Resumen
El presente artículo explora el problema de los sin-casa en Sofía en diferentes niveles. Por una parte, se presta atención a diversos tipos de alojamiento en la recién fundada capital de Bulgaria a partir de 1878, incluyendo las estrategias de hospedaje de los municipios y las estrategias de apropiación de los migrantes a la ciudad. Durante las décadas de 1920 y 1930 la crisis de vivienda en Sofía comenzó a agravarse cada vez más, y los barrios de personas sin-casa se hicieron más grandes; mientras, los residentes de los llamados “barrios de sin-casa” siguieron siendo llamados “personas sin-casa”. Cómo sucedió esto se investiga en este trabajo. Por otra parte, se intenta esclarecer cómo el problema de los sin-casa fue redefinido “desde abajo”: cómo los excluidos, los “pálidos hijos de los proletarios”, víctimas de las malas condiciones sanitarias de la ciudad, se transformaron en una figura pivotal en la poesía revolucionaria socialista.
Palabras Claves
Sin-casa, sociología urbana, Sofía, socialismo.
Abstract
This article aims to explore the “homelessness problem” in Sofia on several levels. On the one hand, it looks into various types of accommodation in the newly founded capital of Bulgaria after 1878, the accommodation strategies of the municipalities and the squatting strategies of the people migrating to Sofia. During the 1920s and the 1930s the housing crisis in Sofia started to evolve, the homeless neighborhoods became even bigger and the residents of these kept on being referred to as “homeless”. How this happened is the question I aim to address. On the other hand, I shall try to find out how the “homelessness problem” was redefined from below: in other words, how the outcast, the “proletarian’s pale son”, a victim of the poor hygienic conditions in the city, became a pivotal figure in the revolutionary socialist poetry.
Keywords
Homeless, urban sociology, Sofia, socialism.
1. Introducción
A pesar de su historia centenaria, las discontinuidades entre los diferentes periodos de su desarrollo [1] hacen de Sofía una ciudad comparativamente joven. Sofía es escogida como la capital de Bulgaria un año después de la liberación del país del Imperio Otomano, en 1878. Esta decisión constituye sin duda algo interesante, porque a diferencia de muchas otras ciudades desarrollas y relativamente más grandes, como Plovdiv, Ruse y Tarnovo, Sofía era en ese momento un pequeño centro de comercio de artesanías en la periferia del Imperio Otomano, con una población de 11.567 habitantes en 1878, y cuya infraestructura urbana estaba relativamente subdesarrollada.
Si tratáramos de entender cómo Sofía pasó de ser de un pueblo otomano a una lugar que aspira a ser una ciudad «moderna y europea», es menester prestar atención a algunas de las características de las ciudades otomanas. Para mediados del siglo 19, el Imperio Otomano está tratando de modernizar algunas de sus ciudades: «Ennoblecer las ciudades y su aspecto primitivo, pavimentar algunas de las calles principales, poner lámparas, plantar árboles, numerar las calles, construir edificios administrativos y así sucesivamente; sin embargo, este esfuerzo tiene que ver sólo parcialmente con el panorama urbano» (Gavrilova, 1999: 30).
Algunas de las características más importantes de la ciudad otomana siguen apelando al principio de la división de la población urbana: barrios separados; comunidades orgánico-tradicionales relativamente cerradas, cada con su propia plaza y organización barrial, centrada alrededor de un eje étnico. Estos barrios separados se dividen en «prestigiosos» y «no prestigiosos». Las calles, que facilitan el movimiento en la ciudad moderna, son todavía estrechas y embrolladas, a menudo sin salida, y siguen la disposición de los barrios; sólo unas pocas son algo más anchas. Los efluvios corren calle abajo, y a menudo hay una sola fuente para todo un barrio. El eje de la vida social lo constituye la plaza local (megdan), que se encuentra en la intersección de varias calles. La plaza más importante de la ciudad, que cuenta con un mercado, se llama charshia.
