La dictadura militar brasileña tuvo en Carlos Marighella, antiguo lider comunista, escritor de manuales de guerrilla, ex diputado y lider de la organización clandestina Alianza Libertadora Nacional, su personaje más buscado. El 4 de Noviembre de 1969, Marighella fue abatido en la Alameda Casa Branca –en un elegante barrio de Sao Paulo-, como resultado de una emboscada preparada por la policía militar.
Marighella fue sepultado como indigente en el cementerio de Vila Formosa, en la misma ciudad de Sao Paulo. En 1979, a varios de los exiliados les fue permitido el retorno al país, en base a la ley de aministía otorgada a los perseguidos por la dictadura. Entre ellos los familiares de Marighella, a quienes se les permitió trasladar su cuerpo de vuelta a Bahía, en donde él había nacido en 1911. Al menos, en relación al duelo privado, fue importante para los parientes y amigos la constitución de un lugar en la memoria de Marighella.
Desde el punto de vista de la esfera pública, el análisis se hizo mucho más complejo. Se trataba de la muerte del principal lider de la oposición de la dictadura y de un lugar relevante para la constitución de un hito en la ciudad para la memoria de aquellos que lucharon contra la dictadura.
Durante tres décadas la memoria asociada a la muerte de Marighella en aquel lugar circuló solamente en el recuerdo de militantes, más allá que las fotografías del hecho aparecían de vez en cuando en la prensa nacional. En noviembre de 1999, después de años de lucha de su viuda Clara Scharf y otros de sus compañeros en la lucha armada, fue inaugurado un monumento en su memoria, hecho de piedra, con la inscripción: “Aquí cayó Carlos Marighella el 4 de noviembre de 1969, asesinado por la dictadura militar” (Aqui tombou Carlos Marighella em 4/11/1969, assassinado pela ditadura militar).
La creación del memorial generó, por diversos motivos, inmediatas protestas de algunos de los vecinos del área: no querían que su calle fuera marcada como un lugar de asesinato, temían a la desvalorización de sus inmuebles, o estaban en contra de un homenaje a un lider de la izquierda que enarbolaba las banderas de la vía armada. El 12 de agosto del 2000, a menos de un año de su inauguración, el memorial fue vandalizado de forma premeditada. La inscripción fue reemplazada por una placa de mármol que decía “Aquí fue ejecutado y asesinado el terrorista Carlos Marighella. Aquí triunfó la justicia” (Aqui foi executado o assassino terrorista Carlos Marighella. Aqui a Justiça venceu).
Según algunos trabajadores de edificios contiguos al monumento, la placa habría sido colocada por una pareja joven. Después de ese episodio, y como respuesta positiva a las protestas del vecindario, la piedra fue retirada por la Prefectura. La situación generó un importante movimiento de protesta por parte de los defensores del memorial, quienes decidieron articularse políticamente para exigir la reinstalación del monumento. De cierto modo la movilización fue efectiva: en 2004 la pieza fue declarada patrimonio municipal, lo que hizo que la Secretaría Municipal de Cultura ordenara su recolocación. Ello ocurrió en Noviembre del 2004, para el trigesimo quinto aniversario de la muerte de Marighella. Desde entonces la piedra marca el lugar de la muerte del lider, aunque su inscripción fue retirada, haciendo que sólo quienes conocen la historia puedan reconocer su significado como símbolo.
Las dificultades para dar reconocimento público del lugar del asesinato de Marighella son expresivas de lo problemático de todo el proceso de demarcación de sitios de conciencia en São Paulo vinculados a la dictadura militar y el terrorismo de Estado. A diferencia de lo que ha ocurrido en países como Argentina, Brasil optó por una ruta del perdón amplio. En 1979, la promulgación de la ley 6683 durante la dictadura significó la amnistía a “crímenes de cualquier naturaleza relacionados con crímenes políticos o practicados por motivación política” (crimes de qualquer natureza relacionados com crimes políticos ou praticados por motivação política). Ello significó el final de las persecuciones políticas a los opositores de la dictadura, la posibilidad de retorno de los exiliados, así como la reincorporación a sus puestos de trabajos para los exonerados del aparato público. Simultáneamente significó también, en gran medida, la liberación de cargos a los torturadores y los líderes militares de la dictadura.
Dentro de un largo proceso de transición democrática, dirigido en su primera fase por la mismos militares, Brasil está todavía a la espera de la realización de un ajuste de cuentas con su pasado reciente de persecuciones y violaciones a los derechos humanos. Si tomamos como ejemplo a São Paulo, la mayor ciudad del país, podemos advertir enormes dificultades para la constitución de políticas de memorialización; durante las décadas de 1980 y 1990 casi no hubo acciones orientadas a señalizar o salvaguardar los sitios de consciencia de la ciudad.
