OTO 2005

Ascendiendo a Sewell en dos escaleras

Alejandra Nogales y Daniela Aguirre

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«No habitamos porque hemos construido, sino que construimos y hemos construido en tanto que habitamos, esto es en cuanto los habitantes son». Martín Heidegger.

Un asentamiento minero para algunos, una ciudad cargada de símbolos e identidad para otros. Sewell se debate entre “la máquina desmontable” que nace y muere en torno a las exigencias productivas de la extracción minera, y una realidad viva y trascendente de la que sus antiguos habitantes siguen sintiéndose parte.

Producto del diseño extranjero, Sewell es en su origen lejano, distante a nuestra cultura. Su nombre incluso remite a un fundador inexistente, un “personaje” que jamás conoció su ciudad homónima. Esta otredad, sin embargo, fue siendo reapropiada por el desarrollo de una cultura local, fundiéndose en una vida urbana excepcional cuyas particularidades han quedado impresas en las dos principales escaleras de la ciudad, aparentemente distantes pero íntimamente entrelazadas.

La primera de ellas es invisible, constituida por los rieles del ferrocarril que ascendía la montaña. Separado por más de cinco horas de Rancagua -la ciudad más cercana- el tren Excursionista subía y bajaba controlado por la dinámica productiva de la empresa minera, y por los obstáculos que imponían la montaña y el clima. La altura, el frío, las tormentas y los aludes, fueron conformando parte de una cotidianeidad que se dibujaba con orgullo y heroísmo. La identidad local se fue construyendo por la diferencia, por la distancia que los separaba de un mundo cada vez más ajeno.

La segunda escalera constituye el eje dorsal que atraviesa Sewell. En una ciudad en donde toda edificación, vivienda y decisión eran propiedad de la empresa, esta escalera se erigía como uno de los pocos espacios experimentados como propios. Al subir por sus peldaños se desprenden transversalmente otras escaleras, las que determinaban vías de circulación sin nombre y acogían edificios que se identifican únicamente con un número. Al continuar con el ascenso nos encontramos con un “centro”, el que sin embargo no corresponde a un centro “tradicional”, ya que la usual plaza fue ocupada por oficinas empresariales y viviendas, trocándose así la figura de la catedral por símbolos que se encargan de materializar el poder de la Braden Copper Company y mantener viva su presencia. Todo espacio que pueda ser asociado a una ideología política o religiosa- como los sindicatos o la iglesia- fueron puestos en un entorno que, aunque cercano, pierde toda noción de referencia.

Sewell 3

Figura 1.

Sewell 4

Figura 2. «Sewell: asentamiento minero para algunos, ciudad cargada de símbolos e identidad para otros».

Desde esta segunda escalera se observa cómo la ciudad iba reproduciendo las diferencias sociales, en una ordenada disposición donde el tipo de vivienda se correspondía con el puesto y tipo de trabajo. Se conformaba con ello una ciudad altamente planificada, que separaba a los distintos y que unía de manera radical a quienes compartían una realidad laboral y social específica, asociada a espacios propios y restringidos que eran colocados en el imaginario colectivo y reforzados por la disposición espacial.

Puede decirse que la vida sewellina se constituía a partir de una realidad predeterminada, en la que el individuo se encontraba inmerso en un mundo del que no había tomado decisión alguna. Ni la imponente montaña que los separaba de los referentes externos, ni aquella composición espacial en la que el individuo era de alguna forma situado constituían resultados de su actuar. Contradictoriamente, serán estas mismas condiciones las que sirvieron a la construcción de una identidad y a la apropiación de un espacio que originalmente no les pertenecía. La trascendencia de los monumentos es reemplazada por la continuidad de un yacimiento que impone su ritmo día a día, el cual era acogido y experimentado por los sewellinos como la posibilidad de vivir y permanecer. Será el mismo orden establecido el que fomentará los vínculos entre quienes compartían una realidad común, permitiéndole a cada cual representarse en la realidad del otro.

Si bien una escalera reproduce y magnifica las diferencias sociales, la otra -invisible pero extensa- unifica la noción de un riesgo compartido del que todos son parte, de un Sewell común en el que mantener la propia vida y el continuar trabajando constituyen un construir cotidiano.

Sewell 5

Figura 3.

Sewell 1

Figura 4. «La altura, el frío, las tormentas y los aludes fueron conformando parte de una cotidianeidad que se dibujaba con orgullo y heroísmo. La identidad local se fue contruyendo ante todo por la diferencia, por la distancia que los separaba de un mundo cada vez más ajeno».

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Alejandra Nogales y Daniela Aguirre, Licenciadas en Sociología, P. Universidad Católica de Chile. URL: [http://www.bifurcaciones.cl/002/Sewell.htm]

Agradecemos al Centro Cultural ECOS por cedernos las imágenes que acompañan esta Instantánea.