La
celebración del camino
Buenos Aires andada
en el imaginario de Leopoldo Marechal*
Victoria Baeza,
Docente Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad
de Buenos Aires.
E-mail: victoriabaeza@fibertel.com.ar
Presentación del 'Adán Buenosayres', por Pedro Orgambinde
Adán Buenosayres. Novela de Leopoldo Marechal publicada en 1948. Salvo el comentario elogioso de Julio Cortázar (que intenta, al mismo tiempo, una crítica rigurosa de la obra) y la opinión favorable de algunos pocos escritores, la novela de Marechal pasa inadvertida en aquel tiempo. La crítica pudo verse sorprendida por la aventura formal que proponía la novela, por los procedimientos narrativos y de lenguaje que hoy son lugar común en la novela latinoamericana. Sean cuales fueren las causas de este primer desencuentro, lo cierto es que veinte años más tarde los escritores de las nuevas promociones reconocen en Adán Buenosayres a una obra precursora. A la vez, su reedición obtiene gran éxito de público.
La novela, en su primera edición, consta de 741 páginas y se organiza en siete libros. Los cinco primeros narran la aventura de Adán Buenosayres durante los días jueves 28 viernes 29 y sábado 30 de abril en un indeterminado año de la década del 20. El libro sexto ("El Cuaderno de Tapas Azules") es una autobiografía del protagonista de la historia, y el séptimo ("Viaje"), un descenso simbólico a los infiernos. En el prólogo de la obra se dice que Adán Buenosayres ha muerto. Se inicia entonces desde lo autobiográfico, la narración de una vida, que en los primeros cinco libros se relata en tercera persona, y en los dos restantes en la más directa y confesional primera persona del narrador. Pero a la vez comienza un poema que utiliza procedimientos de la épica: el viaje, el compañero de aventuras, el necesario guía para internarse en universos desconocidos. Las referencias homéricas se unen a las alusiones bíblicas. El destino de Adán Buenosayres adquiere entonces un carácter mítico. El núcleo narrativo, su principal centro de interés está en el mismo protagonista, en su viaje por el cielo y el infierno de la ciudad.
Extracto de: Orgambide, P. (1972). "Sobre el Adán Buenosayres", en Orgambide, P. y R. Yahni "Diccionario de la Literatura Argentina". Buenos Aires: Sudamericana. |
¡Al fin adviertes la locura de tu ambición! Enajenada ya de su metafísico anhelo, tu poética no es, en el fondo, sino un caos musical: ese caos te duele. Sí, un llamado al orden, que sin duda viene de tu sangre. Te será preciso buscar la cifra que sabe construir el orden: contra lo que afirman tus partidarios, no es la tierra innúmera quien te dará ese guarismo creador: bien sabes que la tierra, lejos de darlo, recibe su número del hombre, porque el hombre es la verdadera forma de la tierra. Y es en tu sangre donde buscarás aquella medida, la que trajeron los tuyos del otro lado del mar: necesitas readquirir ese número; y para ello es menester que lo veas encarnado en la obra de tu estirpe, allende las grandes aguas. Es así como la exaltación del viaje se adueña de tu ser.
Introducción
Este trabajo tiene como intención
explorar el imaginario urbano de Leopoldo Marechal en su Adán
Buenosayres 1, acercándonos
a una lectura de la ciudad donde el valor dominante es el carácter
inesperado de una imaginación que nos devela el espacio habitado,
y que expone la relación entre la producción literaria
y el proceso de urbanización de la ciudad de Buenos Aires, en
las décadas del ‘20 y ‘30.
Tanto la imagen de lo circular
ligada al territorio a través del devenir, como el viaje en tanto
recreación de nuestros mitos, son las claves para indagar en
su repertorio de imágenes. Marechal nos revela, a través
de su mirada poética, el carácter mágico de la
ciudad y del barrio. Nos inaugura una forma. Puede decirse que el espíritu
del lugar 2 y la evidencia del
tiempo 3 se encarnan en su obra,
y que a través de la imagen poética funda lugares que
proyectan su realidad en el imaginario. Estas imágenes surgen
de un hombre captado en su actualidad, arraigándose en la comunidad,
ayudando a nombrar su universo y a despertar imágenes borradas.
“Con lo poético la imaginación se sitúa al
margen, donde precisamente la función de lo irreal viene a seducir
o inquietar, siempre a despertar” (Bachelard, 1975: 27). La imagen
literaria, por su parte, nos permite una visión diferente de
los espacios, una visión donde los valores imaginados son los
dominantes. En sus estudios fenomenológicos, Bachelard (1975:
28) afirma que “el espacio captado por la imaginación no
puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida y a
la reflexión del geómetra. Es vivido. Y es vivido no en
su positividad, sino con todas las parcialidades de la imaginación”.
La relación
directa entre el autor y el paisaje vivido por él es captada
y encarnada en sus imágenes. Explorar el paisaje urbano 4 de Marechal, entonces, nos revela lo que percibe y comprende del mundo
físico que lo rodea, como mirada individual y compartida por
todo un grupo cultural. Habrá que detectar luego cómo
sus configuraciones y objetos concretan este espacio, proyectando su
sentido de identidad y seguridad.
Sus barrios
constituyen la imagen que él tiene de la ciudad. Nos propone
en su Adán Buenosayres un viaje a través de ellos,
habitándolos en el recorrido (Bolnow), en la imagen de una Buenos
Aires hodológica. Nos involucra como lectores y como personajes
de su obra en la celebración del camino 5.
A lo largo de Adán Buenosayres nos devela su simbología,
la estructura física y metafísica y su
materialización en el territorio de la ciudad.
