En la última escena de la película una larga toma en plano picado, desde el barco que parte rumbo a Uruguay, observa cómo Buenos Aires se aleja lentamente. La joven que alcanza a subir a bordo es entonces la única que puede salir del laberinto mortal en que se transforma Buenos Aires, con la promesa de futuro y de vida que connota el niño por nacer.
Si la narración muestra claramente como los protagonistas son espacialmente excluidos, revela asimismo que la exclusión social no es menor, y que ambas se determinan mutuamente. El grupo integrado por los jóvenes funciona como una de estas «islas urbanas», al mismo tiempo adentro y afuera de la ciudad-sociedad. Los cuatro protagonistas varones forman parte de una sociedad que continuamente los expulsa hacia sus márgenes.
![Figura 3. El Nuevo Cine Argentino. El estreno de “Pizza, Birra, Faso” suele ubicarse como una de las fechas significativas del Nuevo Cine Argentino, movimiento que revitalizó la escena cinematográfica nacional proponiendo una clara ruptura respecto al cine de los ochentas y adentrándose, generalmente, en una ‘porteñidad’ hasta entonces inexplorada. En palabras de los editores de Nuevo Cine Argentino: “[nosotros] estuvimos una mañana de noviembre de 1997 en el Festival de Mar del Plata, viendo explotar ante nuestros ojos algo incrédulos una pequeña película llamada Pizza, birra, faso (…) Para la crítica más joven, la película fue casi una bandera, y apoyarla era un acto de rebeldía, una afrenta ante el empobrecido establishment local. Dos estudiantes de cine –Adrián Caetano y Bruno Stagnaro– y un grupito de actores desconocidos habían hecho algo que parecía casi imposible: una película viva, original, vibrante, sincera, honesta. Una película que no olía a naftalina, ni a fórmula ni a discurso viejo y repetido. Una película sin deudas, sin traumas, sin cuentas pendientes y sin miedo. Sobre todo, sin miedo”.Bernades, Lerer y Wolf, Nuevo Cine Argentino. Temas, autores y estilos de una renovación. 2002: 11](http://www.bifurcaciones.cl/wp-content/uploads/2009/07/bifurcaciones_009_verardi_01a.jpg)
Figura 3. El Nuevo Cine Argentino. El estreno de “Pizza, Birra, Faso” suele ubicarse como una de las fechas significativas del Nuevo Cine Argentino, movimiento que revitalizó la escena cinematográfica nacional proponiendo una clara ruptura respecto al cine de los ochentas y adentrándose, generalmente, en una ‘porteñidad’ hasta entonces inexplorada. En palabras de los editores de Nuevo Cine Argentino: “[nosotros] estuvimos una mañana de noviembre de 1997 en el Festival de Mar del Plata, viendo explotar ante nuestros ojos algo incrédulos una pequeña película llamada Pizza, birra, faso (…) Para la crítica más joven, la película fue casi una bandera, y apoyarla era un acto de rebeldía, una afrenta ante el empobrecido establishment local. Dos estudiantes de cine –Adrián Caetano y Bruno Stagnaro– y un grupito de actores desconocidos habían hecho algo que parecía casi imposible: una película viva, original, vibrante, sincera, honesta. Una película que no olía a naftalina, ni a fórmula ni a discurso viejo y repetido. Una película sin deudas, sin traumas, sin cuentas pendientes y sin miedo. Sobre todo, sin miedo”. Bernades, Lerer y Wolf, Nuevo Cine Argentino. Temas, autores y estilos de una renovación. 2002: 11
La inclusión de los nombres de dos conocidas pizzerías, ligadas al consumo de los sectores populares, delimita el espacio por el que circulan los protagonistas de la película, a la vez que evidencia la existencia de un consumo para pobres y otro para ricos (ya desde el título el filme alude a productos de consumo popular). En este sentido, el restaurante que asaltan se opone por un lado a la pizzería y por otro, en tanto espacio para el ocio, al local bailable. Resulta significativo que ambos -el restaurante y la bailanta– se ubiquen en el barrio de Once, reforzando la idea de una ciudad polarizada que incluye, en una misma zona, espacios de consumo para diferentes poblaciones. Asimismo, la música procedente de ambos lugares (la cumbia en la bailanta, la música suave del restaurante) remarca la contraposición y la existencia de un mercado amplio que en su afán de expansión contempla el gusto y la capacidad de consumo de diferentes sectores sociales. Volviendo a la configuración espacial del relato, el local bailable es otro de los espacios al que los jóvenes no pueden acceder. Como el ingreso les es negado, intentan subvertir la situación en el robo final, cuando entran a la bailanta pero para robar el dinero de la boletería. De esta manera, el relato conecta la exclusión con el delito.
