RB: En nuestro primer número publicamos un artículo de Richard Sennett, “Planta ortogonal y ética protestante”, donde se discute algo similar pero a nivel de ciudad.
HC: Ese artículo yo lo cito mucho, me parece interesante, pero también tiene cosas… Hay muchas cosas que Sennett asocia a la ética protestante, pero que también ocurren aquí, y en otras partes; él escribe desde una perspectiva muy sugestiva, pero sin una buena base histórica. Creo que carece de una perspectiva comparativa.
Algo similar, en todo caso, está pasando ahora con la geografía, en términos de que ya no se estudia historia, lo cual es muy grave. Lo mismo sucede con los antropólogos: son un peligro público, porque son muy imaginativos pero en general no tienen formación histórica; entonces, dicen cosas verdaderamente asombrosas. Un sociólogo que no sepa historia es también un peligro público. Una buena base histórica para estudiar los problemas actuales es indispensable, para estudiar el territorio y la ciudad sabiendo cómo fueron antes, qué es nuevo y qué es viejo.
RB: Desde el momento en que Ud. comenzó su trabajo en Geocrítica hasta el presente, ¿qué evolución han tenido las grandes preocupaciones e intereses de los investigadores de los temas urbanos?
HC: Bueno, el mundo ha cambiado mucho desde el año 72 hasta ahora. Ya no está la Unión Soviética, y el marxismo está hoy ampliamente cuestionado e impugnado, lo que no me parece que signifique que no sea una vía de análisis y discusión. Hay pensadores como David Harvey de gran validez, que están sistemáticamente siguiendo esa línea de profundización. En Brasil también hay investigadores que siguen la línea de Lefebvre para hacer investigación de análisis urbano. Pero el escenario no es el mismo. El tema económico también se ha transformado: la crisis del año 73 afectó de forma muy importante el sistema económico y capitalista, y se dejaron de utilizar conceptos como “postfordismo”, “sociedad postindustrial” o “países subdesarrollados”.
La ciencia ha cambiado también. Si en el año 70 existía ese debate de la geografía cuantitativa, tan prestigiosa en el mundo anglosajón, lo que hay ahora es el resultado del debate que allí existió, y la aparición de la geografía radical y humanista, que en definitiva tiene que ver con la postmodernidad –que es un cuestionamiento de concepciones abstractas y neopositivistas-, la aceptación del “sentido del lugar” y del valor de la historia, la reaparición de cosas que habían sido cuestionadas en la era neopositivista… Más recientemente, después del 11 de septiembre, son muchas las cuestiones nuevas que aparecen: el sentimiento de inseguridad, el terrorismo como problema relevante, etc.
En este contexto, lo más importante es que los jóvenes mantengan la mente abierta y reflexionen sobre alternativas posibles. Para ello necesitamos toda la tradición acumulada, y además ideas nuevas, que han de venir de los jóvenes. Es evidente que el sistema dominante hoy en el mundo ha generado un bienestar muy importante, pero también tiene consecuencias relacionadas, por ejemplo, con la desigualdad económica y grupos sociales empobrecidos; ha sido capaz de generar innovación y riqueza, pero ha sido incapaz de distribuirla a escala mundial. Entonces, tenemos que pensar en alternativas.
Con todo, la ciudad que existe hoy creo que está mejor que la ciudad antigua. Sin ir más lejos, Santiago de Chile es una ciudad que ha logrado cosas verdaderamente espectaculares. Pero hay otras que hay que cambiar, y para eso no hay que pensar sólo en parches y pequeñas transformaciones, sino también en modificaciones radicales. Y esa es una tarea que los jóvenes tienen; por ahí es donde tenemos que estar con la mente muy abierta, buscando formas nuevas de organizar la sociedad, sin provocar rupturas que fueran de un costo social tan elevado que desequilibren el sistema, porque los sistemas sociales son muy frágiles.
Lo que ha pasado en la URSS lo ha demostrado. Lo que parecía muy sólido se desmoronó muy rápido. Entonces, yo creo que debiéramos ser capaces de hacer las transformaciones profundas que se necesitan para asegurar –con el nivel de capacidad y de producción y tecnología que tenemos- una distribución de los recursos. Y para eso necesitamos imaginar formas nuevas de organización social.
