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20/07/2014

De ciudades, universidades y vida urbana/

El caso de Talca

Ricardo Greene

Editorial (revista) | Revista

Talca cuenta con una enorme oferta en educación superior, con instituciones públicas y privadas, tradicionales y nuevas, técnicas y profesionales que movilizan a decenas de miles de personas cada día. Los estudiantes universitarios conforman casi el 10% de la población, cifra a la que hay que sumarle profesores, administrativos, funcionarios, proveedores de servicios e invitados nacionales e internacionales que, en su conjunto, hacen circular recursos, capital humano, ideas y proyectos. Pese a ello, y por sorprendente que parezca, la ciudad no está preparada para la vida universitaria e incluso podríamos decir que la rechaza. Un paseo por sus calles es elocuente: casi no hay fotocopiadoras, cibercafés ni librerías, menos una donde conseguir textos especializados; la Biblioteca Regional lleva cuatro años inhabilitada y no hay museos, galerías de arte o cine-clubes. De bares, sólo un puñado, así como tampoco asociaciones que logren convocar a desconocidos con intereses en común.

Es evidente que las universidades no han mostrado mayor interés por el territorio que las rodea, y prueba de ello es que las grandes instituciones de la ciudad, la Universidad de Talca y la U. Católica del Maule, se han instalado en los bordes y no acuden a ella más que para organizar conferencias puntuales, prácticas estudiantiles o campos clínicos. La gran excepción son sus Centros de Extensión, localizados ambos en pleno centro; iniciativas loables pero insuficientes ante una comunidad universitaria alejada y una población urbana que, aunque cerca espacialmente, no se siente parte de dichos espacios. Es lamentable ver cómo lugares de tanta calidad, que trabajan duro por mantener una buena programación, no logran convocar más que a un puñado de personas para sus actividades, y que otras instituciones emblemáticas como el Teatro Regional y la Radio de la UTAL no sean aún plataformas participativas, conectadas con la ciudadanía [1].

Fig. 1: Localización de las tres mayores universidades de Talca. Fuente: Confección propia.

Fig. 1: Localización de las tres mayores universidades de Talca. Fuente: Confección propia.

La apertura de un gran número de universidades privadas en Talca es, por otro lado, algo positivo, ya que con ellas ha llegado infraestructura, recursos, estudiantes y docentes, pero el que sean todas sedes regionales de universidades nacionales minimiza sus beneficios. Son instituciones que no se han comprometido activamente con su entorno local; dicho de otro modo, no se han constituido como instituciones anclas, “asociándose a otros actores, públicos y privados, para constituir comunidades y resolver en conjunto los desafíos que enfrentan” (Perry, D. y C. Menendez, 2010: 5). Un signo de esto es que las utilidades que generan no son re-invertidas localmente sino transferidas a su sede central, replicando el mismo fenómeno que ha ocurrido con farmacias, almacenes, ferreterías y grandes tiendas, que han pasando de un capitalismo empresarial local, de pequeña escala, a uno corporativista volátil de gran envergadura [2].

Las universidades tradicionales lo hacen un poco mejor y han creado iniciativas valorables, como las intervenciones de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca o el trabajo con dirigentes vecinales del CEUT (UCM/Surmaule), pero falta que el compromiso con la sociedad se traduzca en acciones más específicas de compromiso con la ciudad. Podrían, por ejemplo, abrir a la comunidad guarderías y crear programas infantiles para horarios fuera de la escuela, ofrecer ayuda a ONGs territoriales, generar bolsas de trabajo por barrios, dar apoyo a negocios locales en barrios prioritarios, crear medios de comunicación participativos, fomentar y difundir programas de reciclaje y sustentabilidad, fortalecer programas de transferencia tecnológica, trabajar en regeneración urbana y seguridad ciudadana, invertir en equipamiento y mejoramiento del espacio público, etc. Al embarcarse en estas tareas, no sólo estarían contribuyendo a mejorar su entorno sino también a “ampliar la enseñanza de sus alumnos, mejorar los barrios y áreas de la ciudad, fortalecer a otras instituciones ancla y colaborar al progreso de la sociedad en su conjunto” (Weber, H. y E. Karlström, 2005: 4). Volver la ciudad más atractiva, además, podría evitar la actual fuga de cerebros y atraer capital humano avanzado a la región. Porque si algo nos han enseñado los ranking de competitividad urbana, es que las ciudades logran convocar profesionales cuando cuentan con una buena vida urbana, animada y diversa, y al contrario, espacios urbanos descuidados perjudican no sólo la calidad de vida local sino también el desempeño y valoración de las universidades (Musil, J. 1998).

