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OTO 2016

De las ciudades multiculturales a las ciudades de inconformes/

Algunas reflexiones sobre la protesta urbana en el siglo veintiuno

Claudia Villegas

Artículo | Revista

Resumen

Este ensayo propone una reflexión sobre la relación entre la protesta urbana y la ciudad contemporánea. Se parte del reconocimiento de la protesta como un fenómeno cuya resonancia global está transformando la experiencia urbana. El trabajo retoma como ejemplo las protestas de Ocupa Wall Street (OWS) en la ciudad de Nueva York en el otoño de 2011, tanto por ser uno de los ejemplos más significativos de este fenómeno, como por el reconocimiento de ésta como paradigma de la ciudad multicultural. Se argumenta que el concepto de ciudades de inconformes permite, para el caso neoyorquino, explorar las ideas y prácticas que permiten que estas protestas concurran en una noción compartida de justicia social, y en esta concurrencia re-signifiquen el carácter multicultural de la ciudad como un referente global para la protesta. Como experiencia histórica, se propone que el concepto de ciudades de inconformes, posibilita repensar la justicia social como una demanda que en su búsqueda por transformar la realidad, directa o indirectamente transforma la experiencia urbana, y la ciudad misma a partir del encuentro de las nuevas experiencias organizativas y de participación política que están surgiendo en la revolución urbana en el siglo veintiuno.

Palabras Claves

Protesta urbana, Ciudad multicultural, Ciudad de inconformes, Ocupa Wall Street.

Abstract

This essay explores the relationship between urban protest and the contemporary city. It is based on the recognition of social protest as a phenomenon of global resonance defining the urban experience in the first decade of the twenty-first century. The work discusses the protests of Occupy Wall Street (OWS) in New York City in the fall of 2011, because of its relevance as one of the most significant examples of contemporary urban protests, as well as for the recognition of the city as paradigm of the multicultural city. The concept of cities of the outraged is proposed here as a theoretical and methodological possibility of exploring the ideas and practices that allow these urban protests concur on a shared notion of social justice. It is also argued that this practical correspondence re-signifies the multicultural city as a central place for protest. As historical experience, the reality of the cities of the outraged allows to rethink social justice as a demand that on its pursue of social transformation, is directly or indirectly transforming the urban experience by means of connecting the new organizational experiences that are emerging in the urban revolution of twenty-first century.

Keywords

Urban protest, Multicultural city, City of the outraged, Occupy Wall Street.

Las nuevas geografías de la protesta urbana.

En 2011, la ciudad de Nueva York vivió el surgimiento de Ocupa Wall Street (OWS), una movilización popular que entre otras cosas sostuvo durante varios meses la “ocupación” simbólica y material de Wall Street, corazón financiero del largo siglo veinte –y veintiuno–. Entre septiembre y noviembre de 2011, OWS mantuvo a flote un campamento popular (plantón) en el Parque Zuccotti, un parque privado de uso “público” en las cercanías del complejo del World Trade Center y la propia Wall Street, al sur de la isla de Manhattan. La experiencia de OWS fue replicada en cientos de ciudades estadunidenses, para convertirse en una de las protestas urbanas más significativas en la historia contemporánea de Estados Unidos desde la lucha por los derechos civiles en la década de 1960.

En el contexto de la actual crisis económica global, OWS se unió a la serie de protestas que desde 2010 han dado visibilidad a una respuesta masiva y cada vez más organizada tanto a los efectos más inmediatos y feroces de la crisis, como a la re-configuración estructural de la ciudad a partir de lo que Smith (2002) definiera como nuevo urbanismo, es decir, las políticas urbanas de carácter neoliberal que iniciaron en los años setentas del pasado siglo. El efecto combinado de ambos procesos sobre la polarización social y segmentación espacial ha adquirido dimensiones globales en la  ciudad contemporánea –y en ello radica su singularidad e importancia–.

