Resumen
Este artículo sigue una perspectiva feminista para examinar la participación de mujeres en organizaciones locales en Santiago durante la Dictadura de Pinochet. Utilizando fotografía participativa como metodología de investigación, explora la nueva conciencia de género femenino, su participación en sociedades civiles y los bordes entre lo público y lo privado.
Palabras Claves
Estudios de género, Santiago de Chile, fotografía participativa, organizaciones sociales.
Abstract
This paper follows a feminist perspective in order to examine female participation in Santiago’s local organizations during Pinochet’s dictatorship. Using participative photography as a methodology, it explores the new gender conscience, their political involvement and the borders between public and private.
Keywords
Gender studies, Santiago de Chile, participative photography, social organizations.
1. Introducción
Durante la dictadura de Pinochet en Chile (1973-1990), un gran número de mujeres crearon y se incorporaron a organizaciones locales en respuesta a las brutales medidas político-económicas del Gobierno [1]. Estas organizaciones se volvieron parte de los movimientos Pro-Democracia, que lograron luego remover a Pinochet en el plebiscito de 1988. La participación femenina en este periodo se destacó por varias razones. Primero, porque se movilizaron principalmente en eventos femeninos, que cruzaban de forma transversal las líneas de clases y las divisiones ideológicas tradicionales de los partidos políticos. Segundo, porque se incluían a muchas mujeres provenientes de comunidades pobres, quienes nunca habían tenido una participación tan activa en acción política. Tercero, porque las mujeres trajeron a la agenda de la oposición algunas temáticas como la violencia doméstica y la inequidad de género, que anteriormente habían sido consideradas como de índole «privada», en vez de temáticas públicas/políticas [2]. En resumen, las mujeres de los movimientos Pro-Democracia constituyeron un grupo heterogéneo de nuevos agentes de cambio. Su presencia y demandas desafiaron las definiciones políticas y de la sociedad civil en cuanto a género, y los supuestos dicotómicos de lo público y lo privado. Este artículo utiliza una perspectiva feminista para examinar la participación de mujeres en organizaciones locales como parte del Movimiento Pro-Democracia, además de investigar lo que implicó la nueva conciencia de género femenina y su efecto en participación política. Por último, se discute acerca de la división entre lo público y lo privado en Santiago y en la sociedad chilena en general.
A comienzos de la década de 1990 trabajé en Santiago sobre las motivaciones que tenían las mujeres para participar en movimientos sociales. Hoy, el conflicto entre el feminismo y las perspectivas sociológicas convencionales me ha incentivado a revisar el periodo de transición chileno, una época que no sólo marcó el renacimiento de la sociedad civil sino también la introducción de la mujer en ése ámbito, y que generó una oportunidad única para explorar los aspectos de género en las teorías democráticas sobre la sociedad civil. Este artículo es, entonces, un re-análisis de los datos obtenidos en 1990, desde las perspectivas antes descritas.
Al situar este trabajo en el contexto de una ciudad, se resalta además la metáfora central del espacio, entendiéndolo tanto como el contexto físico donde ocurren las acciones sociales, como el tipo o cualidad del discurso que puede ocurrir en una variedad de contextos físicos [3]. Esta amplia interpretación del espacio es crucial para la construcción de un puente entre el feminismo y las teorías sociológicas convencionales acerca de la sociedad civil.
Este estudio utiliza una metodología fotográfica que se ajusta de manera única a la tarea de desenmarañar estos dos significados de «espacio». Ahora bien, aunque la fotografía ha sido parte de la investigación antropológica por décadas, sólo desde 1990 se la ha empezado a utilizar de manera más frecuente en Latinoamérica como herramienta metodológica. Incluso, cuando se la ha incluido [4], ésta ha sido usualmente producida por un fotógrafo profesional. Dado que uno de los objetivos de este estudio era que las mujeres describieran e interpretaran sus propias experiencias, ellas mismas fueron quienes tomaron las fotografías.
2. Metodología
Este estudio se condujo en dos barrios de clase obrera de Santiago. Los criterios para la selección de casos fueron: a) ocupación y estado de empleo de las mujeres organizadas y de sus parejas; b) tamaño y calidad de la construcción de sus casas; c) importancia relativa de la acción colectiva en las estrategias de supervivencia de los residentes; d) ubicada en Santiago. También era importante que ambos barrios poseyeran algunas similitudes: i) tamaño de población; ii) fecha de fundación; iii) existencia de organizaciones de mujeres que participaran del Movimiento Pro-Democracia. Los primeros datos fueron recogidos entre Junio y Diciembre de 1990 [5], y luego del contacto inicial con organizaciones feministas y gubernamentales me volqué a estudios comunitarios para elicitar descripciones e interpretaciones acerca de su propia experiencia en acciones colectivas. El componente fotográfico fue la última etapa del estudio.
Dos comunidades fueron seleccionadas: Angela Davis (AD) y Villa La Reina (VR). Ambas tenían una población cercana a los 20.000 residentes; habían sido fundadas en 1970 y 1967, respectivamente; estaban situadas en distintos cuadrantes de Santiago y pertenecían a distintas municipalidades: AD a la municipalidad de Recoleta y VR a La Reina.
