Desde mediados del siglo XX, la creciente urbanización de las sociedades, en especial aquellas del mal llamado “Sur Global”, ha propiciado el desarrollo amplio y heterogéneo de formas de protesta social asociado a la reivindicación de aspectos propios de la vida urbana. En su ya clásico The City and the Grassroots, Manuel Castells (1983) construyó el que, tal vez, sería uno de los primeros intentos sistemáticos por entender la irrupción de los “movimientos sociales urbanos”. A saber, aquellas formas de movilización política que, organizadas en y por un territorio específico, articulan sus discursos hacia el Estado, ya no desde el ámbito de la producción sino que por la demanda de “consumo colectivo” (vivienda, infraestructura, servicios públicos, etc.).
Las ciudades de América Latina han sido escenario privilegiado de luchas por la vivienda. Siendo llevadas a cabo principalmente en los márgenes urbanos vía ocupaciones ilegales de terreno, dichas acciones han transformado radicalmente las periferias, volviéndolas espacios de intensas dinámicas sociales y espaciales donde el urbanismo disciplinario ha intentado, no sin retraso, regular lo que ya ha sido estructurado por los ocupantes informales y sus prácticas. Consecuentemente, la emergencia de importantes movimientos urbanos ha significado no sólo un cambio del modo en que la ciudad Latinoamericana se organiza espacialmente, sino también en la forma en que nuevas agencias sociales participan de su vida política.
Uno de los trabajos que recientemente ha intentado dar cuenta de tal fenómeno es Insurgent Citizenship. Disjunctions of Democracy and Modernity in Brazil, del antropólogo norteamericano James Holston. Previamente, dicho autor llevó a cabo una novedosa y sugerente crítica al proyecto modernista de Brasilia desde una aproximación antropológica (Holston, 1989) así como un libro recopilatorio (Holston, ed. 1999) sobre lo que sería uno de los principales tópicos tratados en la obra aquí discutida: el desarrollo de un nuevo tipo de ciudadanía, la “ciudadanía urbana”, cuyos derechos se distribuyen ya no a partir de la pertenencia formal al Estado-Nación, sino que en base al ejercicio mismo de la práctica política en la ciudad. En tal sentido, Insurgent Citizenship examina la manera en que el proceso de auto construcción de viviendas en la periferia popular de São Paulo de la década del setenta ha desafiado la noción de ciudadanía como principio regulador de las diferencias sociales. Más importante aún, se pregunta cómo, desde dichas acciones, los ciudadanos urbanos conciben y reivindican nuevas clases de prerrogativas tales como el derecho a la ciudad.
Contenidos del libro
El libro se estructura en cuatro partes que, en su conjunto, componen un texto de ocho capítulos. En la primera parte, “Disrupciones” (Disruptions), Holston presenta el marco general de análisis en el que se circunscribe su investigación. Aquí discute los conceptos de ciudadanía y derecho según han sido comprendidos en los Estados nacionales de Occidente. Del mismo modo, el autor da pistas sobre lo que fue la estrategia metodológica que orientó su trabajo, recalcando la importancia de usar una perspectiva etnográfica e histórica en el análisis de procesos de cambio social. La segunda parte, Desigualdades (Inequalities), aborda la problemática acerca de cómo la idea de ciudadanía ha sido entendida en historia política e institucional de Brasil. Con esto, plantea un aspecto que, no obstante las diferentes historias políticas de cada uno de los países de la región, podría extenderse a otros Estados: la constitución de una ciudadanía inclusiva pero desigualitaria, esto es, una que es universal para los miembros de un Estado-Nación pero que otorga derechos diferenciadamente. Tal como argumenta Holston, esta modalidad contrasta con el tipo de ciudadanía que emergió en Estados Unidos la que, no siendo universal (pensemos en los años de exclusión sufrida por la población Afro-Americana), distribuía amplios e iguales derechos a quienes sí eran ciudadanos. Con ello, Holston plantea una discusión que no se reduce a los dos países mencionados sino que al proyecto político de la modernidad: en qué medida en los Estados nacionales el principio de igualdad formal entre los ciudadanos –como mecanismo regulatorio de las diferencias de “origen” (clase, raza, etnicidad, etc.)— ha sido insuficiente para llevar a cabo los proyectos igualitarios.
En el caso brasileño, dice Holston, la asignación diferenciada de derechos fue patente en las políticas de distribución de tierras, lo que condujo a que la ilegalidad asumiera un papel central como estrategia de ocupación entre las clases populares. En ese sentido, según detalladamente argumenta en la tercera parte del libro (Insurgencias, Insurgences), los procesos de auto-construcción de la periferia urbana surgen como una agencia social que reclama la recomposición de formas de ciudadanía capaces de promover niveles sustantivos de justicia social, ahora mediante la asignación de derechos a los miembros de la ciudad que se habita y se construye. Es precisamente aquí donde Holston describe la “ciudadanía insurgente” (p. 247) en tanto nueva esfera de participación pública, la cual es definida por tres aspectos: a) estar desarrollada fuera de los dominios de ciudadanía previamente disponible para la clase trabajadora –la ciudadanía restringida a la esfera del trabajo del periodo populista e industrializador de Getulio Vargas—, pues ahora el criterio central de membresía es la residencia; b) estar articulada sobre la base de demandas por derechos a la ciudad más que por derechos sectoriales (por ejemplo, sindicales), los cuales caracterizaron el clientelismo del movimiento de trabajadores en el régimen de Vargas; c) tener como comunidad política primaria la ciudad, instancia sobre la cual se organizan las reivindicaciones.
