Resumen
FICHA TÉCNICA
Ciudades sudamericanas como arenas culturales
Adrián Gorelik y Fernanda Arêas Peixoto (compiladores)
Siglo Veintiuno Editores
Buenos Aires, 2016
466 páginas
Recuerdo nítidamente cuando conocí a Richard Morse. Fue en la Universidad de Stanford, en 1980. Lo nimbaba una especie de halo mítico. La variada trayectoria como estudioso de América Latina –había vivido en Cuba, Puerto Rico, Chile, Argentina, Brasil, Haití– y sus pioneros estudios urbanos, en particular su libro De comunidade à metrópole: a biografia de São Paulo, lo señalaban como una referencia obligada. Ya en ese primer encuentro, así como en otros posteriores, me llamó la atención su pasión por el objeto de estudio, su vasto conocimiento, su carácter expansivo. Parecía que la oficina, repleta de libros, no podía contenerlo, que era demasiado pequeña para acomodar a este original historiador y ensayista norteamericano de horizontes dilatados.
Esa cualidad expansiva y reflexiva es una de las muchas virtudes del libro Ciudades sudamericanas como arenas culturales, compilado por el arquitecto e historiador argentino Adrián Gorelik, y la antropóloga brasileña Fernanda Arêas Peixoto. “Arenas culturales”, en el título, rinde homenaje a la obra de Richard Morse, en particular al artículo, “Ciudades ‘periféricas’ como arenas culturales”, de 1982. Significa que la ciudad como espacio público, en su doble vertiente de visión y acción, es simultáneamente el foco de la experimentación cultural y el lugar del enfrentamiento de las ideas. Lo que en América Latina se suele llamar vida cultural moderna, argumentan Gorelik y Peixoto, se opera principalmente en la ciudad.
La pesquisa del ensamblaje entre ciudad y cultura se apoya menos en el abordaje socioeconómico que en la combinación del “giro cultural” urbano con el “giro espacial” de las ciencias sociales. Un gran aporte del libro consiste en que privilegia la perspectiva urbana de la historia cultural desde un marco comparativo y desde ángulos variados de la investigación universitaria (historia, arquitectura, crítica literaria, antropología, sociología, filosofía). Se trata de un verdadero trabajo colectivo: años de debate e investigación en grupo; 23 artículos y 25 autores; análisis de momentos emblemáticos, fragmentos espaciales, circuitos intelectuales, producciones letradas y de la cultura popular y masiva, programas gubernamentales, institucionales y urbanísticos.
Pese a que los artículos son considerados como ensayos y como experimentos de una aproximación metodológica que destaca la diversidad por sobre una teoría unitaria, todos ellos, sin excepción, están apoyados en una multiplicidad de notas de pie de página y de referencias bibliográficas. No son por tanto el producto del talante polemista al que le falta la tradición formal y que no satisface las exigencias académicas. Por otro lado, si tales artículos se aproximan a la idea del ‘ensayo como forma’ de Theodor Adorno, es por la capacidad de conseguir que la totalidad brille en el fragmento, pero sin afirmar la presencia de la totalidad.
De un modo general, la contextura teórica no es explícita. Los artículos se desarrollan libres de la subordinación a una corriente ideológica única, sea los estudios culturales británicos, el posestructuralismo sociológico, la microhistoria, los estudios de género y poscoloniales. Predomina el abordaje histórico y la mirada de la ciudad como texto. En ocasiones aparecen retazos de la tradicional historia política y social. En otros casos se investiga la relación entre las formas culturales de elite y populares, culturas centrales y periféricas, rupturas y continuidades en el proceso de modernización cultural de las ciudades en América del Sur.
Tampoco se enfatizan los conceptos instrumentales de planificación, disolución, recuperación. En cambio, ‘moderno’ y ‘proceso de modernización’ son conceptos clave. La variedad de temas y enfoques desembocan en el análisis de procesos de modernización específicos en América del Sur que dan lugar a eclosiones de lo moderno, sea en la experiencia familiar o individual de la ciudad, de los ‘márgenes’ urbanos o de la ciudad como imagen contraria al campo.
Aunque la perspectiva sudamericana es arriesgada cuando la información disponible para cada localidad es disímil, ofrece atractivos innegables. Se cuestiona la tendencia de los estudios urbanos restringidos a marcos específicos que rara vez traspasan las barreras nacionales. Tal situación responde a redes débiles entre investigadores y a la localización de las fuentes para la pesquisa en archivos y bibliotecas nacionales. Dentro del territorio sudamericano existen diferencias en el volumen de documentación disponible. Gran parte de la investigación desarrollada hasta el día de hoy sobre temas de historia urbana se encuentran concentrados en Brasil, Argentina, Uruguay y Chile. Menos cubiertos aparecen las ciudades principales de Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Colombia y Paraguay.
Esta diferencia queda reflejada en la organización cronológica y distributiva del libro (Laboratorios culturales; Lo nuevo 1910-1930; Escenas de modernización 1940-1970; Escenas partidas 1940-1970; Espectáculos urbanos 1990-2010). Si bien el proyecto no pretende lograr un efecto representativo, ciudades como Buenos Aires, Rio de Janeiro, San Pablo, y Montevideo son examinadas en diferentes momentos históricos, mientras que Lima, Quito, Bogotá, y Caracas son contempladas con un momento histórico singular y se descarta capitales como La Paz y Asunción en favor de ciudades como La Plata, Córdoba, Salvador, Recife. Enfrentamos aquí límites prácticos del proyecto comparativo. Pero también en este caso Ciudades sudamericanas como arenas culturales se muestra de sumo interés. No solo establece un vínculo estructural entre ciudad y cultura, sino que en adición investiga formas novedosas de convocar el enfoque comparativo.