Desde una perspectiva histórica y geográfica, el origen y razón de estas protestas se encuentra, lo señaló Harvey (1996) décadas atrás, en la propia geografía histórica del capitalismo, esto es, en su lógica de organización –e inmutable revolución– del espacio y el tiempo de los hombres, de sus relaciones sociales materiales y de sus referentes en los modos de vida y cultura, basada en la explotación y la apropiación el trabajo de muchos por unos cuantos. En esta geografía histórica, afirmaba el mismo autor, la formación de un proletariado urbano cada vez más diferenciado no sólo en términos de clase, sino a partir de sus diferencias culturales, caracterizaría la organización de la vida y la  experiencia urbana en las metrópolis del siglo veinte.

En su aproximación a este proceso, Lefebvre (1972) señalaba que temas como la justicia social (espacial) y el derecho a la ciudad, serían fundamentales para la realización ‘plena’ de la vida urbana. Cuando en la década de 1970 dicho autor habló de la revolución urbana para referirse al futuro de la organización del espacio y la vida social [1], lo hizo en un momento histórico en el que la urbanización en las ciudades paradigmáticas del capitalismo industrial experimentaban procesos de desarrollo desigual, profunda diferenciación racial y de clase, y eran espacios de la protesta social [2]. Hoy, transcurrida la primera década del siglo veintiuno, en la crisis del capitalismo post-industrial y financiero, la protesta nuevamente se integra con fuerza social sin precedente al imaginario del presente y el futuro de las ciudades.

El caso de OWS en la ciudad de Nueva York, resulta contundente en este sentido; de ahí el ánimo de recuperar su experiencia histórica como base de esta reflexión. Como se plantea en este ensayo, la ciudad de Nueva York, por un lado, mantiene su forma histórica como referente espacial y cultural (multicultural) del capitalismo financiero. Y por otro lado, esta posición en la geografía histórica del capitalismo, está en la base de su transformación en arquetipo de una ciudad de inconformes, es decir, uno de los lugares centrales desde los cuales en la revolución urbana del siglo veintiuno, la experiencia urbana comienza a perfilar una respuesta social al capitalismo [3].

La ciudad multicultural y las geografías de la diferencia.

En la historia del fenómeno urbano, y en particular, en las ciudades industriales del llamado capitalismo desarrollado, las diferencias culturales como resultado del influjo de fuerza de trabajo inmigrante han jugado siempre un papel clave en el desarrollo espacial desigual, un proceso que Harvey (1996) refiere ya en su análisis de las geografías de la diferencia [4]. La re-funcionalización de estas ciudades (Nueva York, Londres, París) en el capitalismo postindustrial dio pie a su transformación en ciudades multiculturales.

El concepto surge en las décadas de 1950 y 1960 en un principio para dar cuenta de la progresiva diversidad cultural (étnica, racial, religiosa, etcétera) que experimentaron dichas ciudades. Sin embargo, Mellington (2011) plantea que a partir de la década de 1970, la ciudad multicultural refiere a propuestas más institucionalizadas de ‘gestión’ de las diferencias culturales, no sólo para enfrentar el impacto demográfico, social y cultural de los flujos migratorios, sino particularmente, la necesidad de ‘inclusión’ de esta mano de obra inmigrante en la ciudad [5].

En la solución de estas necesidades el carácter multicultural de la ciudad se ha vuelto cada vez más un punto de tensión, particularmente en ciudades como Nueva York, como resultado de su centralidad en la economía global. Por ejemplo, a partir de los años 1990, su perfil demográfico y racial se vuelto más problemático en la convivencia de una población nativa predominantemente blanca, y una minoría inmigrante, multiétnica y multirracial. Este tipo de tensiones se relaciona directamente con el derecho a la ciudad, señalan otros autores, al promover respuestas nacionalistas, racistas, o fundamentalistas locales de rechazo a las comunidades de inmigrantes, y esta tensión redefine este derecho a través de la lucha política [6].

Por otro lado, el reposicionamiento de estas ciudades como ‘ciudades globales’ [7] está generando nuevas tensiones. El impacto de los procesos de gentrificación, securitización, y turistificación entre otros, por medio de los cuales se busca revitalizar (refuncionalizar) las áreas urbanas centrales, está desplazando y segregando hacia la periferia a las minorías multiétnicas y multirraciales que históricamente las han habitado, sobre todo a los trabajadores inmigrantes [8]. El regreso de las clases medias suburbanas a estas áreas como sitios de habitación y reproducción social es una de las mayores fuente de tensión y conflicto en las últimas décadas. Es en este contexto que, como apunta Mellington, dinámicas urbanas que son esencialmente de origen económico, se traducen y reinterpretan en términos raciales y culturales invocando el imaginario de la ciudad multicultural como respuesta [9].

