Resumen
Siempre he sido gran admiradora del escritor argentino Rodrigo Fresán. De sus obras, la que guarda un lugar privilegiado en mi corazón es Mantra, la novela que el autor dedica a Ciudad de México, en la cual la ciudad se va (des)ordenando y desbordando a través de mil y una peripecias, así como también gracias a una desquiciada enciclopedia que intenta explicar lo inexplicable en orden alfabético.
Una de las primeras cosas que pensé al conocer Quito, capital de Ecuador, fue que daría para tremenda novela de Fresán. Tal vez por eso, al escribir de ella, se me (des)ordena en modalidad fresaniana, se desarma entre mis dedos como un mar de fragmentos. Acá va el experimento y el homenaje.
Alturas
Quito es siempre Quito desde las alturas. O con mal de alturas. O una mezcla de ambas. Quito vista desde el teleférico, como el más perfecto cuadro de Guayasamín, con sus construcciones apiñadas, arrebujadas, entre los cerros. O vista desde el Itchimbía, el Parque donde se encuentra el Palacio de Cristal y zona donde, cuenta la leyenda, iba la gente a purificarse. Quito sin poder dormir, porque las pesadillas zumban en los oídos y el corazón late desbocado en los días que toma acostumbrarse a la falta de oxígeno. Quito en estado de somnolencia, de cansancio después de siete pasos, Quito que es una maravilla y va apreciándose de a poco. A medida que te resignas a dejar de respirar.
Capilla del Hombre
Una nave espacial también desde las alturas. Un museo vigía, desde el que el mismo Guayasamín, enterrado bajo un árbol, sigue mirando y admirándose con su ciudad. Entrar en la Capilla del Hombre es salir cambiado para siempre. Los cuadros de proporciones gigantescas que hablan del dolor de los indígenas o el sufrimiento de las madres, contenidas en manos y rostros que se contorsionan, imposibles; la impresión es poderosa.
Centro
Una de las calles que cruza la plaza principal, donde se encuentra el palacio de gobierno, es la Avenida Chile. Ya con eso me cae bien el sector. Un centro colonial lleno de museos e iglesias. Mi favorito es El Alabado; un museo arqueológico de presentación impecable, donde las piezas se despliegan con la luminosidad y el silencio perfecto.
Comida Ñam
La venden en todas partes y es desquiciadamente deliciosa. Las humitas del desayuno, los jugos naturales en todas las esquinas, los platos con mariscos, el churrasco. Comida con nombres juguetones como “llapingachos”, “tigrillos”, “bolón de verde”.
De gana nomás
Mi expresión favorita de Ecuador. Traducción: porque sí. Ejemplo: Voy a salir a la calle, “de gana nomás”. El idioma español se vuelve un gozo absoluto en Ecuador, con sus expresiones pegajosas, que ya no se van más: achachai, arrarai, ayayai, chuchaqui, qué bestia. La belleza de Quito; qué bestia.
Día sin sombras
Durante el equinoccio, al mediodía, Quito se vuelve una ciudad sin sombras. La luz cae perpendicular sobre la tierra, y todos nos convertimos en Peter Pan.
Gringolandia
La Plaza Foch es llamada así por los locales. El Disneylandia de los turistas (en su mayoría gringos) que creen que pasan desapercibidos porque se acaban de comprar un chaleco de lana de alpaca lleno de motivos andinos. La zona de los bares y discotecas – también llamada Mariscal – sobre la que te advierte todo el mundo al llegar. Muchos de los restaurantes más deliciosos de la ciudad están acá. Vale toda la pena y peligro del mundo -a mí nunca me pasó nada, pero las advertencias eran permanentes-. Mi favorito se llama Boca de Lobo, una explosión kitsch de lo más deliciosa.
Guápulo
Una bajada vertiginosa e imposible -desde las alturas de un Quito entre la niebla o las nubes, de mil y una vueltas y recovecos- que al bajarse en taxi pone al pobre turista en serios aprietos. Le tengo un respeto indescriptible, la bajé y subí con los ojos cerrados y abiertos, con los dientes apretados conteniendo la náusea, o la boca abierta y maravillada al pasar frente a la Iglesia de la Nube. Guápulo bajado a toda velocidad y con el miedo guardado en dedos crispados o bien subido de a poco, con esfuerzo, luego de un día de trabajo. Guápulo: mis respetos.
Iglesias
Altares, velas, rosarios, escapularios. Quito contiene en sí misma todo un Planeta de Iglesias. Imponentes en el Centro histórico, o más humildes en las esquinas de otros barrios. Cubiertas de oro (un espectáculo impresionante) o con gárgolas hechas con animales locales: tortugas y pájaros de Galápagos.
Mitad del Mundo
Hay dos. Una donde se encuentra el monumento (la errónea). Otra, donde se ubica un museo (la correcta, gracias a la tecnología GPS). La segunda es tierra de asombro: con experimentos varios te muestran cómo se mueve el agua a cada lado de la línea, o lo fácil que es equilibrar un huevo, todo desde el centro mismo del Ecuador.
Virgen Alada
Desde las alturas (era que no) la Virgen Alada observa los destinos de sus habitantes. Una escultura sobre una loma (el Panecillo) que se ve de casi todas partes. Otra vigilante, otra guardiana, para una ciudad que se descubre y esconde.
Volcanes
Ecuador está plagado de volcanes y Quito no es la excepción: dependiendo de la bondad del cielo que despeja sus nubes cada tanto, puede verse al Cotopaxi, al Cayambe, y varios más. La Avenida de los Volcanes, que rodea a la ciudad, tiene nada menos que catorce. La sensación es poderosa, se suma al vértigo de tantas alturas y barrancos, como asentar residencia en una granada explosiva que en cualquier momento nos lanza a volar a todos.
ZZZZ
En Quito, difícil y muy fácil. La falta de oxígeno te vuelve somnoliento. La misma falta de oxígeno te acelera el corazón y no te deja dormir. Se sueñan cosas raras en Quito. No digan que no se los advertí.
* María José Navia es escritora. Es licenciada en Letras en la Universidad Católica de Chile, magister en Humanidades de la New York University, y actualmente realiza su doctorado en Literatura y Estudios Culturales en Georgetown University. Publicó la novela ‘Sant‘ (Incubarte Editores, 2010), así como varios en cuentos en distintas antologías. Actualmente está terminando su segunda novela ‘Lost and Found / Objetos Perdidos‘. Desde hace algunos meses administra el proyecto Ticket de Cambio, en donde reseña novelas y crónicas (http://ticketdecambio.wordpress.com/). Ha colaborado en varias ocasiones con Bifurcaciones, como en su reseña de «Sam no es mi tío» (http://www.bifurcaciones.cl/2013/05/las-sacudidas-de-un-mal-sueno-o-un-sueno-con-turbulencias/) y «Building Stories» (http://www.bifurcaciones.cl/2013/03/un-incomodo-habitar/)