Neil Blomkamp es un director sudfricano conocido por sus películas y cortometrajes de ciencia ficción. Su biografía, como la de muchos cineastas, es una sucesión de situaciones que lo llevan desde un país tercermundista hasta la fama mundial: una serie de cortometrajes (Tetra Vaal, 2004; Alive in Joburg, 2005; Yellow, 2006; Tempbot, 2006; y Halo: Landfall, 2007; todos disponibles en Youtube), el salto a una primera película –de bajo presupuesto e innovadora- (District 9, 2009), la aclamación de la crítica mundial (Nominación al Oscar como Mejor Película Extranjera), la llegada a Hollywood, y la realización de un segundo filme (Elysium, 2013), -interesante pero mainstream-, que ha sido, aceptando sus méritos, comparado en forma negativa con la opera prima.
Diferenciándose de otros directores ascendentes, -quienes han estado dispuestos a saltar de un género y un estilo a otros-, Blomkamp ha sido radicalmente consistente en sus temáticas y obsesiones, pudiendo definírsele no tanto como un director de ciencia ficción, sino más bien como un excelente cronista de la marginalidad urbana del mundo contemporáneo, y del miedo que dicha marginalidad engendra en los pocos afortunados que se benefician de un modelo económico-social basado en la injusticia. Así, la tecnología futurista (Tetra Vaal, Elysium), o la presencia de extraterrestres (Alive in Joburg, District 9) no son sino una excusa para elaborar una descripción y un relato de la ciudad actual y de los mecanismos a través de los cuales el poder y el control son ejercidos sobre los más pobres. Blomkamp nos muestra como la Sudáfrica post-apartheid de fines de los años 2000, o el híper desarrollado Los Ángeles del 2154 son simplemente dos expresiones diferentes de un mismo fenómeno: una ciudad que se desintegra en la marginalidad. Mientras en Distict 9 los segregados son un millón de extraterrestres que llegan a la tierra como refugiados y que se suman a las masas marginales de nigerianos y otros refugiados africanos, en Elysium los auto-segregados son los más ricos; los que construyen una estación orbital que los protege del resto y les permite vivir de sus privilegios.
Desde una perspectiva más conceptual, el trabajo de Blomkamp se emparenta con dos tradiciones teóricas de los estudios urbanos: la idea de la dualización urbana y la convivencia que plantea entre zonas desarrolladas y otras que se enfrentan a la decadencia, especialmente en la forma en que dicha teoría ha sido elaborada por Manuel Castells (1995); y las descripciones distópicas de la ciudad elaboradas por los teóricos de la Escuela de Los Ángeles, particularmente en los textos de Michael Dear (1996; 2001) escritos entre fines de los años ‘90 y comienzos de los años 2000.
En materia fílmica, la obra de Blomkamp y su descripción de lo urbano, especialmente aquella de Elysium, se emparenta, al menos en cuanto a temática y estética, a varias películas de ciencia ficción recientemente filmadas (e.g. In Time, 2011), así como también a la obra icónica de la Escuela de estudios urbanos de Los Ángeles: Blade Runner de Ridley Scott.
La descripción que Blomkamp hace de lo urbano puede dividirse analíticamente en cuatro temáticas principales, las que, en cualquier caso, conforman un todo que es difícil de desmenuzar en la realidad.
Una multi-culturalidad que amenaza la pureza étnico-lingüística del mundo desarrollado
Tal como en Blade Runner los residentes urbanos marginales hablan el “cityspeak”[1], “una jerigonza que mezcla japonés, español, alemán; lo que quieras” y se presentan como racialmente diversos, en las obras de Blomkamp el mundo marginalizado es radicalmente híbrido. Mientras en Elysium esto es representado por una presencia fuerte de lo latino (con Matt Damon hablando español) y en menor medida de lo afroamericano, muy en línea con la actual realidad de la ciudad de Los Ángeles, en District 9 el hibridismo es radicalizado, incluyendo diversos grupos étnicos africanos así como también extraterrestres.
Lo que llama la atención es que, mientras en Blade Runner los representantes del poder son ética, estética, lingüística y racialmente similares a los marginales (de hecho la ambigüedad respecto a si el Blade Runner Decker es o no un replicante se mantiene sin resolución a lo largo del filme), en ambas películas de Blomkamp lo que nos presenta el mundo de los ricos es esencialmente homogéneo, tanto en términos raciales como lingüísticos; lo que hace ciertamente difícil la integración de quienes no pertenecen a la burbuja de los afortunados. Frente a esta contradicción “hibridismo marginal / homogeneidad burguesa”, Blomkamp nos propone dos alternativas: si bien tanto en Elysium como en District 9 los marginados buscan huir de su situación actual, el objetivo del escape en ambos filmes es radicalmente diferente.
