29/01/2013

Santiago del ’38

René Tapia Zarza

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Quiero mostrar, la Semblanza

de Santiago del treinta y ocho,

cuando, lleno de ilusiones,

llegué a la Estación Mapocho.

Al salir de la estación

con los bultos y paquetes,

muy difícil de avanzar

a través de tanta gente.

Todos hablaban muy fuerte

ofreciendo sus servicios,

vendiendo sus mercancias,

o parientes indecisos.

Es lo primero que ví

al poder fijar la vista,

al frente de la Estación

los carros y la garita.

¡De la sorpresa, al asombro

unos vehículos ‘raros’

todos cubiertos de gente

colgando de todos lados!

Después me pude enterar,

que ‘góndolas’ se llamaban,

y que, en varios recorridos

a la gente transportaban.

Al costado norte, había un puente,

una mole, de metal y de concreto,

el que hubimos de cruzar,

buscando la calle Prieto.

Cuando cruzamos el puente,

observé otra maravilla,

niños colgando del puente

con agilidad de ardillas.

Después, supe que esos niños

vivían bajo el puente,

otras gentes sin hogar,

y también los delincuentes.

Al otro lado del río

la Iglesia de los Carmelitos

más la piscina escolar

y un gran concierto de gritos.

Gritos de los comerciantes,

cargadores y chiquillos,

mucha gente compradora

que iba a los ‘baratillos’.

Al frente, donde se encuentra

hoy día la Vega chica,

el ‘depósito’ que guardaba

gran cantidad de tranvías.

Presidía ese lugar

el Teatro Balmaceda

Donde actuaban los artistas

del país, y los de afuera.

Gran cantidad de pensiones

restaurantes y cafés:

algunos calmaban el hambre,

los otros para la sed.

Toda la vida giraba

alrededor de la Vega,

con sus miles de pilastras,

almacenes y bodegas.

En ese tiempo recuerdo,

los puentes sobre el Mapocho,

todos con arcos de fierro

más angosto y más estrechos.

De cuatro puentes seguidos

tan sólo hoy queda uno,

hacia abajo, Vivaceta,

hacia arriba, Pío Nono.

Para mí, que venía

de una pequeña ciudad,

Santiago de aquellos tiempos

era una inmensa ciudad.

No podría, aunque quisiera,

precisar los límites urbanos;

estaban muy entremezclados

los terrenos de labranza,

y asentamientos humanos.

Además que no entendía,

ni siquiera hoy entiendo,

entre lo urbano y lo rural

sus límites no comprendo.

Si tuviera que trazar

una línea circundante,

sería de ‘Lo Poblado’

que existía en ese instante.

Romeria de militantes socialistas a la tumba de Eugenio Matte, fundador del partido.

 

De la Plaza Chacabuco,

donde ‘giraban’ los carros,

un poquito más al norte

y también en ambos lados.

Hacia arriba, Recoleta,

con los faldeos del cerro

rodeados de potreros,

y además los cementerios.

Hacia abajo Vivaceta,

al puente Manuel Rodríguez

doblando por Balmaceda

hasta los ferrocarriles.

Carrascal a Tucumán,

hasta salir a Mapocho,

llegando al Cerro Navia,

más allá eran ‘barbechos’.

Samuel Izquierdo, hacia el sur

subiendo por Jota Pérez,

y la calle Buenos Aires

separa los Campos Verdes.

Pasadito de San Pablo

comenzaban los potreros,

el bravo canal ‘Zapata’

y los hornos ladrilleros.

Regresando a Matucana

atravesando la ‘Quinta’,

aproveché los jardines

descansando a la sombrita.

Desde ahí pude observar

el trencito en miniatura,

los paseos, el museo,

la Escuela de Agricultura.

Majestuosa es su estructura

la gran Estación Central,

donde llegaban los trenes

del campo a la capital.

Pero sigo caminando

hasta la ‘Pila del Ganso’

hay más casas para abajo,

algunas, pero no tanto.

Velásquez, Cinco de Abril,

algunas ‘casitas locas’,

me tuve que devolver,

y con ‘el credo en la boca’.