La aparición de una ciudadanía insurgente ha redundado, por tanto, en la irrupción de nuevas formas de comprensión de los derechos de los ciudadanos urbanos, relacionado con lo que Holston denomina contributor rights (p. 260): una clase de derechos legitimada por la contribución práctica que, en sus luchas por la vivienda –desde el momento mismo en que tomaron y urbanizaron las favelas hasta su posterior conversión en residentes legales pagadores de impuestos— han realizado los paulistas de la periferia a su ciudad.
Finalmente, la cuarta parte (Disyuntivas, Disjunctions) analiza la “paradoja perversa” (p. 271) de la democratización brasileña, en cuanto dicho proceso ha ido de la mano al considerable aumento de corrupción gubernamental y violencia urbana. La proliferación de “incivilidades cotidianas” (everyday incivilities, p. 274) y comandos vinculados al crimen organizado –que, sorprendentemente, despliegan un lenguaje político sobre la base de derechos— son para Holston expresiones de la peliaguda relación entre viejas y nuevas formas de ciudadanía que he descrito: la primera, basada en la ideología de inclusión universal que, sin embargo, funcionaba bajo un modelo diferenciado de distribución de derechos; y la segunda, derivada de las estrategias que las clases populares del Brasil urbano han adoptado para subvertir la promesa inconclusa de la democracia liberal. A pesar de lo que pueda pensarse, Holston argumenta que la realización de ciudadanías insurgentes no implicaría la desestabilización de un régimen de tratamiento especial sobre el cual se basaron las formas precedentes de membresía política, por cuanto los nuevos actores sociales utilizarían un discurso de derechos para justificar medidas particulares al grupo que las reivindica. De tal manera, los actuales conflictos sociales surgirían del hecho que las desigualdades antes toleradas por la ideología universalista son ahora ampliamente cuestionadas por la ciudadanía insurgente. Sin embargo, paradójicamente, ésta no lograría romper con el lenguaje con el que operaba el otrora compacto hegemónico de ciudadanía. Con ello, nuevas y más dramáticas formas de violencia, segregación y exclusión rigen la democracia Brasileña en donde las “incivilidades cotidianas”, como forma emergente de interacciones sociales, brotarían como idioma publico de resistencia.
Reflexiones generales: etnografia urbana y el derecho a la ciudad
El trabajo de Holston despierta varios comentarios metodológicos y conceptuales que, a su vez, abren la reflexión sobre aspectos tangencialmente tocados en libro que, creo, son importantes señalar. El primero de ellos es la utilización de una aproximación etnográfica para dar cuenta de un fenómeno de cambio sociopolítico circunscrito en un contexto de urbanización acelerada. En antropología, disciplina desde donde nace la propuesta del autor, la etnografía ha sido tradicionalmente utilizada para abordar comprensivamente procesos sociales a escala reducida, apuesta que tuvo su expresión más desafortunada en el estudio de la “sociedad folk” propuesto por Redfield (1947) que el correr del tiempo se ha encargado de desechar. Si bien tanto la autoridad etnográfica –capaz de representar “fielmente” al otro— como el mito de la separación radical entre observador y observado patrocinado por ese tipo de etnografías fueron, tres décadas atrás, convincentemente cuestionadas por autores como Clifford Geertz, creo que aún en antropología transcurre una tensión en cómo relacionar teóricamente la particularidad analizada con los contextos mayores que la estructuran. Del mismo modo, a pesar de que desde mediados del siglo XX los antropólogos volcaron sus esfuerzos para entender hechos sociales en contextos urbanos (véase, por ejemplo, los trabajos de la “cultura de la pobreza” de Oscar Lewis), la ciudad en sí misma, como decía Setha Low (1999), ha sido sistemáticamente desechada como objeto de estudio antropológico. He aquí, por ende, la relevancia del análisis de Holston pues, tal como había quedado de manifiesto en su primer trabajo sobre Brasilia, ha podido realizar una etnografía no en la ciudad, sino que de la ciudad, mediante una sugerente reflexión sobre los proyectos de modernidad, nación y ciudadanía subyacentes al devenir de São Paulo.
En relación a lo anterior, Insurgent Citizenship expone una discusión teórica relevante no sólo para la antropología, sino también para disciplinas afines (sociología, ciencia política, urbanismo) al discutir la irrupción de nuevos lenguajes políticos que, desde la periferia auto-construida, han alterado nociones hegemónicas hasta entonces usadas para definir la ciudadanía. Respecto a estas nuevas narrativas, para terminar, me detendré en la utilización que Holston hace de la idea propuesta en la década del sesenta por Henri Lefebvre, el “derecho a la ciudad”, por cuanto es un tema que, en Chile, concita un interés más allá del académico. En efecto, en los últimos días, el Centro de Investigación Periodística (CIPER) publicó una serie de columnas escritas por Camila Cociña, entre las cuales se destaca La ciudad es un derecho (http://ciperchile.cl/2012/11/16/la-ciudad-es-un-derecho/), lo cual expresa en parte lo necesario que resulta pensar la ciudad desde dicha perspectiva.