De lo anterior, puede concluirse que la ciudad multicultural no puede comprenderse abstraída de la forma en que las diferencias culturales se articulan en la compleja dinámica de las geografías (urbanas) de la diferencia, geografías que fundamentalmente tienen que ver con la movilidad de la fuerza de trabajo en aquellas ciudades que dinamizan la geografía histórica del capitalismo a partir del siglo veinte. En un sentido amplio, la ciudad multicultural es pues un concepto que contribuye a comprender al carácter histórico de esta reconfiguración de la ciudad contemporánea.

La naturaleza de dicha reconfiguración no es inmutable sino invariablemente práctica. Es decir, refiere, como señala Lefebvre, el nivel concreto de las fuerzas económicas, sociales y políticas que producen la ciudad [10]. Bajo esta óptica, y como se plantea a continuación para el caso de Nueva York, la existencia de la ciudad multicultural como realidad concreta permite también problematizar la forma en que las diferencias culturales al ser fuerzas sociales (históricas) que intervienen en la producción de la ciudad, son así mismo fuerzas de transformación social, y como demuestra OWS, configuran a través de la experiencia de la protesta, una alternativa distinta sobre el futuro y función de la ciudad.

Ocupa Wall Street

El 17 de septiembre de 2011 surge Ocupa Wall Street en la ciudad de Nueva York. La experiencia es significativa por varias razones, entre ellas: 1) su perspectiva de clase y su crítica moral a la injusta distribución del ingreso y la riqueza consecuencia de la implementación de políticas de libre mercado y la desregulación de la economía. Este reclamo fue acuñado en la frase “We are the 99%” (en español, “Somos el 99%”), uno de los elementos que contribuyó a darle mayor visibilidad y ganar simpatizantes en distintas partes del mundo [11]. 2) Por resignificar el plantón como estrategia de protesta y movilización relevante en la ciudad contemporánea, y con ello, integrar esta forma histórica de uso y apropiación del espacio público en la disputa más amplia por el derecho a la ciudad, entendida como el derecho a participar en su construcción social. 3) La notable participación que tuvieron los inmigrantes latinoamericanos.

Bajo la visión que aquí se ha discutido de las ciudades multiculturales, es de particular importancia destacar la participación de los inmigrantes latinoamericanos como una experiencia que añade un significado práctico al proceso de reconfiguración de las diferencias culturales en la ciudad de Nueva York, al reforzar una vez más su presencia como una comunidad que demanda derechos no sólo como habitantes de los barrios marginales sino como trabajadores [12]. Dicha participación fue notable a través de una serie de movilizaciones que incluyen la organización de OWS-en-Español, OWS Latinoamérica, la “Protesta de las Mujeres Inmigrantes”, la Marcha “Los Inmigrantes ocupan Wall Street”, y de manera culminante, la conmemoración del Día Internacional del Trabajo el 1 de mayo de 2012 entre los inmigrantes, OWS, y los sindicatos locales [13].

En la protesta, los inmigrantes latinoamericanos reclamaron derechos como parte de ese  “nuevo” proletariado urbano multicultural y multiétnico que ha llegado a la ciudad producto de la expulsión de millones de trabajadores a lo largo de tres décadas de neoliberalismo en América Latina [14]. Y también lo hicieron como habitantes de una ciudad cuya geografía está marcada por la profundización de la desigualdad social, la precarización del trabajo asalariado inmigrante, la violencia, la deportación y la criminalización de la migración, la agudización del racismo, la discriminación y la segregación racial y espacial.

La participación de los trabajadores inmigrantes latinoamericanos por otro lado, hizo de la ciudad de Nueva York el lugar central de disputa en torno al problema de la justicia social (espacial) y el derecho a la ciudad. En sus calles emergió la pregunta ¿quién cuenta como parte de la ciudad?, una pregunta añeja en las disputas por el derecho a la ciudad, como ya lo planteara Lefebvre [15]. Los trabajadores inmigrantes latinoamericanos irrumpieron en el corazón financiero del capitalismo para integrarse a la disputa de la misma sociedad estadunidense blanca, y de clase media, por definir el futuro de la ciudad y sus habitantes, y con ello reivindicar su derecho a habitarla, a producirla en su realidad material y simbólica; en fin, su derecho a pertenecer a la ciudad.