Durante la dictadura, las mujeres de ambos barrios habían participado en varias organizaciones locales pertenecientes al Movimiento Pro-Democracia. Sin embargo, al momento del estudio, la acción colectiva cumplía un rol diferente en las dos comunidades. Una lista de las organizaciones existentes en cada comunidad sirve como ilustración: Las mujeres de AD poseían 18 Ollas Comunes, tres Comités de Allegados, tres Juntas de Vecinos, y una Organización de Mujeres de AD, sumando un total de 15 grupos. El número de organizaciones locales habla de un importante activismo en el barrio. La presencia de 18 Ollas Comunes en 1990, por otra parte, sugiere un nivel significativo de pobreza, desempleo y hambre.
En Villa la Reina, las mujeres participaban de dos Talleres de Costura, una Amasandería, un «Comprando Juntos» (colectivo de consumidores), dos Juntas de Vecinos, un Comité de Derechos Humanos, y un Comité de Solidaridad, sumando un total de 8 grupos. Claramente la acción colectiva jugaba un papel de mucho menor en VR que en AD, lo que puede deberse a que La Municipalidad de La Reina ofrecía un mayor número de servicios sociales [6].
La recolección de datos combinó la observación participante en varios grupos, con entrevistas en profundidad. 25 mujeres de AD y 17 de VR participaron de estas últimas. Los datos también se recolectaron a través de observaciones informales y entrevistas grupales. Muchas mujeres de AD reportaron sentir resentimiento hacia los extranjeros, quienes en el pasado habrían fotografiado, filmado y registrado de alguna manera sus condición de vida sin entregarles nada a cambio. Es por eso que a cada una de ellas se le entregó una copia de la entrevista en cassette. La mayoría tenía acceso a reproductores de audio, por lo que podían escuchar su entrevista en el futuro. Al parecer, esa reciprocidad facilitó la cooperación de algunas mujeres y ayudó claramente al establecimiento de confianza entre nosotras.
Durante el trabajo de campo, un grupo externo a la comunidad intentó formar una organización hermana con las mujeres de Villa la Reina. El grupo, Mujeres de La Reina (MULAR) estaba compuesto en su mayoría por profesionales de clase media y medio-alta, todas residentes de la Comuna. La inclusión de una muestra de miembros de MULAR le aportó mas profundidad a la discusión de diferencias de clase y su importancia relativa en la unidad o cooperación de género.
La característica más innovadora de la recolección de datos fue la inclusión del componente fotográfico [7]. Luego de las entrevistas individuales y de grupo, y de la observación participante, seleccioné a diecisiete mujeres que representaban a distintos tipos de organizaciones, comunidades y niveles de activismo. A cada una se le entregó una cámara desechable por un tiempo de 5 a 10 días, con la consigna de tomar 1 ó 2 fotografías en respuesta a cada una de las siguientes preguntas: a) ¿cómo eras tú antes de integrar una organización local?; b) ¿qué haces con ese grupo?; c) ¿cómo eres ahora, después de haber participado del grupo; y d) ¿qué deseas para el futuro?.
Las participantes recibieron copias de sus fotografías en una segunda entrevista. En ese momento, les pedía que explicaran aquello que habían querido expresar en cada foto. La combinación de la fotografías y sus comentarios produjeron una serie de respuestas de incalculable valor, ya que ofrecían una mirada única acerca de su experiencia y del cambio en sus percepciones y actitudes. Por otro lado, el tener un registro visual del contexto en que se organizaban, y una amplia documentación de su entorno material, me ayudó a concluir que lo privado asociado con la feminidad a-política era un tema importante a explorar. De hecho, como ilustrarán los resultados, lo privado es un ámbito mucho más complejo y multi-dimensional de lo que ha sido reconocido en la literatura teórica. La corrección de este descuido desafía la primacía de una esfera pública, política y exclusiva, y apoya una concepción más fluida y continua de la relación entre lo público y lo privado.
3. Privado
En Latinoamérica el espacio ha sido descrito desde el género. La calle ha sido usualmente relacionada a la vida pública de los hombres, mientras que el espacio doméstico ha sido definido como el mundo natural de las mujeres, alejadas de la política (Wilson, 1993; Safa, 1995). Esta distinción teórica tradicional ha sido matizada por algunos académicos, quienes aseguran que, en la práctica, las mujeres viven las consecuencias de «el mundo de los grandes eventos» o de los cambios político-económicos en su vida cotidiana (Jelin, 1990; Craske, 1993).
La acción y discurso político también se encuentran atravesados por el género. Áreas como la crianza de los hijos, las estrategias de supervivencia en el hogar y las enfermedades familiares se han considerado tradicionalmente ‘privadas’; por lo mismo, las soluciones a cada uno de esos asuntos ha sido individual. Habermas (1989) contrastó las conversaciones privadas con las discusiones que se dan en la esfera pública, donde se dejan la identidad y la experiencia personal de lado para atender a una comprensión más amplia del bien común. Las soluciones que se buscan en éste ámbito son por tanto colectivas, y cuanto más abarquen mejor. Los resultados de este estudio sugieren efectivamente que cuando las mujeres se entregaron a acciones colectivas para tratar sus preocupaciones privadas o individuales, comenzaron a involucrarse en un proyecto político mayor, que demandaba la vuelta a la democracia. Esto ocurrió porque, aunque de forma retórica Pinochet apoyó la división tradicional del espacio y las responsabilidades de género, sus políticas erosionaron la capacidad de numerosas familias de mantener relaciones patriarcales. Muchas mujeres debieron abandonar sus hogares para ir en busca de seres queridos, desaparecidos, detenidos o asesinados. Otras mujeres debieron abandonar sus casas, comunidades y el país para irse al exilio. Otras mujeres, principalmente obreras y pobres, debieron abandonar sus hogares en busca de alimento para sus familias. De ellas, varias se embarcaron en acciones colectivas, las que finalmente conformaron el Movimiento Pro-Democracia.