Tras la Liberación la infraestructura es removida en algunos lugares, mientras que en otros es modificada. En el periodo posterior a la Liberación, el desarrollo de Sofía es definido por la idea de «europeización», en contraste a la de «otomanización». La transformación de Sofía puede ser ilustrada de mejor manera observando los proyectos de planificación urbana, cuyo ejemplo más elocuente lo constituye el plan de 1878, realizando bajo el mandato del alcalde Dimitar Petkov.
En este mapa, interpretado por el ingeniero K. Gruev en 1879, el proyecto ha sido extendido y complementado con un catastro. Como puede observarse, las calles principales han sido enderezadas; barrios completos han sido reorganizados; parte de las calles centrales se han pavimentado; y sin embargo, algunos elementos básicos de la ciudad se encuentran coexistiendo de maneras diversas. Por una parte, algunos de ellos se mantienen: tales son los puestos de mercado, bazares, etc. Por otra parte, algunos otros cambian su función: por ejemplo, el edificio municipal otomano es transformado en un palacio, la mezquita negra en prisión y luego en iglesia, etc.
Por supuesto, las actividades de planificación son llevadas a cabo con gran resistencia por parte de los habitantes de la ciudad. El municipio encuentra dificultades en el proceso, relacionadas principalmente con la compensación y reorganización de los propietarios privados. Durante el transitorio gobierno ruso, bajo el mando del alcalde Petkov, se realizan los primeros proyectos urbanos, en un esfuerzo por modernizar Sofía siguiendo un modelo europeo. Sin embargo, lo que define el desarrollo de la ciudad en este periodo es la dificultad que encuentran las autoridades de la ciudad para planificar a gran escala.
La regulación y urbanización de Sofía quedó así reducida solamente a su parte central. Las autoridades de la ciudad fracasaron en anticipar el enorme crecimiento de la ciudad, y es por ello que este periodo de desarrollo de Sofía es a menudo referido por los historiadores como de «desarrollo caótico» (Georgiev, 1983). Aunque una buena parte del personal administrativo de la ciudad se encontraba familiarizado con el desarrollo de las ciudades europeas y su ritmo de crecimiento, Sofía es sin embargo planificada a una escala muy pequeña.
El primer plan urbano prevé una expansión de la capital de alrededor de un treinta por ciento en las décadas futuras. Pero ya a fines de la década de 1880 el crecimiento mecánico de la población se incrementa, y considerando la tecnología de construcción de la época (edificios bajos de uno y dos pisos), el área de construcción de la ciudad se duplica, yendo más allá de la «medida urbana» (Georgiev, 1983: 8).
También durante este periodo el municipio es acosado con requerimientos por parte de los «pobres sin-casa», que no pueden costear el alquiler en las zonas consolidadas de la ciudad. De esta manera, se crea el primer barrio de personas sin-casa, Yuchbunar. El municipio comienza a distribuir tierras en 1888, destinadas sólo a «personas inconsistentes y sin casa» (Georgiev, 1983: 9). En la misma época, tiene lugar otro tipo de desarrollo urbano de barrios de personas sin-casa, pero esta vez es espontáneo. Tal es el resultado de la dificultad que el municipio encuentra para satisfacer todos los requerimientos que recibe. Entonces, las personas sin-casa comienzan a apoderarse de terrenos municipales.
Este tipo de expansión nos permite pensar que el desarrollo de la ciudad -de la ciudad «de abajo», de los propios habitantes- es en gran medida, caótico; sin embargo, no permite conceptualizarla como poder. A diferencia de los franceses, que pensaron los patrones del Estado moderno como subordinación de lo que somos a través de mecanismos de poder finamente elaborados (Foucault, 1977), aquí es posible hablar de modernización y expansión urbana en cuanto proceso de negociación. Por una parte, esta negociación tiene lugar en las fronteras del poder y la resistencia en contra de los modelos de poder impuestos; por otra, y en cuanto proceso de apoderamiento, consiste en una apropiación indebida de la ciudad “de abajo” y una resistencia ante el gobierno local. La ciudad puede ser concebida entonces como un devenir mutuo, no sólo de desplazamiento de poder, sino también de desplazamiento de la ciudad «de abajo». Sin embargo, es preciso clarificar que la forma del contrato no ha sido fijada y establecida para siempre, toda vez que es fluida y es constantemente reescrita. La ciudad, sin embargo, posee su estructura material, y una vez establecida, permanece en ella y adquiere su inercia; así, en la forma de subsecuentes negociaciones, la ciudad se presenta como actante (Latour, 2005).
