Mi ventana. Un breve relato largo from Luis Iturra on Vimeo.
Mirar desde lo alto en un edificio en el centro de Santiago permite ver una parte de la ciudad. Es posible divisar los cordones montañosos que enmarcan el valle, así como los numerosos cerros hacia el punto cardinal elegido para realizar esta acción. Se puede ver incluso lugares de Santiago donde nunca se ha estado.
Mi ventana se abre al paisaje desde un piso 20, y mirar a través de ella genera una tensión entre lo próximo y lo distante, me siento dentro de aquel paisaje, pero también a cierta distancia, despegado de él. ¿Es el paisaje el mundo que vivo o sólo una escena del mundo que miro? (Wylie, 2007: 1).
Este fenómeno de tensión, expresado dentro de mi experiencia de habitar, es lo que Merleau-Ponty (2008) considera como la simbolización de formas particulares de pertenencia. Las cosas en el mundo no son simple objetos neutrales que están ahí para nuestra contemplación. Sin embargo, tradicionalmente se ha entendido la morada como un contenedor, abriendo la paradoja de los límites. ¿Dónde termina mi casa?
Desde una posición habitual, la respuesta a esa pregunta sería, en un inicio, sencilla: es el momento en el cual atravieso el umbral de la puerta y la cierro con dos cerraduras. Sin embargo, esta pregunta podría volverse un poco más compleja de responder, pues ingreso a un pasillo común al que desembocan siete departamentos en el piso veinte, uno de los pisos-tipo que componen la torre habitacional de veintidós pisos en la que vivo. Volviendo a formular una respuesta, podría decir que salgo de mi casa cuando cierro la reja luego de saludar al conserje veinte pisos más abajo.
Observar la ciudad –ese lugar que recorro a diario- desde mi ventana, está más allá del modo clásico de comprender lo visual como “una perspectiva monocular que está fija y distanciada del cuerpo” (Olwig, 2008: 1), aquello que Ingold (2005) establece como una lista de cosas visibles.
Para responder la pregunta sobre donde termina mi casa, debe abordarse la forma en la cual se van construyendo los límites del espacio que habito; aquí lo visual no trata de definir y describir los objetos bajo la luz, que es la forma habitual en que los videntes la entendemos. Más bien, se establece lo visual como una experiencia de la luz que me sitúa en el mundo (Ingold, 2000). Merleau-Ponty llamó a esto la magia de la visión, es decir, que en cada momento estamos abriendo los ojos por primera vez hacia un mundo en formación (Ingold, 2005). El mundo en continua formación trae a la discusión una dimensión temporal; los límites de mi casa ya no están solo en el ámbito físico espacial de mi vivienda, sino también en el tiempo, por la experiencia de habitarla día a día.
Para enfrentar nuevamente la pregunta ¿dónde termina mi casa?, reconstruí el tiempo y lo uní al espacio. Utilizando la técnica fotográfica como forma de develar mi experiencia de tiempo-espacio, registré el paisaje que observaba cambiar desde mi ventana cada día. Cada una de esas fotografías se convirtió en un referente. La fotografía fue para mí lo que Barthes definió como la dimensión del recuerdo, en la cual no sólo hay pruebas de cómo fue aquel referente, sino, sobretodo es posible conocerlo. Está ahí “pero en un tiempo que no le es propio” (2003: 23). El tiempo se reconstruye a partir de esta memoria, la de los fragmentos del recuerdo presentes en cada una de las imágenes.
La fotografía posee la particularidad de capturar la noción del tiempo y la forma del espacio como si se tratase de un “objeto laminar de los que no podemos separar dos láminas sin destruirlos” (Barthes, 2003: 31). Según Grady (2008), la fotografía entrega simultáneamente dos tipos de información: una corresponde a un registro personal afectivo respecto al acto/escena capturado, la otra al registro impersonal de lo que sucede. Entonces, desde la delimitación objetiva de los límites de mi casa, se viaja hacia el acto reflexivo del mirar.
Cuando en “La invención de lo cotidiano” Michel de Certeau observa Manhattan desde el piso 110 del World Trade Center, está interesado en la inmensidad que se mueve bajo sus pies. Desde allí se pregunta por el origen “del placer de ‘ver el conjunto’, de dominar, de totalizar, el más desmesurado de los textos humanos” (De Certeau, 1996: 104). Mirar desde mi ventana, se aleja de este acto totalizador, dominador. Más bien, lo que emerge es una noción de un paisaje vivido. Es el paso desde una imagen representada en una postal a un espacio multidimensional, cuya complejidad dificulta cualquier representación. Un espacio en que el cúmulo de experiencias previas va construyendo mi vivencia.
El devenir del paisaje, en el transcurso del tiempo, se sitúa como un elemento cambiante. Mi experiencia visual en relación al espacio está dada por un modo de estar en él. Mi casa no termina en sus muros que la limitan; tampoco en la puerta que me separa de los otros. Mi casa son las montañas que puedo ver, a veces, a través de las nubes, y las torres que crecen kilómetros mas allá. Es además el grupo de personas y el parque donde paseo los fines de semana.
Vivo dentro de aquel paisaje en una morada cuyos límites no puedo definir, que cambian según el paso de los días. Mi experiencia sucesiva de mirar por la ventana va construyendo mi manera de estar en el mundo. Define también mi forma de entender el habitar mi vivienda, que es mucho más que sólo vivir dentro de esta casa.
Referencias
Barthes, R. (2003). La cámara lúcida. Barcelona: Paidós Ibérica.
De Certeau, M. (1996). La invención de lo cotidiano. 1. Artes de hacer (Vol. 1). México: Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia.
Grady, J. (2008). Visual Research at the Crossroads. Forum: Qualitative Social Research, 9 (3, 38)
Ingold, T. (2000). The perception of the environment: essays on livelihood, dwelling and skill. Nueva York – Londres: Routledge.
Ingold, T. (2005). The eye of the storm: visual perception and the weather. Visual Studies, 20 (2).
Merleau-Ponty, M. (2008). The World of Perception (O. Davis, Trans.). London – Nueva York: Routledge.
Olwig, K. (2008). Performing on the Landscape versus Doing Landscape: Perambulatory Practice, Sight and the Sense of Belonging. In T. Ingold & J. L. Vergunst (Eds.), Ways of walking: ethnography and practice on foot (pp. 81-91). Hampshire – Burlington: Ashgate.
Wylie, J. (2007). Landscape. Abingdon: Routledge.
* Luis Iturra, es arquitecto y fotógrafo Chileno. Magister en Hábitat Residencial (INVI- FAU, Universidad de Chile). Docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Co-fundador y editor de Santiago se Mueve. Ha desarrollado y colaborado en una serie de investigaciones usando principalmente métodos visuales y aproximación etnográfica. Actualmente, utiliza la fotografía para explorar la experiencia del tiempo espacio en la vida cotidiana e investigar la relación de ésta con los límites en la arquitectura y el diseño urbano.
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