión, la radio y el diario, entre muchos más ámbitos donde expresa su influencia.

Esta multiplicidad de intervenciones ha ido dejando miles de huellas dentro de Concepción. Huellas que los penquistas hemos asumido como marcas de nacimiento. No nos cuestionamos el hecho que tanto los emblemas (escudo y bandera) de la ciudad compartan exactamente los mismos colores que iguales símbolos de la Universidad. Sabemos el himno de la institución y conocemos sus edificios y espacios como si pertenecieran a nuestro patio trasero. Nos parece natural que la Universidad sea omnipresente en la ciudad y asumimos que sus terrenos son tan nuestros como del resto de todos los penquistas. El campus con su carácter bucólico, democrático y protegido se ha convertido en el espacio público por excelencia de la ciudad. La universidad ha manejado con maestria la relación que éste mantiene con la población, donde de forma imperceptible se ha instalado el sentido de propiedad que los penquistas siente sobre el lugar. No por nada, el campus tiene algo de sacrosanto para los penquistas. No se ensucia, no se rompe, no se ofende. Sus cuidados jardines y espacios públicos son utilizados por cientos de personas que especialmente los fines de semana disfrutan de un momento de esparcimiento paseando con sus familias y mascotas, a pie o en bicicleta. Prueba de este sentimiento de respeto  es que a pesar de contar con valorizado equipamiento, de carecer de barreras de seguridad, la universidad no fue saqueada tras el terremoto del 2010. A diferencia de cientos de otros establecimiento, comerciales (estaciones de gasolina, supermercados, farmacias y otros), las sedes universitarias resultaron indemnes.

Desde antes de la dictadura y durante ella, el campus universitario y sus contornos se convirtieron en el espacio de la expresión del descontento ciudadano. La universidad se transformó en uno de los principales espacios donde se expresó, la disidencia al régimen autoritario. En ella se podían discutir temas de actualidad y desarrollar actividades culturales que fuera de ella hubiesen sido consideradas subversivas. Hoy en día vuelve a albergar las demandas estudiantiles y sus manifestaciones.  Estas protestas sociales han atacado el mobiliario de la universidad en contadas excepciones; más bien arremeten contra el que rodea sus límites. Sus deslindes pasan a ser la frontera que separa el “mundo ideal” de la conflictiva realidad. Este espacio quimérico es personificado por la universidad, donde ésta es visualizada por los individuos como el lugar de la libertad de expresión, del ejercicio ciudadano, donde se puede debatir, escuchar y ser escuchado, y donde se respeta y fomenta la pluralidad. Mas allá la ciudad, con su rutina previsible, se yergue como la expresión vívida del mundo real con su desarrollo inequitativo y poco democrático, y se convierte, por tanto, en el blanco donde plasmar la decepción.

Lejos de una apología sobre Concepción y su universidad, lo aquí sostenido se sustenta en un trabajo investigativo amplio que a través de entrevistas, mapas y fotografías evidenció de primera fuente este fenómeno de identificación social. La Universidad de Concepción no es solo una universidad alojada en la ciudad es parte constituyente de la estructura urbana, forma y funcionamiento de la comunidad penquista. Cabe preguntarse como una experiencia de este tipo se ha dado lugar, sin una alianza premeditada de las partes y como fruto de esto se ha originado este compromiso simbólico que se extiende democráticamente entre todos los habitantes de la ciudad. Es lo mínimo que podemos preguntarnos como ciudadanía para que casos como este se multipliquen en nuestras ciudades.

 

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* Daniela Rivera Estrada es Licenciada en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC). Actualmente desarrolla su tesis sobre el caso de la Universidad de Concepción en el programa de Magister en Desarrollo Urbano de la PUC.

** Las imágenes son de su autoría, salvo la serie final, que fue tomada desde Street View de Google Earth.