2. Estrategias de ocupación
Este primer tipo de estrategia de distribución de áreas urbanas por parte del gobierno local hacia las personas sin-casa, genera un segundo tipo de asentamiento, toda vez que el municipio es incapaz de hacer frente a todos los requerimientos de los necesitados. Un barrio típico de terrenos distribuidos por el municipio es Yuchbunar. Este tipo de barrios, sin embargo, satisface las necesidades de sólo una mínima parte de la población del país, que inunda la ciudad. Además, en la década de 1890, el municipio se rehusó a continuar con la expansión del área urbana, haciendo un llamado a la compactación de espacios vacantes en la ciudad, mantenidos por especuladores locales. Estos dos factores profundizaron la cuestión de los sin-casa y la crisis de vivienda. Dos periodos pueden ser distinguidos aquí: en primer lugar, una apropiación de terrenos inicial, contra la cual el municipio exhibe una fuerte resistencia. Un ejemplo de esto lo constituye el barrio próximo a la estación de ferrocarriles, que se desarrolló ilegalmente y que fue demolido y regulado dos años después de su creación. El segundo periodo se caracteriza por una menor resistencia por parte del municipio, en relación a la rápida extensión de la ciudad desde mediados de la década de 1890.
Así es como tiene lugar entonces la segunda estrategia de ocupación de los territorios cerca de la ciudad: de manera ilegal. Sin embargo, los nuevos barrios se mantienen semejantes a aquellos que han sido planificados, y de esta manera se continúa la estructura planificada de la década. Los sin-casa se apropian de lotes de tierra vacante, organizan las calles y los espacios públicos y determinan los lugares para las escuelas, iglesias y tiendas. Los barrios que toman forma de manera caótica, no obstante, tienen un grave problema: se encuentran pobremente urbanizados. Resulta imposible extender el agua potable, alcantarillado, electricidad o pavimentación. Este desarrollo espontáneo contribuye a las dificultades de planificar la ciudad y sus regulaciones después de la Segunda Guerra Mundial y tras la Revolución de Terciopelo en 1989. Cuando estos barrios se incorporaron a los límites del plan urbano, principalmente durante la década de 1920, los municipios proveyeron los mapas de planificación adecuados, los cuales, sin embargo, serían incapaces de tener efectos más profundos en la estructura general de los barrios. De esta manera, como la tecnología y la administración no estaban obteniendo resultados, las apropiaciones de terrenos pasaron a determinar entonces el rostro de la ciudad.
Estas apropiaciones, por cierto, no tuvieron lugar sin encontrar resistencia por parte del poder. No obstante, y a pesar de los intentos por imponer algún tipo de regulaciones en las tierras, estas resistencias permanecieron inconclusas. No sólo por la escasez de oficiales municipales, sino además porque la población tras las apropiaciones tenía «alarmantes proporciones», y los sin-casa a menudo amenazaban de muerte a los bomberos y guardias, con quienes se enzarzaban a menudo en peleas. Otro factor que favoreció la facilidad para apropiarse de las tierras fue el hecho de que los terrenos en cuestión no eran parte de la ciudad. Los casos en que sitios individuales dentro del área de construcción de la ciudad fueron planificados, vendidos o distribuidos por la municipalidad en el periodo anterior a las guerras, son en su mayoría excepcionales (Georgiev, 1983). Un ejemplo típico de fuerte resistencia en contra del gobierno local es la emergencia del barrio de personas sin-casa de Konyovitsa. En la apropiación del terreno correspondiente a este barrio, el gobierno municipal trató de intervenir, pero entonces alrededor de 800 hombres, mujeres y niños emboscaron el puente que conducía al asentamiento recién establecido, y no permitieron el ingreso de los empleados municipales.
