03/11/2014

La pausa del Teatro Victoria de Curicó

Fabián Llanca

Blog | columnas

Pasan los años, los burócratas, los temblores, los terremotos y el Teatro Victoria sigue en pie. Ya no hay espectáculos, ni obras teatrales, ni películas de bajo presupuesto, ni superproducciones explosivas, ni clásicos europeos. Su presencia en el centro de Curicó, fantasmal por su inactividad, es el peso de la memoria colectiva descuidada por la incapacidad de valorar y valorizar un espacio de identidad curicana.

Una manera de resarcir el teatro es contextualizarlo como una vertiente de contenidos audiovisuales que se han transformado en acervo intangible para varias generaciones. Como dice Marc Augé, a propósito del patrimonio en desuso, “la modernidad no los borra sino que los pone en segundo plano. Son como indicadores del tiempo que pasa” (2000).

Fig. 1 - Teatro Victoria. Fotografía de Ricardo Greene.

Fig. 1 – Teatro Victoria. Fotografía de Ricardo Greene.

La inauguración del Teatro Victoria marca su historia. Fechada originalmente el 1 de diciembre de 1928, la ceremonia se suspende por el terremoto de ese mismo día. El 1 de enero de 1929, a pocos meses de la debacle económica mundial, el edificio ubicado en calle Yungay, entre Prat y Merced, abre finalmente su mampara: “Ya sabemos dónde poder ir a entretener el hastío de estas interminables horas de verano, monótonas por lo iguales y lo desoladoramente tristes”, escribía el cronista Montemar en el diario La Prensa [1].

La expectativa pretendía ofrecer alguna alternativa al tiempo de ocio en la ciudad de Curicó, ubicada en el Valle Longitudinal, y que por estar cerca de Santiago y no lo suficientemente lejos hacia el sur, se constituye en un punto de tránsito. A Curicó no se llega, se pasa.

La construcción del Victoria se identifica como un producto del esfuerzo local. Desde el emprendimiento de sus diseñadores y financistas –la sociedad Pesse, Giaconi y Ravanal–, hasta cuidados detalles, como entregarle la responsabilidad de fabricar las butacas a las extintas empresas curicanas Mueblería Buenos Aires y Fundición La Vasconia. El proyecto incluyó la decoración interior y el diseño del vitral frontal a cargo del escultor y pintor Fernando Thauby [2].

El inaugural designio telúrico es soportado por la fresca albañilería sin daños reportados. Los terremotos de 1960 y 1985 sacuden la estructura sin impedir su continuidad. El prodigio tecnológico –que en sus primeros años usa la misma cantidad de energía eléctrica que toda la ciudad– se nutre de material artístico externo, esto es santiaguino, argentino, mexicano y sobre todo hollywoodense. Además, el cine se mezcla con otras manifestaciones revisteriles y espectáculos en vivo.

“Las exhibiciones cinematográficas, entonces, podían compartir su espacio con bailarines, cupletistas y actores. Esta costumbre se mantendrá vigente en pleno reinado del cine sonoro hasta avanzada la década de 1950”, recalcan Juan Pablo González y Claudio Rolle (2004).

El Teatro Victoria se convierte en un espacio de encuentro social con la consabida estratificación: platea, balcón y galería. “El biógrafo se presentaba más democrático e integrador que otros lugares de diversión. El cine logró, con rapidez, avanzar en la democratización de la vida social y el consumo cultural al trazar una línea de información sobre el mundo y sus habitantes que se dirigía por igual a las elites que a las masas”, agregan los mismos autores.

Curicó semi rural se sacude de la parsimonia provinciana y asume el proceso globalizador desde que el Victoria implementa una programación sin pausas.

La función inaugural tiene en matiné al corto italiano La silla del diablo (La sedia del diavolo, 1912), mientras que en especial y noche es el turno de El hombre sin brazos (The unknown, 1927), del director Tod Browning, con Lon Chaney y Joan Crawford [3]. Este último filme pertenece al género del terror en blanco y negro, tributario del expresionismo alemán pero fabricado en Hollywood [4]. El edificio de calle Yungay se transforma en una ventana que se abre a los ojos de los curicanos. El ferrocarril deja de ser el único cordón umbilical con Santiago y el resto del mundo.

El jueves 3 de enero de 1929, los curicanos que van al cine conocen a Mae Murray en Una mujer moderna (Altars of desire, 1927), una comedia romántica de corte clásico. El sábado 13 del mismo mes se publicita en el diario local “el gran estreno cómico”: Los dineros del sacristán (Easy come, easy go), con Richard Dix.

El sábado 5 de enero se registra el debut de los espectáculos en vivo con la presentación de la compañía de Alejandro Flores, actor y director que encabezaba el mayor elenco de la época.

El año 1939, una década después, se abre con el musical Hollywood hotel (1937), con Dick Powell y Pirata a la vista (Captain’s Kid, 1937), con May Robson y Sybil Jason. Al día siguiente, Clark Gable y Mirna Loy estelarizaban Pilotos de prueba (Test Pilot, 1938). Curicó, alejado del centro mundial, comienza a recibir la interpretación estadounidense de la segunda gran guerra.

En 1939 también llegan producciones geográficamente más cercanas. Por ejemplo, Pampa y cielo (1938), dirigida por Raúl Gurruchaga y estelarizada por Tito Luisardo.

En marzo retornan los espectáculos en vivo con otra rareza. El Fakir Blanco. La reseña de La Prensa: “Es un mago que se ríe de la muerte en varios de sus espectaculares números. Los médicos podrán presenciar y controlar todos sus experimentos. Sus ojos quedarán atónitos viendo este grandioso espectáculo que fue aplaudido por todos los públicos de Europa”. Los experimentos en cuestión eran, por ejemplo, “introducir un plomo derretido a 500 grados de calor en la boca y hierro a rojo vivo en la lengua… Son pruebas ejecutadas con toda limpieza y arte”.

