15/07/2014

Sanitizando el Metro de NY

Tomás Errázuriz

Blog | columnas

Parecía ser uno de esos tipos que acarrean toda su casa en sus bolsillos. Entró al metro vistiendo un sombrero de veterano de Vietnam y caminó raudo, como en una misión, a los asientos vacíos al final del carro. Pero no se sentó en ellos ni tampoco dejó sus pesados bolsos en el suelo. Mientras se las arreglaba para mantener el equilibrio en el vaivén del carro, sacó de sus bolsillos unos pañuelos y un gel de manos y con cuidado comenzó a limpiar el asiento. No contento con repasar cada borde varias veces, al terminar continuó con el asiento contiguo y la baranda más cercana. Sólo entonces dejó su carga en la superficie recién descontaminada. La tarea, sin embargo, todavía no concluía: aún de pie, abrió uno de sus bolsos y sacó el Financial Times.

La última cosa que esperaba -y me sentí culpable por el prejuicio- era que leyera el Financial Times en su, ahora, ambiente sanitizado. Pero no fue así. El periódico era el último dispositivo de su largo ritual de limpieza. Se agachó y comenzó a sacar páginas del diario y las dispuso en el suelo como si armara una alfombra. Habiendo cubierto suficiente espacio a su alrededor, volvió a tomar las bolsas que había dejado en el asiento y las puso con todo cuidado sobre  el piso cubierto de diario. Tras eso, finalmente se sentó.

Cualquiera que haya vivido en Nueva York está acostumbrado a encontrarse con toda variedad de cosas extrañas en el metro, pero aquí había algo más. Este no era sólo otro loco en un vagón… bueno, sí lo era, pero había algo especialmente interesante en su comportamiento. Su desorden psicológico, que podríamos denominar fobia a gérmenes y ambientes no-sanitizados, era un síntoma extremo de algo que había visto muchas veces en  el metro de Nueva York. Mal que mal, es usual que la gente use pañuelos para limpiar los fierros y asientos, que eviten tocar todo lo que pueda haber sido tocado por desconocidos y que los padres vean la amenaza de enfermedades en cada movimiento de sus hijos. Es verdad que el sistema de transporte no es tan limpio como a uno le gustaría, pero también es cierto que debe existir un límite en el control higiénico, más allá del cual es necesario resignarse.

La fobia a los gérmenes, bacterias y virus, o a cualquier otro tipo de microorganismo invisible (y tantas veces, inexistente), es a fin de cuentas una fobia a las personas, a la interacción social y al espacio público. Cuando la psicosis por la fiebre porcina se apoderó del mundo globalizado, muchos gobiernos recomendaron evitar tocarse, abrazarse, besarse o estrechar las manos, a no ser que fuera absolutamente necesario. Incluso sugirieron no salir de casa. Se volvió común ver a personas con máscaras en el metro, y aunque uno no tenía cómo saber si era para evitar contagiar o ser contagiados, parecía cierto que estar en las calles o en el metro se había vuelto peligroso.

Es probable que el veterano de Vietnam que limpió su asiento hasta el límite de lo cuerdo tenga algún tipo de desorden mental, pero ¿podemos trazar la línea sobre qué comportamientos relativos a la sanitización del espacio son «normales» y cuáles no? ¿Cuándo uno deja de ser cuidadoso y se vuelve un desadaptado social? Vivir en una gran ciudad y ocupar el metro o cualquier otro tipo de transporte público no implica sólo compartir un espacio con otros, aceptar un cierto orden, adherir a ciertas normas y valores También es estar dispuesto a intercambiar microorganismos. Ellos te pueden enfermar, sí, pero también te pueden hacer más fuerte. No ser capaz de tomar la baranda en el bus y usar gel de alcohol luego de estrechar una mano o interactuar con objetos públicos puede no ser misofobia (fobia a las bacterias), pero seguro es signo de un cierto grado de desajuste social.

¿Cómo hacer que el veterano del metro, y muchos otros que ven microorganismos incluso donde no los hay, puedan moverse por la ciudad sin temor a ser contagiados? Una respuesta menos esclavizante que el alcohol gel podría ser el tratamiento psicológico o educación. Otra respuesta, desafortunadamente cada vez más común entre  aquellos que pueden pagarlo es moverse en un automóvil: un espacio privatizado y móvil donde no hay otra cosa que gérmenes propios.

Tomás Errázuriz - NY Subway Tomás Errázuriz - NY Subway

* Tomás Errázuriz es Historiador y Doctor en Arquitectura y Urbanismo. Actualmente se desempeña como académico en la UCM y como sub-director del Centro de Estudios Urbano Territoriales CEUT.