Resumen
En este ensayo original y polémico, escrito a cuatro manos, los urbanistas Rodrigo Salcedo, de Chile, y Michael Dear, de Estados Unidos, debaten sobre la pertinencia de utilizar los marcos teóricos y metodológicos de la Escuela de Los Ángeles de urbanismo para dar cuenta de las transformaciones de que las ciudades latinoamericanas han sufrido en las últimas décadas.
Palabras Claves
Urbanismo posmoderno, ciudades latinoamericanas.
Abstract
In this original and provocative essay, urbanists Rodrigo Salcedo, from Chile, and Michael Dear, from the US, debate about the relevance of using theoretical and methodological frameworks produced by Los Angeles School of urbanism, in order to understand the transformations undertaken by Latin American cities during the last decades.
Keywords
Posmodern urbanismo, Latin American cities.
1. Presentación
Hace varios años, comenzamos una discusión sobre la utilidad de los preceptos de la «Escuela de Los Ángeles» de urbanismo, aplicados a las ciudades sudamericanas. Esta conversación culminó en 2012, cuando nos encontramos en Chile y comenzamos una exploración intensiva de la región urbana de Santiago. Al final de este estudio, nuestra posiciones habían cambiado pero muchas diferencias permanecían. Articulando nuestras perspectivas convergentes y divergentes en este comentario, esperamos informar una investigación acerca de la validez de teorías urbanas estadounidenses en el contexto de ciudades no-estadounidenses, especialmente aquellas en el Sur global. Comenzamos recapitulando brevemente algunas de las principales afirmaciones de la Escuela de Los Ángeles, y describiendo el estatus actual de las ciudades sudamericanas; la segunda mitad de este comentario presenta dos perspectivas personales acerca de si acaso -y bajo qué condiciones- las ciudades sudamericanas satisfacen las anticipaciones de la Escuela de Los Ángeles.
2. La Escuela de Los Ángeles
Una escuela de estudios urbanos basada en Los Ángeles apareció por primera vez en los 80s, a partir de una preocupación por los efectos socio-espaciales de la reestructuración económica en los ambientes urbanos, particularmente como consecuencia de la globalización y el post-fordismo. Inspirada por esta apertura, una intensa ola de investigación teórica, empírica e histórica más amplia emergió, con el importante efecto de consolidar el conocimiento de base acerca de lo que hasta entonces había sido una ciudad-región relativamente descuidada. Poco después las lecciones de Los Ángeles se extendieron a regiones más allá del sur de California, y se desarrolló un sentido de que las ideas de Los Ángeles se agregaban acumulativamente a una ruptura distintiva con tradiciones urbanas analíticas anteriores. Posteriormente estas ideas fueron codificadas hasta cierto punto como la «Escuela de urbanismo de Los Ángeles», aunque no había una sola visión que pudiera ser considera como análoga, por ejemplo, a la Escuela de Chicago. Sin embargo, un grupo de investigadores reconoció en Los Ángeles una forma particular de proceso urbano que denominaron «urbanismo post-moderno».
Debates académicos posteriores han cuestionado hasta qué punto los Ángeles es emblemática de un futuro urbano común. Ciertamente, muchas formas urbanas que recuerdan aquellas de Los Ángeles son observables en ciudades alrededor del mundo. Estas geografías incluyen descentralización (a veces referida como sprawl), extrema fragmentación del paisaje y la vida urbana, así como la creciente dominación de la periferia urbana. Estos ajustes acumulativos han llevado a una de las afirmaciones más dramáticas de Los Ángeles -que las transformaciones periféricas han cambiado la función del núcleo urbano tradicional en la ciudad modernista; ya no es el centro el que organiza las periferias urbanas, sino las periferias las que organizan lo que queda del centro.