En Elysium, los residentes marginales que logran alcanzar la estación orbital buscan mimetizarse con los sectores afluentes de la sociedad; sin darse cuenta que dicha mímesis es imposible por cuanto la riqueza implica, al mismo tiempo, un determinado hábitus de clase, así como una cierta pureza étnico-lingüística. El no contar con ellas los hace fácilmente identificables por los aparatos de seguridad del régimen. De hecho, el final alegre presentado por Elysium, en el que los pobres son finalmente integrados como ciudadanos de Elysium, no se da por la persuasión o por el éxito de la mímesis, sino simplemente porque los marginados son capaces de engañar a un sistema computacional que no distingue las sutilezas propias del hábitus.
En District 9, por el contrario, tanto los extraterrestres como los marginales terrícolas no buscan ni la mímesis ni la integración, sino que van construyendo una institucionalidad y códigos de comportamiento propios y diferenciados. Si buscan escapar dicha huida no es hacia los espacios de afluencia, sino hacia un tercer espacio donde ellos y sus códigos culturales se conviertan en hegemónicos. Aquí, el escape para los extraterrestres es la vuelta a casa y no la integración a la burbuja representada por Elysium.
Independiente de las particularidades de cada película, la ciudad real del primer mundo parece encontrarse bastante más cerca de la visión que nos entrega Blomkamp que del hibridismo trans-clase social esbozado en Blade Runner. Así, tanto en las ciudades de EE.UU. como de Europa Occidental, son las minorías blancas las que dominan los aparatos político y productivo; minorías que no sólo se aterran con la presencia del otro sino que además generan leyes, como las restricciones a la inmigración, la prohibición del uso del velo en Francia, o la proposición 227 sobre la preponderancia del idioma Inglés en California, que buscan mantener el dominio etno-lingüístico de la clase hegemónica.
Una ciudad segregada y esencialmente marginal.
Si realizaramos un análisis geo referenciado de las ciudades del mundo desarrollado –e incluso de las ciudades en los márgenes del desarrollo- nos daríamos cuenta que son esencialmente habitadas por residentes de clase media, quedando algunos espacios intersticiales para ricos, pobres y marginales. Si bien esta denominación, “clase media”, esconde realidades diversas, vulnerabilidad y pobrezas disfrazadas, lo cierto es que las zonas con servicios precarios, con altos niveles de informalidad en la vivienda o con débil conectividad a las redes urbanas son relativamente pequeñas. La ciudad dual existe, pero la relación marginalidad / no marginalidad tiende a favorecer a los espacios no precarizados.
Hay obras de ciencia ficción que nos presentan versiones radicalizadas de esta situación, con una “mayoría contenta” y una “minoría marginal”, como se presenta en El Mundo Feliz de Huxley y su visión de una pobreza encerrada en “reservas para salvajes”. Pero estas son excepciones. La gran mayoría de las obras del género, incluidas las de Blomkamp, nos muestra una ciudad en que esta relación ricos / pobres se invierte y lo urbano, así, tal como sostiene Mike Davis, se reduce a un conjunto de “islas de riqueza en un mar de decadencia” (1990). Blomkamp nos presenta la versión más gráfica de esta inversión en Elysium, la cual es presentada la cual es presentada como una pequeña isla espacial separada por completo de la tierra. La situación en District 9 aparece un poco más ambigua. Si bien el filme se centra en el campo de concentración representado por el disrito 9 se hacen referencias visuales y de guión a otras zonas y espacios marginales, lo que nos da la idea de una ciudad en la que los ricos también se encuentran encerrados en pequeños enclaves.
Para esta visión, el gueto ya no es el espacio en que el mainstream social segrega y controla a los pobres, sino, por el contrario, el reducido espacio en que los ricos, envueltos en su miedo, se auto-encierran, estableciendo complejos dispositivos de vigilancia para evitar la penetración de una frontera que es no sólo física sino también cada vez más psicológica. Esta visualización, esencialmente anti-urbana ya que termina por sostener que la “buena vida” o la “vida burguesa” sólo son posibles fuera de la urbe, aparece como una idea repetida en las distopias de ciencia ficción (desde Blade Runner pasando por Elsysium hasta llegar a las novelas de Aismov que tienen al detective Elijah Bailey como protagonista), así como también en los estudios urbanos más críticos del capitalismo contemporáneo.
Ahora bien, más allá si los marginales son una mayoría o una minoría, quizá el tema más relevante está en la discusión respecto a los grados de marginalidad o de desigualdad que una sociedad es capaz de tolerar sin presentar estallidos sociales; lo que nos lleva al análisis de una tercera temática propia de la obra de Blomkamp.