Lo que hay es esto: Las universidades, cualquier universidad, debiera preguntarse constantemente por las consecuencias de la relación que establece con su entorno, sea que siga un modelo de campus periférico -aislado de la ciudad y auto-contenido-, de campus urbano concentrado -aislado funcionalmente pero integrado espacialmente- o de campus urbano disperso -abierto e integrado a la ciudad (Bellet, 2011). Para el caso de Talca, cabe preguntase: ¿sigue siendo el campus urbano concentrado la mejor manera de relacionarse con la ciudad? ¿Es adecuado seguir con él? ¿Cuáles son sus repercusiones en el contexto local y cuáles las posibilidades y consecuencias que tendría modificarlo? Preguntas relevantes, especialmente en miras a una Reforma Educacional que posiblemente ampliará el número de estudiantes y cambiará el escenario actual. Quizás, como dice Indovina, llegó el momento de asumir que «más que una universidad alojada en la ciudad, [la universidad] debe ser parte constituyente de la estructura, la forma y el funcionamiento de la comunidad urbana» (2000: 38). Para Talca, como para muchas ciudades, esta petición cobra aún más sentido si se tiene en cuenta que las universidades son actores clave del mercado inmobiliario –controlan grandes paños de tierra- y unas de las principales empleadoras de la ciudad, y “su bienestar está atado inexorablemente al bienestar de la comunidad que la rodea” (Amborski, 2005) [3].

Fig. 2: Entrada al Campus de la Universidad de Talca. Foto: Francisco Stecher.

Fig. 2: Entrada al Campus de la Universidad de Talca. Foto: Francisco Stecher.

Por lo demás, para una ciudad como esta, cuyo centro se encuentra bastante deteriorado por la obsolescencia funcional y el terremoto de 2010, el compromiso activo de las universidades puede ser clave para lograr la revitalización del tejido urbano. Algunos casos interesantes en esta línea son los de Getafe, donde se recuperaron los antiguos cuarteles militares y algunos edificios del barrio industrial para convertirlos en sede de la universidad, o lo que se hizo con la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, recuperada como sede central de la universidad del mismo nombre. El caso de Aviñón es aún más directo, ya que la Universidad recuperó el Hospital Santa Marta en 1997 no sólo buscando oportunidades inmobiliarias sino con el objetivo expreso de reactivar el centro de la ciudad.

Yendo más allá de la transformación funcional, quizás el caso más emblemático sea el de la Universidad de Ohio, la que en conjunto con el Gobierno de la Ciudad de Columbus creó en 1995 el programa “Campus Partners for Community Redevelopment”, destinado a revitalizar las áreas urbanas del barrio universitario. En casi veinte años han reconvertido viviendas, cerrado negocios que atraían crimen, mejorado la infraestructura y los parques públicos y aumentado la heterogeneidad social sin expulsar a las poblaciones de menores recursos. Una tarea de ese magnitud, como puede esperarse, es algo que una universidad no puede ni tiene sentido que haga por si sola, y más que ser el único ejecutor o convertirse en corredor de propiedades, la experiencia señala que estas deben cumplir un rol de liderazgo, coordinando a los distintos actores presentes en el territorio con experticia y visión, conduciendo las dinámicas urbanas (Cummings, 2005).

Fig. 2: Bosquejo para la remodelación del Weiland Park, proyecto emblemático del.

Fig. 3: Bosquejo para la remodelación del Weinland Park, proyecto emblemático del Campus Partners.