Las dinámicas politico-económicas de una ciudad no centrada han dado lugar a una enorme variedad de formas urbanas mutantes. De hecho, el empuje de gran parte del trabajo en la Escuela de Los Ángeles puede ser entendido como un intento por codificar y analizar los significados de estos textos urbanos emergentes. Ellos incluyen conjuntos de espacios laborales fragmentados, dispersión de la comunidad y proliferación de espacios defendibles; diversidad demográfica, hibridades alimentadas por la migración, «etnoburbios», palacios de consumo y parque temáticos urbanos; además de la polarización social que ha llegado a caracterizar las ciudades neoliberales en todas partes.
La existencia de tales tendencias de ninguna manera anuncia la desaparición inminente de un urbanismo modernista. Sin embargo, una gran cantidad de ciudades modernas están experimentando actualmente una superposición de lo que pueden ser llamados los textos de un urbanismo post-modernista -piénsese en el prolongado declive del núcleo central del Chicago y la creciente dominación de la región del aeropuerto de O’Hare como nodo de empleo y población.
3. Transformaciones en las ciudades sudamericanas
Aun cuando es presuntuoso imaginar una sola ciudad como modelo para las áreas urbanas en todos lados, la mayor parte de la teoría urbana estadounidense ha derivado de unos pocos arquetipos, principalmente Chicago, Nueva York y más recientemente, Los Ángeles. A pesar de muchas advertencias, sus lecciones han sido extendidas rápidamente a otras ciudades en Estados Unidos y el mundo. Sin embargo, un interés reciente en el análisis urbano comparativo ha confrontado directamente la sensatez de esta transferencia de conocimiento, especialmente en relación al urbanismo en el Sur global. La (in)adecuación de esta transferencia intelectual es el foco de nuestro ensayo. Nuestras referencias conjuntas son grandes ciudades sudamericanas: Bogotá, Lima, Santiago, Buenos Aires, Río de Janeiro y San Pablo. No podemos ocuparnos de estas ciudades en detalle, pero algunas observaciones sobre sus tendencias generales son útiles como punto de partida. Más tarde, dirigiremos nuestra atención específicamente a Santiago, la ciudad donde nuestras investigaciones conjuntas han tenido mayor progreso, y donde los contrastes con Los Ángeles son particularmente reveladores. Comenzaremos describiendo, de manera general, lo que las ciudades sudamericanas tienen en común.
Hasta hace muy poco, muchas metrópolis sudamericanas compartían un patrón similar de configuración socio-espacial. Contrario a los anillos concéntricos de la Escuela de Chicago, se caracterizaban por un distrito central de negocios en el núcleo; una zona peri-céntrica de clases medias, socialmente heterogénea; un «cono» de alta renta emanando del núcleo y extendiéndose ininterrumpidamente hacia la periferia; y áreas de residentes de bajos ingresos ocupando el resto de la periferia.
Las ciudades sudamericanas han sido testigos de una reducción en las tasas de pobreza durante los últimos veinte años. El caso más dramático es el de Santiago, donde la pobreza en 1990 incluía al 40% de la población urbana, una figura que había caído a menos del 15% para fines de la primera década del siglo 21. Esta reducción estaba asociada especialmente con un nivel aumentado de provisión de vivienda y conectado con niveles mejorados de servicios urbanos tales como agua potable, electricidad y alcantarillado. En las ciudades brasileñas, los mejoramientos habitacionales están vinculados a la regulación y mejoramiento de favelas, mientras que en Lima, Bogotá y Santiago, la reducción de la pobreza está asociada a la construcción de un nuevo stock de viviendas, principalmente en las zonas periféricas más pobres.
Otra tendencia común reciente ha sido la exposición de las ciudades sudamericanas a la globalización y las fuerzas de los mercados internacionales. Esto ha inspirado procesos basados principalmente en la emigración y/o inmigración, creciente diversidad demográfica en áreas metropolitanas y proliferación de grupos étnicos marginalizados.
¿Cuáles han sido los impactos geográficos de estas tendencias?