RB: Y frente a estos cambios, ¿qué importancia le otorga Ud. a la geografía, junto con las otras ciencias sociales?
HC: Todas las ciencias sociales son necesarias: podría decirse que si no existieran habría que inventarlas. Todas ellas tienen una gran tradición y riqueza que hay que aprovechar. Ahora bien, hay cosas que las disciplinas existentes no pueden abordar; hay que crear entonces nuevas disciplinas y reformular las existentes.
La sociedad va cambiando, las ciencias no son algo que estén desde el comienzo de la historia prefiguradas en la divinidad, se van creando históricamente. Así, la geografía de hoy tiene poco que ver con la de antes, pero su tradición es riquísima, y eso no se puede tirar por la borda. Pero además hay problemas nuevas que requieren nuevos enfoques y nuevas disciplinas, que ya se están creando delante de nosotros, que se van a estructurar y serán disciplinas científicas en el futuro. Debemos tener entonces la capacidad de aprovechar aquello en lo que uno se ha formado. Si uno es geógrafo, hay que sacar partido de lo que la geografía ha hecho, y en segundo lugar, aprovechar, como decía antes, el “sentido del problema”. Hay que saber qué es lo que a uno le interesa, y por qué eso es relevante y vale la pena estudiarlo. Porque la geografía sirve mientras sirva. Si sirve, bien, pero si no sirve habrá que inventar otra cosa. Pero que no se diga que no sirve por ignorancia, porque no se conoce lo que ha hecho.
3. Geocrítica y la labor editorial
RB: ¿Cómo nació Geocrítica? ¿En qué contexto y bajo qué motivaciones?
HC: A finales de los setenta dominaba la geografía de la concepción regional, muy influida por la escuela francesa, y por aquellos años estaba llegando a España la geografía cuantitativa. Al mismo tiempo, llegaban los ecos de la geografía radical, que cuestionaba a esa geografía cuantitativa. Era una situación bastante confusa; en España, además, había un florecimiento importante del marxismo. En definitiva, era una situación donde había cierta confusión en la geografía por la llegada de dos revoluciones simultáneamente.
Geocrítica trataba de abrir perspectivas de debate, donde voces nuevas pudieran incorporarse a la geografía española. Lo más importante era el carácter crítico, de ahí su nombre. La revista intentaba abrir cauce para un pensamiento renovador en el campo de la geografía. Se trataba de dar cabida a nuevas ideas, y de tener un canal de difusión a los trabajos que nosotros mismos íbamos haciendo. Hicimos 100 números, y luego decidimos liquidarla.
RB: ¿Cómo fue recibida esta iniciativa?
HC: Muy bien. Entre los jóvenes el apoyo fue entusiasta, aunque entre los mayores hubo intentos de desvalorarlo. En realidad, el primer número, que escribí con bastante cuidado, molestó a algunas personas. No creo que ahora deba arrepentirme de nada de lo yo que escribí ahí, porque no creo que hiciera una desvalorización excesiva de nadie. Entre la gente joven, en cambio, hubo muy buena recepción, porque había necesidad de nuevas ideas. Llegamos a tener como 600 subscripciones, lo que es mucho. Luego los sistemas de comercialización y distribución de la Universidad no funcionaron, y decidí cerrarlo.
RB: Pero después del número 100 la revista pasa a ser publicada en formato electrónico…
HC: No. La idea era seguir en papel, pero editada por una editorial. Había mucho problema en el mundo editorial: la lucha por el espacio en las librerías, la distribución… Yo estaba un poco harto de la Universidad, porque casi cada número lo tuve que negociar. Habíamos publicado 100 números y había muchas cosas que no funcionaban bien, especialmente la comercialización. Entonces me pareció que podía continuarlo con otro mecanismo de distribución que nos diera mayor difusión.
