OTO 2006

Un estado de la mente hecho ciudad/

Entrevista a Rodrigo Fresán

Manuel Tironi

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MT: Eso es de verdad interesante. En Jardines de Kensington dices al final que nunca has ido a Londres, y en alguna parte leí que escribiste Mantra sin haber ido nunca a México…

RF: En Londres había estado dos días pero no había conocido los jardines de Kensington, y esto hace veinte años. De hecho, tuve la posibilidad de haber ido a Londres a terminar el libro, pero decidí no hacerlo precisamente porque me interesaba más la idea, en plan Julio Verne o Emilio Salgari, de que Londres fuese un Londres completamente sublimado. Por otro lado, como la novela está narrada por un personaje completamente bombardeado, tanto por la química como por la culpa, también me interesaba que la novela tuviese esos contornos un poco imprecisos, que tuviese inexactitudes, faltas en el recuerdo o incluso erratas. El libro está lleno de erratas deliberadas.

Figura 3. El 2003 la novela de Rodrigo Fresán 'Jardines de Kensington' (Mondadori, 2003) fue elegida por la Revista Lateral -una de las publicaciones sobre literatura más reconocidas que se editan en español- como la mejor novela en español publicada-no-premiada del año, siéndole otorgado el I Premio Lateral de Narrativa.

Figura 3. El 2003 la novela de Rodrigo Fresán ‘Jardines de Kensington’ (Mondadori, 2003) fue elegida por la Revista Lateral -una de las publicaciones sobre literatura más reconocidas que se editan en español- como la mejor novela en español publicada-no-premiada del año, siéndole otorgado el I Premio Lateral de Narrativa.

 

MT: Y además se tienen estas imágenes casi prototípicas, semi-míticas de las ciudades, imágenes construidas por las lecturas, por la música, por el advertising, por las películas. Entonces uno dice “D.F.” o “Londres” y aparece todo un imaginario hiper-real…

RF: Sí, pero el caso de México es totalmente distinto. México, para intentar comprenderlo –porque es imposible hacerlo- hay que verlo. Para el caso de Nueva York o de París o de Londres, incluso las simplificaciones del Hollywood más ingenuo y banal te alcanzan para darte una noción de estas ciudades. No para el D.F.

En México había estado un par de veces por muy pocos días. Viajé a México cuando me hicieron el encargo del libro, porque es un libro por encargo [3]. Volví a viajar para ver el Día de los Muertos y ver las momias de Guanajuato, que eran una obsesión de mi infancia, así como también lo eran las luchas de los enmascarados… pero bueno, lo que realmente me interesaba era que la arquitectura del libro fuese semejante a la de México; es decir, una arquitectura completamente imposible y casi gaseosa, o al menos más gaseosa que sólida.

Y para cerrar el tema de mi infancia, probablemente mi generación –yo ya tengo 42 años- sea la última donde todavía nos vimos obligados a ejercer algún tipo de trabajo de imaginación sobre el extranjero. Estaban las películas y la televisión, pero estaba todo mucho más acotado… ahora a un niño de diez años le dices “Nueva York” y puede dibujarte un mapa. Está este Google Earth por ejemplo, cosas que yo no uso para escribir –ni se me pasa por la cabeza- porque evidentemente no tengo, ni tendré nunca, el entrenamiento o crianza en ese tipo de herramientas. Entonces no haber estado en el D.F. o en Londres no me parece una tara.

 

MT: No, todo lo contrario. Lo que me parece fascinante es cómo se van construyendo las imágenes sobre las ciudades.

RF: Sí, y además lo que también ocurre es que cuando finalmente conoces Londres, estando ahí te armas una ciudad que es tuya y que a veces no intersecta en absoluto con la de tu mujer, por ejemplo.

 

3. Vía crucis urbano: de Santiago a Buenos Aires

 

MT: ¿Y cuál es el Buenos Aires que te gusta? ¿Dónde vivirías en Buenos Aires, por ejemplo?