Por cierto, el municipio no cejó en tratar de poner fin a la ocupación espontánea de los terrenos; en 1907, modificó los límites de la ciudad y preparó una nueva ley de urbanización, toda vez que muchos intelectuales afirmaban que las condiciones en la ciudad se estaban haciendo intolerables. Sin embargo, las reglas que debían permitir la puesta en marcha de la legislación de 1907 no estaba preparadas, de modo que en este caso no se contaba con documentos legales que asegurasen la fiscalización y cumplimiento de la ley. En este periodo, el municipio llegó a reconocer la importancia de dirigir la expansión metropolitana, toda vez que el crecimiento espontáneo continuó durante la Guerra de los Balcanes y la Primera Guerra Mundial.
La expansión de Sofía puede ser ilustrada con elocuencia por las estadísticas oficiales de población. Éstas no incluyen a la población situada a las afueras del límite urbano legal, de modo que es posible afirmar que el número de residentes de la ciudad es en realidad mucho mayor. En 1876 la población de Sofía era de 16.500 habitantes; en 1900, de 67.789; en 1910, de 102.812; y en 1926, de 213.000.
En el periodo de posguerra las tendencias de crecimiento espontáneo de la ciudad continuaron y se profundizaron. Las guerras fueron periodos de transformaciones sociales dramáticas, porque muchas de las profesiones hasta entonces prestigiosas se volvieron «desclasadas» -entre ellas las de los oficiales municipales y militares. En 1921, incluso los propios oficiales municipales comenzaron a apropiarse de terrenos públicos ubicados en la proximidad del antiguo cementerio judío. Sin embargo, en este periodo el municipio expandió nuevamente los límites legales de la ciudad e intentó deshacerse de gran parte de las áreas no desarrolladas, principalmente en el norte y oeste, cediéndoselas a los refugiados y personas sin-casa.
No obstante, una vez más se vio incapaz de responder con prontitud a los requerimientos de estos últimos, y las apropiaciones recomenzaron. Los límites de construcción en la ciudad se incrementaron de 7,9 kilómetros cuadrados a 28 en 1927. Fue en este periodo cuando durante las reuniones en el municipio comenzó a tomar forma un debate respecto de qué debía hacerse con los emplazamientos surgidos espontáneamente. Algunos oficiales municipales llegaron a afirmar que en realidad Sofía no tenía límites de construcción, porque estos cambiaban tan rápidamente. En 1926 comenzó el debate sobre legalización de los terrenos apropiados, y se puso finalmente en marcha un proceso de distribución de tierras. La ley otorgó a la gran mayoría de los sin-casa derecho legales sobre los terrenos ocupados inicialmente de manera ilegal. Pero esta legalización incluía pagos diferidos por los terrenos, con precios cobrados por los comités municipales.
Durante la década de 1920 el municipio sufre principalmente de una falta de recursos para llevar a cabo obras públicas en las áreas ya construidas. Pero a través de la legalización y recibo de pagos, el municipio tiene la oportunidad de fortalecer su posición, regulando y urbanizando la mayor parte de los terrenos ya construidos. Aunque este proceso colabora con afirmar inicialmente la situación financiera del municipio, en realidad dificulta muchísimo la urbanización de estos barrios poblados de frágiles construcciones de un piso y carentes de planes distritales; en definitiva, esto contribuye a debilitar últimamente al gobierno municipal. Esto queda claro en la siguiente declaración del asesor municipal T. Yochev: «La cuestión es: cuando el municipio ha entregado estos sitios por 20 lev el metro cuadrado, alienándolos de un uso público (baños, iglesias, monumentos) en el futuro, ¿no debería dar magníficos beneficios a estos ciudadanos, así favorecidos con la mitigación de la crisis de vivienda, y otorgarles estas casas, para las cuales –así como en el pasado Petkov urbanizaba la ciudad- tiene que hacer calles anchas, pagar altos precios –millones- a las personas, cuyos destinos los han empujado a estos lugares para que pudieran enriquecerse ilegalmente?» [2].