Mientras tanto, ya estaba empezando Internet. Dos o tres amigos me hablaron de esta cuestión, así que pensamos abrir la página de Geocrítica en Internet, en principio, para darle difusión a las cosas que ya teníamos en papel. La primera idea era escanear los números de Geocrítica, ponerlos ahí a disposición de la gente, y luego crear algo que tuviera que ver con la difusión de lo que se hacía en la Universidad con la educación primaria y secundaria.
Lo que vino después fue la serie Scripta Vetera, porque se me ocurrió que valía la pena escanear y difundir textos que ya estaban publicados en sitios diversos, y de los que nosotros teníamos el copyright. Y ahí se me ocurrió también hacer una nueva serie, Scripta Nova, para darle difusión a los textos nuevos en los que estábamos trabajando. Con el tiempo me di cuenta que aquello era muy interesante, tenía una difusión mayor y nos ahorrábamos todos los problemas de distribución. Y como no teníamos ningún interés económico, porque ya todo lo hacíamos gratis, porque forma parte de nuestra tarea académica, eso se fue llenando de contenido y se convirtió en la continuación de Geocrítica.
RB: Geocrítica-Scripta Nova se ha transformado en una referencia importante para el mundo hispano, pero ¿tienen datos de acceso desde el mundo angloparlante?
HC: No lo sabemos bien, pero creo que en general va mal, porque los ingleses y norteamericanos tienen ese criterio de citar sólo en inglés. Cosa a la que yo me opongo, porque creo que nosotros tenemos que leer y seguir lo que hacen ellos, pero debemos exigir reciprocidad. Escribí un artículo sobre eso, se llama “Libelo contra el inglés”. Yo creo que no podemos admitir esa actitud de ellos; mucho menos, que se evalúen las publicaciones científicas por sus citas en inglés. Ellos pueden tener sus sistemas de evaluación, pero nosotros tenemos que tener también las nuestras… De mi trabajo, creo que lo que mas ha sido citado ha sido algo que escribí en inglés. Ellos tiene mucha menos sensibilidad a lo que se publica en otra lengua, lo que me preocupa. Nosotros tenemos que entendernos, todo el mundo iberoamericano, y el portugués también. Y esa es la red que tenemos que reforzar.
RB: Este intento por hacer un proyecto en la lengua hispana, ¿se ve acompañado por levantar temáticas propias?
HC: Nosotros vamos publicando lo que va llegando. Ha pasado en Scripta Nova, al igual que como pasó antes en Geocrítica, que se publicaba lo que se tenía; en estos momentos nosotros recibimos una cantidad enorme de artículos. Lo que llega se lee primero por el comité de redacción. Si nos parece interesante lo que dicen, se envía el material a dos evaluadores externos para ser publicado. Y así y todo tenemos ya asegurados por completo los números hasta el mes de septiembre. Y en evaluación, cantidad suficiente hasta diciembre.
RB: Por la cantidad y variedad de trabajos que reciben y publican, cuesta entender que Geocrítica siga replicando una visión monocorde de la geografía…
HC: Hoy nosotros queremos estar abiertos a visiones diferentes, y a publicar trabajos de calidad, académicamente correctos, aunque expresen puntos de vista distintos.
RB: Entonces, esta idea de Geocrítica como una crítica a la geografía dominante ya no tiene tanta vigencia como antes…
HC: Si podemos, lo hacemos también. Pero creo que estamos en una situación más “normal”. La prioridad debiera ser un trabajo bien hecho, bien planteado, y que los miembros de la comunidad científica, reconozcan que son trabajos que contribuyen al bagaje común, que es una aportación de cierto interés. Lo que no significa que no valoremos las críticas y aperturas en nuevas direcciones… no solamente críticas, sino también nuevos temas.
* En esta entrevista participaron Diego Campos, Ricardo Greene, Pablo Páez y Carlos Sierralta.
** Esta entrevista fue originalmente publicada en nuestro número tres, editado en invierno 2005. URL: [http://www.bifurcaciones.cl/003/Capel.htm]
1 Ediciones del Serbal, 2005.
2 La morfología de las ciudades II. Aedes facere: técnica, cultura y clase social en la construcción de edificios . Barcelona: Ediciones del Serbal (2005).