Ahora bien, para el caso neoyorquino el encuentro de viejas y nuevas experiencias organizativas y de participación política tanto de los inmigrantes como de los activistas de OWS contribuyeron a resignificar el carácter multicultural de la ciudad como un referente global para la protesta, y con ello aportan elementos iniciales para repensar la ciudad de Nueva York como una ciudad de inconformes, es decir, uno de los lugares centrales desde los cuales la experiencia urbana comienza a perfilar una respuesta social al capitalismo. Entre estos elementos:

  • La concurrencia de los inmigrantes latinoamericanos y OWS en términos de la utilización y reapropiación de los espacios públicos y calles para movilizar ideas para la lucha política y la movilización popular en torno a demandas de justicia social (solidaridad, cooperación, igualdad, y dignidad para todos los seres humanos).
  • La continuidad histórica que conecta la movilización de OWS con las marchas de los inmigrantes en 2006.
  • El intercambio de ideas, repertorios y estrategias de lucha entre los inmigrantes y OWS, y su coincidencia en identificar un ‘enemigo’ común de clase para la movilización popular.
  • La visibilidad de los inmigrantes -en su heterogeneidad geográfica, económica, cultural, racial y generacional- como un sujeto político demandante de derechos en la ciudad [16].

La narrativa visual de la protesta

El concepto de ciudades de inconformes, que aquí se propone como posibilidad para pensar las relaciones entre la ciudad multicultural y la protesta urbana, se expone a la vez como un medio de avanzar en la reflexión sobre el uso de metodologías visuales para la investigación social [17]. En este sentido, en esta narrativa de la experiencia de OWS, existe pues un interés de reafirmar el uso de la fotografía, no como una opción o complemento del texto, sino como una ‘narrativa fotográfica’ en sí misma. La narrativa fotográfica, propone Berger (1982), constituye un ‘acto de imaginación’, un acto creativo capaz de ‘contar’ –comunicar y compartir– una historia socialmente significativa. Con esta motivación, y como se ejemplifica a través del ensayo fotográfico que aquí se incluye, se propone el uso de la narrativa fotográfica como una herramienta reflexiva que contribuya en términos más amplios a reconstruir y comunicar la memoria social de los movimientos sociales.

En esta búsqueda inicial de construir esta otra narrativa en la que texto e imagen ‘colaboren’ o concurran en los mismos términos, surgen sin duda otro tipo de preguntas igualmente pertinentes pero más complejas e imposibles de responder en este ensayo. Por ejemplo, ¿qué ideas, valores y sentidos propone esta narrativa respecto a la construcción de la memoria social a partir de la especificidad histórica y geográfica de los movimientos sociales? De la misma manera arroja otra pregunta que obliga a pensar sobre las debilidades propias de la experiencia: si la narrativa fotográfica es capaz de ‘contar’ una historia socialmente significativa, ¿cómo podemos desde la academia y la investigación comunicarla y compartirla para que ésta sea socialmente relevante para los movimientos sociales?

Estas preguntas permanecen en este ensayo todavía como preguntas abiertas. No obstante y en ese sentido, la propuesta de conceptualizar y mejor dicho, crear una narrativa fotográfica que permita por así decirlo, ‘visualizar’ las ciudades de inconformes, constituye un acto de reflexión fundamental no como experiencia subjetiva, sino como una experiencia colectiva (en el acto mismo de mirar) de construcción política de la memoria social. Con este objetivo, el presente ensayo fotográfico sobre la experiencia de OWS en la ciudad de Nueva York, deliberadamente omite los pies de foto que registran las referencias a lugares, personajes o fechas [18]. En su lugar, se propone una secuencia narrativa que evoca momentos, actores, emociones, prácticas, y lugares donde tuvieron lugar las movilizaciones y protestas de OWS. También intencionalmente se omite todo intento de descripción. El ensayo fotográfico no pretende ilustrar lo dicho hasta aquí, sino intenta utilizar el lenguaje visual para provocar la reflexión sobre cómo los movimientos sociales en la experiencia urbana de la protesta imaginan un futuro distinto y posible para las ciudades.