A inicios del siglo XXI, además del ya comentado caso del memorial en homenaje a Carlos Marighella, se desarrollaron otras iniciativas relevantes. En 2004 se creó el Memorial de la Libertad (Memorial da Liberdade) en el sótano del edificio donde funcionó, entre 1940 y 2004, el Departamento Estadual de Orden Político y Social (Departamento Estadual de Ordem Política e Social (DEOPS)). Fuertemente criticado por la falta de un proyecto institucional y por sólo “embellecer” las antiguas celdas por donde pasaron numerosos opositores a la dictadura –incluída la actual presidenta Dilma Rousseff-, el espacio fue reformado pocos años después. En 2008 el proyecto curatorial fue transformado, dotándolo de mayor densidad de contenidos, reinaugurándose como “Memorial de la Resistencia” (Memorial da Resistência). Hoy en día es el principal sitio de consciencia de la ciudad y la referencia para los paulistas interesados por conocer la historia de la violencia política durante la dictadura.
En los mismos años también se dio inicio a otros proyectos; en el céntrico barrio de Bela Vista, en el caserón donde funcionó la Auditoría Militar –el lugar donde se juzgaba a los presos políticos- fue dado en comodato a la Organización de Abogados Brasileños por veinte años para la instalación del Núcleo de Preservación de la Memoria Política (Núcleo de Preservação da Memória Política). Esta institución se dedica al resguardo e investigación en temas de memoria y consciencia vinculada al terrorismo de Estado. Asimismo la llegada de Dilma Rousseff –ex presa y torturada- a la presidencia de la Nación hizo avanzar el debate, especialmente con la instauración de la Comisión de Verdad (Comissão da Verdade) en el 2012, más allá que sus resultados estén aun por verse.
Varios sitios están todavía a la espera de una acción de simbolización respecto a lo que allí ocurrió. La antigua sede de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (USP), en la calle María Antonia del barrio de Vila Buarque, permaneció cerrada por décadas hasta ser transformada en un activo centro cultural a partir de inicios de la década de los 90, aunque no se haya consolidado como sitio de consciencia. La sede del DOI-CODI (Destacamento de Operações de Informações – Centro de Operações de Defesa Interna) sigue siendo un inmueble de la policía, y su demolición está siendo discutida actualmente por las instituciones que resguardan el patrimonio histórico.
La dificultad y la lentitud para desplegar políticas de creación de sitios de consciencia vinculados al terrorismo de Estado en São Paulo –así como en el resto de Brasil- no es un fenómeno aislado. En términos generales, los lugares de memoria asociados a hechos históricos difíciles de tratar han tendido a ser ocultados en la sociedad brasileña. Una de las mayores favelas de la ciudad, localizada en Cidade Jardim, fue erradicada en 1980 para dar paso a la construcción de un parque, sin que exista actualmente en el lugar una referencia a esa memoria. O Carandirú, la enorme prisión ubicada en la zona de Santana, parcialmente desalojada en 2002, recibió un make up destinado a camuflar la tráfica memoria de abusos hacia las personas privadas de libertad, en su mayoría pobres, de raza negra y habitantes de la periferia de la ciudad. O el caso del lugar donde, en 2007, ocurrió uno de los mayores accidentes aéreos en la historia de Brasil. Allí existe un área destinada para la construcción de un memorial que aun todavía no ha sido ejecutado.
De esta forma, más allá de las especificidades del proceso de redemocratización brasileño, es posible identificar algo más profundo en la sociedad brasileña que le dificulta memorializar los lugares marcados por el paso de la dictadura. Ese especial aprecio por las representaciones positivas de la identidad y la cultura nacional –la samba, el fútbol, la playa y carnaval-, da cuenta de una nación que busca presentarse como alegre y receptiva. A diferencia de lo que ocurre con otros países donde la experiencia de la dictadura atentó fuertemente contra el sentido de comunidad y nación, en Brasil éste permaneció intacto. Es poco el espacio actualmente existente para la problematización de los episodios tensos y difíciles de la historia nacional del país.
* Renato Cymbalista es profesor del Departamento de Historia de la Arquitectura y Estética del Proyecto de la Universidade de São Paulo (USP).
** La versión original de este texto fue escrita en portugués. La traducción al español fue realizada por Rodrigo Millan, editor de Bifurcaciones.