07/10/2013

A poem is a city/

Disquisiciones Talquinas

Texto: Jonnathan Opazo / Imágenes: Felipe Fuica

Blog | instantáneas

A poem is a city, a poem is a nation
A poem is a world…

Charles Bukowski.

 

1.

Las bibliotecas en general me parecen lugares aburridísimos: salvo por las estanterías, que disponen títulos como quien ofrece comida en un tenedor abierto. Todo está más o menos ordenado y “taxonomizado” de manera tal que uno tiende a sentirse más dentro de una teoría o una base de datos que en un lugar de regocijo para el cuerpo y el espíritu –si es que cabe todavía hablar de espíritu. Además, su pésima reputación es el repelente perfecto de aquello que permite dotar a la lectura de cualquier libro de una singular riqueza: la diversidad de la vida en movimiento.

2.

Quienes vivimos viendo pasar más o menos absortos –más o menos melancólicos también, porque leímos a Jorge Teillier y se nos metió en las entrañas- el cansino tiempo de la provincia; quienes vivimos, en fin, en esos puntos pequeños con nombre de santo que pululan y se alimentan de las capitales regionales -¿o viceversa?- y que entramos voluntariamente a ese juego medio sórdido de obtener un título universitario ser alguien en la vida nos decían en el colegio- tenemos que movernos. En consecuencia, tenemos que viajar. Y así, la existencia toda se nos transforma en un ir y venir en microbuses interprovinciales, intercomunales, inter-aburridos. O algo más o menos así.

3.

Déjenme remitir una pequeña anécdota, ya que estamos en esto de los libros; en 2666 –libro que, por lo demás, leí casi en su totalidad en viajes-, Roberto Bolaño, a través de Amalfitano, nuestro célebre profesor de filosofía residente en México o en el infierno o en cualquier parte, cuenta que alguna vez Duchamp colgó un manual de geometría asido a una cuerda desde una ventana “para que aprendiera algunas verdades esenciales”. Enfrascarse en el socarrón misterio de un presuntuoso mago como Cagliostro o tararear involuntariamente las décimas de Violeta Parra en la cabeza mientras se despliega, con absoluto desenfado, la vida urbana en su plenitud, es enseñarle a ese libro también un par de verdades, sino esenciales, al menos útiles.

4.

Despierta la ciudad y se abre el poema, dice Gonzalo Millán. La ciudad es, en cierta medida, eso: un poema abierto, un poema turbulento y grande, metafísico y altanero, un poema que explota todos los días en las esquinas. Leer y desplazarse por la ciudad es entrar en esa poética de un orden trunco, de un conjunto de líneas que intentaron formar una teoría parsimoniosa y perfecta. La ciudad es un poema de la miseria y del agotamiento, el oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento, pero también un poema de misteriosa fraternidad: subirse al transporte público es mirar esa poesía como una cinta arbitraria, como una sinfonía de ciudad siendo proyectada en tiempo real, con una serie de detalles a descifrar.

5.

Leer y andar en micro: dos planos que se solapan y se enriquecen mutuamente. Una forma heraclitana de experimentar subjetivamente el movimiento: no leerás dos veces la misma página en la misma calle, no pasarás por la misma calle dos veces con el mismo libro. Es perder el hilo de un párrafo porque una tipa guapísima se subió en el paradero y se coloca justo enfrente de tus ojos con una pregnancia insólita; o porque una universitaria con unas copas de más te pregunta qué carajos estás leyendo, qué estudias y para qué sirve eso que estudias. Es prestarle un poco de atención a ese cantante callejero que, cual un David Gilmour andino, usa el pasamanos como un slide mientras canta una cumbia que iguala al presidente con Satanás o viceversa, mientras el ruido de un viejo motor de micro oxidada y cansina lleva el compás de quien luego se retira y se lleva, con las monedas, el gris polvo de nuestro diario embotamiento.

 

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* Jonnathan Opazo, nacido en algún hospital ruidoso de Santiago de Chile, criado en las extensiones de una comuna llena de fantasmas Rulfianos. Interesado en la literatura, las ciencias sociales y la cultura chatarra.

** Felipe Fuica Letelier es nació y ha vivido toda su vida en Talca. Estudiante de Sociologia en la Universidad Católica del Maule, fotógrafo en constante entrenamiento.