Resumen
En esta columna Germán Valenzuela, académico de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, argumenta respecto a la oportunidad que brinda la abandonada estructura del Mercado Central de Talca para la recuperación de las formas identitarias de la ciudad y la región a través de la re-ocupación del inmueble.
Existen al menos dos posturas en la discusión respecto a qué hacer con el centenario edificio. La primera, patrimonialista, aspira a la recuperación total de la estructura para devolverla a su condición original, de esplendor edilicio y belleza estética. En esta postura conviven dos subgrupos de argumentos que se invalidan entre sí. El primero señala que su uso ha de mantenerse idéntico al original, cumpliendo el objetivo para el que fue construido el edificio: un mercado de abasto para la ciudad. Un segundo grupo, que podríamos denominar objetualista, aspira en cambio a conservar el conjunto arquitectónico, no así su programa. Ellos se abren a la posibilidad de otros usos comerciales, inclusive el de un supermercado.
La segunda postura es más radical, diremos que más dada a la idea de renovación por sobre la de recuperación. En tales argumentos suele esgrimirse la siguiente lógica: sale más barato construir de nuevo que reparar. Dentro de este grupo de opinión existe un gran heterogeneidad de ideas y posturas, que van desde dejar la fachadas exteriores y renovar completamente el interior de la manzana, hasta demoler todo de una buena vez y colocar en su remplazo un edificio moderno.
Más allá de estas dicotomías, existe cierto consenso general en cuanto al valor enorme del solar que ocupa hoy el malogrado edificio. Sea cual sea la decisión respecto de él, la intervención supone no tanto la de un edificio sino la de un trozo de ciudad, uno que ha sido –y sigue siéndolo– muy importante para Talca.
A las dos posturas más o menos antagónicas me gustaría agregar una tercera consideración: re-habitar tal como está la estructura del mercado para imaginar las nuevas posibilidades que este bien público puede ofrecer a los habitantes de la región.
Consideremos que la región del Maule es la que mantiene la más alta tasa de ruralidad en Chile, ello por la alta dependencia económica y laboral de sus habitantes con el agro. Una parte importante de estas actividades tiene su reflejo en las ciudades, particularmente en Talca, su capital. Reflejo que ha perdido lentamente su espacio de representación.
Otro aspecto relevante a considerar es la sucesión de terremotos sufridos por la región y que ha borrado paulatinamente la historia arquitectónica de la ciudad. No parece ya existir una sola manzana que mantenga la fachada continua. Parece ser el mercado una de las excepciones.
Por último, resulta necesario tomar en consideración la importancia que han tomado los movimientos sociales y la participación de las comunidades en las decisiones que afectan a su patrimonio. Considerar una participación incluyente, no aquella que simplemente cumple con el mínimo de informar y recibir solicitudes, parece ser ya ineludible.
Revisados someramente estos aspectos contextuales, vamos sobre la idea de re-habitar el edificio o, como se ha dicho, un trozo de ciudad:
Re-habitar es volver a usar pero modificando las formas de hacerlo, es decir, incorporar a la estructura hoy desocupada la posibilidad de adquirir nueva vida desde adentro hacia afuera. Se deben considerar con atención los valores que el edificio contiene para aproximarse con mayor naturalidad a los posibles usos que éste podrá tener en el futuro, incluyendo la noción de comunidad patrimonial necesaria para completar el conjunto edificio-sociedad.
Lo que se propone es sopesar la posibilidad de alejarse de la idea de proyecto de re-construcción, para dar paso a la noción de acción directa que permitiría aprender del proceso de recuperación, aquello que Richard Sennett llama reparación dinámica, capaz de corregir a la vez que comprender el funcionamiento y las posibilidades de la estructura.
En este gran sitio han de participar las diferentes modos de hacer existentes en la ciudad, más institucionalizados o más informales. Es el «reconocimiento» esencial de las cualidades sociales y espaciales de los mercados contemporáneos. Para entender sus «vocaciones», es necesario que quienes lleven el proyecto ofrezcan un espacio abierto, a fin de imaginar lo que allí pueda desencadenarse.
Más allá de la re-construcción, los acuerdos y las políticas de planificación, se abre así la posibilidad de generar un proyecto cultural capaz de reinventar una nueva relación entre las artes, la economía, la arquitectura y la ciudad de Talca.
* Germán Valenzuela es arquitecto de la Universidad Marítima de Chile y Máster en Arquitectura de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Es co-fundador y ex-director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca. Ha sido profesor invitado en las escuelas de arquitectura de la Universidad de Costa Rica, Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) y de la Universidad de la República (Uruguay).