La literatura de viajes ha ocupado un lugar relativamente destacado en Chile. Varios autores han desvelado a través de sus experiencias de viaje, vertidas en la escritura, el conocimiento de sí mismos y de los otros, sus reflexiones personales y sus experiencias sobre el paisaje. Varios de estos trabajos han contribuido, de modo poco consciente, al establecimiento de interpretaciones sociales acerca de la constitución de la nacionalidad, tal como puede apreciarse en trabajos fundantes en la literatura republicana, como son los casos de María Graham, Vicente Pérez Rosales o Benjamín Vicuña Mackenna, entre otros. El último de estos autores, conocido por sus trabajos como gestor del proceso de transformación urbana de Santiago durante el período en el que ocupó el cargo de intendente de la capital (1872-1875), es también uno de los pocos autores chilenos que vinculó estrechamente el problema del viaje con el de la técnica que permite efectuar los desplazamientos. En efecto, con su libro De Valparaíso a Santiago, publicado en 1877, Vicuña Mackenna es pionero en hacer de un sistema de transporte, en este caso el ferrocarril, un objeto de literatura. Posteriormente, los relatos autobiográficos de Santiago Marín Vicuña también registran la experiencia del viaje y la relación establecida entre el sujeto que se moviliza y el objeto que permite su movilidad, tal como se aprecia en los viajes en automóvil retratados en su obra Por los Estados Unidos, de 1925, o en los viajes que efectúa en ferrocarril, difundidos a través de su libro Viajando, de 1927.
Más allá de las obras literarias de no ficción, son escasos los relatos de ficción chilenos que se aventuran a trabajar en torno a las relaciones entre las personas, las máquinas y los paisajes que observan a partir del empleo de un sistema de transporte. La escasez de referencias es uno de los elementos que hace más notable al trabajo de la escritora chilena Cynthia Rimsky, Ramal, cuya trama está centrada en la experiencia del viaje en ferrocarril a través de un recorrido que abarca el interior rural de la región del Maule y particularmente las estaciones ferroviarias existentes en el ramal que comunica Talca y Constitución. Bien vale la pena al menos mencionar las pocas referencias que sitúan a Ramal en un contexto literario en el que la experiencia del viaje y el empleo de máquinas que permiten la movilidad de las personas se conforman como un tema para la literatura de ficción chilena. Entre los referentes más importantes puede contarse la novela Ruta Panamericana, publicada en 1980 por el escritor nortino Mario Bahamonde, que registra el tedio de la experiencia de un largo viaje en bus entre Antofagasta y Santiago, las reflexiones interiores del protagonista y las historias tejidas entre los pasajeros en su recorrido a través de la inmensidad del desierto. Por otra parte, el proyecto de tren instantáneo entre Santiago y Puerto Montt, de Nicanor Parra, es una lectura humorística de las posibilidades del viaje, al tiempo que una reflexión sobre las distancias posibles en la curiosa geografía chilena. Más recientemente, algunos aportes sobre el tema están contenidos en la obra de Alberto Fuguet, particularmente en su cuento “Amor sobre ruedas”, narración centrada en un frenético recorrido en automóvil por el barrio alto de Santiago o su nouvelle Road Story que se adentra en los avatares de un joven chileno que se desplaza en automóvil por el desierto estadounidense buscando reencontrarse consigo mismo. Este último trabajo fue retomado recientemente en una notable novela gráfica firmada por Gonzalo Martínez en 2007.
Este rápido repaso a las relaciones literarias entre los transportes y la literatura local estaría incompleto si no se nombrara al menos al más notorio escritor latinoamericano que abordó el viaje mecánico en su literatura, desde perspectivas que pasan por el relato fantástico, la autobiografía y la ficción, como sucede también en el caso de Ramal. Me refiero a Julio Cortázar, quien marcó la inclusión del objeto automóvil en la literatura universal con su cuento “Autopista del sur”, publicado en 1966, en el que se describen las experiencias de vida de los automovilistas inmersos en un atochamiento de dimensiones colosales, de varios meses de duración; y por otra parte el libro Los autonautas de la cosmopista, editado en 1983, verdadera bitácora de viajes llevada en conjunto por el autor de Rayuela y su mujer, la fotógrafa canadiense Carol Dunlop, sobre la peculiar aventura de los autores en un viaje de más de un mes, en el cual recorren en furgón los casi 700 kilómetros de la autopista entre París y Marsella, deteniéndose cada día en dos áreas de descanso de la infraestructura y pernoctando cada noche en una de ellas. El tono autobiográfico que se expone en este libro, pero especialmente el uso que se hace de la fotografía como objeto documental, como apoyo para el relato que se describe, son elementos que se cruzan con la propuesta de Rimsky para Ramal.