El municipio da un paso atrás luego de los procesos de crecimiento espontáneo de la ciudad, y trata de intervenir, aunque no a través de la planificación de las tierras apropiadas, sino por medio de su propio financiamiento a la ciudad en proceso espontáneo de expansión. Por cierto, es menester considerar que la década de 1920 es un periodo de profunda crisis económica, lo cual tiene un impacto considerable en el presupuesto municipal; por una parte, por causa de las guerras, y por otra, debido a la crisis económica global de finales de la década. Sin embargo, toda vez que en este lapso se legitima una buena parte de los terrenos y edificios apropiados ilegalmente, tiene lugar un periodo de boom en la construcción.
A pesar de la crisis, los principales recursos de los pobres sin-casa (que todavía son considerados como tales, a pesar de haberse transformado ahora en propietarios), son utilizados para la construcción de edificios de tamaño pequeño. Aún en este periodo, las mayoría de las casas en los barrios de personas sin-casa, surgidos espontáneamente, son consideradas endebles, con «imposibles» condiciones higiénicas. (Estas casas no higiénicas, de un solo piso, son en su mayoría húmedas, sin iluminación, agua o alcantarillado, cubiertas de basura.) Esto es posibilitado por la empatía que, a comienzos de la década de 1920, el gobierno siente por los refugiados y sin-casa, que se establecen en las áreas vacantes de Sofía. Poco más tarde, a fines de la década, esta empatía es reemplazada por una preocupación por la demora en establecer una infraestructura higiénica en las áreas construidas.
Durante este periodo los oficiales municipales, incluso aquellos pertenecientes al Partido Comunista, se oponen a la apropiación de terrenos municipales, porque no está del todo claro cómo la municipalidad procederá con el fin de urbanizar la periferia dispersa. No es sino hasta la década de 1930 que el discurso cambia y las apropiaciones comienzan a ser consideradas como ilegales -como «robos a plena luz del día». En 1933 se echa andar un proceso de mapeo e identificación de los terrenos apropiados, tanto para detener apropiaciones futuras como para volver a establecer la posesión del municipio sobre aquéllos. En 1934, luego de un golpe de Estado, el gobierno es reemplazado por otro de corte nacional-socialista, y la expansión caótica de la ciudad llega a su fin. Las acciones de quienes se apropian de terrenos no sólo serán ilegales, sino además «[irán] en detrimento de los ciudadanos leales de Sofía».
3. Los sin-casa y sus condiciones de vivienda y trabajo
Como se ha establecido, la «cuestión de los sin-casa», que comenzó luego del establecimiento de Sofía como ciudad capital, permite considerar la ciudad como una forma de contrato. Luego de la Liberación, más y más residentes y personas sin-casa comenzaron establecerse en ella. En este contexto, «persona sin-casa» es una categoría muy ambigua utilizada por la autoridad oficial, y muy controversial además; designa a una persona que llegó a Sofía sin contar con un lugar donde quedarse, en el marco de la extendida crisis de vivienda, y que además es pobre. Por otra parte, ésta se apropia o es instalada por la autoridad local en un terreno vacante.