Llegué por la calle Borja,

cargadores y ‘pionetas’

donde la vida se forja.

Habría que mencionar

Dos cosas muy importantes,

la maestranza San Eugenio,

la feria de los rumiantes.

Me fui por Ochagavía,

por el medio de la calle,

llegando harto cansado,

hasta el Callejón Lo Ovalle.

Viñas, maizales, trigales

y carretas con sandías,

por los caminos de tierra

de Ovalle y Ochagavía.

Inauguración Estadio Nacional, 3 de Diciembre 1938

 

Seguí rumbo a Santa Rosa

buscando el límite urbano,

entre campos de labranza

y asentamientos humanos.

Vicuña la Estación Ñuble

paso nivel al Estadio,

siguiendo hasta Macul,

otra vez, campos sembrados.

Paso obligado Los Guindos,

buscando la referencia,

encontré el Canal San Carlos,

Tobalaba y Providencia.

En ese tiempo ya era,

un lugar muy exclusivo

donde la gente más pobre

se encontraba excluida.

Del canal a Plaza Italia,

treinta cuadras solamente,

en palacios y mansiones

vivían gentes pudientes.

Vicuña Mackenna fue,

Intendente de Santiago,

el ‘correteo’ del centro,

los sectores proletarios.

Sigue siendo un limitante

de dos sectores urbanos,

el centro con el oriente

en lo geográfico y humano.

Desde el puente Pío Nono,

como un tajo hacia lo alto,

que no logró penetrar

al pueblito de Puente Alto.

Y para completar la línea

imaginaria, y en serio,

me fui orillando el cerro

dirección al cementerio.

Familias del barrio Franklin esperando a visitadora social

 

Vías de acceso

Para entrar o salir

del Santiago de esos tiempos

no existían carreteras,

sólo caminos polvorientos.

Por la calle Independencia

hacia el Valle de Aconcagua,

desde Calera hacia el norte,

y hasta la costa cercana.

Por la Cuesta Chacabuco,

bordeado de mora y yuyo

el camino que llevaba,

a las provincias de Cuyo.

Un camino serpeante

de San Pablo, por Barrancas,

cruzando cuestas y valles

empalmaba en Agua Santa.

Otro más hacia la costa

partía desde Cerrillos

matizado por hinojos,

y por matas de espinillos.

Talagante, Melipilla,

Casa Blanca y San Antonio,

además de otras variantes

por valles y promontorios.

Como un gran árbol caído

se extendía otro camino,

con variantes y ramales,

de muy diversos destinos.

Partía de San Bernardo,

o quizás de la Alameda

cruzando por tierra fértil,

grandes ríos y arboledas.

Otros caminos salen,

con destinos diferentes,

uno va por Las Vizcachas,

y el otro, pasa por Puente.

Además de los nombrados,

callejones y senderos,

unos gateando los bajos,

otros, escalando cerros.

Ceremonia de honores a Héroes de la Independencia, Maipú

 

Transportes

Las calles de la ciudad,

muchas de ellas empedradas

con adoquines y rieles,

y algunas asfaltadas.

En los barrios por supuesto,

no se invertía dinero,

¡para qué! Si lo habitaban,

solamente los obreros.

Por muchas calles corrían,

canales a tajo abierto,

arrastrando desperdicios

y también el excremento.

carretelas y camiones con productos,

que la tierra generosa ha entregado,

se sentían transitar de madrugada,

con su paso raudo a los mercados.

Llegaban repletos de alimentos

de todos los puntos cardinales,

con el fin de nutrir la gran ciudad,

por carreteras y caminos vecinales.

De Matucana a Garín,

por Mapocho hacia el poniente,

la plazuela Tropezón,

era un punto divergente.

Los “breques” que conocí

eran para ocho personas,

pero transportaban veinte

colgando de todas formas.

Los carritos que corrían

por San Pablo hacia el poniente

tenían un nombre pomposo:

el Ferrocarril Oeste.

Y desde la Plaza Italia,

en dirección hacia el campo

circulaba otro trencito,

al pueblito de Puente Alto.

El Cerro Santa Lucía,

paseo de enamorados,

que a través de tantos años,

no es mucho lo que ha cambiado.