Con una prosa cuidada fruto de una escritura aparentemente sencilla, pero que denota un fuerte trabajo de sintaxis en la que se manifiesta el empleo preciso de las palabras y que ciertamente requiere de un lector, Ramal narra una serie de recorridos que el protagonista, nombrado en la mayor parte del libro como “el que viene de afuera”, efectúa por encargo del Servicio Nacional de Turismo para realizar un proyecto que salve al viejo ramal del ferrocarril entre Talca y Constitución, el único todavía en funcionamiento en Chile. El ramal, que sirve de conexión entre la capital regional y una serie de poblados aislados ubicados junto al río Maule, sirve también como telón de fondo para describir la experiencia del viaje en ferrocarril, para conocer a los pasajeros que se trasladan hacia sitios improbables y a quienes viven día a día en las cercanías de la vía, en fin, para descubrir los tiempos de la vida rural.
El que viene de afuera no es exactamente un forastero y no lo es, especialmente, en el sentido de amenaza que el término conlleva. Por el contrario, en un espacio social en permanente cambio, como es el de la movilidad que permite el ferrocarril, el que viene de afuera es uno más entre muchos otros que se encuentran en una condición similar. Aunque el espacio que recorre el ramal no es exactamente un espacio turístico -aunque el objetivo de sus viajes es que llegue a serlo-, en ese recorrido se encuentran desconocidos, lo que hace al viajero un sujeto familiar en el desplazamiento. En contraposición a los extranjeros, viajeros eventuales del ramal, el que viene de afuera es considerado como uno de los suyos por los trabajadores del tren (p. 24). Con todo, en los espacios rurales que el viajero frecuenta, su presencia es percibida en algunas situaciones como extraña a la vida regular de los caseríos visitados.
Es importante recalcar la importancia que los tiempos en que se realizan los viajes tienen en la obra de Rimsky. En contraposición al viaje panorámico que describe Schivelbusch (1986) como la relación distante que establece el pasajero del ferrocarril con el paisaje -quien sólo puede observar a través de la ventanilla de un tren en movimiento, y sin poder fijar la atención sobre los primeros planos-, los recorridos que describe Rimsky permiten al lector seguir con “el que viene de afuera” una aproximación detallada al territorio, en la que se combina el empleo del tren con la marcha a pie y el uso de pequeñas embarcaciones que le permiten atravesar una y otra vez el río Maule hacia la orilla que carece de vías. En ese sentido, el ferrocarril del ramal entre Talca y Constitución, permite al viajero restituir una práctica de viaje premoderna, que parece contraria a la experiencia habitual del viaje en tren, generalmente asociada al tedio delimitado por trayectos circunscritos al espacio existente entre dos estaciones. En el caso de Ramal “el que viene de afuera” no sólo se detiene en las estaciones, algunas de nombres sugerentes como Colín, Curtiduría, Estación del Poeta, Pichamán o Maquehua, sino que también se adentra en la ruralidad para conocer esos espacios e interactuar con los habitantes del interior de la región del Maule. La posibilidad, inaudita para cualquier pasajero, de enfrentar el ferrocarril, llamar la atención del conductor para hacer parar el tren y permitirle subirse al él entre dos estaciones, es una garantía con que cuenta el viajero para combinar los modos de viaje y acercarse de una forma inédita a esos espacios que en el libro han sido profusamente documentadas a través de la publicación de fotografías que, imaginamos, corresponderían a los lugares visitados por “el que viene de afuera”. Descendiendo en las estaciones, recorriendo los alrededores, visitando los lugares en los que los vecinos festejan, comiendo lo que comen habitualmente, conociendo a los lugareños y sus historias, atravesando el río hacia la ribera que carece de tren, “el que viene de afuera” logra reconstruir una imagen aproximada de un espacio rural que pareciera encontrarse en un tiempo diferente al de hoy día.