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Del
Adán Buenosayres se han publicado numerosas ediciones de
variadas editoriales. En 1996 se publicó el inédito
número, para parámetros sudamericanos, de 10.000 ejemplares. |
Buenos
Aires. Gloria y tormento
Para orientar la mirada sobre
el espacio vivido de Adán Buenosayres, introduzco el concepto
de “espacio existencial” que Norberg-Schulz incorpora en
la teoría de la arquitectura. Lo define como “una concretización
de esquemas ambientales o imágenes que son una parte necesaria
de la orientación general del hombre o de su estar en el mundo”
(1975), interpretando al espacio como una dimensión de la existencia
humana más que como una dimensión del pensamiento. Este espacio existencial, en el imaginario de Marechal, está concebido como una unidad originaria, determinada por los pares cielo-tierra
y mortales-divinos, a la manera de la cuadratura de Heidegger 6.
Es la expresión de la comunión de las dos ciudades que
definen su universo, la celeste y la oscura. Dos aspectos de una misma
ciudad que libran batallas, conviven, se funden y se confunden en una
sola imagen
Esta dualidad urbana se condensa
en la representación del camino, la unidad en la multiplicidad.
Cielo y tierra se convocan en Villa Crespo, y allí sus personajes
se reúnen con lo divino: a través de la presencia expresa
de estos últimos en la ciudad (su repertorio de ángeles
de cemento, los incubadores de futuros barrios, los neocriollos y los
que libran batalla por el alma de Adán) o manifestándose
en la figura de un patrono, como San Bernardo desde su torre, en la
iglesia, que confirma esta unión.
Adán Buenosayres inicia su primer capítulo (Libro Primero) manifestando la tensión
expresa en los pares metrópolis-barrio, centro-ciudad y nación-extranjero,
a través de la imagen ciudad celeste-ciudad oscura. Opone el
barrio a la imagen de ciudad moderna en la que incluye el puerto, la
industria, el comercio, las finanzas y su expansión hacia los
puntos cardinales. Propone una mirada mítica sobre el alma de
la ciudad, que vela la memoria popular, los rituales y los valores espirituales;
una mirada donde prima lo afectivo por sobre lo racional.
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Imágenes
de un Buenos Aires que se modernizaba, por Grete Stern |
Grete Stern llegó
a la Argentina en agosto de 1935 exiliada del fascismo. Estudio
dibujo, topografía y diseño gráfico en Stuttgart
y, entre 1927 y 1928, estudió fotografía en Berlín
con Walter Peterhans. En 1932 se inscribió en los seminarios
de fotografía que dictaba Peterhans en la Bauhaus, donde
estuvo hasta el cierre de la institución. Allí conoció a Horacio Coppola, con quien se casó
poco después. Inmediatamente después de
llegar a la Argentina, Victoria Ocampo les ofreció los
salones de SUR para montar una exposición conjunta, con
lo que se montó la primera muestra de fotografía
moderna realizada en la Argentina. Las primeras imágenes
que Grete tomó de Buenos Aires datan de los años
´30 y ´40. Fueron pocas y siempre estimuladas por
un interés de composición plástica estilizada,
geométrica y casi abstracta, más que por la caza
del fotorreportaje. En 1948 se integró a un equipo de arquitectos
para el Estudio del Plan de Buenos Aires, como fotógrafa
y diseñadora gráfica. La tarea duró alrededor
de dos años y le facilitó un acercamiento sistemático
al paisaje porteño. Poco después Francisco de Aparicio
le ofreció el proyecto de fotografiar la ciudad para un
libro que la editorial Peuser publicó en 1953. La idea
era producir un relevamiento sistemático de la ciudad y
algunas zonas suburbanas. En rigor fue un ensayo fotográfico
que Grete organizó por sectores y barrios: el puerto, el
centro, la costanera, Retiro y Constitución, la Boca y
el Riachuelo, el norte y el oeste en avance escalonado, la avenida
General Paz y, más allá, el flamante aeropuerto
de Ezeiza y la costa de San Fernando. Fue su trabajo de mayor
aliento, para el cual realizó más de mil cuatrocientas
tomas. El conjunto se sostiene
sobre imágenes de edificios, perspectivas y movimiento
callejero. Las fotos de interiores son principalmente de patios,
una serie que Grete continuó y editó más
tarde en libro. Cada tema es tratado con sensibilidad y economía:
lo viejo y lo nuevo, la placidez de plazas y parques, la agitación
de los centros comerciales, la atmósfera quieta de los
barnos. La mirada única de Grete confiere originalidad
incluso a tópicos tradicionales de las postales porteñas:
todo efectismo está ausente. Si fragmenta un edificio,
el fuera de cuadro potencia la imagen. Si aisla un árbol
en mitad de la vereda, la imagen se cierra ferreamente sobre sí
misma. El resultado es un documento único sobre la ciudad
de Buenos Aires a mitad del siglo veinte y una de las obras más
relevante y menos conocida sobre dicho tema en la historia de
nuestra fotografía.
Extracto
del documento
escrito por Luis Priamo para la galería Principium,
donde se expuso parte de la obra de la fotógrafa bajo el
título "Buenos Aires, una visión fotográfica
1937-1952" |
Con la imagen poética
de una ciudad gloriosa y una ciudad atormentada, o la ciudad
de la gallina y la ciudad del búho, nos induce a pensar
otras proyecciones; la lectura de una ciudad del progreso y de una ciudad
bárbara, o una ciudad mecánica y una ciudad vivida, donde
la metrópolis puede ser resultado del proyecto de modernización
-una ciudad en marcha-, frente al barrio como el lugar conocido, el
lugar próximo, con el que nos identificamos y donde coinciden
nuestras experiencias y nuestros afectos.