En primer lugar, los patrones tradicionales de configuración socio-espacial están dando lugar a un espacio urbano más fragmentado. La dispersión urbana a gran escala y la aparición de los «artefactos de la modernidad» (centros comerciales, autopistas, comunidades enrejadas, etc.) en la periferia han confundido los modelos tradicionales de estructura urbana latinoamericana tal como ha sido descrita. La nueva dispersión, incluyendo las periferias urbanas tradicionalmente pobres, es hogar de clases sociales mezcladas, incluyendo a los ricos. Pero mientras la fragmentación ha reducido la escala de los barrios residencialmente segregados, las fronteras que separan a los pobres de los privilegiados se han intensificado, volviéndose más visibles y siendo más agresivamente fiscalizadas. La escala precisa y el significado de las tendencias siguen siendo impugnados entre los investigadores urbanos sudamericanos.
La fragmentación y dispersión no han significado un declive de las actividades e importancia del núcleo urbano. Las áreas centrales aún tienen relevancia material y simbólica como lugares donde se concentra el poder y se toman decisiones importantes. Además, el comercio y otras oportunidades de empleo florecen en este núcleo, así como en áreas peri-centrales; y la inversión, tanto privada como pública, continúa ininterrumpida. Áreas centrales como Providencia (Santiago), Palermo (Buenos Aires) o Miraflores (Lima) se han vuelto lugares de moda en la ciudad, caracterizados por crecientes actividades culturales que incluyen restaurantes de vanguardia y tiendas de diseño.
De manera muy relevante, el compromiso de los gobiernos nacionales por mantener un ambiente de negocios próspero ha asegurado un próspero clima de desarrollo, a diferencia de Estados Unidos, que ha experimentado una retirada de la intervención gubernamental a todo nivel, así como una desconexión del sufrimiento de los pobres. Adicionalmente, los gobiernos nacionales en Sudamérica tienden a promover importantes programas de reducción de la pobreza, la mayor parte de ellos dirigidos a proveer de vivienda a los pobres y a mejorar el acceso público a servicios urbanos vitales. El neoliberalismo está siendo experimentado de modos muy diferentes en los hemisferios norte y sur. También debe ser enfatizado que el ritmo de la transformación varía ampliamente en los diferentes países dentro de Sudamérica. Por ejemplo, en Chile el desarrollo es acelerado porque el gobierno y los mercados actúan al unísono; pero en Argentina, la transformación es más lenta dadas las restricciones que el gobierno ha puesto sobre los agentes del mercado.
4. ¿Los Ángeles en América Latina? [RS]
Cuando los proponentes de cualquier escuela de pensamiento afirman que su visión de la ciudad representa el futuro de todas las ciudades están, en efecto, poniendo a otros investigadores en una jaula, una suerte de trampa. Cualquier patrón urbano adaptado de afuera corre el riesgo de llevar a sus usuarios a rechazar diferencias importantes que no cuadran con el molde, o a buscar evidencia inexistente para satisfacer expectativas anteriores. El urbanismo comparativo debe por tanto se abordado con precaución, especialmente si la ciudad de comparación se encuentra en otro continente.
Estas dificultades no deben disuadir del análisis comparativo. En esta sección, examino tres cuestiones que proveen de un punto de partida a la intrigante pregunta de si acaso las tendencias urbanas en Los Ángeles están presentes en las ciudades de la Sudamérica contemporánea. Se trata de cuestiones fundamentales, aunque no exhaustivas de los ámbitos relevantes de investigación. ¿Cuáles son las tendencias recientes en el crecimiento urbano de Sudamérica? ¿Qué condiciones socioeconómicas y políticas están transformando las ciudades sudamericanas? ¿Y cómo sus residentes experimentan los espacios vividos de estas ciudades?