Según señalé más arriba, Holston concibe el (los) derecho(s) a la ciudad como una nueva clase de reivindicaciones efectuadas por los ciudadanos urbanos al momento de reconocerse a sí mismos como constructores de ciudad. Su expresión más simple estaría reflejada en demandas del tipo “merecemos una mejor calidad de vida porque nosotros hicimos este barrio y urbanizamos este entorno”. Desde Holston, por ende, podemos criticar tanto a David Harvey (2008) y su concepción del derecho a la ciudad como otra clase de “derecho humano”, como al ideal universalista propugnado por Cociña en su columna: “la ciudad, como derecho, debe ser entendida desde una óptica universalista y no focalizada”, dice la autora. Así entendido, el derecho a la ciudad sería despojado de la dimensión agencial que lo constituye al ser considerado otro de los derechos inalienables del “hombre y del ciudadano”, parafraseando la carta que revolucionó al mundo occidental en la Francia de 1789. Desde tal aproximación, seríamos incapaces de comprender lo que, estimo, es uno de los grandes desafíos políticos de una sociedad urbana como la nuestra: cómo la ciudad, por sobre el Estado-nación, se posiciona en tanto instancia privilegiada en la que una comunidad política define sus intereses.
Las inherentes limitaciones del Estado moderno como promotor de la emancipación social ya fueron anticipados por Karl Marx en Sobre la Cuestión Judía (1978), un lúcido ensayo en el que discute la forma en que el Estado liberal burgués ha operado ideológicamente: la separación entre los derechos de los hombres (reunidos en la sociedad civil) y de los ciudadanos (agrupados en la comunidad política). Con la subyugación de los segundos bajo los primeros, la universalización de derechos ciudadanos no es sino el modo en que la comunidad política ha sido despojada de toda capacidad transformadora al estar sometida a los intereses particulares del individuo; a saber, aquel hombre aislado, independiente y “egoísta” motivado por su propio beneficio (p. 46). El derecho a la ciudad derivado de la ciudadanía insurgente de Holston demanda, en consecuencia, cuestionar el marco de referencia proveniente del liberalismo clásico. Aunque tal autor está lejos asumir una perspectiva marxista, su obra ciertamente se inscribe en aquellas reflexiones que buscar poner en tensión categorías políticas (ciudadanía, democracia, etc.) sobre el cual el Estado-nación moderno ha sido construido, posicionando a la ciudad como escenario predilecto para cuestionarlas. Con ello podemos no sólo reivindicar la periferia y los movimientos sociales que la han erigido, sino también al ciudadano urbano como artífice de una nueva comunidad política que no se agota con la pertenencia formal de sus miembros, pues asume la participación activa de todos ellos como condición de su existencia.
Referencias Bibliográficas
Castells, Manuel (1983) The city and the Grassroots: A Cross-Cultural Theory of Urban Social Movements. Berkeley: University of California Press.
Harvey, David (2008) The right to the city. New Left Review, 53, pp. 23-40.
Holston, James (1989) The Modernist City: An anthropological critique of Brasilia. Chicago: Chicago University Press.
Holston, James (Ed.) (1999) Cities and Citizenship. Durham, N.C.: Duke University Press.
Holston, James (2008) Insurgent Citizenship. Disjunctions of Democracy and Modernity in Brazil. New Jersey: Princeton University Press.
Low, Setha (1999) Introduction. En Low, Setha (Ed.) Theorizing the city: The new urban anthropology reader. New Jersey: Rutgers University Press.
Marx, Karl (1978 [1843]) On the Jewish Question. En Tucker, Robert C. (Ed.) The Marx-Engels Reader. New York: Norton & Company.
Redfield, Robert (1947) The Folk Society. American Journal of Sociology, 52, 4, pp. 293-308.
* Ficha técnica de la obra: Holston, James (2009) Insurgent Citizenship. Disjunctions of Democracy and Modernity in Brazil. New Jersey: Princeton University Press, 396 pp.
** Miguel Perez es Antropólogo Social (Universidad de Chile) y Magister en Desarrollo Urbano (Universidad Católica de Chile). Actualmente desarrolla un Doctorado en Antropología Social en la Universidad de California en Berkeley. Ha desarrollado investigaciones sobre aspectos de la vida urbana contemporánea como la inseguridad urbana, segregación residencial y la irrupción de espacios privatizados. Como parte de su tesis doctoral, actualmente está analizando el movimiento de pobladores en Santiago, en relación a cómo dicho movimiento social ha modificado no sólo buena parte de la periferia santiaguina, sino también las formas de subjetivación de un segmento importante de las clases populares urbanas.