Adán
Buenosayres se desarrolla temporalmente en la década de
1920, y se empieza a escribir en 1930. Son los tiempos en que Buenos
Aires busca ser una ciudad moderna 7,
y Marechal registra este impacto. Sus adjetivaciones reflejan su postura
frente a la “visión progresista” de la tradición
liberal, la que satiriza para abordar y sobrevolar sus antinomias. En
la tríada de barrios Villa Crespo-Saavedra-Centro concilia las
distintas imágenes de ciudad que prevalecen.
Villa Crespo
se dispone como lugar de encuentro de los hombres y como territorio
apropiado:
Pero bien sabía
él que, apenas cruzara la de Warnes, entraría en un
universo de criaturas agitadas: en aquel otro sector de la calle se
habían citado al parecer todas las gentes de la tierra, mezclaban
sus idiomas en un acorde bárbaro, se combatían entre
sí con el gesto y los puños, instalaban al sol el tablado
elemental de sus tragedias y sainetes, y todo lo convertían
en sonido, nostalgias, alegrías, odios, amores (p. 66).
En Saavedra se encarnan las fuerzas telúricas, la tradición y el pasado:
¡Nos hundiremos
hasta la verija en el criollismo! ¡Patearemos el fango del arrabal!
(p. 140),
y el Centro se perfila como metrópolis que busca expandirse:
Gran Capital del Sur
era una mazorca de hombres que se disputaban a gritos la posesión
del día y de la tierra... Buques negros y sonoros, anclando
en el puerto de Santa María de los Buenos Aires, arrojaban
a sus muelles la cosecha industrial de los dos hemisferios, el color
y sonido de las cuatro razas, el yodo y la sal de los siete mares...
Desde Avellaneda la fabril hasta Belgrano ceñíase a
la metrópoli un cinturón de chimeneas humeantes que
garabateaban en el cielo varonil del suburbio corajudas sentencias
de Rivadavia o de Sarmiento. Rumores de pesas y medidas, tintineos
de cajas registradoras, voces y ademanes encontrados como armas, talones
fugitivos parecían batir el pulso de la ciudad tonante: aquí
los banqueros de la calle Reconquista manejaban la rueda loca de la
Fortuna; más allá ingenieros graves como la Geometría
meditaban los nuevos puentes y caminos del mundo. Buenos Aires en
marcha reía: Industria y Comercio la llevaban de la mano (p.
11).
vuelve
al comienzo
El camino. Orientación,
direcciones y sentidos
Marechal plantea distintos
itinerarios, que centraliza en la figura de Adán Buenosayres.
Inicia su prólogo apócrifo con el recorrido de seis hombres
en el Cementerio del Oeste portando su ataúd; anuncia el inicio
de estos escritos en un viaje a París y asegura que lo que relatará
será el viaje de Adán. Sus recorridos precisamente recrean
la imagen del camino: las caminatas cotidianas a la escuela donde da
clases; el trayecto a las tertulias literarias en casa de los Amundsen,
en Saavedra; el recorrido por el páramo del mismo barrio con
sus compañeros de viaje, en busca de la huella de lo telúrico;
sus salidas y vueltas nocturnas; el descenso a Cacodelphia; los viajes
de su abuelo Sebastián; el viaje de los inmigrantes desde sus
ciudades de origen y el propio viaje de la ciudad.
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Al contrario
del "Viajero frente al mar", del romántico Friedrich,
donde el viaje es ante todo una lucha y un descubrimiento de sí
mismo, en el Adán Buenosayres el viaje es urbano, y los
obstáculos y pruebas son externas. |
La elección de la
imagen del viaje refiere al devenir y al acontecimiento como determinantes
en el recorrido. Así puede entenderse el camino como pasaje o
transformación, y puede ligarse a la idea de sorpresa o a la
presencia de obstáculos o al acontecimiento, derivando en un
cambio de sentido en el recorrido. Es la experiencia de andar y desandar
el espacio vivido.
La estructura
espacial en este imaginario urbano, en principio, se define a través
de los constituyentes universales de ciudad: centro, borde, puertas
y calles. Con un manifiesto interés por la cosmovisión
clásica, Adán Buenosayres traza un centro mitológico:
el omphalos o el mundus, y lo considera como punto
de encuentro del cielo con la tierra y el infierno, la conexión
entre los tres reinos cósmicos y el eje que permite la continuidad
de un reino a otro. Este centro o lugar lo ubica en su barrio, Villa
Crespo. Es su “hogar”, su “centro geográfico
de vida” (Iglesia, 2001 8).
Lo rastreamos más precisamente en las cuadras que van desde Monte
Egmont (hoy Tres Arroyos) al 200, luego Gurruchaga hasta Triunvirato
(hoy Corrientes). Es lo que reconoce como su universo, su espacio de
posesión y protección. Es el sitio de la intimidad y del
encuentro afectivo, donde decide explorar los rituales cotidianos. El
sentido de borde lo incorpora a través del barrio de Saavedra
como región fronteriza,
donde la urbe y el
desierto se juntan en un abrazo combativo... Sobre un terreno desgarrado
y caótico, se alzan las últimas estribaciones de Buenos
Aires, rancheríos de tierra sin cocer y antros de lata en cuyo
interior pululan tribus de frontera que oscilan entre la ciudad y
el campo; allí, prometida del horizonte, asoma ya su rostro
la pampa inmensa que luego desplegará sus anchuras hacia el
Oeste bajo un cielo empeñado en demostrar su propia infinitud...
(p. 157),
e incluye el río,
El Plata, y su canción de barro como factor determinante
de la ciudad.
Estructuras espaciales similares
soportan los distintos barrios infernales de su imaginario, que conforman
Cacodelphia, la ciudad del inframundo: son algunos el fanguibarrio,
el plutobarrio, el Estudio Cinematográfico y otros en una secuencia
de nueve, unidos por un eje vertical (una vía helicoidal en descenso).