Al menos desde la década de 1960, geógrafos y otros investigadores han afirmado que entender el espacio es esencial para analizar la ciudad. No es suficiente, argumentan, examinar las condiciones socioeconómicas y políticas de la sociedad, porque ésta sólo podría ser comprendida en su totalidad a través de un lente espacial. Algunos fueron tan lejos como para sugerir que al espacio podía otorgársele incluso algún grado de agencia y autonomía en los procesos sociales. Expresado simplemente, para entender cómo una ciudad funciona y es experimentada, era necesario entender la sociedad y el espacio como una relación dialéctica.
En las ciudades sudamericanas contemporáneas, hay sin duda lugares y fenómenos que se asemejan a Los Ángeles y otras ciudades norteamericanas. Estos incluyen patrones fragmentados de segregación residencial, dispersión en constante aumento y un incremento en los espacios defendibles de uno u otro tipo. Sin embargo, la configuración socioeconómica de las dinámicas urbanas en Sudamérica no se parece a la de Estados Unidos. En Sudamérica, un Estado intervencionista se encuentra tremendamente involucrado en la inversión pública para proveer de viviendas y reducir la pobreza, y por ende re-formar el paisaje urbano; las clases medias están creciendo; y un sentido de empoderamiento político se está difundiendo entre grupos anteriormente desempoderados en cada país.
Entonces: ¿son las similaridades es el espacio/lugares suficientes para argumentar que las ciudades están experimentado procesos urbanos equivalentes? Me parece que no. Aunque es posible afirmar que el espacio es «producido», las formas a través de las cuales los espacios sud y norteamericanos están siendo creados son completamente diferentes. En Norteamérica, predomina una lógica basada en el mercado; pero en Sudamérica el Estado y el mercado se encuentran en asociación. En Norteamérica, el número de familias pobres aumenta rápidamente, mientras que en Sudamérica esta cantidad declina. Y mientras en Norteamérica, luego del colapso de las alianzas corporativistas posteriores a 1945 y el advenimiento de la desindustrialización, el crecimiento urbano cambió hacia una geografía más periférica, en Sudamérica los núcleos urbanos continúan prosperando incluso al tiempo que la metrópolis es aumentada por el desarrollo en la periferia.
Otra idea importante proveniente de la geografía crítica es la distinción lefebvriana de los espacios percibidos, concebidos y vividos. La materialidad del espacio, cómo es percibido, y las formas en que este espacio es concebido o «imaginado», ayudan a dar forma al modo en que las personas, en definitiva, «viven» el espacio. Aquí, nuevamente, emergen diferencias entre el Norte y el Sur.
El espacio urbano sudamericano puede ser percibido como disperso y fragmentado, y las personas pueden estar seguras de que los centros comerciales de la periferia son semejantes (incluso un sustituto de) los tradicionales centros urbanos. Sin embargo, estoy convencido que los residentes de las ciudades sudamericanas conciben y viven en ciudades donde el núcleo urbano organiza su área de influencia. Es el núcleo el que ejerce poder sobre el territorio, así como es el lugar donde las percepciones públicas comunes son formadas y compartidas. Los edificios icónicos del palacio o del parlamento aún atraen a las personas en protestas públicas. Culturamente, es notable cómo las celebraciones, reuniones religiosas y eventos deportivos públicos tienen lugar, o al menos tienen puntos de partida/llegada ceremoniales, en el centro. En Santiago, por ejemplo, las celebraciones espontáneas tienen lugar en la focal Plaza Italia, y las protestas tienden a concentrarse en el área nuclear de la Alameda Bernardo O’Higgins, o en frente del Palacio de la Moneda (el palacio de gobierno).
Incluso las áreas en dispersión o los espacios periféricos recientemente fragmentados continúan siendo experimentados en relación con el núcleo urbano. Desarrolladores y residentes en las periferias refieren a cuán lejos o cerca están sus propiedades respecto del núcleo y de ciertos lugares icónicos allí; o cuánto valen sus propiedades comparadas con valores del centro. Incluso aquellos que raramente (si es que lo hacen) visitan el núcleo, lo usan como punto de referencia en la conversación cotidiana. Aunque las periferias de las metrópolis sudamericanas están en alza, los residentes aún experimentan la ciudad de una forma tradicional, desde el núcleo hacia afuera.
