Arte y Utopía. La
ciudad desde las artes visuales
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Libro coordinado por María
de los Ángeles Rueda.
Buenos Aires: Asunto Impreso Ediciones
(2003)
Marcela Labraña,
Licenciada y Magister en Literatura de la Universidad Católica de Chile.
Doctora (c) en Humanidades de la Universitat Pompeu
Fabra de Barcelona. email: mlciruela@yahoo.com
Es muy probable que la historia de las
vanguardias artísticas no hubiera podido escribirse sin el surgimiento
de la ciudad moderna. Desde fines del siglo XIX el arte y la ciudad
han urdido un relato de complicidades, un territorio común habitado
por la experimentación y la imaginación. Los materiales
y teorías de la vanguardia se han desperdigado en las calles,
en las plazas, en los puentes de nuestras ciudades hasta transformarse
incluso en parte del paisaje que vemos sin ver. Otros lugares, como
los museos y las galerías, han perdido jurisprudencia porque
los artistas se han interesado vivamente por los espacios públicos,
el encuentro casual con la gente, el aire, el ruido y la suciedad que
subraya y alimenta la fragilidad de obras concebidas como ecos de la
precariedad. Dentro de los diversos elementos del ideario vanguardista,
uno de los rasgos que más se relaciona con la idea de ciudad
es justamente el de la utopía, pues se entronca con los intereses
extra-artísticos de muchos de estos movimientos: no cambiar sólo
la visión del arte, sino la forma de vida.
Dentro de Hispanoamérica, Argentina
fue uno de los países con mayor apertura al ideario de las vanguardias,
con figuras que desde la literatura (Borges, Girondo, las hermanas Ocampo
y muchos otros) promovieron la difusión de las nuevas propuestas
artísticas. Este libro, entonces, presenta una colección
de artículos que exploran diversos vínculos entre el arte
y las utopías urbanas a lo largo del siglo XX en dicho país.
El primero de ellos, “Utopías urbanas en el arte”, de María
de los Ángeles de Rueda, opera como prólogo, ya que presenta
un recorrido histórico por el desarrollo del arte de vanguardia
en Argentina. Tras revisar las manifestaciones vanguardistas en las
artes en general, se centra en el concepto de utopía urbana,
ligándola por supuesto a la figura de Tomás Moro, en tanto
punto de partida del concepto de utopía urbana. También
explica que la acepción clásica de utopía se fundamenta
en tres características fundamentales: positiva, humanista y
antropocéntrica.
Berenice Gustavino, en “Proyecto fachada
delta”, escribe acerca de Xul Solar, cuya obra pictórica está
impregnada por su inclinación a cierta dimensión de lo
utópico. Ya en 1917 hay acuarelas de este artista que responden
a este ideario, y la autora plantea que estas visiones urbanísticas
recuerdan la obra y propuestas fundamentales del arquitecto Bruno Taut,
como el “edificio ideal”, la “obra de arte total” y el “templo para
los artistas”. En “Utopía y diseño”, María Florencia
Suárez Guerrini analiza la propuesta de Tomás Maldonado
y postula que el componente utópico presente en sus escritos
sobre arte y diseño, desde el “Manifiesto invencionista” (1946)
hasta los últimos textos, no es de corte platónico sino
proyectual, ya que se apoya en el presente y desde allí proyecta
un futuro realizable.
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"La ciudad Hidroespacial, maqueta C", de Gyula Kosice
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Gyula Kosice concibe
en los años 70 la ciudad hidroespacial como un hábitat
suspendido en el espacio, en el que la humanidad sea libre para experimentar
la vida en ese ámbito y las artes se presenten como modeladoras
de los espacios. María Soledad García aborda en su artículo
el proyecto de este artista, uno de los fundadores del Movimiento Madí
Rioplatense. El manifiesto de la ciudad hidroespacial (de 1962) plantea
que determinadas herramientas científicas harán sustentable
un prospecto urbano basado en el uso de la ciencia en beneficio del
hombre. La ciudad se proyecta también como espacio de superación
de los actuales conflictos: “Destruir la angustia y las enfermedades,
revalorizar el amor...”. El arte se disuelve en la vida, y los lugares
definidos postergan lo individual en favor de los lugares públicos.