Una vida urbana basada en el miedo al otro.
En la obra de Blomkamp las decisiones políticas tomadas tanto por las autoridades de la Sud Africa post apartheid como por aquellos que gobiernan Elysium, son mostradas como irracionales y basadas en el miedo extremo al otro social. Mientras en District 9 toda la política se basa en mantener y hacer más eficientes las condiciones de encierro de los marginales, en Elysium se busca preservar, aún a costa de la vida humana o la propia institucionalidad, la auto-segregación de los poderosos.
Pero, ¿es este miedo irracional? ¿Es la obra de Blomkamp simplemente una exageración artística o, por el contrario, es el reflejo de una realidad social existente? Ciertamente el miedo no es irracional, ni siquiera es un temor frente a “algo que podría ocurrir” si se mantienen las actuales condiciones sociales, sino que es una imagen viva, de sucesos ya acaecidos, que los privilegiados del sistema difícilmente podrán olvidar. Son los habitantes de Rocinha bajando a saquear la playa de Leblon, son los disturbios de Los Ángeles de 1965 y 1992, los marginales parisinos en 2005 y londinenses en 2011 quemando automóviles y saqueando tiendas; todos ellos porque a algún representante de la autoridad se le pasó la mano al aplicar políticas represivas.
Blomkamp, como buen observador de la realidad, se da cuenta que el miedo no es una condición ideológica o una enfermedad social, sino que es el producto de las condiciones materiales de vida que se han impuesto en la ciudad del capitalismo tardío. Por ello, para quien no quiere renunciar a sus privilegios, las políticas que de este miedo se desprenden pasan a ser la base de la mantención del sistema: más policías, más represión, sumado a un discurso que llama a la integración y la unidad en un contexto en que dicha unidad e integración son imposibles.
Una ciudad militarizada con sistemas de control de alta tecnología.
¿Qué pasaría si pudiésemos construir un sistema que ayudara a la policía a desarrollar los países? Se pregunta Blomkamp en el corto Tetra Vaal (2004), al tiempo que nos muestra imágenes de un sistema policíaco robótico altamente eficiente y desarrollado específicamente para trabajar en áreas marginales.
La pregunta planteada por Blomkamp lleva a la reflexión respecto al rol de la tecnología en la mantención del orden social existente. En Tetra Vaal o Elysium, así como también en otras películas como Robocop (1987) o Minority Report (2002), la alternativa es única y excluyente: si el miedo lleva a la represión y si los marginales efectivamente cuentan no sólo con los números a su favor sino además con capacidad de reacción, ciertamente el tema de la profesionalización de la represión se hace central; y dicha profesionalización sólo va a ser total y perfecta si deja de ser humana, o, al menos, si el elemento humano pasa a ser sólo una herramienta de los sistemas mecanizados.
Nuevamente esta temática no aparece simplemente como una radicalización o un supuesto de lo que podría ocurrir en el futuro, sino que más bien es el reflejo de la realidad cotidiana de diversas ciudades en las que se invierten fortunas en el diseño y mantención de sistemas mecanizados de vigilancia y control, y en las que la violencia y su control se convierten en espectáculo predilecto de grandes corporaciones mediáticas fuertemente tecnificadas.
Lo complejo de la situación es que la alternativa a esta militarización y tecnificación del control social (Davis, 1990; Soja, 2000; Dear, 2001; Graham, 2010) es ciertamente la ineficiencia; pues, tal como se muestra en forma optimista en otras películas, el ser humano, por más comprometido que esté con la mantención de un cierto orden, es débil y puede terminar o bien compadeciéndose del otro (Blade Runner), o, como lo presenta Blomkamp en District 9, directamente transformándose en el otro marginal.
Las obras de “género”, como la ciencia ficción y, en menor medida la comedia, se han convertido en la gran metáfora para dar cuenta de la sociedad contemporánea. La urbe pareciera ser un objeto de análisis particularmente relevante y recurrido por los cineastas.
En este contexto la obra de Blomkamp nos muestra una versión particularmente negra de las condiciones materiales y de vida cotidiana de las masas marginalizadas. Con todo, y al mismo tiempo, el autor, tanto en District 9 como en Elysium, da cuenta de que las posibilidades de resistencia y transformación existentes en ciertas prácticas cotidianas así como en la creación de estrategias alternativas de supervivencia, parecen ser también propias del mundo que nos toca habitar.
* Rodrigo Salcedo es sociólogo, doctor en Ciencia Política de la Universidad de Illinois. Actualmente es director del Centro de Estudios Urbano Territoriales (CEUT) y Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica del Maule.
[1] Interlingua, en la traducción al español de la película.