Una vez fuera de sus hogares, las mujeres fueron desarrollando nuevas comprensiones de sí mismas como agentes de cambio; en resumen, se unieron a la sociedad civil. Esto nos obliga a preguntarnos, ¿dónde estaba esa sociedad civil? ¿En la Vicaría de la Solidaridad de la Iglesia Católica, que sirvió como hogar institucional a la resistencia? ¿En los hogares, o cerca de ellos? ¿En los lugares de trabajo o en la comunidad? ¿O en el centro de la ciudad, frente a la Moneda? ¿Puede existir la sociedad civil en organizaciones locales, o sólo toma forma en instituciones no-gubernamentales formales? Creo que las organizaciones de mujeres surgieron en respuesta a políticas y condiciones específicas que caracterizaron la dictadura, y que generaron un contexto ideal para cuestionar supuestos asociados al género. Porque aunque el régimen buscaba reforzar las divisiones tradicionales entre hombres y mujeres, sus políticas eventualmente llevaron a muchas mujeres a revelarse contra tal paradigma. La próxima sección resalta estos cambios a nivel macro, poniendo especial atención en el impacto que produjeron en la vida cotidiana de las mujeres.
4. El impacto económico del Neo-Liberalismo en la vida de la ciudad desde una perspectiva de Género
La dictadura utilizó un doble acercamiento a la reforma del Estado, incluyendo por una parte programas económicos austeros y medidas sociales draconianas. Esto golpeó especialmente a las clases obreras y pobres [8]. De acuerdo a Alejandro Foxley [9], entre 1969 y 1978 el consumo en el 20% más pobre cayó de un 7,7% a un 5,2%. Durante el mismo período, el consumo en el 20% más rico creció de un 43,2% a un 51% (1986: Tabla 1.19, p. 44). Como consecuencia de desatender la industrialización, para 1983 la naturaleza de la economía había cambiado completamente y la capacidad industrial del país se había encogido. El número de trabajadores industriales disminuyó cerca de un 25% entre 1972 y 1981, mientras la proporción de la población económicamente activa en trabajos de servicio aumentó menos de 30% entre 1972 y 1978 (Drake, 1989: 104). A mediados de 1983, un tercio de la fuerza laboral se encontraba desempleada y los salarios continuaban cayendo. Algunos barrios pobres experimentaron un 80% de desempleo (Chuchryk, 1989).
Al confrontarse con el fracaso de su visión económica reaccionaria, el régimen estableció programas mínimos de bienestar social que modificaron su doctrina neo-liberal ortodoxa. Los trabajadores que participaron en los dos programas de creación de empleos del Estado, el Programa de Empleo Mínimo (PEM, fundado en 1974) y el Programa Ocupacional de Jefes de Hogar (POJH, fundado en 1982) recibieron sueldos sustancialmente menores que los necesario para su subsistencia, siendo además generalmente excluidos de las estadísticas oficiales de desempleo (Chuchryk, 1989; Valdés, 1988). Para 1985 los sueldos del PEM eran menos de la mitad del valor establecido en 1975. Para los participantes del POHJ, sus sueldos perdieron un tercio de su valor en los primeros cuatro años del programa (Raczynski, 1988). Claramente las clases pobres y obreras sufrieron los estragos de la reestructuración económica de Pinochet.
Las consecuencias de estas políticas fueron experimentadas de distinta manera por hombres y mujeres. La baja posibilidad de empleo afectó la habilidad masculina para proveer a sus familias. Al mismo tiempo, la dictadura clausuró los partidos políticos y grupos sindicales, vehículos tradicionales por los cuales los hombres habían buscado soluciones políticas a sus reclamos. Muchos fueron forzados a permanecer en la clandestinidad, el exilio o remitirse a sus comunidades, sin ninguna esperanza de encontrar empleo. De esta manera, la desindustrialización y la represión política ayudó a erosionar la separación espacial entre el lugar de trabajo y la comunidad, que servía de base para las relaciones patriarcales (Ackelsberg, 1988). Para las mujeres de clase obrera y pobre en particular, la caída de la industria y de los servicios sociales las dejó con pocas opciones para elaborar estrategias de supervivencia individuales, en el hogar. Muchas debieron dejar sus hogares para participar en programas de empleo y/o de acción colectiva. De esta manera, la distinción entre el lugar de trabajo y la comunidad fue aún más debilitada.
A pesar de la continua y amplia represión política, Pinochet no logró aniquilar del todo los partidos políticos ni la expresión política. De hecho, nuevos actores y espacios sociales surgieron para hacerse cargo de una gran cantidad de necesidades materiales e identitarias insatisfechas. La acción colectiva local creció rápidamente. La sola existencia de estos grupos autónomos desafiaba el orden corporativista orientado al mercado que la Junta buscaba establecer. La siguiente sección sigue los pasos del surgimiento de organizaciones locales que formaron parte del Movimiento Pro-Democracia, poniendo especial atención en las Ollas Comunes.