A ella descienden el astrólogo Schultze y Adán, a través
de un ritual que descubre una de las puertas. Se mencionan en ellos
distintos dispositivos de la ciudad: la muralla, el muelle, el puente,
el anfiteatro, el teatro, los baños, el castillo, los laberintos,
la sala de banquetes, la cocina, el vomitorio, la fábrica, el
rascacielos y el palacete.
Si analizamos el espacio
de Adán Buenosayres en los tres niveles de organización
espacial que plantea Norberg-Schulz (lugares, caminos y regiones), podemos
distinguir su esquema topológico; cuáles espacios se suceden
y permiten una lectura de continuidad, cuáles limitan, qué
es lo próximo y lo lejano. Marechal dispone el camino como estructurante
del territorio urbano determinando direcciones y recorridos. Incorpora
así la tensión como un elemento activo, tensión
generada por los pares origen-destino, partida-llegada, lo que se abandona-lo
que se alcanzará.
Mumford
sostiene que “el primer germen de la ciudad está en el
lugar ritual de reunión que sirve como meta del peregrinaje” (1966: 17). Hablamos de dos acciones que se complementan: peregrinar
y asentarse. Por lo tanto, camino y territorio 9 serán dos términos que darán el sentido a las direcciones,
que aparecen ya en el origen de las ciudades, y serán también
las mismas en su imaginario. Arriba y abajo: esta dirección vertical
contiene generalmente una dimensión sagrada (cielo y tierra,
la torre de San Bernardo y la reja, su dormitorio y la calle Monte Egmont,
Cacodelphia y Calidelphia); adelante y atrás, a la izquierda
y a la derecha. Pero también la idea de partida y retorno incorpora
otra variable para el análisis espacial: la división entre
el adentro y el afuera. El adentro es lo conocido, la casa, el barrio,
la ciudad, el país; y el afuera es lo desconocido, una zona más
vasta, de la que se regresa o no.
Las direcciones no sólo
surgen de la determinación de los personajes, sino también
del orden cósmico que se instala. Aparece la referencia a los
ejes cardinales y al sistema estelar como elementos de orientación
y significación:
Difícil crisopeya
la del hombre. Las hojas caen de lo alto a lo bajo; los hombres caen
al oeste, al menos en Buenos Aires. Por eso R.F. se dirige trotando,
trotando hacia el oeste: se pone al oeste, como el sol. ¿Anotaré la imagen? No. Es una macana (p. 75).
A través de sus caminos
más frecuentes, se lee la continuidad que propone entre la ciudad
y los barrios. Marechal establece entonces como las regiones más
próximas en su imaginario los barrios ligados por los caminos
al oeste y al norte. Nombra junto a Villa Crespo la Chacarita, la Paternal,
Liniers, Mataderos, Palermo, Saavedra, Villa Ortúzar, Villa Urquiza.
El centro será lo lejano. Algunos sitios de la ciudad que identifica
son la cancha de Boca Juniors, la de Racing, la calle Florida, el cementerio
de la Recoleta, el Congreso Nacional, el Jockey Club, el Luna Park,
la Rosada, el Tabarís, la tienda Harrod’s y el teatro Colón.
Pero son las calles los elementos
que protagonizan el espacio físico de Marechal, como estructurantes
de la ciudad y como trama vital. En ellas combina la estructura física
y la metafísica, incorporando el concepto de devenir como variable
de lectura urbana. En cambio, la casa casi es pensada como el ámbito
de lo femenino, de los juegos de la niñez, de la protección
y lo afectivo:
Sus ojos, al colarse
por las ventanas abiertas, sorprendían ahora el rítmico
y desnudo corazón de las casas: interiores en penumbra, donde
reían bonancibles mujeres; patios al sol, vibrantes de muchachitas
y de juegos... (p. 75).
La calle organiza el esquema
ambiental; lugares de referencia, sitios significativos que son relativamente
invariantes en las historias personales y colectivas. Esta estructura
espacial determina su territorio de acción. Los elementos que
la legitiman son la vereda, la esquina, los árboles, los gorriones,
los faroles, el zaguán, las rejas, las puertas, las ventanas,
las claraboyas. Su valor se torna primordial, su razón de ser
es la continuidad, condición que se lee en sus distintas escalas,
en la del sitio, del barrio, de la ciudad; y a lo largo de su historia,
siendo determinante en el destino del barrio.
Marechal lo hace explícito
a través de la vieja Cloto, su personaje que, a la manera de
las Parcas griegas, hilaba sin descanso y de una manera tan solemne,
que Adán se preguntó más de una vez si la vieja
no estaría hilando los destinos de la calle y de sus hombres.
vuelve
al comienzo
La fundación
mítica de Villa Crespo. Mapas, caminos y huellas
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"Las ciudades
invisibles", de Italo Calvino, una obra recurrente en los
estudios sobre imaginarios urbanos |
Calvino (1998: 29) señala
la vinculación del mapa geográfico al viaje, estableciendo
la importancia de la cartografía ligada a una imagen lineal,
que implica una sucesión de etapas. “El mapa geográfico
en su forma más simple no es el que hoy nos parece más
natural, es decir, el que representa la superficie del suelo como vista
por un ojo extraterrestre. La primera necesidad de fijar sobre el papel
los lugares va unida al viaje: es el recordatorio de la sucesión
de las etapas, el trazado de un recorrido. Se trata pues de una imagen
lineal, tal como sólo puede darse en un largo rollo”.