La noción de “cultura”, entendida en sentido amplio, actúa como principio metodológico y epistemológico. Superada la definición normativa y orientada por la concepción particularista que piensa la diferencia cultural, la selección de ciudades desecha el criterio jerárquico. Cada ciudad examinada posee su propio valor, que se añade al mapa comparativo. La Plata, Córdoba y Recife coexisten con Buenos Aires y San Pablo. Las figuras culturales de lo nuevo en la ciudad del bosque (La Plata), la reforma del año 1918 (Córdoba), y la ciudad de la infancia de Gilberto Freyre (Recife) conviven con el lunfardo y la cultura urbana en Buenos Aires y con el edificio Martinelli y la euforia vertical en San Pablo entre los años 1910 y 1930. Ciudades tan distintas como Salvador y Brasilia se conjuntan con Bogotá y Caracas entre los años 1940 y 1970. En ese mismo periodo, la capital Quito de los trajines callejeros, de la modernidad y del mundo popular en los Andes, los proyectos para las barriadas de Lima y la “capital de la izquierda” (Santiago de Chile) cohabitan con Montevideo, cuyo anhelo de ser cosmopolita se veía desviado por una crisis económica emergente y por las retóricas del pasado y el futuro en relación con el campo y la ciudad.
Los tres artículos sobre Rio de Janeiro son un ejemplo de los cambios temporales y espaciales. El Rio de Janeiro de la Belle Époque se centra en las irradiaciones de una calle, la famosa “Rua de Ouvidor”. Después se examina un barrio. Copacabana, la “princesita del mar”, es en la década de 1950 el lugar donde convergen el cosmopolitismo, la nación y la modernidad. Posterior al traslado de la capital a Brasilia en 1960 -ese excepcional experimento modernista en el sertón que en palabras de Ángel Rama constituyó el “más fabuloso sueño de urbe de que han sido capaces los americanos”-, Rio de Janeiro es analizada como ciudad mediática. Pierde importancia política (hecho que se expresa simbólicamente cuando el presidente Juscelino Kubitschek cierra los portones del Palacio de Catete, sede hasta entonces del Poder Ejecutivo federal), pero adquiere influencia nacional e internacional en las telenovelas de la Red Globo. Avenida Brasil, la telenovela que remite a la vida en suburbio y más específicamente al barrio Madureira de la Zona Norte de Rio de Janeiro, fue exhibida en más de 125 países y tuvo un éxito contundente en la Argentina.
Algo semejante sucede con Buenos Aires y San Pablo, ciudades que cuentan cada una con cuatro artículos. Buenos Aires pasa de la ciudad de la bohemia y la vida literaria del novecientos al escenario de mezcla en el idioma de los porteños y el viaje de las palabras; de la denuncia de la ciudad dual partida –avenidas burguesas contra las villas miseria– al estudio de los festivales y transformaciones urbanas concentrados en el ejemplo de BAFICI (Buenos Aires, Festival Internacional de Cine Independiente), inaugurado en 1999 en el barrio El Abasto hasta el cambio de sede en 2013 al Village Recoleta y que implicó la renuncia definitiva al equilibrio urbano-cultural.
San Pablo, la ciudad sudamericana que hoy más se aproxima a la definición de “ciudad mundial” (véase el artículo del antropólogo sueco Ulf Hannerz, “El papel cultural de las ciudades mundiales”), transita de las disputas de las élites en la avenida Paulista de la Belle Époque a las ambivalencias de lo moderno materializadas en los rascacielos y las formas arquitectónicas; del teatro y culturas urbanas disidentes al Teatro Oficina, instigadora arena cultural inaugurada en 1993 en el barrio Bexiga.
Un aspecto relevante del libro son las imágenes en blanco y negro que complementan el entramado textual, le ofrecen densidad histórica y un sabroso condimento extra. No se trata de imágenes arbitrarias y decorativas, sino que fueron cuidadosamente seleccionadas para ilustrar los textos: litografías antiguas; dibujos y croquis; tarjetas postales; portadas de diarios, afiches y carteles publicitarios; vistas aéreas y planos urbanos; fotografías de fiestas populares, calles, avenidas, palacetes, edificios, museos, y favelas. Especialmente en el caso de las fotografías modernas, se constata la presencia de tranvías de tracción a sangre y eléctricos, ómnibus, camionetas, automóviles, incluyendo una reveladora foto de periódico del presidente de Venezuela llevando a Juan Manuel Fangio en su automóvil Mercedes Benz. Quizás ello sea indicativo de la posibilidad de sumar en una próxima investigación el llamado “giro de la movilidad”, cuyo fundamento teórico interaccionista reside en la aproximación a los fenómenos sociales desde el estudio de la movilidad de personas, objetos e ideas.
El precursor pensamiento de Richard Morse, actualizado y debidamente purgado de su mirada celebratoria, se irradia a comienzos del siglo XXI de modo implacable sobre geografías materiales y simbólicas sudamericanas. Desde ya texto de referencia ineludible en los estudios urbanos, Ciudades sudamericanas como arenas culturales, se convierte además en un modelo para proseguir la labor colectiva en la dirección de una reflexión sobre el giro cultural urbano de América Latina y la singular imbricación entre ciudad y cultura.
* Guillermo Giucci (Montevideo, 1954) es doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Stanford. Desde 1992 es profesor de Letras en el Departamento de Literatura Brasileña de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. Entre 1988 y 1990 fue profesor en la Universidad de Princeton. Sus trabajos de investigación combinan la rigurosa formación académica con temas de la vida cotidiana, la actualidad, los deportes, el cine, los imaginarios populares, los medios de comunicación y la historia del transporte.