5. Reunidos alrededor de Ollas Comunes se encuentran lo público y lo privado
Aún sin el liderazgo tradicional de los partidos políticos, las organizaciones locales florecieron y sobrevivieron. El soporte institucional vino principalmente de parte de la Iglesia Católica, la que comenzó a denunciar la brutal represión del régimen casi desde el Golpe. Para tratar las consecuentes necesidades materiales y emocionales de la dictadura surgieron una serie de organizaciones religiosas, cuyo máximo exponente fue la Vicaría de la Solidaridad. Basado en los vastos recursos y la presencia de la Iglesia en Chile, la Vicaría rápidamente estableció veinte oficinas regionales para brindar apoyo legal, de salud e ingresos, convirtiéndose pronto en la fuerza institucional más significativa en oposición al régimen. Para 1979, el cuerpo de la Iglesia entregó comida a más de 5 millones de personas, más de un tercio de la población chilena (Agosin, 1987).
Uno de los programas más importantes de la Vicaría fueron las Ollas Comunes, centrales en este estudio. Ellas comenzaron como Comedores Infantiles para atender las necesidades de niños en condiciones de desnutrición. Para 1982, sin embargo, la mayoría de los Comedores habían evolucionado a Ollas Comunes, las que atendían las necesidades de miles de niños y adultos. Sus participantes se turnaban en la preparación de las comidas. Muchas mujeres donaban alimentos, mientras otras pedían donaciones a distribuidores. Algunas iniciaron campañas de barrio, yendo de puerta a puerta pidiendo comida. Quienes asistían debían pagar una modesta cuota por cada comida, de alrededor de $150 (cerca de US$ 0,50) para ayudar a cubrir los costos de alimentos, gas o leña.
Las Ollas Comunes eran una ocasión no sólo para alimentarse y cubrir necesidades materiales sino también para compartir los problemas personales y pensar en posibles soluciones a las dificultades cotidianas. Muchos de los problemas se relacionaban con la pobreza y la represión violenta, por lo que no es sorprendente que la discusión personal deviniera más temprano que tarde en discusión política (Walker, 1986). Las Ollas terminaron pronto convirtiéndose en lugares para la reflexión y organización política (Fuentes, 1987; Valdés, 1986).
En cuanto al espacio físico, sucedió que la mayoría de las cocinas no se encontraban equipadas para preparar alimentos a gran escala. En AD y VR, esto obligó a las mujeres a cocinar fuera de las casas, en ollas puestas sobre un fuego prendido en el patio trasero. Este movimiento de dentro de la casa a fuera de ella hizo más públicas aún las actividades del grupo, lo que queda bien representado en el humo que se elevaba desde el fogón. Este les indicaba tanto a las fuerzas armadas como a los residentes la presencia de una olla, y con ello de la presencia del hambre y de una organización de mujeres de la comunidad.
6. Democracia en la casa y en la calle
Además de participar en grupos basado en necesidades económicas, muchas mujeres se organizaron en grupos feministas y de derechos humanos [10]. Las chilenas feministas también contribuyeron con nuevas miradas sobre el autoritarismo y la importancia de la acción colectiva femenina. Señalaron, por ejemplo, que este no era sólo un fenómeno económico y político, sino también social y cultural. Julieta Kirkwood fue quizás la primera en escribir sobre esto:
«Aunque parezca paradójico, a partir de la experiencia sufrida bajo el sistema autoritario dictatorial hoy se ha hecho más evidente, para muchos sectores, que el autoritarismo es algo más que problema económico y algo más que problema político; que tiene raíces y causas profundos en toda la estructura social; que hay que cuestionar y rechazar muchos elementos y contenidos antes no considerados políticos, porque atribuidos a la vida cotidiana-privada» (1990: 202-203).
Cuando las mujeres comenzaron a organizarse, desafiaron no sólo el orden centrado en el mercado, sino también los mandatos sociales subyacentes sobre el rol de la mujer en la sociedad. En 1983 el Movimiento Feminista sostuvo la primera demostración feminista pro-democracia. Cerca de 60 mujeres se juntaron en la escala de la Biblioteca Nacional, en el centro de Santiago, sosteniendo un cartel que decía «¡Democracia Ahora! Movimiento Feminista de Chile». Fueron arrestadas (Chuchryk, 1989). Muchos otros grupos y federaciones feministas surgieron en 1983, entre ellos el Movimiento para la Emancipación de la Mujer Chilena-’83 (MEMCH’83), la Casa de la Mujer La Morada, el Centro de Estudios de la Mujer, y Mujeres por la Vida, todos generalmente compuestos por mujeres profesionales de clase media. Una excepción fue la federación MOMUPO (Movimiento de Mujeres Pobladoras) fundado en 1981 por un grupo de mujeres de clase obrera. Habiendo comenzado como una organización económica local en barrios marginales del norte de Santiago, gradualmente fue incorporando otras actividades enfocadas al desarrollo personal y a crear conciencia en temas como derechos legales de las mujeres o talleres de sexualidad. Eventualmente, en 1985, MOMUPO se comenzó a identificar con el feminismo y a participar del activismo público en esa línea (Chuchryk, 1989). Esta identidad separó a MOMUPO de otras organizaciones de mujeres pobres y obreras que repudiaban el feminismo, pero logró construir un puente importante entre clases [11].
Las mujeres también participaron codo a codo con los hombres en la oposición al régimen. En 1983 participaron en la primera protesta callejera masiva. Garretón señala que «revelaron la incapacidad de la milicia para disolver identidades colectivas e inhibir la acción colectiva y reintrodujeron un espacio político para la sociedad civil» (1988: 170). Ana María Medioli, quien era la cabeza del programa de Ollas Comunes de la Vicaría, hace eco de este sentimiento y hace una elaboración acerca de su significado para los crecientes movimientos sociales:
«1983, marca un nuevo hito en el proceso de recomposición del movimiento popular chileno y su capacidad de constituirse en actor social. Las jornadas de protesta nacional son expresión, a la vez que germen de formas nuevas de movilización social. El pueblo de Chile expresa de esta forma su descontento por el hambre, la falta de vivienda, el deterioro de los servicios de salud, la cesantía, la falta de libertad y, más aún, exige el término del régimen que las genera» (1984: 12).