Kusch (1966), al igual que
Marechal, vincula la idea de ciudad a un recorrido, estableciendo como
principio y fin la imagen de dos ciudades. Establece además la
diferencia entre mapa geográfico y mapa mental al afirmar que
“habrá una ciudad para cada momento, una para la ida, y
otra ciudad para la vuelta. La primera es la Buenos Aires que nos hace
salir de casa, es la ciudad de los otros hecha por éstos, los
que mueven los bancos, capitales, los coches, los que corren, suben,
bajan por las calles y dan un pisotón sin saludar y sin disculparse.
Es en suma la ciudad del plano, el manchón poligonal con estrías
coloradas y blancas en donde de nada vale decir aquí vivo y señalar
un punto que al fin y al cabo no existe. Todo esto no es pa’ mí
sino pa’ los otros y esa ciudad nadie la controla, ni la atrapa
sino que apenas se la dibuja... La otra es la ciudad de vuelta, que
es así porque es pa’ mí, como una ciudad sabia,
con sus rincones entrañables y vibrantes, en la que lloramos
o reímos. Qué ciudad es, sino esas cuatro cuadras que
uno siempre recorre, con algunas verjas y casas típicas y con
las cosas que juntamos, esas que son sagradas pa’ mí, que
mantienen el nexo y el sentido de mi vida, y en las que ponemos el ojo
cuando las cosas andan mal afuera”.
Estas
dos imágenes, la del mapa como registro de las etapas del itinerario
y la de las dos ciudades como analogía del par metrópolis-barrio,
podemos descubrirlas en Adán Buenosayres. En su condición
de viajero, Adán nos traza su mapa de la ciudad y el barrio.
Fija los distintos lugares y movimientos de su recorrido; al recorrerlos
asistimos a una nueva fundación de Villa Crespo. Dibuja su mapa
mental, establece su origen, su hogar, el de la calle Monte Egmont (hoy
Tres Arroyos), siguiendo por Gurruchaga hasta Corrientes. Son éstas
las cuatro cuadras a las que hace referencia Kusch, las que siempre
recorre y lo refieren a su universo. Luego traza otros mapas, variaciones
de viajes periféricos en torno a éste, su centro, que
anda y desanda como parte del mismo ritual de conformación. Y
en estos itinerarios Marechal compone la estructura física con
la social, el territorio con la institución 10.
Se orienta en las distintas etapas de sus recorridos, que serán
individuales y colectivos, diurnos y nocturnos, a través de las
calles, que determinan sitios, hitos y lugares.
En el primer recorrido que
plantea a lo largo de su calle Monte Egmont, luego Gurruchaga, hasta
llegar a Triunvirato, Marechal incluye una serie de lugares, muchos
de los cuales son parte de la memoria del lugar. Así, identifica
los bares La Nuova Stella de Posolipo, la cantina de Don Nicola, La
Hormiga de Oro, el café Izmir y Las Rosas. Cruza la curtiembre
La Universal en referencia a la curtiembre La Federal,
con su portal de carros
y un agua verdosa y corrompida se deslizaba entre los adoquines..
.el hedor... un tufo de grasas podridas y de cueros rancios,
el corralón del vasco
Arizmendi, la Peluquería del andaluz Don Jaime, y la verdulería
la Buena Fortuna. Siempre, la iglesia de San Bernardo en el eje, asistiendo
la calle. Continúa con los sitios, el zaguán de baldosas
coloradas, y allí ocultas las ninfas, Ladeazul, Ladeblanco y
Ladeverde, que lo aguardan más adelante, como de costumbre en
la esquina oscura La Flor del Barrio, con su mirada vuelta hacia el
mismo rumbo de la calle; en la ochava de la calle Muñecas junto
al portón de hierro se levanta el escenario para Gea, de pie,
y su chiquitín en brazos, y el viejo sentado. Luego, en la esquina
de Padilla, sentada en su banco, la vieja Cloto, la hilandera de Italia.
Otro itinerario a la vuelta
de Saavedra, nuevamente por su barrio, aparece como una deriva en torno
a su eje barrial pero conforma un mismo mapa, teniendo a San Bernardo
como centro y refiriendo siempre a la torre pero no pasando nunca por
su lado. Se hace mención de la famosa glorieta de don Ciro Rossini,
ubicada a la altura de Corrientes y Gurruchaga:
Lo que fue un día
el caserón de Balcarce, dividido ahora y subdividido en los
cien alvéolos de un inquilinato gigantesco (p. 313).
Marechal establece la fundación
mítica del barrio al elegir como centro, como territorio sagrado
de Adán Buenosayres, el mismo núcleo que originó
Villa Crespo a finales del siglo XIX. Descifra la huella original que
reafirma la identidad del barrio. Sobre la primera calle abierta en
la zona, llamada 46 A, luego Segurola, Segunda Serrano y por último
Gurruchaga (incorporada en la Ordenanza del 27 de noviembre de 1893),
traza el centro de su imaginario. Distintos indicios acerca de la imagen
del camino, ligada al origen del barrio, confirman su certeza: la apertura
de la primera calle, el camino de paso de los coches fúnebres
hacia la Chacarita y el tramo concedido a Lacroze para el completamiento
de sus líneas de tranvía, a lo largo de Corrientes.
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Recomendamos
la cinta "Luna de Avellaneda" (Campanella, 2004) para
un visión contemporánea sobre la lucha entre la
identidad de barrio y la modernidad aplastante en Baires. |
Del Pino da cuenta de la
ubicación del asentamiento inicial y la marca del primer camino
ya en 1885: “El terreno adquirido estaba comprendido entre las
calles Canning, Warnes y el arroyo... La misma empresa urbanizó
los alrededores y comenzó por abrir una calle que fue pronto
empedrada y a la que se denominó Segurola, luego Segunda Serrano
y que hoy es Gurruchaga. Como era necesario ocupar a un gran número
de obreros y se tenía interés en radicarlos en el lugar
para formar personal permanente, se encaró un plan de urbanización
de la zona, abriendo calles como primera medida... La empresa citada
decidió dejar libre la manzana de tierra delimitada por las calles
Segurola (Gurruchaga), Muñecas, Murillo y Serrano para que fuera
destinada a la formación de una plaza pública, y frente
a ella apartó dos mil metros cuadrados de terreno, para que se
construyera una iglesia y sus dependencias” (1974: 26).