También hay una intención de superar y anular el tiempo,
de fluir hacia la transparencia. Quizá lo más interesante
de la ciudad hidroespacial es que se constituye en una fabulación
consciente de sí misma al punto de que el mismo principio utópico
se encuentra alternativamente negado o fragmentado, es un conjunto abierto
de posibilidades e imaginación. Otro artículo de la misma
autora está dedicado a “El eternauta”, de H.G. Oesterheld, una
historieta que apareció originalmente durante los años
1957 y 1959 en la publicación semanal Hora Cero (con
ilustraciones de Solano López). Sus personajes pasean por una
ciudad (Buenos Aires) que les resulta extraña, como una jungla,
que no es más que el recuerdo de una ciudad de la que sólo
persisten ciertos hitos en ruinas.
María de los Ángeles de Rueda
comenta en “Utopías de la calle” las intervenciones de Alberto
Greco, Héctor Puppo, Edgardo Antonio Vigo y Julio Le Parc a partir
de los años 60. Se trata de acciones insertas en el espíritu
que nace en torno al parisino mayo del 68, y que en literatura coincide
con las investigaciones neovanguardistas de Julio Cortázar, por
ejemplo. Se intenta desestructurar las tramas de hábitos rutinarios
por la vía del juego y la sorpresa, con una base muchas veces
dadaísta; uno de los ejemplos más interesantes es “Un
día en la calle”. de Julio Le Parc, en el que se inventaba a
los transeúntes a jugar con unos “zapatos para caminar diferente”
y unas “lozas móviles”. Un caso ya más masivo y de alto
impacto ocurre dos décadas más tarde gracias al Grupo
Escombros, conformado por D'Alessandro, Edward, Héctor Ochoa,
Pazos, Héctor Puppo y Romero, quienes se definieron como “artistas
de lo que queda” y proclamaron una “estética de la solidaridad”.
En 1989 convocan a una acción colectiva llamada “La ciudad del
arte”, que a pesar de las críticas de quienes consideraron este
emplazamiento como un hecho tan hegemónico como los que combatían,
durante solamente un día funcionó como una especie de
festival de Woodstock de las artes.
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"La ciudad del arte", del Grupo Escombos (1989) |
El trabajo en el campo del videoarte es
estudiado por María Gabriela Hernández Celiz en “Utopías
en lo audivisual”, con el fin de mostrar la crítica social subyacente
en las visiones utópicas de Gustavo Mosquera y Fernando Spiner.
Berenice Guastavino y María Florencia Suárez Guerrin,
por su parte, repasan las imágenes de la utopía en la
década de los 90, en las que suman nuevos elementos a este discurso:
la identidad, la globalización, la marginalidad y el reciclaje.
El proyecto de Sebastián Gordín, quien bajo el concepto
de “frágil coloso” realiza maquetas de antiguas salas de cine
de la cadena Odeón en Londres, resulta sin duda muy evocador
para los santiaguinos, quienes hemos visto la demolición o transformación
de importantes teatros de nuestra ciudad.
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" Proyecto Habitat: reciclables", A la izquierda: " Cápsula a la noche"; a la derecha, " En el supermercado". Obra de Fabiana Barreda |
Tras la lectura de este amplio abanico
de miradas, persiste la sensación de que a pesar del tiempo se
mantienen algunas problemáticas y procedimientos propios de los
primeros años de la vanguardia: señalamientos, reciclajes,
maquetas destinadas a despertar la memoria o la imaginación.
Pero a la vez el concepto de utopía es desplegado en sus distintas
vertientes, como catalizador de espíritus nostálgicos,
futuristas, realistas o idealistas. Creo, en definitiva, que en todos
estos procedimientos subyace el temor al dominio absoluto del fantasma
de la gran ciudad: inabarcable, uniforme y anodina. El arte nos ayuda
a guarecernos de la invasión y también a entenderla, proyectando,
como dice Calvino (1998), imágenes de “ciudades felices que cobran
forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices”.
Referencias bibliográficas
Calvino, I. (1998). Las ciudades
invisibles . Madrid: Siruela.
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