Antes de 1973, los partidos políticos controlaban casi todos los tipos de acción colectiva en Chile. Después del Golpe, Pinochet utilizó toda la fuerza disponible para destruir esa conexión. Aunque su esfuerzo no tuvo éxito, si quedó claro que la relación entre los partidos políticos y las organizaciones locales no siguió siendo la misma. Como plantea Garretón, las necesidades materiales y la identidad colectiva amenazada llevaron a la movilización de grupos sociales muy heterogéneos, lo que incluyó a algunos sectores que no se habían movilizado anteriormente, como las mujeres pobres. Esta mezcla fue muy diferente de los bloques ideológicos históricos que caracterizaron la política de partidos (1989). Más aún, algunos sectores sociales dentro de la oposición, especialmente las mujeres, tomaron la iniciativa y actuaron de manera autónoma. Kirkwood plantea que la acción de los colectivos femeninos extendió la definición de la política para incorporar el dominio de lo cotidiano y lo doméstico (1990: 203-204). De acuerdo a teorías sociológicas de la sociedad civil, inauguraron una nueva relación entre la política (público) y la sociedad civil (privado).
Esta nueva relación fue cambiando la manera en que las mujeres, actores sociales por derecho propio, fueron reconfigurando la división entre público y privado. Así, las temáticas relacionadas con el hambre, la salud y el desempleo habían salido ya de las casas particulares hacia las calles. Con esta erupción de disensión pública, las organizaciones locales adoptaron una nueva naturaleza, transformándose en importantes vehículos de creación de conciencia y de diseminación de información para las actividades de oposición (Fuentes, 1987). Al mismo tiempo, proliferaron. Para 1982, los ciudadanos pobres y de clase obrera residentes dentro o en los alrededores de Santiago habían formado cerca de 500 organizaciones económicas locales (tales como colectivos de consumidores y jardines colectivos), 34 ollas comunes y 151 talleres artesanales. En tres años estos números crecieron de forma exponencial. En 1985 existían 1125 organizaciones económicas locales, y 331 talleres artesanales sólo en Santiago, además de 232 ollas comunes en el Área Metropolitana (Chuchryk, 1989). Los esfuerzos de estas y muchas otras agrupaciones condujeron a Pinochet a llamar a un Plesbicito en 1988. La oposición chilena ganó y en 1990 asumió un gobierno de transición conformado por miembros de la coalición de oposición, la Concertación.
Desde el retorno a la democracia en 1990 la situación económica ha mejorado y las organizaciones económicas locales comenzaron a disminuir. La pobreza, sin embargo, sigue siendo un tema presente en la vida social chilena. La primera administración democrática estableció el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM) para ocuparse de temas asociados al género, y la importancia de dichos temas en la vida política de Chile se hizo evidente con la elección de la primera mujer Presidente, Michelle Bachelet [12], en 2006. Bachelet estableció la paridad de género en la administración de su Gobierno, nombrando hasta el momento a un 50% de mujeres en los puestos de gabinete y otros puestos importantes de gobierno. Una simpatizante de Bachelet captura el impacto de su elección: «Es fantástico que una mujer esté en la presidencia. Ahora nosotras mismas podemos integrarnos a un espacio históricamente masculino» (Weir, 2006). Cualquiera sea el resultado de las políticas y programas específicos establecidos por Bachelet, los cambios que ya sucedieron indican una reconfiguración significativa de lo que constituye lo público y lo privado.
Mi trabajo de campo original sobre este tema fue realizado en 1990. En el primer análisis, empleé a C. Wright Mills como marco teórico, haciendo foco en la intersección entre la historia y la biografía para el análisis de la participación femenina en organizaciones locales y el movimiento pro-democracia. Hoy, casi veinte años más tarde, sigo interesada en las sociedades en transición, pero me acerco a tales preguntas desde los debates teóricos que rodean el espacio y las organizaciones políticas. Estoy interesada específicamente en cómo las miradas desde una perspectiva feminista pueden dialogar con la variada literatura sobre sociedad civil. En la próxima sección analizaré las fotografías tomadas por las mujeres desde una perspectiva público-privado, para ver qué sugieren acerca de esta dicotomía fundamental, en el análisis tanto de la democracia como de la desigualdad de género.
De todas las fotografías tomadas (70), sólo algunas han sido incluidas aquí. La selección fue hecha en miras de ilustrar tanto la diversidad de temáticas como los elementos comunes. Fuera de Gloria [13], una mujer de Villa la Reina con amplia experiencia fotográfica, la mayoría de las mujeres no había manipulado nunca una cámara de fotos. Su nivel de escolaridad es variado, desde analfabetismo hasta estudios universitarios avanzados, y al momento del ejercicio todas participaban de al menos un grupo en su comunidad, aunque el grado de compromiso era variable, yendo desde posiciones de liderazgo hasta membresías comunes.
7. Imágenes de la vida desde el género en Santiago bajo el régimen de Pinochet
Para abrir esta discusión tomaremos cuatro mujeres, una profesional de clase media y tres de clase obrera/pobre. La mayoría de sus respuestas se focalizan en cómo eran antes de unirse a organizaciones locales.