El mismo
Soiza Reilly 11 acude en un artículo
de 1930 a la imagen del camino y a los itinerarios para narrar el origen
del barrio: “La historia de Villa Crespo nadie la ha escrito.
Los historiadores no encuentran en los archivos documentos capaces de
atestiguar su origen. Por eso me responden: Villa Crespo es un mito.
No ha existido jamás. Desde luego no nació de un decreto.
Se hizo... Muchos viejos porteños saben que nació hace
medio siglo, delante de sus ojos, sobre el camino de la Chacarita. Ellos,
sin duda, la vieron crecer a través de las ventanillas de los
coches de entierro. Cada vez que pasaban en un cortejo fúnebre,
veían alguna casa nueva... ¡Crecía Villa Crespo!
Los sauces llorones de las orillas del Arroyo Maldonado espantaban las
moscas sobre el .cauce. La cuna de Villa Crespo fue la Fábrica
Nacional de Calzado, establecida en 1888”.
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Para un recorrido
por la Buenos Aires de Adán Buenosayres recomendamos el
análisis de la siempre interesante Beatriz Sarlo. |
Según Scobie, la concesión
que obtuvo Federico Lacroze en 1887 para completar sus líneas
centrales proporcionando servicios a los suburbios entre Flores y Belgrano
fue la base de Villa Crespo. La nueva línea se unía a
la Central en Plaza del Parque y luego corría hacia el Noroeste,
a lo largo de Corrientes, hacia el Cementerio de la Chacarita. “A
principios de la década de 1890, este barrio tenía más
de 4.000 habitantes, algunas fábricas importantes, incluyendo
la Fabrica Nacional de Calzados, 28 comercios, un teatro, un colegio
y una plaza. Algunas industrias como la Fábrica Nacional de Calzados
situada sobre Corrientes, cerca del Cementerio de la Chacarita, daban
pequeños préstamos a los obreros, con el fin de estimular
el desarrollo de la edificación alrededor de su planta” (1977: 216).
Villa Crespo se inicia en
1890 en la segunda generación de barrios de Buenos Aires. Esta
configuración tiene como elementos generadores la masiva población
inmigrante, la construcción del Puerto, la mecanización
y el transporte, la creación del régimen municipal de
la Capital Federal y la incorporación de los pueblos de Belgrano
y Flores a la planta de la ciudad. Todos estos elementos son claves
con las que Marechal se introduce en el par barrio-ciudad.
En Villa
Crespo se instala primero una fábrica, la Fábrica Nacional
de Calzado, de la empresa Watttine y Cía., como respuesta a su
necesidad de crecimiento, mudándose de su antigua ubicación
en Plaza de la Victoria. Ocupa terrenos que habían pertenecido
a la Quinta Lebrero. La elección del solar surge de las posibilidades
que le brinda lo barato de esas tierras y el arroyo Maldonado como desagüe
para sus desechos. Luego se resuelve el loteo de terrenos para sus obreros,
incentivando la construcción en los alrededores. Así surge
primero el barrio como expresión de lo físico, y se desarrolla
luego como institución barrial surgiendo la iglesia y la plaza
en dos solares de la Fábrica. El terreno de la plaza Villa Crespo
no es adquirido por la Municipalidad y al poco tiempo se lotea. La fracción
de terreno donada para la Iglesia frente a ésta recibe la piedra
fundamental el 19 de marzo de 1893. La primera institución social
que dará origen luego a una serie de clubes es La Nacional, organización
nacida de los trabajadores de la Fábrica. La Biblioteca Popular
Alberdi 12 que se funda en 1910.
Villa
Crespo en el imaginario popular |
El
conventillo de la paloma (fragmento)
|
Villa Crespo
(Tango)
Letra: M. Timarani; Musica: C. H. Macchi
|
¡Villa Crespo!...Barrio
reo
el de las calles estrechas
y las casitas mal hechas
que eras lindo por lo feo,
¿dónde están que no los veo?
Aquellos matones compadritos y gaviones
que en sus posturas gotáicas
iban siguiendo a las páicas
al taquiar de los pisones
¿La mersa de picardia,
Roncoromi y el yesero
La vieja y el Escobero
Que se han hecho mama mía?
¿Dónde pianto la alegría
del fondín del Genovés,
la cancha del Marsellés,
La tropa de Covadonga
y la famosa Milonga del tano cuarenta y tres?
Ya no sos lo que antes eras
Villa Crespo de mis sueños
otras leyes y otros dueños
te ensancharon las veredas,
y con manos chapuceras
en grénbano constructor
Clavó en los gucos en flor
del andamiaje Las Redes
y levantó Paredes
t e fue matando el color.
¿Que queres con la postura
de tus tiendas
y tus llecas tus cinemas y tus fecas,
si se te aguó la pintura?
Te engrupió la arquitectura
del plano municipal;
yo que vos, pa carnaval,
apuraba el expedientede pedirle al intendente
que te abra una diagonal.
Ah, Villa Crespo querida, de mi
recuerdo inocente,
¡Como se cambia la gente!