La visión melancólica que “el que viene de afuera” construye sobre estos campos que parecen fijados en el tiempo, atravesados por un sistema tecnológico, el ferrocarril, que fue prácticamente desmantelado en la mayor parte de Chile, y que ha sido generalmente atendido con nostalgia por la crítica contemporánea, sirve también a la autora para presentar una reflexión sobre la vida familiar del protagonista y en particular sobre sus relaciones filiales, sobre su condición de nieto, hijo y padre. Durante los sucesivos viajes en ferrocarril por el ramal la autora ahonda en la intimidad del protagonista, cuyos pensamientos lo llevan frecuentemente desde el ramal hacia una vieja casa de fachada continua ubicada junto a la Estación Mapocho, en la calle Maruri, en un barrio que a través del ferrocarril y el mundo ferroviario está conectado con el ramal en el que transita el protagonista. La casa, comprada por el abuelo de “el que viene de afuera” tras su arribo a Santiago procedente precisamente desde el campo, fue también el espacio de trabajo de su padre, y el refugio en la primera etapa de la adultez del protagonista, sitio hacia donde todos sus recuerdos confluyen. Acertadamente, la autora concibe al barrio de la estación, como un lugar en el que los habitantes, la mayor parte inmigrantes venidos de espacios rurales, o extranjeros, no han entrado complemente en la ciudad, un sitio exactamente opuesto al del barrio alto donde “el que viene de afuera” se había criado. La mirada sobre la casa de la calle Maruri conforma un relato que se va confrontando con los espacios rurales descritos en el libro. La casa santiaguina de la calle Maruri, que aparece también en otros relatos firmados por Rimsky, se presenta también como el punto en el que confluyen todos los recuerdos familiares del protagonista, especialmente sobre su padre y su abuelo, sobre la tradición judía que representan los antepasados del protagonista y que están firmemente asociada a la idea del viaje y a la reflexión sobre sí mismo que se despliega a lo largo de la narración. Los vínculos filiales que vuelven la mirada del protagonista sobre su padre dentista y sobre su abuelo emigrado tienen su contracara en la relación distante que mantiene “el que viene de afuera” con su propio hijo que habita en Talca, que no ha visto crecer y al que solo frecuenta dos fines de semana cada mes. Pese a las esperanzas de “el que viene de afuera” de recomponer su relación con el hijo distante gracias al empleo que consigue en la región del Maule, lo cierto es que la distancia entre padre e hijo se mantiene. El desenlace de esta relación, que literalmente tiene lugar en las vías del ferrocarril, mantiene una tensión de interés a lo en las partes finales del relato y sirve a la autora para establecer una reflexión en torno a la relevancia que tienen las relaciones filiales en una cultura religiosa, que si bien no es nombrada en ninguna sección del libro, se subentiende a partir de la descripción de nombres y prácticas tradicionales (p. 123).
La narración de Rimsky, a medio camino entre la ficción, la reflexión autobiográfica y la obra documental, es una reflexión sobre el viaje, el tiempo y la distancia, sobre espacios reales y sus interpretaciones, sobre el encuentro circunstancial que experimenta el viajero al conocer a los habitantes de sitios remotos, sobre prácticas del viaje que parecen en retirada, sobre una máquina, el ferrocarril, que despierta todavía hoy grandes fantasías.
Referencias Bibliográficas
Bahamonde, Mario (1980), Ruta Panamericana, Santiago: Nascimento
Cortázar, Julio (1966), “Autopista del sur”, en Todos los fuegos el fuego, Buenos Aires: Editorial Sudamericana
Dunlop, Carol y Julio Cortázar (1983), Los autonautas de la cosmopista. Un viaje atemporal París-Marsella, Buenos Aires: Muschnik editores
Fuguet, Alberto (1990), “Amor sobre ruedas”, en Sobredosis, Santiago: Planeta
_____________ (2006), “Road Story”, en Cortos, Santiago: Alfaguara
Martínez, Gonzalo y Alberto Fuguet (2007), Road Story, Santiago, Alfaguara
Marín Vicuña, Santiago (1925), Por los Estados Unidos, Santiago: Nascimento
___________________ (1927), Viajando, Santiago: Nascimento
Parra, Nicanor (1985), “Proyecto de tren instantáneo entre Santiago y Puerto Montt”, en Hojas de parra, Santiago: Ganímedes
Schivelbusch, Wolfgang (1986), The Railway Journey. The Industrialization of Time and Space in the 19th Century, Los Angeles y Berkeley: The University of California Press
Vicuña Mackenna, Benjamín (1877), De Valparaíso a Santiago. Datos, impresiones, noticias, episodios de viaje, Santiago: Imprenta de la librería del Mercurio
* Datos de la obra: Rimsky, Cynthia (2011) Ramal. Santiago: Fondo de Cultura Económica. 161 páginas.
** Rodrigo Booth es profesor asistente en el Departamento de Arquitectura de la Universidad de Chile. Historiador (2003) y Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos (2009) de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Rodrigo Booth ha desarrollado investigaciones en torno a la historia de la arquitectura, la ciudad y el territorio, en particular atendiendo el estudio de las tecnologías de la movilidad y el turismo, e historia de la fotografía. Actualmente es investigador responsable de un proyecto de investigación Fondecyt de Iniciación dedicado a la historia de las relaciones entre el transporte y la contaminación ambiental en el Santiago de la primera mitad del siglo XX y de un proyecto de investigación U-Inicia de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile dedicado a la historia del paisaje en el sur de Chile. Contacto: rodrigo.booth@uchilefau.cl
** Francisco Flores es fotógrafo y licenciado en comunicación social. En 2010, jnto a Claude Coltel, estuvo a cargo de la realización del proyecto Fondart Sobre las huellas del ramal. Agradecemos su interés por facilitarnos algunas imágenes para ilustrar esta nota.