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Un nuevo rompecabezas

Aquí se han propuesto diferentes elementos teóricos y metodológicos que enfocan la relación entre la ciudad y la protesta, reflexiones que proponen repensar las ciudades multiculturales, y eventualmente, ‘visualizarlas’ bajo una nueva óptica: el concepto de ciudades de inconformes. La ciudad de Nueva York es una de estas ciudades de inconformes, un espacio en conflicto, un territorio en disputa donde las diferencias culturales se resignifican y reterritorializan a través de la protesta urbana. En este caso, las protestas responden a la profundización de una crisis estructural sostenida del capitalismo desde la década de 1970, y del agravamiento de las desigualdades sociales y de clase agudizados con el nuevo periodo de crisis que inicia en 2008. En 2011, el momentum creado por OWS, abrió una ventana histórica en la que dos culturas políticas diferentes (con sus ideologías y subjetividades) ‘ocuparon’ por así decirlo, la misma ventana histórico-geográfica imaginando en la ciudad alternativas de cambio y transformación social alrededor de ideas como la solidaridad, la cooperación, la igualdad, y la necesidad de una revolución social.

En este sentido, la ciudad multicultural como experiencia histórica permite concluir a partir de experiencias concretas (como es el caso neoyorquino), que la resignificación de estas ciudades como ciudades de inconformes es parte inherente del proceso de revolución urbana de la que habló Lefebvre. Y que las nuevas geografías de la protesta urbana en el siglo veintiuno se están también configurando en torno a batallas por la justicia espacial y el derecho a la ciudad.

En este proceso las geografías de la diferencia definidas por Harvey actúan como una fuente de tensión en la ciudad para reproducirla como una ciudad de inconformes: un lugar central para la protesta, un espacio desigual, una forma distinta de construir la ciudad, de habitarla, y de inscribir la protesta y lucha de clases en la experiencia urbana. El concepto propone pues una posibilidad de explorar las ideas y prácticas que permiten que protestas urbanas ocurriendo en distintos contextos geográficos, concurran en una noción compartida de justicia social. En última instancia, las ciudades de inconformes -como concepto y como experiencia histórica, contribuyen a repensar la ciudad, como forma espacial y como producción social. Y asimismo, iluminan la forma en que la lucha por la justicia social, como una demanda que busca transformar la realidad social, transforma la experiencia urbana, y la ciudad misma.

Referencias Bibliográficas

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Keith, M. (2005). After the Cosmopolitan?: Multicultural cities and the Future of Racism. London, New York: Routledge.

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Mellington, G. (2011). Race, culture and the right to the city. Centers, peripheries, margins. New York: Palgrave Macmillan.

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Villegas Delgado, C.  (2015). That’s how the light gets in”. The Story of a Conspicuous Dialogue to Crack Capitalism in the 21st century. Working U.S.A. The Journal of Labor and Society. En prensa.

Artículo recibido el 17 de octubre de 2015, y aprobado el 05 de abril de 2016.

Claudia Villegas Delgado es egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México, y Doctora en geografía por Rutgers, the State University of New Jersey. Ha sido profesora en Rutgers, The State University of New Jersey, the City University of New York, y Seton Hall University en Estados Unidos, y de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se ha especializado en temas como: movimientos sociales; migración mexicana a Estados Unidos; desigualdad socio-espacial en la ciudad contemporánea, y el Derecho a la Ciudad; y metodologías visuales para la investigación social.

[1] El término refiere el “conjunto de transformaciones que se producen en la sociedad contemporánea para marcar el paso del período en el que predominan los problemas de crecimiento y de industrialización (modelo, planificación, programación) a aquel otro en el que predominará la problemática urbana, y donde la búsqueda de soluciones y modelos propios a la sociedad urbana pasará a primer plano” (p.12).

[2] La idea de la revolución urbana era muy provocadora al sugerir que el cambio social surgiría en las ciudades, como respuesta a la crisis que en ese momento enfrentaba el capitalismo en su transición al período postindustrial industrial y en su tendencia a la homogenización del espacio. Ibid.: 153.