Fig. 2: Portada de Curicó Magazine, 1942.

Fig. 2: Portada de Curicó Magazine, 1942.

En 1949 se consolida la procedencia latinoamericana de algunas películas. El 17 de febrero se estrena El pecado de Julia (1946), del argentino Mario Soffici, con Amelia Bence y Alberto Closas. Se trata de una versión fílmica de la obra La señora Julia, de August Strindberg. Platea, 10 pesos; balcón, 8, y galería, 3.

El miércoles 9 de marzo Hollywood retoma la preeminencia con un programa triple. Envuelto en la sombra (The dark corner, 1946), thriller de Henry Hathaway y protagonizado por Lucile Ball. Luego, Ángeles con cara sucia, (Angels with dirty faces, 1938), clásico de cine negro dirigido por Michael Curtiz y con James Cagney y Humphrey Bogart en el elenco. El paquete lo completaba el décimo episodio de la serie El hombre de hierro.

El sábado 9 de abril de 1949 marca otro hito en la historia del Victoria: la presentación de la revista Burlesque. Su descripción en La Prensa: “El espectáculo sensación de Santiago. Las más esculturales mujeres del género frívolo. Música, alegría y arte. Espectáculo sólo para personas de criterio maduro”. La audiencia experimentaba con otro nivel de expresión. La inocencia daba paso a la curiosidad. El espectador curicano disfrutaba de su plena adolescencia.

La incipiente carrera espacial motiva la programación en 1969. El miércoles 1 de enero de ese año el Victoria ofrece La conquista de la luna (Countdown, 1968), de Robert Altman, con James Caan, Joanna Moore y Robert Duval. El domingo 19 de enero, Amos del espacio y Fitzwilly (1967), con Dick van Dyke y Barbara Feldon.

El viernes 28 de febrero, un acto del Partido Nacional ocupa las aposentadurías del teatro. El uso político se repite hasta el Golpe de 1973. En plena dictadura hay títulos que se prestan para interpretaciones. El 1 de julio de 1979, El cielo puede esperar (Heaven can wait, 1978) y Espías (1974). El miércoles 8 de agosto, Cadáveres ilustres. El viernes 1º de agosto, Un puente demasiado lejos (A bridge too far, 1977). El viernes 24 de agosto, El animal (L’Animal, 1977). El 30 de ese mes, A mi manera.

En 1989, a pocos días de la derrota de Hernán Büchi, candidato de Pinochet, el Victoria ofrece el 3 de noviembre Los enredos de Wanda (A fish called Wanda, 1988) y Con licencia para matar (Licence to kill, 1975). El sábado 11, Armado hasta los dientes (Dead Bang, 1989). El 20 de septiembre, El regreso de los muertos vivos (Return of the living dead, 1985).

En paralelo, la programación comienza a decaer y se apela al segmento adolescente adulto con cintas de contenido sexual. El 27 de noviembre, Muchachas ardientes y Seguro de castidad. Un día después del triunfo de Patricio Aylwin en las urnas, el 15 de diciembre, el teatro ofrece La guerra de los sostenes y La colegiala enloquece a los profesores, con la actriz italiana Gloria Guida. El domingo 17 de ese mes, en matiné, aparece Pinocho y el emperador. Las últimas exhibiciones antes del cierre formal, registrado en 1996, fueron Locademia de pilotos 2 (Hot Shots! Part Deux, 1993) y Las tortugas ninjas (Teenage Mutant Ninja Turtles, 1990).

Esto de enumerar títulos se da con naturalidad entre curicanos de diferentes generaciones, lo que evidencia el arraigo que la sala tiene en la ciudad. Dos ejemplos. Liliana Alastuey, 67 años: “Vi la primera de Elvis en 1958, Love me tender, y fue un descubrimiento increíble”. Juan Manuel Neira, 40 años: “Convencí a mi viejo para ver la segunda parte de una película que yo encontraba extraordinaria, así que ese domingo en la tarde me acompañó a ver El imperio Contraataca. Salimos del cine y en la tarde vimos por televisión a Chile clasificar al mundial de España 82. Tarde perfecta”.

Las vinculaciones emotivas y afectivas que los curicanos manifiestan sobre el Teatro Victoria lo relevan como un espacio propio y en latencia, detenido por la incertidumbre actual pero que exhibe un margen potencial suficiente para recuperar su utilidad social y se convierta en un factor patrimonial vivo y vigente.

Referencias Bibliográficas

Auge, M. (2000). Los No Lugares. Barcelona: Gesida.

González, J.P. y C. Rolle (2004). Historia Social de la Música Popular en Chile, 1890-1950. Santiago: Ediciones de la Universidad Católica.

Yudice, G. (2012). El recurso de la Cultura. Barcelona: Gesida.

* Fabián Llanca es curicano, estudió periodismo en la Universidad Austral de Valdivia y es magister en Arte mención Patrimonio de la Universidad de Playa Ancha, Valparaíso. Ha realizado dos documentales rodados en la Región del Maule y actualmente investiga sobre el extinto formato de las fotonovelas chilenas.

[1] En Diario La Prensa, 13/1/1929, pag. 3.

[2] En Diario La Prensa, 21/11/1928, en Actualidades.

[3] En Diario La Prensa, 2/1/1929.

[4] En www.imdb.com. Browning dirigió después clásicos del terror como “Drácula”, 1931, con Bela Lugosi, y “Freaks”, 1932.