Además de las universidades, otros actores sociales han brillado por su falta de visión estratégica. Por un lado, instituciones políticas como el Municipio, la Intendencia y la Gobernación, quienes podrían aprovechar el escenario estudiantil para generar un nuevo imaginario urbano y enriquecer la vida de la ciudad. El sector económico, por otro lado, tampoco ha buscado beneficiarse de las oportunidades que brinda esta población flotante: no le ha ofrecido una dotación de productos y servicios acordes ni tampoco ha generado mecanismos fluidos para incorporar a sus procedimientos el conocimiento que pueden generar –aunque no siempre lo hagan- las universidades. Ambos actores, instituciones públicas y pequeños y grandes empresarios, podrían fortalecerse en tecnología, innovación y gestión si entraran en una relación más simbiótica con los centros de estudio (Smilor et. al, 1993).

Otro de los factores que ha impedido la transformación de Talca en una ciudad universitaria es el tipo de alumnos que estudia en la ciudad. Atraídos desde toda la región e incluso desde las vecinas, quienes vienen a Talca dependen económicamente de sus familias y no cuentan con mayores recursos para consumir o divertirse. Más aún, cada fin de semana vuelven a casa, lejos de la ciudad, por lo que los viernes por la tarde, cuando Talca podría bullir con jóvenes y adultos conversando, caminando, discutiendo y bebiendo, lo único que realmente bulle es el terminal de buses inter-rural. Hasta el lunes, las calles se ven parcialmente vacías y con un uso casi puramente comercial; en vez de ser escenario donde compartir, crear y expresar, se reducen a ser ejes que conectan tiendas, malls y outlets, algo que los mismos habitantes de la ciudad resienten, como revela un estudio sobre identidad maulina: “Los actores de lo urbano perciben que las ciudades son espacios que no favorecen la integración, el encuentro y la relación entre grupos de distintos niveles socioeconómicos” (Gobierno Regional, 2010: 36-37).

Esta no es, en todo caso, una condición particular de Talca sino que se repite en ciudades pequeñas alrededor del mundo. Dubet, por ejemplo, describe para Francia una escena similar [4]:

“El 73% de los estudiantes de Dijon vuelven todos los fines de semana con sus familias, y el 13% lo hace cada quince días. (…) Ocurre a veces, como en el caso de Burdeos, que las ciudades universitarias se vacían el jueves por la tarde y sólo permanecen en el centro los estudiantes extranjeros, a quienes embarga una sensación de cautividad” (2006: 100).

Según datos proporcionados por la Universidad de Talca, los pocos estudiantes extranjeros que viven en la ciudad pasan sus fines de semana en Santiago o conociendo otras localidades de Chile y “no tienen mayor interés por quedarse en Talca, al que encuentran aburrido” [5]. Por otro lado, el mismo Dubet afirma que, en Francia, el 65% de los estudiantes que viven con sus familias no sienten ninguna prisa por marcharse. A las comodidades materiales, superiores a las que acceden al vivir solos, se suman las emocionales: vivir con sus padres les aporta autonomía y sensación de seguridad. Esto es un poco menos cierto para familias de bajos recursos, que suelen estar organizadas de modo más jerárquico y autoritario. En zonas rurales, además, la comodidad de vivir con la familia y estudiar en la ciudad se va aminorando a medida que los jóvenes van pasando por un proceso de aculturación: sus tareas van siendo cada vez más incomprensibles por sus pares, lo que los aleja de ellos de modo progresivo y con algo de ruptura (2006: 99).

En Talca este fenómeno podría trabajarse a través de un plan estratégico, conjunto, de desarrollo socio-espacial de la ciudad. Si, por ejemplo, se construyeran residencias para estudiantes en el centro, trabajando esta transición de modo benéfico para las familias y la ciudad. Incluso podría pensarse en un programa parecido a los kot-à-projet desarrollados por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Estas son un tipo de habitación compartida entre seis y doce alumnos, quienes durante un año se embarcan en un proyecto filantrópico con la comunidad. Por ejemplo, generando conciencia pública sobre el cuidado del medioambiente, organizando un evento cultural o asistiendo a personas con discapacidad. Estas tareas contribuyen también robustecer la confianza entre los distintos actores sociales.