Ambas mujeres experimentaron el aislamiento, aunque la razón específica para esta condición varía. Ángela se sentía limitada por sus responsabilidades como madre y esposa. En la fotografía, puso un signo de interrogación en su brazo para indicar que no sabía quien era fuera de sus roles tradicionales. Su fotografía fue tomada en el interior de su casa, una vivienda precaria de dos ambientes levantada en el patio trasero de un familiar, lo que es común entre las familias que viven de allegados [14]. Esta formula se extendió mucho alrededor de Santiago en respuesta al bajo nivel de inversión pública en vivienda durante la era de Pinochet. Muchas veces la segunda casa (y en algunos casos había más de una casa extra en un mismo lote estándar) no era visible desde la calle. Para un observador casual, la pobreza asociada a la falta de vivienda permanecía invisible, secreta y privada. Una vez que Ángela salió de este ambiente y comenzó a compartir su experiencia con otras mujeres, fue perdiendo su sensación de aislamiento y se hizo más consciente de la situación de pobreza de su comunidad y de si misma como persona.
Sofía también describe sentirse atrapada en su casa. Cómo dijo otra mujer de la vecindad «Tenía muchas ganas de participar pero no sabía como llegar.» (Gloria, VR, amasandería). Sólo la pobreza forzó a estas mujeres a cruzar los límites de sus hogares y buscar información para sortear de manera colectiva sus problemas.
La importancia de los grupos civiles para las mujeres no puede ser subestimado. Es posible destacar este punto en el contraste entre el aislamiento de Ángela y Sofía en su hogar vérsus la experiencia de Magali de AD cuando se unió a una olla común. Magali describe esta experiencia:
La felicidad experimentada por estas mujeres no significa de ninguna manera que las ollas o las organizaciones locales sean la panacea; de hecho, tales grupos nunca podrán suplantar la obligación del Estado de proveer servicios sociales y políticas económicas seguras. Sin embargo, a partir de su participación en ellos, sus miembros dejaron de describirse a si mismas como aisladas. Tal como se dijo anteriormente, en esta foto es posible observar que la olla está ubicada fuera de la casa, en el patio trasero, alejado de la mirada pública. Es la columna de humo que se eleva desde el fogón lo que la hace conocida la actividad para todos.
Claudia, una profesional de clase media, también se encontraba aislada del ámbito público. Al igual que Ángela y Sofía, se encontraba descontada del mundo que la rodeaba. Sin embargo, la foto de Claudia se encuentra situada en el exterior de la casa. No hay indicaciones de que sus roles domésticos sean los que dificultaban su compromiso político. Su comentario, en cambio, sugiere la negación de lo público, de lo que ocurría a otros: ella eligió no confrontar o mirar el mundo a su alrededor. Estas respuestas apoyan los resultados de estudios feministas que indican que la clase social juega un papel fundamental en darle forma al camino por el que transitan las mujeres, desde el aislamiento hacia el compromiso político (Alvarez, 1989). A su vez, las respuestas fotográficas capturan la complejidad de lo privado, y sugieren grados de privacidad y publicidad [15]. Muchas mujeres como Ángela participaron de Grupos de Mujeres en sus respectivas comunidades. Muchas veces aprendieron a hacer manualidades, como flores de papel, que tenían la finalidad de ser vendidas para aportar al ingreso familiar.
Gloria, de Villa La Reina, utilizó flores para la descripción de lo que ella era antes de la participación en un Grupo de Mujeres y otras organizaciones locales.
Las manualidades fueron una ocasión para establecer amistades que se sostuvieron más allá de las actividades y reuniones. La importancia de los grupos se ve reflejada en la afirmación de Ángela, de que se hizo el tiempo para poder participar. Originalmente, sólo se había dedicado a sus roles domésticos tradicionales; sin embargo, al salir del hogar e integrar acciones colectivas, su mundo se expandió tanto en términos espaciales como en su discurso. Aunque las organizaciones son importantes al menos para algunos de sus miembros, surge la pregunta ¿estos grupos que mantienen actividades como hacer flores y manualidades, que refuerzan los roles femeninos tradicionales, pertenecen a la esfera pública o a la privada?
Soledad, que era una líder de MULAR, políticamente activa en la izquierda y profesional de clase media, nos aporta algunas reflexiones en su descripción acerca de lo que significa «compartir».
Como se explica aquí, el compartir se basa en la igualdad y no en arreglos jerárquicos [16]. Más aún, el énfasis que pone Soledad en la igualdad resuena en la teoría de Habermas acerca de la esfera pública (1998), y más específicamente en el trabajo de Nina Eliasoph (1999), quien planteó que la esfera pública no es un espacio físico sino un tipo de discurso. La descripción que Soledad hace acerca de la reunión captura muchas de las cualidades discursivas que se asocian a la esfera pública de Habermas: la ausencia de un líder específico, la «situación de equidad» y su intención de estar en un «terreno de igualdad» en lugar de dirigir desde una posición superior. Mary Ryan (1994) señala que más que una sola entidad que enmarque lo Público, sería más útil hablar de una multiplicidad de Públicos. De esta manera, las organizaciones locales de mujeres son ejemplos de «públicos», que al mismo tiempo están basadas en comunidades locales y ligadas a los roles domésticos/privados tradicionales de la mujer. Parece que son grupos tanto públicos como privados.
Es posible decir lo mismo en relación a otros dos grupos en VR: hacer pan y derechos humanos. Primero veremos lo que dice Magdalena, una panadera.