El discurso de los jóvenes, una jerga propia que mezcla palabras del lunfardo con insultos y modismos adolescentes (que aparece en primer término en el título del filme), es otro de los factores que permite pensar la tensión adentro-afuera en relación al conjunto más amplio de la sociedad. El lenguaje los vincula y unifica entre sí, a la vez que los separa de los Otros, que son, entre otras cosas, los que hablan de manera «diferente». Es interesante señalar que la tonada del Cordobés, propia de su lugar de origen y que le confiere el apodo por el cual todos lo nombran, no funciona como un elemento disruptor en el plano discursivo de los jóvenes, sino que simplemente dota a su decir de una singularidad. El joven utiliza el mismo lenguaje que los otros tres pero teñido por el acento característico de su provincia natal. De esta manera, lo que prima por sobre las diferencias discursivas regionales es la presencia de un idiolecto que les otorga una identidad de grupo; de hecho, la pasajera del taxi a la que asaltan se presenta como cordobesa pero su modo discursivo la ubica ante los jóvenes en el lugar del Otro.
El personaje de Sandra se distancia del resto del grupo, como dijimos, por un lado porque conoce el accionar de los jóvenes y lo desaprueba, pero por otro porque su discurso posee un matiz levemente diferente, relacionado con su situación social. Sandra posee una casa familiar, y una situación familiar de la que voluntariamente quiere alejarse (su padre se revela luego como golpeador). Intenta modificar la vida que lleva, exigiéndole a su novio que deje de robar y busque trabajo. La intención del Cordobés -su novio- es que el asalto a la bailanta sea un episodio único, puerta de entrada para la vida nueva que desea y a la que finalmente no accederá. La narración indica que la exclusión aprieta su cerco, arrinconando a los protagonistas cada vez más cerca de ese borde que separa el «adentro» del «afuera» social.
El pasaje del ámbito de los robos menores al del delito «mayor» aparece puntuado por la presencia de la ley, representada en la figura de la policía. Construida en abierta oposición a la figura de los jóvenes, la institución policial encarna al Otro que establece de manera concreta el límite entre adentro y afuera. La figura de una sociedad que en términos generales, globales, expulsa a los jóvenes hacia sus márgenes, toma cuerpo en la figura de la policía, que funciona como el agente conductor de dicha expulsión.

Figura 4. Buenos Aires, por Marcelo Corti (extracto). “Veronicka Ruíz ha elaborado un software que permite registrar distintas dimensiones personales de Buenos Aires. El mecanismo para la captura de datos es complejo, pero con un poco de paciencia pude cargar los míos y me hice de mi electromaqueta. Ahí están los hechos y registros: los festivales de Buñuel en la cinemateca de la calle Corrientes, Marina sonriente leyendo su libro una noche en Santa Fe y Callao, el florista de la Chacarita con el que me peleé el día de la muerte de mi madre, los partidos de San Lorenzo en el Viejo Gasómetro, la caminata de San Telmo a Retiro el día que me abandonó H., aquella manifestación en Plaza de Mayo donde mataron a Dalmiro Flores, el amor furtivo con A.M. en Palermo, los panqueques con dulce de leche en la Martona de Esmeralda, el recital de Santana en el Luna Park, los jacarandaes en noviembre y los lapachos en febrero, la casa en que discutíamos con Pablo Beitía en Bulnes, el estudio de Puig, los ladrones que hablaban de mujeres a la salida de la Bombonera, la entrada escenográfica por el Riachuelo, Antier avergonzado con sus libros por las calles del Centro, el manicomio de Talita y Olivera, la boca tentadora de la milonguerita (…)”. (Instantánea publicada en bifurcaciones -número 003).