11/07/2005

Uppsala: Somos suecos, no de los otros

Texto: Francisco Sabatini - Imágenes: Rehn Holms

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Gottsunda es el distrito “malo” de Uppsala, la ciudad sueca que hoy tiende a integrarse a través de trenes y carreteras a la región urbana alrededor de Estocolmo, la capital. Constituido mayoritariamente por viviendas de interés social de propiedad municipal que se entregan en arrendamiento, sus edificios de departamentos y conjuntos de casas han acogido a miles de inmigrantes del Tercer Mundo, incluidos muchos chilenos. La reforma y globalización económica de los años ochenta produjo esta masiva corriente migratoria desde los países pobres. Barrios como Gottsunda, en parte vacíos por efecto del sobredimensionado programa del “millón de viviendas” de décadas anteriores, parecían dispuestos por el destino para acoger a estas familias. De paso, el Estado sueco podía aliviar así el problema financiero que representaba un stock de viviendas sin uso que igual debía mantener.

Los vecinos de Gottsunda provienen de una variedad increíble de nacionalidades, culturas y religiones, incluido aproximadamente un 30 por ciento de hogares suecos, como el que habita la casa de la foto. Frente a las residencias que despliegan la bandera sueca, posiblemente para marcar una diferencia con sus vecinos “otros”, abundan carteles de organizaciones locales rechazando el racismo y llamando a la tolerancia y la integración. Es tal vez la manifestación más local y micro-social de las tensiones sociales anidadas en los “barrios en crisis” que se han multiplicado en las ciudades europeas, muchos de ellos conformados por esta amalgama multicolor y multicultural de pobres de la tierra. Otros, como muchos barrios en España, están formados por ejércitos de “parados”, obreros desplazados por la economía capitalista contemporánea que empujó a la debacle a las antiguas zonas industriales.

«Barrios como Gottsunda, en parte vacíos por efecto del sobredimensionado programa del “millón de viviendas” de décadas anteriores, parecían dispuestos por el destino para acoger a estas familias [de inmigrantes]»

Los barrios en crisis formados por los inmigrantes pueden ser de alto estándar urbanístico y habitacional en comparación con los barrios pobres de las ciudades de América Latina, y también con los ghettos negros o latinos de Estados Unidos. Pero Gottsunda se diferencia de los ghettos estadounidenses en algo más esencial que su estándar material, y se parece a las “poblaciones”, “villas miseria”, favelas y “barriadas” de América Latina también en algo más esencial que la apariencia física. Gottsunda y los barrios latinoamericanos son concentraciones de hogares pobres que los mercados de trabajo y el sistema político del capitalismo de nuevo cuño tienden a marginalizar. La pérdida de esperanza en poder progresar dentro del sistema social es lo que tienen en común. El tráfico de drogas, que sigue la lógica implacable de la economía de mercado, y otras lacras sociales, como la deserción escolar y el embarazo adolescente, encuentran terreno fértil en tales ambientes.

Los ghettos estadounidenses, en cambio, tuvieron su origen en el racismo y el profundo e inveterado miedo que el color negro parece producir. Es cierto que después de la reforma económica esos ghettos se han “especializado” en pobreza. Los negros de clase media que había en ellos se han empobrecido o bien los han abandonado. Pero la raíz de los ghettos sigue siendo el racismo. Los barrios de inmigrantes europeos, en cambio, son en su mayoría grandes experiencias de mezcla y de conversación interétnica, incluida la gente del propio país que les otorga asiento. Es innegable, empero, que el racismo también está presente allí, aunque de manera más sutil que en los ghettos, como muestra esa orgullosa bandera sueca. El racismo que expresan los ghettos estadounidenses es devuelto por éstos a la sociedad de una forma transfigurada e hiperbólica: homicidios de negros que alcanzan tasas muy altas y que, además, son cometidos por los mismos negros. Más negros que blancos mueren asesinados en Estados Unidos cada año, siendo ellos sólo el 12 por ciento de la población, y sobre el 90 por ciento de los negros asesinados lo son por negros.

Decir que los barrios en crisis de Europa están emulando los ghettos de los Estados Unidos es, en términos generales, una exageración. Sin embargo, no están libres de racismo. ¿Por qué esa modesta familia sueca pone esa bandera sueca en su balcón? Tal vez porque los extranjeros estén copando los mercados de trabajo con oferta barata de brazos. ¿Pero, por qué marcar así la diferencia?

Los vecinos de Gottsunda acusan motivaciones racistas. De hecho, la eugenesia, manifestación del darwinismo social que tan cerca estuvo de las corrientes del socialismo y que se incoara en la discusión europea sobre la salubridad pública en la primera mitad del siglo XX, tuvo amplia influencia en la sociedad sueca. La eugenesia, en su versión vulgar como manifestación popular de racismo, fue en buena medida neutralizada por la época de oro de la socialdemocracia sueca, pero el influjo masivo de morenos, amarillos y negros, más el ascenso de la derecha política, parecen haberle entregado nuevamente base para expresarse.

Al final, el racismo, que casi sin excepción funciona en una sola dirección cromática, desde los claros a los más oscuros, parece enraizado en lo más hondo de los patrones culturales de Occidente. Según Le Goff (1999), el bosque y la noche fueron base de las angustias que marcaron la vida medieval, haciendo de todo lo claro, los ojos azules y la rubia cabellera incluidos, lo bueno y hermoso. Los bosques espesos y la oscura noche del medioevo ayudaron a empujar a más y más gentes hacia las ciudades, marcando el renacer urbano que puso fin a la larga noche que iniciara la debacle del Imperio Romano. ¿Será el desprecio por lo oscuro y por la negritud el precio que hubo que pagar por el vibrante renacimiento de las ciudades en la Baja Edad Media, las ciudades que darían origen a la democracia moderna, la investigación científica y las universidades? ¿Será ese mismo hálito soterrado el que está haciendo ondear esa orgullosa bandera sueca en ese sencillo balcón de Uppsala?

¿Por qué esa modesta familia sueca pone esa bandera sueca en su balcón? Tal vez porque los extranjeros estén copando los mercados de trabajo con oferta barata de brazos. ¿Pero, por qué marcar así la diferencia?



Referencias Bibliográficas

Le Goff, J. (1999). La civilización del Occidente medieval. Barcelona: Paidós.

* Francisco Sabatini es Sociólogo y Doctor en Planificación Urbana (UCLA). Actualmente es Profesor Titular del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

** Esta instantánea fue publicada originalmente en el número tres de nuestra revista, en el invierno de 2005 (http://www.bifurcaciones.cl/003/Uppsala.htm)