Como ilustran estas respuestas, las preocupaciones de las mujeres de Villa La Reina se extendían desde el hogar hasta la comunidad y aún más allá, desde temáticas personales al hambre y los derechos humanos. No sólo se preocupaban por sus propias situaciones sino también por la de los demás. A través del compartir y de la amistad, los vínculos personales y la ausencia de jerarquía, se transformó las colectividades con preocupaciones locales en públicas por derecho propio.
La última selección de respuestas se refiere a la pregunta ¿Cómo eres ahora, luego de haber participado en una organización local? Cómo se observará más adelante, en el debate sobre lo público y lo privado, este último término ha sido sub-teorizado. Las respuestas de las mujeres ilustran la complejidad del ámbito privado- la presencia de cualidades públicas y la fluida relación que a veces aparece entre los contextos públicos y privados gracias a la continuidad en el discurso.
Estas dos respuestas de mujeres de Ollas Comunes de AD revela la fluidez que se da entre los miembros, en la práctica y el discurso acerca de sus vidas públicas y privadas. Magaly y sus amigas, las mismas a quienes fotografió cocinando en la Olla, continuaban compartiendo una vez que terminaban de cocinar. Muchas de sus conversaciones comenzaban en un espacio y continuaban en el otro. Ximena, por su parte, dejó las fotografías para el último momento, no mucho antes de que yo terminara mi investigación en Chile. Solicitó que yo le tomara una fotografía en la cocina, tomando la olla intencionalmente. Es madre de siete hijos y fue una de las miembros fundadores de la primera Olla en AD. Es una mujer que conoce y acepta su condición de vida. Esta actitud no implica resignación sino al contrario. Parafraseando a otra participante de la Olla, Ximena demostraba un gran apertura a mostrar su realidad; y aún más significativo, se mostraba a si misma a mí, una extranjera, sabiendo que yo mostraría estas fotografías a un público extranjero. De esta manera la foto de Ximena y su mundo privado es y se hizo pública. Es parte de una conciencia y una discusión más amplia acerca de la pobreza.
Aunque María, la líder de MULAR, no tuvo que lidiar con la pobreza como Magaly y Ximena, su respuesta también habla de lo público y lo privado.
Aquí observamos la división tradicional entre lo público -compartido con otros- y lo privado -un refugio. María incluyó la puerta porque simboliza el acceso a ambos ámbitos. Para ella, esa división es necesaria para la clarificación de sus pensamientos y responsabilidades. Aunque conceptualmente es tentador eliminar completamente la distinción, el hacerlo nos hace vulnerables -al viento en términos físico, y a las formas políticas de invasión, como las prácticas represivas de Pinochet. La última respuesta también corresponde a una residente de AD, Ángela, a quien hemos seguido a lo largo de esta discusión. En un comienzo Ángela se sentía aislada y aburrida en su rol doméstico sin tener claridad respecto a su identidad. Esa ya no es su situación, como lo ilustra la siguiente fotografía.
Ángela ya no se encuentra atrapada en su hogar; en cambio, se encuentra al mando de sus circunstancias. Como hizo en su primera foto, incluye elementos y símbolos para transmitir un mensaje visual. Aquí muestra un libro escolar abierto en una página en la que ha escrito «etc, etc, etc». Me señala que estos símbolos representan el aprendizaje, su deseo de seguir aprendiendo. Al parase sobre el techo e incluir los etcéteras, indica que quiere que sus conocimientos se expandan más allá de cualquier límite físico. Al final de esta investigación, Ángela seguía siendo una madre que se queda en casa y una esposa dedicada; pero a su vez se ha dado tiempo y espacio para ella misma, lo que implica asistir al Grupo de Mujeres y participar del Movimiento Pro-Democracia. También implica salir de la casa al mundo público para hablar de la verdad de su situación a otras personas, aprender nuevas ideas y tomar más acciones en su vida, su comunidad y más allá.
8. Conclusiones
Las respuestas fotográficas de 1990 como un todo aportan una mirada íntima a los comienzos de la sociedad civil en Santiago de Chile. Esta mirada muestra la complejidad de la esfera pública en el periodo de transición de la dictadura a la democracia y algunas de las formas en las que lo público y lo privado se encuentran imbricadas. La casa no fue un espacio estrictamente privado, sino un espacio donde las mujeres chilenas se comprometieron en actividades y discursos personales o íntimos, políticos o cívicos. Las medidas económicas y políticas de la dictadura tuvieron un impacto directo en los hogares a través del desempleo y el recorte de servicios sociales. Así, el hogar nunca fue un lugar «libre del estado» o un espacio a-político.
Las Ollas Comunes ilustran la dificultad de establecer un límite claro en el espacio privado, tanto físico como discursivo. A nivel físico, la ubicación de las Ollas Comunes es al mismo tiempo pública y privada. Al trasladar una actividad típicamente doméstica e individual fuera de la casa, aunque aún dentro de la propiedad privada, los vecinos e incluso las autoridades se hacían conscientes de las actividades y la pobreza de estas mujeres. De esta manera, no está claro dónde termina el espacio privado y comienza el público.
Más aún, a nivel del discurso, la colectivización de las labores domésticas como la cocina, perjudica los supuestos tradicionales acerca de la naturaleza no-política de la esfera doméstica. Como se pudo observar en los comentarios sobre las fotografías, las conversaciones de las mujeres chilenas tanto en su hogar como en las organizaciones locales cubrían desde contribuciones personales a organización política. Esta variedad ayudó a desarrollar consciencia y compromiso político entre muchas de las participantes. La mezcla entre lo político y lo cívico, lo íntimo y lo político ilustra la fluidez del discurso entre lo público y lo privado.