Aunque los sin-casa se establecen y construyen sus casas en estos terrenos apropiados, ellos continúan siendo denominados de esta manera. ¿Por qué? Pareciera haber dos direcciones alternativas de análisis. Una posible respuesta es que el sin-casa no tiene un lugar en el espacio social: se encuentra excluido del orden social. Por lo tanto, con el objeto de hacerse parte de éste, de poder identificarse con él, los sin-casa deben entrar en el orden social de la ciudad. Este orden es también un contrato, pero uno ligeramente diferente, que considera la atribución de prestigio de y por diferentes grupos sociales (Weber, 1992). Esto es, los sin-casa, además de ser un destino vital específico, constituyen una categoría de transición al establishment, ya instalados en el espacio urbano, pero segundos en el orden social de la ciudad.
La designación de «sin-casa», aun después de 30 años de vivir en la capital, muestra esta negación o represión del forastero. Éste permanecerá siempre como el «otro interno», en relación al cual se construye el propio grupo. (En esta sección se destacarán estrategias específicas a través de las cuales esta imagen negativa es reescrita, en tanto estrategia para ingresar al orden social y cambiarlo.)
La segunda línea de análisis se deriva de la entrada de los sin-casa en el ambiente matérico específico de la ciudad de Sofía: se es sin-casa por causa de las condiciones en las que se vive, en casas construidas a la rápida con materiales disponibles, tales como ramas y barro. Así, se concibe al sin-casa como «sucio» por oposición a lo «puro» que sostiene los frágiles límites del orden social y la aceptabilidad. Pero en esta categoría de sucio, comienza entonces a ser identificado como blanco de la autoridad sanitaria: así, debe ser amable, sometido y limpio. El problema del caos urbano y la suciedad se transforma por ende en una categoría recogida por las autoridades sanitarias. Aquí se introduce el segundo punto de la renegociación de las categorías de «sin-casa» y de orden urbano.
La noción de «persona sin-casa» permanece estable hasta fines de la década de 1930, toda vez que la situación en que vive gran parte de los recién llegados, que se apropian de espacios y ocupan la ciudad, se mantiene. El modo en que los sin-casa reescriben las categorías de caos y suciedad revela también las estrategias de su entrada en el orden social y la lucha por su transformación, así como su posición (y la de sus condiciones de existencia) en el nuevo vocabulario normativo de la revolución socialista (Skinner, 1999).
Como se ha afirmado con anterioridad, era muy difícil para el municipio urbanizar los terrenos apropiados. Durante la década de 1920, se dio inicio a un proceso de urbanización por causa de la mala sanitización (que llevó a que aparecieran incluso frecuentes brotes epidémicos). Sin embargo, esta urbanización se vio limitada por el escaso presupuesto municipal. Esto limitó la interferencia de las autoridades sanitarias en las condiciones de vida de la numerosa población sin-casa: por ende, las autoridades recurrieron a la «educación» de los sin-casa por medio del trabajo.
Durante la década de 1920, gracias a esta estrategia educativa ejercida sobre el cuerpo de los trabajadores, y encaminada a enseñar a la población urbana algunas reglas básicas, palabras como enfermedad, tuberculosis, la oposición sucio-limpio y otras prácticas se hicieron comunes. Al mismo tiempo, se estableció una conexión entre los barrios de personas sin-casa, la pobreza, enfermedad, condiciones de vida “imposibles” y los trabajadores.
De esta manera, gracias a las nuevas categorías que la ilustración higienista intentó imponer, las relaciones entre diferentes categorías y conceptos en el lenguaje fueron redispuestos y modificados. Las enfermedades y condiciones de vida quedaron constituidas de hecho como los vasos comunicantes entre ambas categorías, los “sin-casa” y los “trabajadores”. Durante el periodo de entreguerras, es posible así referirse a dos formas de rearreglamiento de las constelaciones lingüísticas: la de los intelectuales, que aportaron a la redescripción desde una perspectiva externa a los barrios sin-casa, y la de los poetas socialistas [3], cuya visión se caracteriza por una perspectiva interna.