Una última distinción teórica importante es aquella entre lugares y flujos. Una ciudad no está constituida ni puede ser entendida solamente como un conjunto de construcciones materiales humanas. Debe además considerar cómo las personas, los bienes y la información se mueven dentro de los espacios urbanos, así como entre estos espacios y el resto del mundo.
En una ciudad totalmente descentrada y fragmentada como Los Ángeles, los flujos a menudo parecen carecer de patrones distinguibles. Personas, bienes e información se mueven desde casi cada punto en la ciudad a casi cada otro punto, aparentemente sin una lógica general. Áreas residenciales, comercio, empleo, infraestructura y espacios culturales están localizados en múltiples nodos dentro de la ciudad, y la existencia cotidiana es vivida entre esta multiplicidad de orígenes y destinos. Sin embargo, en las metrópolis sudamericanas, los flujos internos poseen una lógica más identificable, derivada de un núcleo urbano dominante en relación a su periferia y viceversa.
A pesar de la aparición reciente de instalaciones periféricas y oportunidades de empleo (principalmente relacionadas con trabajo temporal de construcción, y de comercio en la periferia del cono de alta renta), la mayor parte del empleo permanece en el núcleo urbano -en el centro tradicional (principalmente en servicios y empleos comerciales), en el anillo peri-céntrico desarrollado en la primera mitad del siglo 20 (industrial), o en parte del cono de alta renta cerca del núcleo (construcción, servicios y comercio). Las áreas residenciales permanecen concentradas en la periferia, que hoy se encuentra mejor conectada y servida que hace veinte años, pero que aún es incapaz de funcionar como zona de empleo y residencia auto-contenida.
Considerada sólo desde el punto de vista de la forma especial, el modelo tradicional de estructura urbana modernista -de núcleo urbano, cono de alta renta y periferia pobre- ciertamente parece estar mutando hacia el diagrama de Dear de un urbanismo post-moderno, en el cual un núcleo urbano ya no es identificable o siquiera relevante. Sin embargo, si consideramos la forma en que la ciudad es vivida y experimentada por sus residentes, además de la lógica de los flujos internos de personas, bienes e información, entonces las formas tradicionales de analizar las metrópolis latinoamericanas retienen su validez. Continuará de esta manera en tanto las dinámicas urbanas y contextos institucionales subyacentes a la dialéctica socio-espacial actual permanezcan sin cambio.
5. Santiago de Chile y Los Ángeles [MD]
Salcedo argumenta que las ciudades sudamericanas se están volviendo más formalmente similares a Los Ángeles: que la ciudad tradicional compacta, orientada al centro, con sus característicos patrones de segregación residencial, está dando lugar a un paisaje urbano disperso y fragmentado. También afirma que hay al menos otras dos dimensiones que refutan la noción de que los hallazgos de la Escuela de Los Ángeles pueden ser aplicados a las metrópolis sudamericanas: a) el papel continuo que las áreas centrales tienen en organizar la estructura urbana, incluyendo las periferias; y b) el hecho de que los gobiernos sudamericanos no son «neoliberales» a la manera de los Estados en Norteamérica y Europa occidental -por el contrario, están profundamente involucrados en (por ejemplo) subsidiar programas de vivienda, de reducción de la pobreza y de administración y desarrollo del suelo urbano.
Estoy de acuerdo con estas observaciones, aunque no sin condiciones. Creo que en los próximos 25 años, Santiago se asemejará crecientemente a Los Ángeles, y que las lecciones de Los Ángeles tendrán algo de valor para los urbanistas en todas partes. (Irónicamente, mi primera visita a Santiago de Chile fue una suerte de regreso a casa, dado que mis primeras ideas acerca de Los Ángeles fueron clarificadas durante una visita a otra metrópolis sudamericana, San Pablo.)