Al volver a analizar los datos de un momento crucial en el crecimiento de la sociedad civil en Chile, pude observar que una perspectiva de género cuestiona la solidez de la división público-privado. Esta investigación sugiere que la utilización de la esfera privada del género como un catalizador para la teorización acerca de la esfera pública abre la puerta a una comprensión más compleja y matizada de ambas.
Las implicancias de esta perspectiva se extienden más allá de la experiencia de las mujeres hasta sugerir la reconceptualización de la naturaleza de género implicada en el espacio urbano y en la sociedad civil. Trabajo que debe tomar en cuenta lugares y contextos en los que puede surgir lo público y que anteriormente se han obviado, y las relaciones sociales que han marcado ese surgimiento. Los dominios público y privado, como espacios físicos, se crean en la interacción específica de ciertas relaciones sociales (Cravey, 2002) que tienen una perspectiva de género y una perspectiva política. Nuevas investigaciones podrían encargarse de indagar las cualidades político-públicas del dominio llamado privado y la relación entre tales cualidades y la dimensión de género en el espacio urbano. Sólo de esta manera podemos construir teorías comprehensivas acerca del surgimiento de la sociedad civil.
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Recibido el 10 de septiembre de 2006, aprobado el 24 de julio del 2008.
Diane Soles, University of Wisconsin.
[1] Antes de la dictadura, las mujeres que se oponían al gobierno de Allende llevaron a cabo las históricas protestas de las «cacerolas». Para una interesante comparación entre los movimientos de mujeres de derecha e izquierda en Chile, ver Baldez (2002).
[2] Para una discusión sobre violencia doméstica como un asunto de derechos humanos y la relevancia de este discurso en el debate de lo publico y privado ver Jelin (1997).
[3] Ver «Críticas anti-esencialistas de la metáfora espacial para este debate y las ciencias sociales en general» en Frazier (2002); y Cubitt y Greensdale (1997).
[4] Jelin y Vila (1987); Bunster y Chaney (1985).
[5] La investigación de campo fué financiada por la Inter-American and Tinker Foundations. Se recibieron aportes adicionales de el Center for Latin American Studies of the University of Florida y el Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile y EFDES.
[6] Los resultados sugieren a su vez otros dos factores: la autonomía de la organización y la vergüenza asociada a la pobreza como un fracaso personal. Para una discusión más detallada de estos factores en la comunidades-casos de estudio ver Soles (1992).
[7] El profesor Allan F. Burns de la Universidad de Florida fue de gran ayuda en esta parte del diseño de la investigación.
[8] Para una revisión meticulosa de las políticas específicas para la extrema pobreza en el régimen de Pinochet ver Vergara (1990).
[9] Nombrado Ministro de Hacienda en la administración de Aylwin en 1990.
[10] Por ejemplo a fines de la década de los 70 las mujeres de la Agrupación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (AFDD) fueron las primeras en «tomarse las calles» confrontar la represión de las fuerzas armadas.
[11] Mujeres de distintas clases sociales participaron también de otras actividades pro-democracia proclamadas por organizaciones feministas. De ellas destaca el Día Internacional de La Mujer, el 8 de Marzo, que fue pronto incorporado al ciclo de protestas contra el régimen. El apoyo fue aumentando con el tiempo, y en 1989 más de 2.500 mujeres se unieron en ese día de celebración, protesta e inevitable represión (Valdés, 1989: entrevista radial).
[12] Previo a haber sido elegida Presidente, Bachelet se desempeñó como Ministra de Salud entre 2000 y 2002, y como Ministra de Defensa entre 2002 y 2005 (otra primera vez para una mujer). Su nombramiento para este último puesto fue política y personalmente significativo, dado que el padre de Bachelet, -un General de las Fuerzas Armadas leal al Presidente Socialista Salvador Allende-, murió mientras era torturado por fuerzas uniformadas en 1974. Posteriormente tanto Bachelet como su madre fueron, a su vez, torturadas antes de ser enviadas al exilio en Alemania del Este. Bachelet es médico especialista en pediatría, divorciada (proceso recientemente legalizado en Chile) y madre de tres hijos.
[13] Los nombre utilizados son pseudónimos.
[14] Este concepto denota tanto alineación (cercanía) como relaciones de familiaridad. Las personas que viven de allegado generalmente se encuentran muy cercanas a un cierto familiar por construir su hogar en algún lugar del mismo terreno familiar.
[15] Craske (1993) también utiliza un continuo entre público y privado. Aunque su estudio en México se enfoca en grados de autonomía de las organizaciones respecto del estado, comparando la consciencia de mujeres en comités vecinales auspiciados por el PRI y una organización independiente para el desarrollo de colonias en la misma área geográfica. Aunque tuve resultados similares en el estudio original en Chile {1992} en este nuevo análisis he ido más allá de la autonomía de las organizaciones para concentrarme en la llamada «esfera privada», un área ignorada desde la teoría.
[16] Esta característica es una de las muchas que distinguen a las organizaciones locales de mujeres como las de AD y VR, de los Centros de Madres promovidos por el estado.
[17] Mapuches son el grupo indígena más grande que habita Chile.
[18] Bebida de hierbas común en Chile, Argentina Paraguay y Uruguay.