RF: En Buenos Aires siempre viví en zonas céntricas. No concibo vivir en otros sitios de Buenos Aires. Pero ocurre una cosa muy curiosa, los mecanismos de la memoria… yo me fui de Buenos Aires en el ‘99 para vivir aquí [4]. Volví una vez por unos días a presentar Mantra, pero lo curioso es que cuando tú me dices “Buenos Aires”, mi primera imagen, la ciudad que yo recuerdo, no es la de 1999, sino la ciudad de mi infancia más primera. Incluso la recuerdo como siempre en otoño, en tonos ocres. Y después también me acuerdo de un día muy puntual de 1982 ó 1983, cruzando la Avenida 9 de Julio. No tengo una imagen del último Buenos Aires de los shopping centers, “menemizado”, como dicen. Es muy interesante cuál es la ciudad que uno decide recordar, por más que uno haya pasado ahí muchos años. A eso hay que sumarle que nunca tuve auto, no sé conducir, entonces las ciudades terminan convirtiéndose en módulos en las que lo máximo que puedes domesticar es una equis cantidad de manzanas. Además a mí me gusta muchísimo andar en metro, entonces, por ejemplo, cuando viajo a una ciudad que no conozco me preocupa muchísimo más conocer el metro que el parque o el museo famoso.

 

MT: ¿Y por qué el metro?

RF: Me encanta. Probablemente es el mejor medio de transporte, y tal vez –tal vez- porque de todos los medios de transporte es el más cómodo para leer. No hay ninguna distracción, no te estás perdiendo de nada, es veloz, estás como en una especie de oscuridad falsa, una especia de noche artificial subterránea. No sé, me gustan mucho.

 

MT: Cuando uno revisa tus influencias aparecen Bob Dylan, John Cheever, Philippe K. Dick, The Twilight Zone … hay una carga de americana muy fuerte en tu literatura. ¿Has estado en el Estados Unidos profundo? Por ejemplo, ¿has estado en el mítico Iowa City?

RF: Sí, estuve seis meses en el Iowa Writer’s Workshop, en la Universidad de Iowa [5]. Estuve escribiendo el libro que después fue La velocidad de las cosas, que de hecho transcurre ahí; Canciones Tristes se traslada a Iowa en algunos relatos.

Fue una experiencia a ratos dura. En momentos les decía en broma a mis compañeros que si las cosas seguían así me iba a suicidar y hacerme alcohólico, en ese orden. Pero fue interesante. A mí me vino muy bien porque yo también tenía completamente endiosada la mística americana y claro, ni Nueva York ni San Francisco, ni siquiera Miami, son los Estados Unidos, son simplemente puertos de entrada. Pero la pasé bien, fue interesante, un poco Fargo, pero bueno. No lo volvería a hacer.

Figura 4. El Iowa Writers' Workshop es un programa de más de 70 años de historia, creado y administrado por la University of Iowa. Son dos años de trabajo que culminan con la presentación de una tesis creativa (novela, colección de historias o de poesía) y la obtención de una maestría en artes. Abajo, algunos escritores reconocidos que han pasado por el programa. De izquierda a derecha; Michael Cunningham, Tennessee Williams, John Irving y Raymond Carver.

Figura 4. El Iowa Writers’ Workshop es un programa de más de 70 años de historia, creado y administrado por la University of Iowa. Son dos años de trabajo que culminan con la presentación de una tesis creativa (novela, colección de historias o de poesía) y la obtención de una maestría en artes. Abajo, algunos escritores reconocidos que han pasado por el programa. De izquierda a derecha; Michael Cunningham, Tennessee Williams, John Irving y Raymond Carver.

 

MT: ¿Dónde te instalarías por un tiempo, por otros seis meses por ejemplo?

RF: A mí me gustaría estar en Nueva York por seis meses, con todos los gastos pagos de ser posible. También me gustaría lo que te decía antes, una experiencia de aislamiento campestre. Me llevaría una cantidad de libros y un proyecto de escritura y me lo pasaría bien seguramente. El sur de Francia también podría ser. Tengo muchas posibilidades para quien me quiera invitar.

 

MT: ¿Conoces Santiago de Chile?

RF: Sí.

 

MT: ¿Qué te parece?

RF: Me la he pasado bastante bien las veces que he ido. He ido por muy pocos días, la última vez fue un poco traumático porque fue todo este tema del jurado del premio Paula donde estaba la plagiaria ésta, o sea no la pasé en absoluto bien [6]. Pero la he pasado bien cada vez que he ido. Tengo recuerdos agradables.

Santiago me recuerda mucho a México y muchas ciudades mexicanas me hacen recordar Santiago. Parece que el catolicismo tiene algo que ver. No es tanto una cosa arquitectónica ni de paisaje, sino que hay una especie de… una cultura bastante conservadora. Muchas veces el paisaje de las ciudades está dado más por un feeling y una vibración que por una determinada arquitectura.

 

MT: ¿Y esta vibración conservadora la ves menos en Buenos Aires?

RF: ¿Vamos a hablar de los chilenos y los porteños?