El urbanismo comparativo plantea uno de los desafíos más grandes en los estudios urbanos contemporáneos. Al nivel de análisis más básico, hay pocas medidas comúnmente acordadas; y cuando existen, a menudo limitaciones en los datos plantean problemas insuperables en la construcción de indicadores cuantificables. Más importante aún, los problemas epistemológicos oponen barreras persistentes. El mismo concepto de «ciudad» es desafiado por el desarrollo de ciudades-región globales en una escala y complejidad hasta ahora inimaginadas. Por otra parte, la ciudad como objeto de análisis se encuentra sobredeterminada, toda vez que la misma forma urbana puede resultar de diferentes tipos de procesos urbanos, o de contextos institucionales diferenciados. Lo opuesto es también verdad: institucionales y prácticas similares no resultan necesariamente en la producción de equivalencias formales; y tampoco las cambiantes dinámicas urbanas en cualquier lugar manufacturan los mismos resultados formales.
Por lo tanto, no es sorprendente que incluso si Santiago y Los Ángeles aparecen disímiles en términos puramente formales, las dinámicas urbanas y marcos institucionales subyacentes de las dos ciudades puedan ser similares. Lo contrario también es cierto: incluso si las formas son semejantes, ellas podrían ser aun la consecuencia de dinámicas y ambientes institucionales variables. Mi respuesta aquí confronta la intrigante relación entre forma, dinámicas urbanas y contexto institucional, y cómo éstas se aplican a los casos de Santiago de Chile y Los Ángeles.
La ventaja de un punto de partida analítico que comienza con el espacio/lugar es que partimos de una observación compartida de un «texto» común de lo urbano. Santiago puede tener todavía un núcleo dominante, su persistencia debido a una larga y continuada tradición de intervención del Estado chileno sobre los mercados de suelo y de propiedades. ¿Pero puede la presente dominación del núcleo ser meramente una cuestión de tiempo? ¿Podría ser simplemente que la continua dominación del centro de Santiago represente poco más que un efecto retardado, y que a medida que el futuro se desenvuelva Santiago se asemejará más y más a Los Ángeles? La expansión de la ciudad hacia el sur ya está engullendo ciudades anteriormente separadas como Rancagua, rica en recursos, situada a casi 90 kilómetros; y no es inconcebible que las regiones vitivinícolas alrededor de Talca, en el valle del Maule (a sólo tres horas en automóvil) caigan algún día bajo la órbita de Santiago. Al norte y este de la ciudad, la urbanización ya ha comenzado a saltar por sobre las montañas, presagiando la creación de la versión de Santiago del valle de San Fernando en Los Ángeles. Aun cuando muchos observadores se mofan de estas sugerencias -al menos por ahora-, me parece que la angelización de la geografía urbana de Santiago ya se encuentra en marcha.
Una de las cosas más importantes que aprendí de primera mano en Santiago es que las dinámicas urbanas y el contexto institucional de la urbanización en Chile son muy diferentes de Estados Unidos. Ciertamente, Santiago y Los Ángeles se encuentran golpeadas por la globalización, el surgimiento de la sociedad red, la hibridación cultural y demográfica, la polarización socioeconómica y los desafíos ambientales. Sin embargo, sólo porque ambas ciudades están abiertas a dinámicas equivalentes, los procesos y resultados que manifiestan no pueden ser asumidos como equivalentes en el tiempo y en el espacio. Como se ha mencionado, Chile ha logrado destacadas reducciones en los niveles de pobreza durante las décadas recientes, mientras que en Estados Unidos la brecha entre ricos y pobres ha alcanzado proporciones que están socavando la armonía social. Los sectores industriales de Chile, orientados a los recursos, están expuestos a fuerzas globales de maneras diferentes a las de Los Ángeles. Las hibridaciones étnicas y culturales son más lentas en su aceptación en Santiago que en Los Ángeles, una de las ciudades más diversas del mundo. Y Santiago está siendo ahora obligado a enfrentar los problemas creados por los automóviles -polución y congestión-, a pesar del desarrollo simultáneo de sofisticados sistemas de tránsito masivo.