¡Vamos! Al parque a pesear,

a jugar en el pastito,

para “El 18” las fondas,

muy regadas con tintito.

En ese mismo lugar

desfilaban los soldados,

la gente los saludaba

porque eran muy respetados.

Otro lugar muy famoso,

por la calle Pío Nono,

nos servía para pasear,

para visitar los monos.

Además de otros animales,

que no quisiera nombrar,

(se pueden sentir tocados)

y me pueden apresar.

Escuela Básica Hermanos Matte, inaugurada en 1935. Barrio Fanklin

Las comunas

Conchalí, Renca, Barrancas,

tres aldeas campesinas

Maipú, Lo Espejo, Cisterna,

tal como lo eran sus primas.

La Florida, La Reina, Las Condes,

porque eran, sólo fundos

viñedos y plantaciones.

Algunas de las nombradas

tenían más importancia,

por ser entrada o salida,

o por su mucha abundancia.

En Ñuñoa, por ejemplo,

casas quintas y mansiones

uno que otro palacete,

chacras, villas y parrones.

Grupos de casas de adobe

patronales y de inquilinos

potreros de pastoreo,

galpones y algunos silos.

La gente de la comuna

reflejaban el paisaje,

unos con ropas sencillas

otros brillantes ropajes

Unos viajando de a pie,

otros en hermosos carruajes.

La ciudad no se hace sola,

la construyen nuestras manos,

es por eso que debemos

habitarla como hermanos.

Los cités y conventillos

atochados de personas,

los que fueron pesebreras

o en antiguas casonas.

En muchas de estas “viviendas”

convivían los humanos,

con variados animales,

entre desperdicio y guano.

El centro mismo de Santiago

lo he dejado para el final

pues para mí es lo importante

es la Clase Magistral.

Clase Alta en el Club Hípico de Santiago

Los centros del Gran Santiago

reflejan la historia entera,

en el mármol de sus muros,

o las piedras de cantera.

Las crisis y las bonanzas

están marcadas en sus casas,

en lo estrecho de sus calles

y monumentos de plazas.

El primer centro, el antiguo,

escuelas de arquitectura,

columnas y capiteles,

y el barro de su estructura.

Otra etapa muy marcada,

ladrillo de cal y canto,

grandes casas señoriales,

los portales y el abalastro.

Fierro forjado, empotrado

en sus puertas y ventanas,

servían de protección,

a las hembras castellanas.

Otro gran segundo centro

Cañadilla y La Cañada,

Lord Cochrane, por el oriente

y al oeste, Avenida España.

Bronce, madera importada,

portalones y palacios,

grandes casas señoriales

cocheras con amplios patios.

Milagro que fue posible

por el salitre y el cobre,

que produjo algunos ricos,

y fabricó muchos pobres.

Si al hacer esta semblanza,

me pasé del treinta y ocho,

no me lo tomen en cuenta,

la fecha no importa mucho.

Porque hoy, al medio siglo

que ya se está por cumplir,

a la gente sin recursos

nos cuesta igual subsistir.

Mezcla de aldea y ciudad

de pobreza y de riqueza

donde juntan los sueños

de pequeñez y grandeza.

Mezcla de aldea y ciudad,

Santiago del treinta y ocho

cuando senté mis reales

a orillas del Mapocho.

Obreros de nuevos edificios modernistas de la ciudad.

* Este texto fue publicado originalmente en el número 27 de la Revista Krítica (Segunda Época), Marzo – Abril 1987.

** René Tapia Zarza era dirigente poblacional de la Zona Oeste de Santiago. La crónica de los versos relatan su propia historia de vida, rememorando el Santiago del año en que se traslada a vivir en la capital. Zapatero y poeta, sus trabajos fueron rescatados por Raul Gonzalez (hoy investigador en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano) y publicados por Gonzalo De la Maza (Universidad de Los Lagos), en ese entonces director de Krítica. A ambos agradecemos su gentileza por permitirnos publicar este trabajo, así como su disposición a comentar los pormenores del texto.

*** Las imágenes que acompañan el texto pertenecen a distintas ediciones de la revista Zig Zag de 1938.