Si se presta atención a la descripción externa de los barrios sin-casa, es posible observar cómo los límites urbanos son protegidos en contra de lo que se considera sucio y caótico. Por ejemplo, Chavdar Mutafov, ingeniero municipal y escritor, publicó en 1914 una sátira titulada Yuchbunar. Este es el nombre del primer barrio de personas sin-casa creado y regulado por la municipalidad. Mutafov (1941) describe este barrio como una «ciudad dentro de una ciudad», pero también como «alejado de ésta». El acceso a Yuchbunar marca la frontera entre la ciudad y su opuesto, la no-ciudad, a través de las categorías de suciedad, enfermedad y vicio. «Cuando entras a la calle Pirotska, de pronto la ciudad se transforma en algo completamente nuevo, repugnantemente interesante y provocativamente miserable. Uno tendría que cubrirse la nariz con un pañuelo y sellar su alma dentro de una armadura; el aire es intoxicante y malsano, saturado con los vapores del hambre, amor barato y camas de hospital» (Mutafov, 1941: 1).
Las condiciones de vida, sin embargo, dan lugar a la emergencia de una paradoja: vistos desde fuera, los sin-casa lucen como payasos, como mortales graciosos e inofensivos; sin embargo, desde dentro su existencia los eleva a la calidad de «trágicos esbozos de mártires» [4]. Esta transición de la re-descripción desde el interior de la cuestión de los sin-casa es gatillada por la poesía revolucionaria socialista a través de la figura del «pálido hijo del proletario» (Iakimova, 2010: 133). Se trata esta de una expresión de uno de los más famosos poetas del siglo 20, Hristo Smirnenski, el cual se refiere a los cuerpos enfermos de los sin-casa afectados por las duras condiciones de vida. Esta figura permite la adaptación de la lógica marxista de muchas maneras diferentes, como protesta en contra de la realidad urbana existente y las condiciones de vida. Las ciudades son entonces el lugar donde se ilustran las inequidades sociales. Sin embargo, toda vez que no hay lugar para los sin-casa en el orden social, los poetas socialistas intentan encontrar uno con la finalidad de dar cuenta de las injusticias sociales a través de los pálidos y los afligidos:
«¡Estás presa de la ira/Oh, ruidosa y lasciva ciudad/Y tus globos eléctricos/Brillan alegremente en vano!/Cada violenta noche/Observas a los niños pobres/Y los inicuos insultos/Sobre los gastados rostros» [5] (Smirnenski, 1988).
4. A modo de conclusión
La combinación de las figuras del trabajador y el sin-casa se deriva del uso específico de la lógica marxista: de acuerdo con Marx, la revolución habrá de romper la oposición entre capitalistas y proletarios, debido al excedente que extraen los primeros. La adaptación de esta lógica marxista en Bulgaria en el periodo de entreguerras se entiende así: la revolución liberará a aquella población urbana humillada, los sin-casa y los pobres. De esta manera, cambia la forma de la revolución. La razón para esta explosión no se encuentra en las malas condiciones de trabajo y de vida; a través de esta redescripción de los sin-casa, el destino vital de éstos queda redefinido menos por su signo individual que por la posibilidad del colectivo, la realidad de los pálidos y los enfermos. Desde una perspectiva interna, esto permite que los sin-casa puedan ingresar al orden social como enfermos y humillados, siendo también de esta manera redefinidos y transformados.
Así, es posible afirmar que hay dos estrategias para negociar el orden social: la de los intelectuales, que argumentan que la ciudad tendría que ser dividida, y la de los poetas socialistas, que afirman que para los sin-casa la ciudad es el escenario en el cual la revolución los liberará, cambiando la «enferma» realidad urbana. La lógica de Smirnenski supone que la realidad del tuberculoso pálido alcanzará finalmente a la multitud que echará a andar a la revolución.
Su principal agente, entonces, es este pálido y débil hijo tuberculoso del proletario. De esta manera, se evidencia cómo las categorías médicas son utilizadas en otra dirección: para construir un destino colectivo que es visible, y a través del cual las estrategias de nivelación o de revolución pueden ser llevadas a cabo por una transformación completa del orden social.
