1. París
París, más que una unidad edilicia, es una sucesión de pequeñas ciudades con características provinciales. Rara vez sus habitantes van más allá del límite de su barrio, porque en él encuentran todo lo necesario para la vida. Como en provincia, la burguesía parisiense vive de acuerdo con las más estrictas leyes de moral tradicional, tanto en lo social como en lo religioso.
En mi última visita, me percaté que los magníficos hoteles modernos, que tanto contribuyen a la felicidad y comodidad de los viajes, tienen, sin embargo, un grave inconveniente: el de aislar al viajero de la vida verdadera del país que visita. En todas partes sale al encuentro del turista desorientado, el conserje políglota, tabla de salvación en el país desconocido y futuro guía exclusivo de todos los paseos y diversiones. Como es natural, el portero, creyendo interpretar los deseos del cliente, le recomienda siempre atracciones costosas (especialmente si es del norte o sudamericano) y aquello que sólo encierra un interés superficial, dejando de lado la auténtica importancia de ciertos aspectos.
Puede calcularse que existe en París una población flotante de más de medio millón de personas, llegadas de las cinco partes del mundo. Destinada a esta ola de turismo constante, la ciudad tiene preparada toda una inmensa instalación de cabarets, restaurantes, boites, teatros, etc., y hasta una banda de buenos muchachos disfrazados de apaches para impresionar a las damas cuando recorren Montmartre.
Cualquier observador atento habrá podido advertir que muy pocos franceses concurren a esa zona internacional de diversiones, salvo que sientan interés por ver de cerca de los extranjeros. Se oye hablar, allí, español, inglés, ruso, italiano y esa cantidad de idiomas menores difíciles de situar, pero raramente francés, si no es a los artistas o mozos de café.
Este barrio exótico, incrustado en la gran capital, como podría estarlo en cualquier otra parte, es lo único de París que la mayor parte de los viajeros fugaces conoce. Es, sin duda, en extremo interesante tener la ocasión de analizar de cerca tales ambientes donde se reúnen personas de todas las razas y latitudes, estudiar sus modalidades y verlas actuar.
Vuelto a su país de origen, el viajero trasnochado ha dejado todo por ver, contribuye con sus relatos a acrecentar la fama injusta de ciudad tribial que se ha dado a París. Todo estriba en la disposición de espíritu del turista. Allí está, para recorrerla, la ciudad, bella en si misma, con sus anchos espacios libres llenos de árboles y encuadrados por purísima arquitectura; allí están, para descubrirlos, los barrios escondidos con su historia, antigua y moderna, saliendo al encuentro a la vuelta de cada esquina.
Esta instantánea fue publicada originalmente en la edición 7 de nuestra revista, el otoño/invierno de 2008. URL: [http://www.bifurcaciones.cl/007/Paris.htm].
Margarita Abella Caprile, (Buenos Aires, 1901-1960). Poeta y periodista argentina. Perteneciente a la llamada Escuela Romántica, escribió poesía y prosa, encontrándose entre sus libros más destacados Nieve (1919), Sonetos (1931) y El árbol derribado (1959). Escribió también algunas novelas cortas de considerable éxito editorial. y algunos relatos de viajes como Geografías (1958) del cual se extrajo esta crónica.
Crónica extraída desde Abella Caprile, M. (1936) Geografías. Buenos Aires: Librería del Colegio.
Esta instantánea fue publicada originalmente en el número siete de nuestra revista, en el otoño – invierno de 2008, en co-edición con Universidad Nacional Andrés Bello UNAB. URL: [http://www.bifurcaciones.cl/007/Paris.htm].