¡Como se piante la vida!¡
Vos tambien, en la embestida
del edilicio poder viniste,
al fin, a caer y tu lontano retrato
se fuga por Triunvirato
para nunca mas volver!... |
En Villa Crespo
la conocí
cuna de guapos donde nací
barrio que fuera el jardín de mi vida
flor preferida que me encadena
en Villa Crespo mi juventud
la derrochaba sin inquietud
porque mis ansias no saben de penas
es mi cadena eslabones de juventud
Sos mi querer barriada tan porteña
porque hay en ti el corazón para el amigo
yo te venero porque sos
la luz de la aurora, la fe de Dios
sos el amor en labios de mi dueña
y en el varón hay el caudal con que yo digo
mi Villa Crespo barrio ideal
vos sos un retazo del arrabal
De Villa Crespo lejos me iré
y a Villa Crespo ya volveré
para cantarle a la barra florida
al barrio que anida tantos recuerdos
es Villa Crespo un eslabón
de los muchachos de corazón
por sus pebetas que son la ternura
es Villa Crespo quien me llena de emoción |
Marechal inicia su narración
en abril, en una imprecisa década del veinte, fecha que coincide
con abril de 1921, cuando la Parroquia de San Bernardo cumplía
sus bodas de Plata. Lo planteo como posible consagración de ésta,
su nueva fundación de Villa Crespo, pero en esta caso en torno
a la parroquia, completando el sentido histórico del barrio.
En su imaginario, la ciudad
social está presente. Marechal reconoce y registra en las prácticas
del espacio (Ver De Certau 1996 y 1999) los rituales cotidianos de la
comunidad barrial:
La calle Monte Egmont:
allá, barriendo a grandes trazos la vereda, Irma gritaba los
versos iniciales de “El Pañuelito”. Calló
de pronto y se afirmó en su escoba, desgreñada y caliente,
bruja de dieciocho años: sus oídos atentos captaron
en un solo acorde la canción de los albañiles italianos,
el martilleo del garaje “La Joven Cataluña”, el
cacarear de las gordas mujeres que discutían con el verdulero.
Allí, la oferta grandilocuente de los judíos vendedores
de frazadas y el clamor de los chiquilines que se hacían polvo
detrás de una pelota de trapo... ¡Númenes de Villa
Crespo, duros y alegres conciudadanos; viejas arpías gesticulando
como gárgolas, porque sí o porque no; malevos gruñidores
de tangos o silbadores de rancheras; demonios infantiles, embanderados
con los colores de River Plate o de Boca Juniors; carreros belicosos
que se agitaban en lo amenazar al oeste! ¡Y sobre alto de sus
pescantes y se revolvían en sus cojinillos, para canturrear
al norte, maldecir al sur, piropear al este y todo vosotras, muchachas
de mi barrio, y dúo de taconeos y risas, musas del arrabal...
(p. 12).
Afirma Iglesia (1991) que
en esta larga lista se puede resumir el ambiente de Villa Crespo, que
Marechal describe sin recurrir casi a elementos construidos. Pero éste
también interpreta en su imaginario barrial la apropiación
de la estructura física hecha por los habitantes, los villacrespenses,
con los eventos, las celebraciones, los usos y las transformaciones,
otorgándole al lugar el rasgo de espacio vivido, de identidad
y pertenencia. Merleau-Ponty (1984) lo definiría como el lugar
de una experiencia de relación con el mundo, de un ser esencialmente
situado en relación con un medio. Augé (1993) lo llamaría
“lugar antropológico”. Es el lugar de identidad,
relacional e histórico, que corresponde para cada uno a un conjunto
de posibilidades, de prescripciones y de prohibiciones cuyo contenido
es a la vez espacial y social.
vuelve
al comienzo
Los
viajes. Tiempo, espacio y suelo
En el imaginario de Marechal
es fundamental la orientación del hombre en relación a
su universo. Y aquí aparecen en escena las “dos condiciones
limitativas” –así las define- que asedian al protagonista-autor:
el tiempo y el espacio. Marechal introduce la variable del tiempo y
pone en juego distintas concepciones a través de la vigilia y
el sueño, lo estable e inestable, lo real y lo ilusorio, el orden
y el desorden, el devenir y la muerte. Concilia estos pares en la sucesión
del camino. Incorpora la perspectiva del antes y después. Le
otorga al tiempo un rol creativo 13 sobre su propia irreversibilidad. Utiliza los recursos del recorrido,
la repetición, el ciclo y el círculo en su imaginario
y en la narración, para con-jugar las dimensiones Tiempo y Espacio.
Y así ordena los acontecimientos. Pretende una imagen de lo eterno;
esa recurrencia cíclica puede aliviar lo irreversible del paso
del tiempo; la permanencia universal se mantiene a través de
la sucesión. Retoma el significado de los antiguos rituales,
donde el pasado heroico de los dioses y antepasados se perpetúa
en la recreación de esas hazañas, retornando los momentos
míticos. Estos momentos mágicos coinciden con el deseo
de un espacio sacro, perfectamente orientado. Dice Adán:
Movimiento circular.
Movimiento del ángel, del astro y del alma. Los chicos entienden
el movimiento puro (p. 94).
Y este es el tiempo de su
ciudad, en contraste con el tiempo de la metrópolis que avanza.
Allí ubica la presencia del reloj como instrumento de la modernidad,
que realiza la abstracción de la mensura matemática de
las secuencias, y mide su retraso o adelanto. El tiempo interior del
personaje se hace presente, recreando las hazañas pasadas, familiares
y colectivas. Como un héroe reconstruye un momento mítico,
y se incluye en el tiempo colectivo, en referencia a la memoria barrial.
Es fundamental en la orientación
del hombre su universo; en Adán Buenosayres lo es, entonces,
su ciudad y su barrio. Marechal sacraliza el espacio a partir de los
itinerarios: establece el centro y el borde, delimita el interior y
el exterior. Tiempo y espacio, variables abstractas, son particularizadas
por el suelo; el plano del territorio se identifica y el sitio se origina.
Es el lugar que se habita, del que de se parte y al que se regresa.