Además de las residencias, una asociación entre distintos actores podría apuntar a mejorar los espacios de sociabilidad en las universidades y sus alrededores, lugares como cafés, bares, mesas de trabajo y salas de estar; trasladar también algunas facultades al centro y mejorar la infraestructura urbana con mayor conectividad, ciclovías y parques urbanos; disponer el espacio público para intervenciones ciudadanas y generar puestos de trabajo adecuados a las capacidades y tiempos de los estudiantes. Acciones como estas podrían fundar un nuevo tipo de relación entre la universidad y su entorno.

Se requiere, por tanto, un doble movimiento: primero, las universidades debieran comenzar a ver en la vinculación con la ciudad un valor, pero yendo más allá de la asesoría a proyectos puntuales o la solución de problemas específicos; las universidades son mucho más que cursos, currículos y salas de clase, son también las ideas que se enseñan, cuestionan y producen; la innovación, el no quedarse quieto y no dar nunca nada por sentado. Lo propiamente urbano, en su heterogeneidad y multiplicidad de funciones, ofrece un escenario único para ellas.

La segunda parte del movimiento involucra a los actores políticos, económicos y civiles de Talca, quienes debieran ver el valor de habitar una ciudad universitaria; para ello, es necesario que se entusiasmen primero con la idea de contar con una vida universitaria, que se cuele por sus esquinas y rincones y motive a pensar desde el encuentro fortuito, el caos y la cálida extrañeza. No deja de llamar la atención, por ejemplo, que en Talca, con un centro histórico dañado y despoblado, se hayan limitado las patentes de boites y alcohol, y que el mismo municipio haya liderado una iniciativa para cerrar algunos de los locales emblemáticos. Recuerdo haber leído, en una interesante columna de Rodrigo Díaz, que uno de los grandes patrimonios de Boston son los 2,5 kilómetros de bares que separan a Harvard del MIT. Es en esas mesas –dice-, tomando café o cerveza y conversando alegremente, que han surgido algunas de las mejores ideas de los últimos cien años; lugares de mesas cojas y vasos a medio llenar que cultivan proyectos desquiciados y teorías revolucionarias. Y aunque si bien es probable que muchas de esas ideas y proyectos no sobrevivan la noche, algunas quedan, flotan y luego cambian el mundo; y las que no, al menos sirven para alimentar la imaginación.

Recuerdo que en una ocasión fui al Servicio Nacional de Turismo de la Región del Maule, en el centro de Talca, y pregunté por actividades y lugares a visitar en la ciudad. La mujer que me atendía, muy amable, desplegó mapas y me habló de la cordillera y del mar, de las viñas y casonas rurales, del tren a Constitución y las caletas del Maule. Ninguna de esas referencias fue urbana, lo que confirma que Talca, tanto desde el sector público como del privado, no se piensa ni valora como ciudad sino sólo como depositario de dos únicos atributos: uno, ser sede de una pujante industria agrícola y vitivinícola; y dos, ser el acervo tradicional del país, custodio de sus raíces y fiel defensor de eso que llamamos “identidad chilena”. La importancia de la Fiesta del Patrimonio, la Feria del Folclor, la Muerte del Chancho, la Fiesta de la Vendimia y las fondas del Río Claro dan cuenta de ello y reproducen dichos imaginarios. La ciudad, sin embargo, como todas las ciudades, es mucho más variada que eso, albergando otras prácticas, comunidades y discursos que también debieran ser reconocidos como parte de la trama urbana, siendo la vida estudiantil una primordial. Tenemos aquí una gran oportunidad que no podemos seguir desperdiciando. Es hora de pensar la ciudad como algo más que huasos, banderas y animales muertos.

 

Fig. 3: Calle Uno Norte, arteria principal del comercio talquino, un domingo a mediodía. Fuente: Ricardo Greene.

Fig. 4: Calle Uno Sur, arteria principal del comercio talquino, un domingo a mediodía.

Fig. 4: Inauguración de la Fiesta del Chancho en Talca, 2013.

Fig. 5: Inauguración de la Fiesta del Chancho en Talca, 2013.

Fig. 5: Plaza de Armas de Talca un sábado por la mañana.

Fig. 6: Plaza de Armas de Talca un sábado por la mañana.

Referencias Bibliográficas

Amborski, D. (2005) «Ryerson University and Toronto’s Dundas Square Metropolis Project». En Perry, D. y W. Wiewel (Eds.) The University as urban developer: Case studies and analysis. New York: M. E. Sharpe.