Si las dinámicas urbanas de Santiago y Los Ángeles son similares, ¿por qué sus expresiones materiales en tanto resultados urbanos son diferentes? Salcedo está ciertamente en lo correcto en su énfasis en el papel del Estado en la sociedad chilena. Aun a través de las convulsiones políticas de la última parte del siglo 20 y el advenimiento de una forma local de neoliberalismo en el 21, el Estado chileno sigue siendo paternalista, con niveles de intervención que resultan extraordinarios para los estándares estadounidenses. Traen a la memoria los arreglos de estilo corporativista que caracterizaron el auge de los regímenes post-fordistas en Estados Unidos después de 1945 -una alianza entre el gran gobierno, gran capital y gran trabajo (aunque en el caso del Chile de hoy, el gran trabajo ha sido reemplazado por muchos partidos políticos grandes). También se debe recordar que Santiago es la ciudad capital de Chile, así como el mayor centro urbano de la nación, por un amplio margen.
Análisis comparativos de dinámicas urbanas y marcos institucionales pueden explicar diferentes resultados urbanos. Y sin embargo, se necesitaría un analista valiente (o necio) para inferir que un compacto social de estilo corporativista, incluso con prosperidad y estabilidad concomitantes, garantizará la perpetuación de un Santiago dominado por el núcleo.
En el análisis final, es el espacio lo que importa. El simple hecho de la dispersión de Santiago hará inevitablemente la experiencia de la vida cotidiana más inconveniente y costosa. Tales tendencias ya son observables: los viajes de larga distancia al núcleo, la congestión del tráfico y la contaminación están aumentando (a pesar de la atención prestada al sistema de metro de Santiago en expansión); el suelo más barato y los costos de desarrollo en la periferia serán siempre atractivos para los operadores comerciales y los compradores; el área metropolitana se está volviendo imposible de gobernar uniformemente mientras que la urbanización se expande más allá de las obsoletas fronteras administrativas de la ciudad; y la lealtad de las personas hacia Santiago está siendo erosionada por otras afiliaciones de lugar más allá de la capital -una tendencia quizá acelerada por la diversificación demográfica de Chile. Los tradicionales atractivos del núcleo de Santiago pueden haber comenzado a perder su brillo.
El espacio importa porque la dialéctica socio-espacial es exactamente eso: una complicada interacción entre procesos sociales y forma espacial; ningún elemento en el diálogo es por sí mismo suficiente para explicar el proceso urbano. (Este fue un error cometido por los analistas marxistas de la cuestión urbana de la década de 1970 y comienzos de 1980, que privilegiaron la sociedad por sobre el espacio.) Los hechos empíricos de la dispersión, multi-centrismo, tráfico y escala harán de Santiago una ciudad que formalmente se asemejará a Los Ángeles, incluso si la causalidad urbana en ambas ciudades sigue siendo diferente. En la región de Santiago, el proceso urbano será probablemente acelerado por la democratización de Chile, al tiempo que los centros de poder, riqueza personal y diversidad demográfica proliferan. Será apresurado por los terremotos, que están vaciando las áreas nucleares de muchas ciudades pequeñas y medianas en el valle del Maule, más rápido que lo que cualquier proceso urbano orgánico puede lograr. Será inevitable porque el Estado sigue comprometido con subsidiar programas de vivienda en el borde urbano.