[3] Este trabajo comparte resultados de una investigación en curso de la autora sobre movimientos sociales y apropiación del espacio urbano, la cual utiliza metodologías cualitativas que combinan historia oral, investigación hemerográfica y de archivo, métodos visuales, recopilación de datos etnográficos, y recorridos de campo en la ciudad de Nueva York en el otoño de 2011 y primavera de 2012. La investigación forma parte del proyecto Contested Cities: Contested Spatialities of Urban neoliberalism Dialogues between emerging spaces of citizenship in Europe and Latin America (FP7- PEOPLE- PIRSES-GA-2012-318944), financiado por la Unión Europea. Se basa en metodologías cualitativas que combinan historia oral, métodos visuales, recopilación de datos etnográficos, y recorridos de campo en la ciudad de Nueva York en el otoño de 2011 y primavera de 2012.

[4] El autor plantea el entendimiento de estas diferencias como relaciones de poder producidas a través de la acción social, y al significado que éstas adquieren en lugares y circunstancias específicas alude a la reconfiguración geográfica de los lugares, de sus prácticas materiales y de los referentes (representaciones) que dan sentido a la vida social (espacio, tiempo, lugar, naturaleza). Véase p. 241.

[5] La aplicación del concepto tuvo resonancia en temas como gobernabilidad, ciudadanía, políticas migratorias, acceso y distribución de la vivienda, segregación, planeación urbana, y el resurgimiento de los nacionalismos, entre otros. Véase también Amin (2002); Keith (2005); Binnie (2006); Davies y Imbroscio (2010) y Van Leeuwen (2010).

[6] Véase Anthias y Yuval-Davis (1992), Hage (1998); Dikeç (2001).

[7] De acuerdo con Sassen (2005), ciudades que se caracterizan por el control de la economía y la riqueza global, frente a la polarización ocupacional y la marginalización que experimenta la mayoría de su población.

[8] Este proceso fue analizado inicialmente por Smith (1996), quien refiriera la dinámica urbana ‘revanchista’ de las clases medias en el proceso de gentrificación en la ciudad de Nueva York en la década de 1980.

[9] Ibid.: xxi.

[10] Ibid.

[11] El lema alude a los niveles de polarización y desigualdad entre el 1% de la población que concentra el ingreso y la riqueza en el mundo, y el 99% que no, y que como millones de estadunidenses enfrenta un acceso cada vez más restringido a servicios sociales, deudas hipotecarias y bancarias impagables, desempleo, y la pauperización generalizada de su nivel y calidad de vida.

[12] Las “Marchas de los Inmigrantes” en 2006, constituyen de hecho la primera protesta multitudinaria y multiétnica a la negación y la falta de derechos sociales y laborales para los trabajadores inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, y así mismo registran el momento fundacional del movimiento inmigrante contemporáneo en ese país.

[13] Estos eventos fueron objeto de una investigación más amplia realizada por la autora en colaboración con el Instituto de Estudios Anarquistas en Estados Unidos, la cual enfoca la contribución política, social y cultural de los inmigrantes latinoamericanos a OWS. Véase Villegas (2015).

[14] Una masa que incorpora a la diversidad de sus distintos países de origen, su composición de clase como obreros y campesinos, su componente étnico como mestizos e indígenas, y su condición laboral como trabajadores indocumentados. González (2011), y Hernández (2014) han analizado desde el periodismo y la antropología respectivamente, el proceso y los efectos de esta proletarización de largo plazo.

[15] Ibid.

[16] Estos elementos, recuperados de la investigación previa de la autora sobre OWS,  evidencian además la continuidad de una formación política y activismo trasnacional, particularmente entre las mujeres inmigrantes, en torno al apoyo a la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en México. Véase Villegas (2015).

[17] Este objetivo es compartido a través del trabajo de investigación de la Red Contested_Cities, en el cual la autora es miembro activo del grupo de Metodologías y Lenguajes Visuales.

[18] El material fotográfico que integra este ensayo ha sido producido por la autora, y forma parte de un archivo más amplio recopilado durante más de una década de hacer investigación sobre movimientos sociales en Estados Unidos y México.