Bender, T. (1998) «Scholarship, local life, and the necessity of worldliness». En Van der Wusten, H. (ed.) The Urban University and its Identity. Roots, Locations, Roles. Dordrecht: Kluwer Academic Publishers, 17-28.

Bellet, C. (2011) “La inserción de la universidad en la estructura y forma urbana. El caso de la Universitat de Lleida”. En Scripta Nova, Vol. XV, núm. 381.

Benneworth, P. y L. Humphrey (2013). «Universities’ Perspectives on Community Engagement». En Benneworth, P. University engagement with socially excluded communities. New York: Springer.

Cummings, S. et. al. (2005) «University Involvement in Downtown Revitalization: Managing Political and Financial Risks». En Perry, D. y W. Wiewel (Eds.) The University as urban developer: Case studies and analysis. New York: M. E. Sharpe.

Dubet, F. (2000) «Jóvenes y estudiantes». En Bellet, C. y J. Ganau (Eds.) Ciudad y universidad. Ciudades universitarias y campos urbanos. Lleida: Editorial Milenio.

Gobierno Regional del Maule (2010). Identidad e identidades del Maule. Claves para imaginar el desarrollo regional. Talca: Gobierno Regional.

Musil. J. (1998) «The world of Arts and the University». En Van der Wusten, H. (ed.) The Urban University and its Identity. Roots, Locations, Roles. Dordrecht: Kluwer Academic Publishers, 17-28.

Perry, D. y C. Menendez (). Urban Universities As Anchor Institutions: A Report of National Data and Survey Findings. Washington: Coalition of Urban Serving Universities.

Perry, D. y W. Wiewel (2005). «Ivory Towers No More: Academic Bricks and Sticks». En Perry, D. y W. Wiewel (Eds.) The University as urban developer: Case studies and analysis. New York: M. E. Sharpe.

Robson, B. Deas, I., Topham, N. y J. Twomey (1995) The Economic and Social Impact of Greater Manchester’s Universities. Salford University Business Services Ltd.

Turner, P. (1984) Campus. An American Planning Tradition. Cambridge, Massachusetts: The MIT Press.

Van der Wusten, H. (2000) «La universidad global y la comunidad académica imaginada». En Bellet, C. y J. Ganau (Eds.). Ciudad y universidad. Ciudades universitarias y campos urbanos. Lleida: Editorial Milenio.

Weber, H. y E. Karlström (2005) Why Community Investment Is Goodfor Nonprofit Anchor Institutions: Understanding Costs, Benefits, and the Range of Strategic Options. Chicago: University of Chicago.

* Ricardo Greene es académico UCM, Director de Revista Bifurcaciones y Coordinador de «Esto No es Talca».

[1] Para seguir el debate sobre la relación entre universidades e industrias culturales recomiendo Hall, P. (2000) “Cycles of creativity”. En Chronicle, Amsterdam/Maastricht, Summer University, 15-16; y Bender, T. (1998) “Scholarship, local life, and the necessity of worldliness”. En Van der Wusten, H. (ed.) The Urban University. Roots, Locations, Roles. Dordrecht: Kluwer Academic Publishers, 17-28.

[2] Incluso podríamos decir que las pocas veces que invierten en la ciudad lo hacen con fines de lucro y en desmedro de la población, como bien ha denunciado CIPER para el grupo que controla la Universidad Santo Tomás y la especulación inmobiliaria que ejecutó post-terremoto en Talca. Por otro lado, un caso híbrido es el de la Universidad de Talca, institución pública regional que desde 2005 ha abierto dos campus en Santiago, compitiendo con otras instituciones públicas de la capital en vez de reinvertir localmente.

[3] Las universidades podrían comenzar por ofrecerse a pagar algún tipo de impuesto territorial, fortaleciendo el trabajo de los gobiernos locales.

[4] Es evidente que este estudio, realizado en Francia, no puede explicar ni anticipar lo que sucede en Chile, pero abre un camino de reflexión y posibilidades de estudio.

[5] En entrevista con Alejandra Villarroel, coordinadora del Departamento de Lengua Española de la Universidad, una de las receptoras de estudiantes de intercambio internacional.