En Santiago, algunas personas manifestaron expresiones de incredulidad y consternación cuando fueron confrontados con la «angelización» de su hermosa ciudad. Simpaticé con ellos, explicando que estaba describiendo tendencias urbanas, no necesariamente indicando una aprobación de ellas. Una cosa similar me sucedió en la bella Lisboa, hace pocos años. Las personas hablaban afectuosa y protectoramente de la ciudad que representaba su hogar y patrimonio, pero preferían no conceder que una metrópolis regional ya había surgido más allá de la frontera administrativa formal de Lisboa. Hay algo muy importante en estas reacciones, relacionado con las dimensiones cognitivas de la vida urbana y el conocimiento urbano que Salcedo invoca. Los residentes antiguos, en la mayoría de las ciudades, tienden a la nostalgia por la ciudad que conocieron en días pasados; en efecto, ellos retienen sus viejas maneras de ver en una ciudad que se está alterando materialmente en torno de ellos. En Santiago y Lisboa, los observadores pueden estar temerosos del cambio material o de cualquier hegemonía cultural que perciban como imponiéndose desde el exterior. Pero los teóricos urbanos pueden sufrir la misma aflicción -reacios o incapaces de hacer ajustes en sus maneras de entender la ciudad, al punto de que no pueden ver la evidencia que está justo frente a sus ojos.
6. Hablando juntos
Podemos reverenciar nuestro pasado pero no podemos perpetuarlo; ni el afecto por nuestra ciudad hogar debe cegarnos a las diferencias. Ciertamente, es incorrecto echar por la borda la teoría nueva debido sólo a un anhelo nostálgico por un marco teórico obsoleto, que causa manifiestamente lecturas equivocadas de procesos urbanos actuales. Nadie debería insistir tampoco que una visión teórica singular es aplicable en todas partes. En lugar de ello, viejos y nuevos conceptos y evidencias pueden ser situados de manera útil en oposición dialéctica para extender de manera importante nuestra habilidad para iluminar dinámicas urbanas contemporáneas en localidades aparentemente divergentes. La base común que hemos descubierto a través de esta yuxtaposición es una razón de que las lecciones aprendidas de los diálogos de Salcedo y Dear puedan ser de utilidad para otros.
Referencias Bibliográficas
Hemos evitado las citaciones convencionales.
Para los orígenes de nuestro debate, véase Judd, D. y Simpson, D. (eds.) (2011). The city revisited: urban theory from Chicago, Los Angeles and New York. Minneapolis: University of Minnesota Press
Para un debate acerca de la Escuela de Los Ángeles, véase Dear, M. (ed.) (2002). From Chicago to L.A. making sense of urban theory. Thousand Oaks: Sage Publications
Para un debate acerca de tendencias actuales en Santiago, véase Sabatini, F. y Salcedo, R. (2007). Gated communities and the poor: functional and symbolic integration in a context of aggressive capitalist colonization. Housing Policy Debate, 18, 3: 577 – 606. También: Sabatini, F. y Salcedo, R. (2011). Theoretical roads to understand deep urban change. En Judd, D. y Simpson, D. (eds.), The city revisited: urban theory from Chicago, Los Angeles & New York. Minneapolis: University of Minnesotta Press: 332-355.
Para una excelente historia urbana de América Latina véase Dym, J. y Offen, K. (eds.) (2011). Mapping Latin America: a cartographic reader. Chicago: University of Chicago Press. También: Almandoz, A. (ed.) (2002). Planning Latin America’s capital cities: 1850-1950. New York: Routledge, especialmente el capítulo sobre Santiago: Pérez, F. y Rosas, J. (2011). Cities within the city: urban and architectural transfers in Santiago de Chile: 1840 – 1940.
«The Los Angeles School and the South American metropolis». Artículo preparado para bifurcaciones. Las imágenes que acompañan este artículo no forman parte del original, y su utilización es responsabilidad exclusiva de bifurcaciones. Traducido por Diego Campos.
Rodrigo Salcedo, Universidad Católica del Maule (Chile); Iniciativa Científica Milenio. E-mail: rsalcedo@ucm.cl.
Michael Dear, autor emblemático de la Escuela de Los Angeles, académico del UC Berkeley College of Environmental Design. E-mail: m.dear@berkeley.edu
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