El viaje es también
su estructura narrativa, concebido en función de distintos itinerarios
que determinan en el tiempo repeticiones eternas y contrastadas en momentos,
duraciones y sentidos. Los días finales en la vida de Adán,
y en ellos incluidos el tiempo de la ciudad, el tiempo del barrio, el
tiempo de los objetos, el tiempo de la vida, y el propio tiempo de Marechal.
En su viaje, Adán
Buenosayres remite a otros viajes: a través de la historia y
hacia el futuro; por los recuerdos y hacia los destinos; en ascenso
y descenso; hacia el interior y el exterior; hacia el centro y hacia
el borde. La organización del tiempo y sus claves espaciales
son fundantes en la concepción del itinerario del viaje. Lugares
de ciertas épocas y lugares a lo largo de su devenir.
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Fotografías
de la muestra Testigo, de Horacio Coppola |
Nacido en Buenos
Aires en 1906 en el seno de una familia acomodada, Horacio Coppola
se educó en un ambiente interesado por el arte, la música,
la literatura y la filosofía. A los 21 años, estimulado
por su hermano Armando, tomó sus primeras fotografías,
en las cuales ya mostró la preocupación por la luz
y los encuadres que distinguirían su obra. Aquellas imágenes
de la ciudad se utilizaron para ilustrar la primera edición
del libro "Evaristo Carriego", de Jorge Luis Borges.
En 1929 participó de la fundación del primer Cine
Club de Buenos Aires, del cual fue su presidente y poco después
realizó un fugaz viaje a Europa, del que regresó
con una cámara Leica de que nunca más se separaría.
Pero será segunda incursión por el Viejo Mundo,
en 1932, la que resultará decisiva en su vida y su carrera,
ya que fue admitido en la Bauhaus de Walter Grupius, donde estudió
hasta 1933. Se casó con Greta Stern,
y luego de un paso por Paris volvió a su Buenos Aires.
Coppolla es uno de los más
importantes fotógrafos argentinos de todos los tiempos,
cumplió 98 años en julio pasado, y es todavía
uno de los protagonistas de la escena artística latinoamericana.
Extracto
de la nota publicada en Leedor
volver a Grete |
Andando el camino
de Adán Buenosayres
El imaginario de Marechal
en su Adán Buenosayres interpreta el paisaje urbano
de una ciudad que ha crecido de manera espectacular en las primeras
décadas del siglo XX, apareciendo como una ciudad nueva, donde
se mezcla la gran inmigración europea y la particularidad del
Río de la Plata.
Marechal emprende una valoración
histórica, fruitiva, afectiva, estética y de referencia
en la memoria, la identidad, y la simbología. Utiliza la imagen
del camino con el concepto de devenir, para incorporar las dos variables
que manifiesta le asedian, el tiempo y el espacio. Las reinterpreta
a través del locus, identificando lo que ha sucedido en el lugar
y otorgándole carácter de sitio. Recrea la ciudad y el
barrio a través de sus mitos. Los mapas de su viajes desarrollan
las relaciones entre sitio y territorio (barrio-ciudad, sitio-barrio),
relaciones que se pueden analizar a partir del valor que le otorga a
la calle.
Opta por un esquema de organización
de ciudad latina, empleando la diferencia de significados entre los
términos “urbe” y “ciudad”. La calle
adquiere gran importancia en la narración de Marechal, porque
es la trama vital. Traza la persistencia del barrio. Está en
su origen, lo mantiene vivo permaneciendo, y establece la relación
con el territorio, a través de las distintas escalas, y con la
memoria colectiva. Está profundamente unida al acontecimiento
originario, al primer signo, a conformarse y a permanecer.
Concibe
un espacio vivido, existencial, en tanto se orienta en relación
a su universo, construyendo un lugar de identidad, que define en distintos
planos y en distintas escalas: el plano cosmológico, concretado
a partir del cielo y el infierno, de los ejes cardinales y de la geografía
de Buenos Aires; el plano urbano que identifica la imagen que tiene
Marechal de su ciudad, a través del esquema topológico
que propone; el plano del barrio como territorio poseído, la
proyección externa del nido familiar, su prolongación
inmediata; el plano de la casa 14 que revela la primera función del habitar, otorgándole
el valor de intimidad y del encuentro familiar; y por último,
el de los objetos, donde el universo de la existencia se encuentra concentrado.
Esta imagen que condensa
todos los planos, se centra en el cuerpo. Es el propio cuerpo, el de
Adán entonces, la primera morada, y se ubica en relación
a la casa, al barrio y a la ciudad, y determina el grado de intimidad
que –según Moles y Rohmer (1972)- surge a partir de la
oposición interior-exterior, determinando distintos niveles o
esferas de territorio y apropiación que se definen por una escala
de inmediatez y de conocimiento.
En Adán Buenosayres,
el barrio es la esfera de lo espontáneo e incluye a la casa,
a la habitación y sus objetos cercanos como distintos grados
de apropiación e identidad, frente a la ciudad que se manifiesta
como el territorio de caza. Buenos Aires se presenta en el imaginario
de la obra como una trama que teje diferentes tiempos y diferentes escalas;
los tiempos del día, del año, de la vida, el tiempo interior
y el tiempo colectivo; las escalas de la ciudad, el barrio, los sitios,
la morada y el cuerpo, como anclaje entre la dimensión espacial
y la dimensión temporal.
Y el camino que hilando los
destinos nos conduce y nos regresa, aparece como símbolo en el
que Leopoldo Marechal cifra su narración.
Referencias bibliográficas
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Aires, del centro a los barrios. 1870-1910. Buenos Aires: Solar-Hachette.
Las ilustraciones y los comentarios asociados a ellas no son parte del artículo original, y su responsabilidad es exclusiva de bifurcaciones
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