La cuestión de los sin-casa, por una parte, nos enfrenta al dilema de refinar nuestro aparato teórico para dar cuenta de cómo se planifican las áreas urbanas, y qué clase de procesos locales se escriben y reescriben. En este sentido, es posible considerar el «plan» como una forma incompleta de contrato o proceso de negociación. Y por supuesto, puede haber un plan «desde abajo». Por otra parte, los procesos de construcción espontáneos ponen a los foráneos y recién llegados en una posición de desventaja, por cuanto son a menudo marginalizados y concebidos en categorías como sucio, enfermo, etc. Esto es, no forman parte del orden social de la ciudad, pero al mismo tiempo deben encontrar su lugar en ella. Por lo tanto, han de invertir gran parte de sus recursos en redefinir su posición, en ese caso volviendo a disponer y reconceptualizando una lógica marxista para el estallido de la revolución socialista.
Esto revoluciona el orden social y permite a los oprimidos reconsiderar su destino no como individuos atomizados, sino como un colectivo cuyo destino debe ser transformado. Esta idea puede ser puesta a prueba, finalmente, a través de una descripción más profunda de cómo cambiaron las cosas después del 9 de septiembre de 1944, lo que podría entregar nuevas perspectivas sobre cómo un golpe político se hace parte de un sistema discursivo existente, basado en conceptos socialistas como los aquí referidos.
Referencias Bibliográficas
Foucault, M. (1977). Discipline and punish: the birth of the prison. London: Penguin.
Gavrilova, R. (1999). Wheel of life: the everyday life of Bulgarian renaissance city. Sofía: University Publishing House.
Georgiev, G. (1983). Sofia and Sofia residents from 1878 to 1944. Sofía: Science and Art.
Iakimova, M. (2010). Sofia of the common people. Sofía: Iztok-Zapad.
Latour, B. (2005). Reassembling the social: an introduction to actor-network theory. Oxford: Oxford University Press.
Mutafov, X. (1941). Yuchbunar. Disponible en http://www.litclub.com/library/kritika/mutafov/iuchbunar.html
Skinner, Q. (1999). Rhetoric and conceptual change. Finnish yearbook of political thought, 3.
Smirnenski, H. (1988). Collected works. Sofía: Science and Art.
Weber, M. (1992). Castes, estates, classes, and religion. En Daskalov, R. (ed.), Max Weber. Sociology of domination. Sociology of Religion. Sofía: Sofia University Press, 395-433.
Zheleva-Martins, D. y Farkov, Y. (2009). History of Bulgarian urban planning XIX-XX century. Sofía: Valentin Trayanov.
«The question of homelessness -concepts for urban chaos, disease and dirt. Or how is born through the figure of the homeless in interwar Sofia». Recibido el 16 de julio de 2012, aprobado el 3 de septiembre de 2012. Traducido por Diego Campos.
Veronika Dimitrova, Departmento de Sociología, St. Kliment Ohridski University of Sofia. E-mail:vdimm@abv.bg
Notas
[1] Restos de asentamientos neolíticos han sido excavados en el territorio de Sofía. Se cree que durante la Edad de Bronce este asentamiento se transformó en un importante cruce de caminos. Desde el siglo 1, el territorio cayó bajo dominio romano. Más tarde se planifica la ciudad de Serdika, con muros fortificados basados en el sistema de Hipódamo, en lo que era una de las principales rutas del Imperio Romano. Gran parte de la ciudad fue destruida por los cruzados en 1189. Finalmente, en 1382, Sofía es integrada al Imperio Otomano; es durante este periodo que adquiere las características de ciudad otomana (véase Zheleva-Martins y Farkov, 2009).
[2] Minutas de la reunión del Concejo Municipal, 29 de diciembre de 1926.
[3] Junto con Smirnensi, es importante considerar los nombres de los poetas Geo Milev y Alexander Vutimski.
[4] Vale la pena insistir en la contradicción-oxímoron «sin-casa establecidos».
[5] En un sentido moral.